Capítulo 1
-Estás segura de querer hacer esto. -me susurró al oído mientras se acostaba sobre mí.
-Muy segura. -le contesto mientras nerviosamente deslizo mis manos por sus hombros desnudos.
-Lo digo porque he escuchado que la primera vez de toda mujer es muy importante, bueno eso dicen. -dijo mirándome a los ojos fijamente.
-Muy segura Chris...muy segura...
***
Me despierto sobresaltada y sudando. Miro el reloj de la mesita de noche y marca las 2:00 am. Me levanto de la cama y voy hasta el balcón para tomar un poco de aire fresco. Abro las puertas correderas del balcón y me recuesto en la baranda a pensar. El aire y los sonidos de la ciudad lentamente comienzan a relajarme. Después de tantos años, no sé porque había soñado con él precisamente ahora, desde hacía años que no lo veía ni sabía nada de su vida.
Cientos de noches me había acostado mirando al techo de mi habitación pensando en él, pero nunca había soñado como lo había hecho hoy. Cuando se tiene 16 años, uno no entiende nada de la vida y por cosas del destino te enamoras del chico con el que creciste y da la casualidad que es tu vecino. De esto ya han pasado 6 años, yo había seguido con mi vida y suponía que él también con la suya.
Después de terminar la escuela en Newark, y salir primer expediente, me otorgaron la NYU y me había mudado a New York.
En estos momentos ya no soy la ingenua chica de 16 años que se pasaba la mayor parte del tiempo dibujando. En estos momentos tengo 21 años, y ya había terminado el último año de la carrera. El miércoles es la graduación, y según mis resultados académicos tengo una buena oportunidad de hacer la pasantía en el MET.
Había estudiando la carrera de Bellas Artes y me había ido por la rama de restauración de obras. Había estado muy indecisa al principio y probé de todo: paisaje, rostro, impresionismo, escultura-que no se me da bien-y al final me había decidido por restaurar obras ya que podía hacer de todo un poco.
Aunque eran más de las 2:00 am y no estaba sola en el apartamento, no creí conveniente despertar a mi compañera de piso y mejor amiga Elizabeth. O mejor dicho, Lizzy, como la conocen todos. Lo más probable es que estuviese acompañada, como casi siempre, así que mejor no interrumpo.
Las luces y los sonidos de la ciudad poco a poco logran distraerme por un momento, pero vuelvo a preguntarme porque he soñado con él. Dicen que los sueños tienen significado, pero aún me estoy preguntando qué significaba el mío.
Si al menos aquella noche hubiese terminado bien. Pero fue un desastre. En un momento nos estábamos besando y casi desnudando. Y dos segundos más tarde, su celular estaba sonando insistentemente. Cuando él respondió, habló apenas 10 segundos. Después colgó, se disculpó conmigo, se puso la camisa, que con tanto trabajo le había quitado, y se marchó dejándome con cientos de preguntas en mi cabeza y aun completamente vestida.
Esa fue la última vez que lo vi.
Días más tarde me enteré que él y toda su familia habían viajado a Inglaterra porque su abuelo estaba delicado de salud. Esperé pacientemente que el regresara o al menos me telefoneara, pero eso no ocurrió.
Aquel chico flacucho y de ojos grises se había ido llevándose con él mi corazón. Los años pasaron lentamente, yo cambié, y con el cambio las ganas de verlo nuevamente fueron desapareciendo. De Amelia, la que todos conocían, ya no quedaba mucho, mi cuerpo había cambiado, ya no era tan menuda, había crecido, no mucho, pero al menos ahora medía 1,68 mts.
Y mi cuerpo, que antes era delgado, había ganado un poco de peso, ganando algunas curvas. Ya no usaba frenillos y tampoco me hacía aquellas motonetas en el pelo. Ya nadie me conocía por Amelia, todos me llamaban Amy. Aunque también había algunas cosas que continuaban iguales; como mi pelo castaño oscuro y largo, mis ojos pardos y mi virginidad.
Cuando cumplí los 16 años sabía perfectamente lo que quería de regalo, pero este desgraciadamente no se cumplió.
El destino tiene una forma muy curiosa de actuar y a veces juega contigo, como mismo lo ha hecho conmigo a lo largo de los años.
Créanme, no soy virgen porque lo desee, varias veces he intentado cambiar mi estatus. Pero en varias ocasiones, o mejor dicho, en las ocasiones en que he tenido una pareja estable y me he decidido a dar el paso, ha ocurrido algo.
El primer accidente fue la alarma de incendio que se activó en el apartamento, haciéndonos salir.
En otra ocasión, fuimos interrumpidos por Lizzy, llegando en el momento oportuno.
Una noche hubo un salidero en el piso superior del apartamento, más bien casi que una inundación, después de eso tuvimos que mudarnos a otro apartamento.
De esto ya han pasado 2 años y la verdad es que ya he desistido de intentar las cosas. Salgo con algún que otro chico, pero nada más. Porque sé que en cuanto cruzáramos una puerta y nos quedáramos solos, algo iba a ocurrir, como era costumbre ya.
Al principio Lizzy decía que eran cosas mías, que era casualidad lo que ocurría. Pero después de varios fracasos, llegó a la misma conclusión que yo. Al destino le gusta jugar conmigo y no estaba de acuerdo al parecer en que yo dejara de ser virgen.
Aunque Lizzy y yo nos llevábamos muy bien no estudiábamos lo mismo. Nos habíamos conocido en una exposición colectiva de pintura que habíamos hecho los estudiantes de arte cuando estaba en primer año. A ella le había tocado nada más y nada menos que hacer un reportaje para el periódico de la universidad ya que estaba estudiando periodismo. Y tras hacer la entrevista intercambiamos números, y después de varias salidas, decidimos mudarnos juntas.
Ya habíamos enviado las solicitudes para la pasantía a diferentes lugares desde hacía una semana y esta semana teníamos las entrevistas. Lizzy había enviado sus solicitudes a varios canales de televisión y a varios periódicos entre ellos el New York Times, mientras yo la había enviado a unos cuantos museos y entre ellos al MET, solo esperaba que me aceptaran en este.
Sin apenas darme cuenta, eran cerca de las 3:00 am y aún me encontraba recostada en el balcón del apartamento admirando lo hermosa vista de New York y pensando en demasiadas cosas. Creo que lo mejor es acostarme y tratar de dormir o mañana no me iba a despertar nadie. Al menos me había despejado un poco la mente.
Regreso a la cama cerrando las puertas del balcón y pasando la cortina, acomodo la almohada y después mi cabeza. Cierro los ojos e intento no pensar en nada más. Y poco a poco el sueño me vence.
El sonido del despertador me parece muy insistente a la mañana siguiente, no sé porque, pero hoy no tengo ganas de levantarme. El reloj marca las 6:00 am y siento como si me hubiese acabado de acostar. Tengo que levantarme o voy a llegar tarde a las entrevistas. Me levanto de la cama y salgo de la habitación aún medio dormida rumbo al baño. Me desnudo, abro la ducha y me meto debajo de la refrescante agua hasta que me siento completamente despierta y renovada. Salgo de la ducha y tras cepillarme los dientes y recogerme el pelo con una liga, me pongo nuevamente la ropa de dormir.
Mi ropa de dormir consiste en una camiseta larga, gris, vieja y desteñida. Salgo rumbo a la cocina a preparar el desayuno, pero ya se me han adelantado. Lizzy se encuentra en la cocina, ya ha preparado el café y estaba preparando las tostadas, pero eso no es lo más extraño, lo más extraño es que estaba sola.
- ¿Aidan no vino anoche? -le pregunto por su novio con mucha curiosidad mientras saco el jugo de la nevera.
Ella simplemente me miró por un breve momento antes de continuar con las tostadas y contestar.
-No. -dijo muy cortante, lo que solo significaba una cosa.
- ¿Tú o él? -dije poniendo el jugo en la barra, dos vasos y me sentaba.
- ¿Quién crees? -me miró enarcando una ceja. Se sentó a mi lado poniendo frente a nosotras las tostadas y un frasco de mantequilla de maní.
-Sé la respuesta, solo quería confirmarla. -contesté tomando una tostada y untándole mantequilla de maní.
-Yo. -contestó ella mientras vertía el jugo en los vasos y sonreía.
-Y el motivo esta vez fue...-dije dejando la pregunta en el aire.
-Quería tenerme a todas horas y le dije que, si no entendía que yo también necesitaba mi espacio, y mi tiempo entonces se terminaba. -dijo mientras tomaba un poco de jugo.
- ¿Y cómo lo tomó él? -le pregunte mientras mordía una tostada y ella me miraba fijamente.
-Como mismo lo toman todos, me dio la espalda y se fue diciendo que ya encontraría otra. -dijo tomando una tostada ella también.
- ¿Y tú? -pregunté mirándola de lado y por encima del vaso de jugo.
-Ya llegará otro. -me dijo sonriendo mientras bebía de su jugo.
Eso es normal en ella. No hay un chico en la universidad que no hubiese puesto los ojos en Lizzy, o que no la notara. Era imposible no notar a Elizabeth Halding. Pelo negro largo, un poco más alta que yo, ojos azules, un cuerpo con mucho más curvas que el mío. Jefa de redacción del periódico de la universidad. En fin, quien no se fijara en ella es porque estaba ciego, porque hasta los que tenían novia, cuando ésta se despistaba un poco, la miraban como si quisieran comérsela.
Terminamos de desayunar y me dirigí hacia mi habitación a vestirme para ir a las entrevistas.
Lizzy y yo teníamos muchas cosas en común, como los gustos musicales, la misma comida, el tipo de hombres que nos gustaban. Solo había una cosa que no compartíamos y era el gusto por la moda. Mientras que Lizzy solía andar con lo último de la moda. En otras palabras, mientras más corto y ajustado mejor, sin hablar de los tacones de aguja.
Yo me iba más por jeans, camisas y camisetas ajustadas. Y mientras más pegados al suelo estuviesen mis pies, mucho mejor, aunque había sus excepciones. Hoy era una excepción. Me había puesto una falda negra que me llegaba un poco más arriba de la rodilla y unos tacones no muy altos-debo decir que era una de las pocas faldas que tenía y no me ponía con mucha frecuencia-y los tacones eran los que tenía para ocasiones especiales. Para arriba, me puse una camisa blanca, con un pañuelo gris anudado en el cuello y una chaqueta también negra que combinaba con la falda.
Siempre se debe causar una primera buena impresión y mucho más en una entrevista de trabajo. Me maquillé un poco, y mi pelo lo dejé suelto cayendo en ondas por mi espalda y mis hombros. Cogí una carpeta negra con los papeles y documentos necesarios para las entrevistas y salí de la habitación. Afuera me encontré con Lizzy quien se me quedó mirando sorprendida.
-Deberías vestir así más a menudo, luces sexy y sofisticada. -dijo Lizzy mientras me examinaba completamente.
-Dime que no luzco sexy Lizzy, es una entrevista de trabajo y no precisamente en un club de strippers. -le dije mirándome nuevamente la ropa que me había puesto.
-Luces bien así. -contestó riendo y haciéndome reír también.
-Nos vamos entonces. -le pregunté emocionada.
-Vamos.
Salimos del apartamento y tras coger el ascensor y bajar hasta el parqueo subterráneo nos dirigimos hacia nuestros autos parqueados uno junto al otro. El de Lizzy era un Chrysler Grand Voyager y el mío un Mazda MX 5.
Aún no entendía como a ella le gustaba ese auto, lo veía demasiado grande para mí. Me gustaban más los modelos pequeños y convertibles de ser posible. Lizzy era más de autos grandes donde cupiera mucha gente. De ser por ella en estos momentos estaría conduciendo un Hummer en lugar del Chrysler. Pero según ella, no quería llamar tanto la atención conduciendo un auto del ejército por todo New York.
-Nos vemos en la tarde. -dijo ella detrás del volante de su auto mirando hacia mí.
-Nos espera un día muy largo. -dije yo mientras arrancaba mi auto y ambas salíamos del parqueo en direcciones opuestas.
Casi nunca conducía ya que vivíamos relativamente cerca de la universidad, y la verdad era que al menos a mí me gustaba atravesar Central Park caminando. Era lo que más me gustaba hacer en el día. Eso y sentarme de regreso de la universidad en uno de los bancos para hacer unos bocetos. En verdad lo que más me gustaba era pintar rostros y personas, incluso aunque no las conociera, me sentaba allí y pintaba de todo un poco. Ya tenía unos cuantos cuadernos llenos de bocetos de personas en el parque, tanto de niños como de mayores, y lo más gracioso de todo es que no conocía a ninguna.
Conduzco por la ciudad sin siquiera prestar atención a nada, solamente hay una cosa en mi cabeza, las entrevistas. Y solamente me preocupa una, la del MET.
Paso la mayor parte de la mañana de una entrevista hacia otra y cerca del mediodía me detengo a almorzar en una pequeña cafetería cerca del MET donde preparan unas deliciosas hamburguesas. En cuanto terminara de almorzar, iría hacia la última entrevista, y había dejado la del MET para el final.
En cuanto termino, recojo nuevamente la carpeta y me dirijo a paso firme hacia la entrada del MET. Subo los escalones de la entrada como si fuera la primera vez que lo visito, cuando la verdad es que me conozco sus pasillos y salones de memoria. Había ocasiones en que venía hasta tres veces en la semana y me quedaba hasta casi la hora del cierre. Aún no entiendo que es lo que me atrae tanto de aquí.
Allí justo en la entrada en la recepción, detrás de un enorme escritorio negro y con una computadora en frente, me recibió una señora mayor con espejuelos y algunas canas a la cual había visto en incontables ocasiones en mis visitas al museo y ya me conocía.
-Buenos días, en que la puedo ayudar. -me dijo ella muy amablemente levantando la vista del ordenador hacia mí. -Oh, Amy eres tú, no me di cuenta querida. ¿De visita nuevamente? - me preguntó sonriendo.
-Buenos días, hoy no, tengo una entrevista con el director de restauración de obras. -le digo con mi mejor sonrisa en el rostro.
-Me das tu nombre completo. -me dijo mientras miraba a la pantalla del monitor.
-Amelia Hart. -le contesto mientras ella teclea en la computadora.
-Si aquí está. Señorita Hart. Siéntate por favor, voy a informar que estás aquí y en un momento te hago pasar. -dijo tomando el teléfono en la mano.
-Gracias. -contesté mientras me sentaba en un enorme sofá que había allí en la recepción.
No habían pasado ni 5 minutos cuando llegó donde yo estaba una muchacha vestida con el uniforme del museo y se dirigió a mí.
-Señorita Hart. -dijo mientras yo levantaba la vista para mirarla.
-Sí, soy yo. -contesté levantándome del sofá.
-Venga conmigo, el señor James la atenderá ahora. -me dijo mientras comenzaba a caminar al interior del museo.
Comencé a seguirla hacia una parte del museo que no había visitado jamás, y por más que intenté evitar no mirar las obras de arte a mi alrededor, me fue imposible. No es la primera vez que entro en el museo, pero siempre me quedo igual de impresionada cuando entro a uno, es algo imposible de evitar. Hay tanta historia en las obras que recorren sus paredes, que a veces me gustaría haber vivido en una de esas épocas en que todas fueron creadas.
Caminamos hasta unas doble puertas completamente de cristal donde se leía solo personal autorizado. Entramos por un pasillo completamente blanco e iluminado hasta llegar a un escritorio muy similar al de la recepción y unas puertas a su lado.
-Espere un momento aquí. -me dijo la muchacha mientras se dirigía hacia las puertas y las abría levemente, pero sin entrar.
-Señor James, la señorita Hart ya se encuentra aquí.
-Hágala pasar. -contestó una voz aguda y firme desde el interior de la oficina.
-Puede entrar. -me dijo la secretaria de James llegando donde yo estaba.
-Gracias. -contesté mientras me dirigía hacia las puertas y entraba.
La oficina no es como yo me la imaginé, y lo primero que capta mi atención, son los hermosos cuadros colgando en las paredes que iban desde marinas, hasta paisajes y bodegones. Por mucho que lo intenté no pude dejar de admirarlos.
-Estos cuadros son hermosos. -dije mirándolos sin prestar siquiera atención al Sr. James.
-Puede verlos si quiere, no me molesta. -me contestó con voz firme.
-Gracias. -dije mientras comenzaba a recorrer la oficina admirando los cuadros.
Estaban trabajados mayormente con colores fríos, tales como azules y violetas, pero entre todos resaltaba uno porque era fuera de lo normal. Este tenía combinados los colores fríos con los cálidos como el naranja y amarillo haciendo que llamara mucho la atención.
Me dirigí hacia el cuadro para examinarlo más de cerca. Estaba trabajado a espátula y pincel, pero lo que más llamó mi atención fue el autor de aquellas hermosas obras. En la esquina inferior derecha resaltaba una letra A seguida de un punto y la palabra James junto con el año, esta obra tenía más de 20 años.
-¿Usted los hizo? -le pregunto asombrada girándome por primera vez hacia James.
-Sí. -me contesta con mucho orgullo.
-Son verdaderas obras de arte. -dije caminando hacia el escritorio donde se encontraba el sentado.
-Gracias. -dijo haciéndome un gesto para que me sentara.
Me siento frente a él y por primera vez lo observo bien. El señor James era mayor, tendría cerca de 60 años. Su pelo, completamente blanco en canas. Llevaba un traje negro. Sobre su escritorio, había varios marcos con fotos y una placa identificativa donde se leía en letras negras y cursivas: Director de Restauración de Obras Andrew James.
-Señorita Hart, ¿no es así? -preguntó mientras me acomodaba en la silla.
-Sí, pero me puede llamar Amy, si no le molesta. -le dije mientras me acomodaba la falda un poco y después lo miraba fijamente.
-Bien Amy, te voy a hacer una serie de preguntas y quiero que me contestes con toda sinceridad.
-Sí señor. -contesté nerviosa.
-He leído tu currículo y la verdad es que es muy bueno, eres una de las mejores estudiantes de arte de tu promoción, lo que me lleva a hacerte una pregunta. Con este historial puedes ir hacia un museo como el Smithsonian o el Louvre si vivieras en Paris. ¿Por qué quieres trabajara aquí en el MET?
Esa pregunta tenía tantas respuestas, y la verdad era que ni yo misma lo sabía, siempre había querido ir hacia el MET, pero nunca había sabido el porqué.
- ¿Le puedo preguntar algo señor James?-le contesté con otra pregunta.
-Adelante -dijo el dudando por un momento.
- ¿Nunca ha sentido que pertenece a un lugar desde la primera vez que puso un pie en él?
James no contestó, solamente miró una de las fotografías que había en su escritorio y después volvió a mirarme a mí.
-Así me siento yo, no sabría explicarle porque quiero trabajar aquí, simplemente es que no me veo trabajando en el Louvre o en el Smithsonian. Sin embargo, cuando me imagino trabajando aquí, tengo la imagen muy clara.
James no decía nada, solamente me miraba, y nuevamente miraba una fotografía que yo no podía ver porque esta estaba girada hacia él.
- ¿Qué edad tiene señorita Hart?-preguntó inclinándose hacia atrás en la silla.
-Tengo 21 años. -le contesté firmemente.
- ¿Sabe usted cuantos años llevo yo trabajando aquí? -preguntó nuevamente mientras me miraba fijamente.
-No señor. -le contesto negando con mi cabeza.
-Llevo 40 años trabajando aquí, y comencé con la misma edad suya. -vaya no tenía idea. James por un momento se quedó en silencio. -¿Sabe que me dijeron cuando comencé a trabajar aquí? -me preguntó nuevamente.
-No señor.
-Me dijeron que necesitaban a alguien que estuviese disponible a todas horas y que debía dejar de pintar mis obras, ya que debía enfocarme en las obras del museo, solamente dedicarme a mi trabajo exclusivamente.
¡Cómo!
¡Dejar de pintar!
No me veía a mi misma haciendo eso.
- ¿Y lo hizo? ¿Dejó de pintar? -le pregunté mientras por un breve momento lo veía sonreír.
-No, no lo hice, solamente les hice creer eso, y cuando me nombraron director de restauración hace 10 años, puse varias de mis obras de aquella época aquí en la oficina.
-No me veo tampoco dejando de pintar, no me puedo imaginar un día en que al menos no haga un boceto de algo. -le dije sinceramente.
-Ese es el espíritu que busco aquí, gente joven que no pueda vivir sin pintar, como mismo era yo en mi juventud. -contestó con una sonrisa.
-Gracias. -contesté sonriéndole también.
-En caso de que la acepte aquí, cuando podría comenzar. -preguntó inclinándose sobre el escritorio.
-En cuanto hiciera falta. -contesté muy nerviosa.
James por un momento se quedó mirándome, evaluándome, en ese momento cualquier cosa podía suceder, lo mismo me decía que si o me decía que no y mi sueño se iría por el drenaje.
-¡Felicidades! Le parece bien comenzar el próximo lunes, o es muy pronto para usted.
-Sí, es perfecto, digo, me parece bien el lunes. -dije ansiosa mientras él escribía algo en un papel.
-Muy bien, dele esto a mi secretaria, ella le ayudará con la identificación y otras cosas. -dijo extendiéndome un papel.
-Muchas gracias, no se va a arrepentir. -le dije mientras tomaba el papel de sus manos.
-Sé que no. -dijo mientras yo me levantaba de la silla y me dirigía a la puerta de su oficina.
Cuando estaba saliendo me vino una interrogante a la mente.
-Una pregunta señor James. -le dije desde la puerta. - ¿Debo llevar uniforme?
-No señorita Hart, el personal de restauración no usa uniforme.
-Gracias. -contesté mientras salía por la puerta y me dirigía hacia el escritorio de su secretaria con una sonrisa deslumbrante en mi rostro.
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Esta es una de las primeras historias que escribí, tiene 12 años escrita, pero quería compartirla con ustedes. Espero les guste y me dejen sus comentarios y votos.
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