01.02 Second Chance at First Line
—¿Un hechicero? —Bill lanzó una pelota de lacrosse hacia León, que era el portero.
—No en plan Harry Potter pero tiene muchas cosas extrañas allí, dudo que realmente todas esas sean para curar animales. —explicó León, devolviéndole la pelota a Bill una vez más.
—Uh-uh entiendo. Pero aún así de un extremo al otro es... Demasiado. ¿No crees? Además, si fuera un hechicero tal vez te lo diría, creo que él ya confía en ti.
León soltó una muy falsa carcajada y atajó la próxima pelota que Bill le lanzó, ambos eran bastante buenos en lacrosse así que iban igualados en puntos.
No es como que Bill los haya estado contando.
Bill 14 - León 16.
—No hay manera de que él realmente confíe en mí tan pronto. Y además, recuerda Hermione tuvo que borrarles los recuerdos a sus padres para no ponerlos en peligro ¿Tal vez por eso no me lo está diciendo? ¿Creerá que yo puedo correr peligro si sé lo que es?
—¿Creí que esto no era como en Harry Potter? —se burló Bill, observando como León se distraía cuándo un grupo de chicas de fútbol pasaron cerca de ellos, momento exacto en el que Bill aprovechó para lanzar la pelota y conseguir otro punto.
—¡Oye! —se quejó León al notar que Bill había lanzado cuándo él no estaba listo, el grupito de chicas soltó risitas divertidas y comenzaron a jugar soccer cerca de ellos—. De todos modos, no creo que él me diría algo como eso, si aún después de dos años viviendo con él nunca lo ha ni sugerido.
—¿Tal vez solo es un curandero de esos que juran que hablan con los muertos? —se preguntó Bill en voz alta, atajando en el aire la pelota que León le lanzó y volviendo a prepararse para lanzar al arco—. ¿Vudú o algo así?
—¿Vudú o algo así? —repitió divertido León, negando con la cabeza.
El instructor justo llegó en esos momentos y tocó el silbato anunciando que la clase de educación física había terminado.
El campo de lacrosse no era tan grande como el de la preparatoria de Beacon Hills, pero recorrerlo de un extremo al otro logró cansar lo suficiente a Bill y a León, que llegaron a los vestuarios con respiraciones entrecortadas.
—Necesitamos más salidas al bosque para ejercitarnos. —se quejó León, desplomándose contra uno de los asientos del vestuario y comenzando a quitarse la ropa sudorosa.
Bill murmuró de acuerdo, pero toda la atención que había sostenido en su mejor amigo se desvaneció.
León lo ignoró porque sabía que eso sucedía cada vez que Bill entraba a los vestuarios. Bill se forzó a si mismo a mantener la vista baja mientras el resto de sus compañeros seguían desvistiéndose para darse un baño antes de ir a casa.
—¿Todo bien, Billy? —llamó Christian, uno de los chicos populares de su grado, del cuál Bill tenía el mayor y no muy secreto crush en él.
—Ajá. —tarareó Bill, decidido a bañarse en su propia casa y apoyándose contra uno de los casilleros mientras esperaba a que León termine de bañarse.
Christian Martin pasó por al lado suyo y Bill intentó poner todo el esfuerzo en sí para no sonrojarse, un recuerdo viniendo a su mente rápidamente.
—¡Sé que es una horrible idea decírtelo pero necesito hacerlo! Chris, me gustas, demasiado, como desde siempre. —Había dicho Bill un día lluvioso mientras él y Christian estaban solos en la puerta de la escuela esperando por sus padres.
Christian Martin se le había reído en la cara, Bill tuvo que fingir que era una broma, pero fue tarde.
León aún seguía riéndose de él por eso.
—¿Seguro que estás bien? Pareces... Acalorado. —comentó el pelirrojo, Bill alzó la vista para mirarlo a los ojos.
Gran error.
Ahora Christian podía ver el perpetuo sonrojo en su rostro, pero aún así, hizo su mejor esfuerzo—. Todo bien, ¿y tú?
—Todo perfecto, ¿Me la sostienes un momento? —Martin dejó caer la toalla que rodeaba sus caderas y la colocó sobre el hombro de Bill, quién no pudo hacer más que asentir en silencio, desviando la vista cuando el pelirrojo dio media vuelta para caminar a las duchas.
León, apúrate, apúrate. Suplicó Bill mentalmente, dejando caer la toalla de Christian sobre los asientos y alejándose de las duchas solo para no tener la peligrosa tentación de acercarse y echar un vistazo.
Desventajas de ser el único chico gay en la secundaria, si miras ellos lo sabrán.
Bill no era públicamente gay ni nada, estaba muy cómodo en el cálido closet, pero había tenido sus combos de complicaciones y errores, uno de ellos declararle su amor a Christian Martin, el chico más popular y por tanto el mariscal de campo de la secundaria y por tanto un completo idiota.
Antes, en tiempo pasado hace mucho tiempo, él y Christian solían llevarse bastante bien, ya que la madre de Bill era amiga de todo el resto de las madres de prácticamente toda la secundaria.
Pero, desde que Bill se le declaró, en ese estúpido momento que creyó que era una fantástica idea y que hasta podría tener una oportunidad, todo cambió.
Por supuesto que todo cambiaría, cuándo llegó a su casa León le aseguró que era lo más idiota que había hecho jamás y Bill no pudo hacer más que estar de acuerdo.
Al final, Bill se decidió por esperar a León fuera de los vestuarios, en los seguros pasillos vacíos de la secundaría.
Diez minutos después, mientras Bill seguía teniendo una crisis muy gay con Christian, León llegó hasta su lado, despidiéndose de un par de compañeros que también saludaron a Bill en el camino.
—Oye Billy y que te parece si... Woah, ¿Qué te pasó? —León había comenzado a hablar pero se detuvo al finalmente dar media vuelta y enfrentar a un ansioso Bill que seguía mordiendo la uña de su pulgar con su rostro aún brillante por el sudor y sonrojado por el mini encuentro con su crush.
—¿Qué me parece si...? —pidió saber Bill, intentando que León cambie el tema rápido.
Su mejor amigo, que lo conocía mejor que nadie en el mundo, negó divertido con la cabeza y siguió diciendo—. ¿Si vamos a dar unas vueltas por el bosque y colocar estas dos cámaras estratégicamente cerca de la casa de Derek Hale?
León le enseñó dos cajas de cámaras nuevas que tenía dentro de su mochila, Bill bufó pero terminó asintiendo.
—¿Cómo es que sigues consiguiendo más de esas? —se preguntó Bill, mientras ambos comenzaban a caminar por los pasillos hasta dónde sus bicicletas se encontraban afuera.
—Mamá. —dijo León como si fuera toda la explicación necesaria.
Y lo era, según lo que Bill sabía, la mamá de León era alguna clase de mujer multimillonaria que había heredado toda la herencia de su familia, o algo así.
León había llegado con su padre después de que su mamá fue puesta en rehabilitación ya que, al parecer, se había emocionado demasiado con la herencia y comenzó a usarla en... Sustancias no tan buenas o legales.
Por supuesto, antes de ir a rehabilitación se aseguró de dejar a su hijo en un buen lugar, -Beacon Hills a cuidado de su padre- y con más dinero del que un chico de su edad realmente necesitaría para toda la vida.
El camino hasta la casa de Derek Hale fue tranquilo, como todas las veces que últimamente iban allí para espiar o intentar encontrar algo fuera de lo ordinario.
—¿Policías? —exclamó León cuando se encontraron lo suficientemente cerca.
Justo en la parte delantera de la mansión Hale había estacionado una patrulla, y unos metros más lejos un jeep azul.
Había cinta de policía en un costado de la mansión Hale y varios policías patrullando la zona.
—¿Tal vez otro día? —comenzó Bill, bajándose de su bicicleta y comenzando a retroceder.
—Tal vez otro día. —repitió León, asintiendo.
Ambos comenzaron a volver al pueblo, León hizo un par de paradas en el camino para asegurarse de que todas las cámaras estén encendidas y en buen estado.
—Esta se está quedando sin batería. Pásame otro par. —llamó León agachado frente al árbol y extendiendo su brazo.
Bill asintió y rebuscó en la mochila que León había dejado caer sobre la tierra y las hojas secas y después de unos minutos las encontró.
—Aquí está- Auch. —Bill se quejó al sentir un inesperado golpe en su espalda.
Rápidamente León volteó a verlo sorprendido, y Bill dio también media vuelta para ver qué se había estrellado contra su espalda.
—Una... ¿mochila? —preguntó León confundido, Bill tarareó, entregándole las pilas y agachándose junto a León para ver la mochila asesina.
Se encontraba entreabierta y lo primero que se dejó ver fueron unas muy largas raíces con unas pequeñas florcitas moradas.
Oh, que bonitas.
—Wolfsbane. —declaró León rápidamente, acercándose aún con las pilas en sus manos para tomar las raíces y estudiarlas mejor—. Sí, mata lobos.
Oh, bonitas y peligrosas, de acuerdo... Bill se limpió las manos sobre la remera de León, no sabía si eran venenosas para él pero tampoco quería descubrirlo.
—¿Por qué alguien tendría wolfsbane y por qué te lo arrojaron? ¿Quién lo arrojó de todos modos? —se preguntó León, comenzando a hacer su papel de Sherlock Holmes con preguntas base que él comenzaría a responder solo.
Bill se detuvo a buscar si la mochila tenía nombre en algún lado, y por dentro, detrás de un par de cuadernos encontró una etiqueta con letras torcidas.
—Stiles Stilinski. —leyó en voz alta.
—¿Stilinski? ¿Qué ese no es el nombre del sheriff? —consultó León, pero en realidad no era una pregunta, León estaba muy seguro de ello, solo seguía en su papel de Sherlock—. ¿Por qué el sheriff tendría wolfsbane?
—¿Tal vez es de su hijo?
—¿O hija? —siguió León, con esa mirada intrigada y fascinada como cada vez que estaban más cerca de descubrir algo nuevo y sobrenatural—. ¿Qué clase de nombre es Stiles de todos modos? No le pondría eso ni a mi mascota.
—¡Oye, no es tan malo! —se quejó Bill divertido, lamentándose por quién sea que se llame Stiles—. Es agradable de decir, no lo sé, ¿fácil? a mí me gusta, Stiles. —repitió el nombre, solo para probarlo una vez más, asintiendo conforme—. Hasta lo podría usar para algún personaje de DnD.
—Oh vamos, nunca terminas tus fichas. —se quejó León divertido, dándose media vuelta para volver a concentrarse en la cámara y cambiarle las pilas—. Para entonces será 2024 y el apocalipsis habrá comenzado.
—No me tienes fé, lo sé. ¡No me tienes fé! ¡Todo este tiempo no lo quería creer pero ahora lo sé! —se lamentó falsamente Bill, dejándose caer sobre la tierra, ahora acostado y mirando las imponentes copas de los árboles y el cielo que comenzaba a oscurecerse.
—Eres un exagerado.
Bill no respondió a eso, porque sabía que era la verdad, en cambio se levantó una vez más y rebuscó en la mochila de Stiles algo que pueda ser más o menos interesante.
—Oye... ¿Crees que el hijo del sheriff es un hombre lobo? —preguntó Bill, sin encontrar nada interesante.
Ni siquiera había una cartuchera con lápices, ni siquiera había lápices.
—Huh... No lo sé. ¿Por qué tendría wolfsbane si es un hombre lobo? Sería como su kryptonita personal. —comentó León, finalmente terminando con su tarea con la cámara y volteándose a ver a Bill, quién se había colgado la mochila de Stiles a los hombros—. ¿Deberíamos preguntarle al sheriff?
—¿Tú crees que nos diría?
—¿Tal vez? —León lo pensó durante unos segundos más y finalmente negó—. No, definitivamente no nos lo diría. Como mi padre, si realmente son alguna clase de ente sobrenatural guardarían silencio ante todos, más ante los curiosos que les pregunten directamente, como Derek.
El recuerdo de aquella tarde en dónde León le preguntó directamente a Derek Hale si era un hombre lobo, logró que Bill suelte un bufido de risa divertido.
—¡Dinos! ¿Eres un hombre lobo si o no?— Había gritado Bill, con sus puños en alto en posición de ataque y temblando de la adrenalina y el miedo a partes iguales.
Derek los miró en silencio, con ambas manos en los bolsillos de su chaqueta, alzó una de sus cejas y dijo—. No.
—¿Y ahora que sigue? —preguntó Bill divertido, intentando apartar la escena de su mente y mordiéndose el labio inferior para no reírse del recuerdo.
—Huh... ¿Tal vez podríamos investigar a ese tal Stiles? ¡Oh! Y por cierto, ya descubrí quién era ese hombre lobo, Scott, el que Derek mencionó. Su apellido es McCall, está en la preparatoria de Beacon Hills, creo que en noveno grado.
—¿Noveno? Entonces ese tipo es solo uno o dos años mayor que nosotros.
—Y ya es un inmortal hombre lobo... Que suertudo.
Suertudo no era la palabra que Bill elegiría, pero una cosa era segura, suertudo e inmortal era ese tal Scott McCall.
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