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Mi mortal, mi destinado

Era un jotun.
Era un asqueroso gigante de hielo.

Las historias sobre las almas destinadas le resultaban indiferentes, inciertas e irreales. O, aquello es lo que siempre creyó. Pues, durante toda su vida en Asgard, jamás encontró a su alma destinada, a esa persona que le pertenecía, a ese ser que la vida le confiaría hasta la muerte y eternidad. Lo que le llevó a asumir que aquel era su castigo por ansiar un trono ajeno, por rechazar fríamente a las personas que decían ser su familia, por conspirar en contra de la farsa dorada de Odín y por desafiar a la Diosa de la muerte. Mas, por duro que pareciera una vida sin la persona hecha para amar, no existía remordimiento en sus acciones y deseos. Todo lo contrario. Para Loki Laufeyson, para el dios de las mentiras, no había más que un vacío que juraba firmemente que se trataba de una inmensa tranquilidad. Tranquilidad por contradecir cada una de las predicciones que lo seguían.

¡Así es! Tras su afán de evadir esos futuros que le profesaban, tomó decisiones que no le causaban remordimiento. Porque él nunca anheló ser un villano, mancharse las manos con la sangre de la gente de su pueblo, ni llenarse de burdas ilusiones. Él solo quería reinar, mostrarles a todos que era más que la sombra de Thor, que podía ser igual que él, que también era digno de ser admirado y glorificado, que su avaricia de eliminar a todo gigante de hielo era para hacer justicia y para evidenciar que podía ser tan osado como Thor, pero correcto como Odín. Mas, descubrir que su existencia y su cargo de príncipe se valían por una jugada de poder de Odín, lo enloqueció. Sí, lo enloqueció. No sabía bien si por dolor o por ira, solo que se perdió en la decepción. Una decepción que lo cegó, que lo llevó al fracaso y a un destierro disfrazado de muerte. Ya no deseaba volver a Asgard, ni luchar con Odín. Tan solo ansiaba quedarse en las sombras y desperdicios del universo. Y así fue. Por varios años, dejó que su derrota, que sus creencias y recuerdos lo torturaran hasta la llegada de Thanos. Ese enorme titán le devolvió la avaricia a cambio de crueles pruebas y despiadados sacrificios que sintió una ofensa recibir a los chitauris como su ejército de conquista. Mas, el intercambio de una gema del infinito -el teseracto- por Midgard, lo convenció.

Pues, para Midgard, tenía planes majestuosos: les enseñaría la dicha de vivir bajo la entrega total a un rey como él, los conduciría a la gloria, los haría la prueba de que él estaba destinado a la inmortalidad en la historia y a la rendición. Mas, surgió problemas que nunca imaginó que existirían. Corrección, salieron estorbos midgardianos a sus planes majestuosos: Los Vengadores. Conociendo con su mediocre naturaleza a través de libros, los subestimó y jugó con ellos, creyendo que los derrotó. Un error que le costó su victoria. Y aquello parecía insignificante ante su encuentro con su alma destinada. Sí, en el reino que siempre minimizó y tomó por mezquino, encontró a la persona que la vida le entregaba como suya. No solo ello, sino que se la entregaba en el bando contrario, en pleno combate y en la férvida creencia que él estaba en el error y debía vencerlo. Lo que consiguió. Su alma gemela lo venció junto con su equipo, rescató a su mundo y él perdió. También, la oportunidad de darle el adiós.

Pues, Thor lo regresó a Asgard, a recibir la justicia de Odín.

Y la condena que le fue conferida no se comparaba a ese infernal sentimiento de un nuevo vacío que lo vacilaba, que lo atormentaba y que lo enloquecía. Sí, lo enloquecía nuevamente al saber que su alma destinado existía, que jamás podría volver a encontrarla y que tampoco tendría oportunidad. Le era tan extraño que no entendía bien cómo vivir. Dado que, nunca creyó que se doblegaría ante el mero conocimiento de su alma destinada, que sucumbiría a esos raros pensamientos, a esos deseos de saber más quién era su persona, que necesitaba más que libros para calmarse. Y su piadosa madre, la reina Frigga, lo sabía. Ella permitió que, en su eterna cárcel, pueda utilizar su magia para ver a su destinado.

Y así lo hizo.

El dios de las mentiras pudo ver a su alma destinada, conocer más de él y entender el porqué el destino le confería a ese ser como suyo. Mediante sus apariciones, pudo presenciar cómo su alma destinada cometía sus mismos errores: se hería a sí mismo y alejaba al equipo al igual que amigos que decían formar su familia. Su alma destinada iba a condenarse al mismo futuro que ahora tenía él como presente. Y no lo deseaba, no para él. Lo que le desquiciaba. Se suponía que no debía sentir más que curiosidad, pero su corazón lo traicionó. Su triste y pobre corazón se enamoró solo de la persona que le pertenecía, pero que jamás se entregaría a él, resultando el peor de sus errores. Sin embargo, no tenía remordimiento. Y esta vez era cierto. No tenía remordimiento por sentir esto que llaman amor, sino desconcierto. No sabía si debía interceder, evitar que terminara hundiéndose; o dejarlo a su suerte, hasta que llegó ese día en Siberia.

Presenciando la batalla en Siberia, Loki compartió esa infernal y tortuosa combinación de ira y dolor de su alma destinada al recordar la muerte de su madre. Sí, volvía a él esa desesperación e impotencia que lo hizo aliarse con Thor en busca de venganza. Venganza a los culpables de la muerte de su madre, solo que aquí no interesaba si el asesino de la madre de su destinado era realmente culpable. Únicamente, valía ese dolor e ira de perder una madre a manos de otro. Así que, estaba decidido a interceder, a equilibrar la balanza y a ayudar a su destinado. Pero, se abstuvo y trató de controlarse al notar que su destinado daba frente a los dos supersoldados con aires de victoria. Lo que duró muy poco: Los dos supersoldados le iban a quitar la victoria.

No lo permitiría.
Jamás.

Deshaciéndose de cada guardia de su celda y de hombres de Odín, Loki escapó, se escabulló entre las salidas que le quedaba de Asgard y se apareció en La Tierra. Precisamente, en la bóveda abandonada de Hydra, empujó a los dos supersoldados con su magia y se colocó delante de su alma destinada: Tony Stark. Sí, el millonario Tony Stark era el que la vida le confería como suyo. — ¡No toquen a mi mortal!

Su grito asustó a Steve Rogers y James Barnes, mientras que Tony Stark se mantenía atónito.
Nada comparado a Loki.

Él había desafiado no solo a Odín, sino a sí mismo.
Pues, finalmente reclamaba a su alma destinada con el riesgo de ser rechazado.

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[•] Pd: Cr. al artista "@PXZIREART". (No estoy segura. Así que, si ustedes tienen el nombre, me lo hacen saber, por favor). 💕✨

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