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4. MY WORLD.

«Me he destrozado ahora me estoy derramando.
Sobre este suelo de linóleo
Estoy tambaleándome en mi cerebro otra vez
Antes de que pueda volver a ti
¿Qué se supone que haga sin ti?»

Ricky Montgomery - “Mr. Loverman

[...]

Día 4: Enfermedad.

—¿Estás bien?

¿Bien?

—Sí. —responde Rin, esa palabra le pesa en la boca, se siente como la mentira más grande que ha dicho nunca.

—¿Seguro? ¿Puedo quedarme aquí sí...?

—No. —Es tajante con su respuesta, se gira sobre sus pies y vuelve la atención a la puerta de la habitación. —Solo vete, estoy bien.

—Yo... —La voz se apaga, y parece darse cuenta que lo mejor sería hacer lo que se le pidió. —Llámame si necesitas algo.

Eso no sucederá, Rin ha estado bien todo este tiempo y nunca ha necesitado de la ayuda de nadie para esta situación. Camina con cuidado, silencioso, no puede hacer ruidos en este lugar, en la habitación la enfermera se encarga de ayudar en lo que sea necesario, mientras tanto, él solo puede esperar.

Va hasta la cafetería y toma un café en la esquina más oscura y alejada, se asegura de que su tapabocas este correctamente en su lugar y que la capucha le tape bien el rostro. Lo que menos necesita es que lo reconozcan y haya un escándalo, no está de humor para nada.

En su celular hay un montón de mensajes, la cantidad más grande viene del manager de su equipo, algunos de sus compañeros, probablemente movidos por la culpa y un falso sentido de preocupación, pero Rin los ignora por completo.

El hospital entonces es un lugar extraño.

El Itoshi nunca le tuvo miedo pero tampoco llegó a sentirse cómodo en el lugar, porque incluso una persona tan antipática como él podía entender todo la abrumadora cantidad de situaciones que sucedían ahí.

¿Estás bien? Es una estupidez, unas palabras tan simples no pueden pesar tanto pero lo hacen. Le revuelven el estómago y le taladran en la cabeza.

¿Estás bien?

Sí, maldita sea, está bien, claro que está bien ¿Quién no podría estarlo? Es decir, su novio está en cama en este momento y no puede levantarse para caminar sin desfallecer, su piel está tan blanca que puede ver sus venas resaltar en algunas zonas y sus ojos están enrojecidos todo el tiempo.

Por supuesto que está bien. Alguien tenía que estarlo, porque en el momento en el que los padres de Isagi decidieron que lo mejor sería mudarse a Alemania ya que su hijo no podía viajar, en el que Bachira tuvo que correr fuera del hospital para que no vieran lo roto que estaba al oír la noticia y Yoichi ya no pudo sostenerse para patear un balón.

Tenía que estar bien. Porque alguien tenía que ser fuerte, y sí toda la vida se había jactado de ser una persona jodidamente dura que no lloraba, pues no había mejor maldito momento que ahora para hacerlo.

¿Seguro?

Totalmente seguro, porque quien recibía la noticia del diagnóstico era él, quien se mantenía en pie sin quejarse cuando Yoichi devolvía lo poco que podía comer era él, quien lo alzó para llevarlo a la ambulancia cuando se desmayó por primera vez en medio de un partido fue él.

Estaba seguro porque debía estarlo.

Porque ¿Qué clase de inútil sería si no podía soportarlo? Yoichi era quien lo estaba pasando peor aquí, y a comparación, lo suyo no era más que un paseo.

Oh, Yoichi que siempre le sonreía al mundo. ¿Por qué el mundo no podía hacer lo mismo por él?

A veces, en la oscuridad de la habitación de hospital, cuando se queda despierto mirando la máquina que cuenta sus latidos, temiendo que se detenga en algún momento, siendo consciente de que le habían advertido que podría suceder y que le habían indicado que hacer en caso de que... Llegase a suceder. Piensa que tal vez, simplemente tiene la maldita peor suerte del mundo, que ni siquiera la relación con su familia funciona, y como Isagi lo amaba realmente, de alguna forma algo malo le ocurriría.

Y luego se da cuenta de que es una maldita estupidez, pero siente dentro de sí que debe culpar a algo, a lo que sea, porque no puede verle a el mínimo sentido a la situación para llegar a entender el porqué.

¿Por qué? ¿Por qué de todas las malditas personas en el mundo tenía que ser Isagi? ¿Por qué cuando empezaba a ser verdaderamente feliz con el pasaba algo así?

¿Era un prueba? Ni siquiera creía en esa mierda, pero sí existiera la odiaba, quería que la cambiarán. Que cualquier otra cosa sucediera, pero con Yoichi no, con él no.

“Estaré bien, Rin. Volveremos a casa pronto”. Fue lo que dijo un martes en la mañana.

Hoy es viernes al anochecer, han pasado dos meses. Isagi aún no vuelve a casa.

No hay pronóstico de que eso pueda suceder pronto.

Sus pies se dirigen por los pasillos del hospital, sabe exactamente cuánto tardan en atender a Isagi, así que para cuando vuelve a la habitación, está solo, las luces apagadas, la medicina a veces lo adormece.

—Rin...

O a veces Yoichi es un jodido terco, aunque sus ojos pesen, lucha en contra del sueño.

—Duerme si tienes sueño, idiota.

—¿Estás bien? —pregunta Isagi, sentado en su cama con el rostro algo soñoliento.

—¿Por qué la pregunta?

Al final del día, terminará odiando esas palabras juntas en la misma oración.

—Luces cansado.

—No lo estoy. —bufa intentando restarle importancia. —¿Tú lo estás?

Se cruza de brazos para ver mejor a su novio, quien tiene puesta la pijama del hospital, piel pálida, cabellos seco y ojeras bajo los ojos.

Sigue siendo entonces, la persona que más ama en el mundo. Incluso cuando vomita, cuando le da sustos de muerte al caerse, cuando cierra los ojos al momento de que lo inyecten, cuando le dice que mire el cielo con el a través de la ventana de la habitación y cuando lo espera cada noche para darle su beso de buenas noches aunque la medicina lo esté derribando de sueño. Lo ama, lo ama muchísimo, más que a nada y piensa que aguantaría esto y mucho más por él y solo solo por él.

Porque él nunca había conocido un mundo sin Isagi, y estaba negado a la idea de hacerlo. Y a veces se sentía un jodido egoísta, porque no se suponía que esto le doliera por sus propios sentimientos, porque no es él quien estaba sufriendo en una cama sin poder ser independiente y sin poder seguir practicando el deporte que ama.

Rin está en perfecto estado de salud, pero en el momento que Isagi ya no pudo decir lo mismo, fue como sentir que le arrancaban una parte del cuerpo.

—Estoy muy cansado, Rin.

¿Estás bien?

Y Rin se quiebra.

—Dime, por favor que no te estás rindiendo.

Puede escuchar una risa demasiado suave, demasiado débil, siente que me duele el pecho.

—¿De qué estás hablando?

—Dime que no te estás rindiendo.

Isagi no parece entender lo que sucede, la medicina lo ralentiza, sus movimientos se vuelven torpes, su boca se tropieza con las palabras, lo mira con tanta aflicción que duele.

—Dime que aún tienes en mente aquello que me dijiste cuando llegaste aquí, que volveríamos a casa. Isagi, dímelo de nuevo.

—Rin...

—Porque si te vas, no podría perdonartelo. Nunca. Y sé que no puedo atarte aquí, y que estoy siendo un maldito imbécil por imponerte algo como eso pero, no lo hagas ¡Maldición! ¡No lo hagas!

—Cálmate, además no puedes decirme qué hacer. —responde Isagi. Rin entonces siente miedo un segundo, antes de darse cuenta que su novio es un maldito hijo de puta que está jugando con él, pero al mismo tiempo lo ama porque se siente familiar, se siente cotidiano. Esas palabras saben al Yoichi de siempre.

—Pues lo estoy haciendo justo ahora, maldito idiota. Si te mueres, no voy a ir a tu funeral. Y no voy a visitar tu estúpido altar, no visito a cobardes que se rinden.

—No es como que me importe que no vayas, tengo otros amigos.

—Pero no tienes otro novio.

—¿Quién lo dice? —refuta. Rin golpea ligeramente su rodilla, y el mayor deja escapar un siseo de dolor.

—Mierda. Lo siento.

—Ya déjalo. Nunca me has tratado con guantes, odio que estés empezando a hacerlo ahora. —responde y suena molesto.

—Pues lo siento, pero es que a veces no sé como...

—Sigo siendo yo, idiota. No tienes que cambiar, no tienes que fingir que eres un jodido amoroso, servicial y dedicado. Deja de intentar ser malditamente perfecto y vuelve a ser tú. No cambies ahora, no actúes como el resto, están cambiando, están actuando como sí...

—No lo digas, maldición.

—¡¿Y cómo quieres que no lo diga?! ¡Todos hacen parecer que se están despidiendo!

—¡Pues yo no lo estoy haciendo! ¡Maldita sea! ¡Te estoy rogando justo ahora que no te vayas porque soy un maldito egoísta! ¡¿Quieres que me ponga de rodillas acaso?! Porque yo... Porque...

—¡Solo dilo!

—¡Porque no quiero vivir en un mundo sin tí! ¡¿Ok?! —Rin se lo grita, Yoichi solo lo observa en silencio. —Sueno como los estúpidos dramas románticos tan ridículos de los que nos reíamos, pero eso es lo que siento además de sentirme asquerosamente cursi. Tanto que podría vomitar. Mierda ¡No quiero que te vayas!

—Pues deja de actuar como el resto. ¡Deja de actuar como si en cualquier momento de que te marches, yo me iré también!

—¡¿A qué carajos te refieres?!

—¡¿Crees que soy estúpido?! ¿Crees que no sé qué debiste volver a Francia hace una semana? —Su voz suena rota, Isagi toma una almohada y lo golpea con ella. Es tan suave que duele, porque él siempre había podido golpearlo con fuerza. —¿Por qué sigues aquí?

—Porque tengo que...

—¡Ni sé te ocurra decir que lo haces para cuidarme! ¡Lo haces por tí, porque tienes miedo! ¡No importa lo mucho que digas odias al resto por decirlo, tu también lo estás pensando! ¡Tienes miedo de irte y no estar si algo sucede! ¡No crees que pueda estar bien!

—Yo...

—¡Solo lárgate! ¡¿Dónde carajos quedó el mejor delantero del mundo?!

—¡¿Y yo para qué quiero serlo?! Si no estás tú... —La voz se le entrecorta, Isagi lo observa con él ceño fruncido. Rin siente que sus ojos pican. —Si no estás tú en la cancha para disputar el puesto, entonces ese título no vale nada.

—Hay más jugadores...

—¡No me importan los otros malditos jugadores! ¡Tienes que ser tú! No quiero vencer a ninguno de ellos, quiero vencerte a tí. Desde el momento que empezamos a salir, yo te lo dije, siempre serás mi rival. Siempre.

Isagi le toca el rostro, en ese momento es consciente de la humedad en su mejilla. Aprieta los ojos con fuerza y gira el rostro, admite sorprenderse al sentir algo de fuerza por parte de las manos de Yoichi para hacerlo volver a mirar al frente.

—Nunca te había visto llorar. —dice sorprendido.

—Esperaba que no lo vieras nunca.

—Está bien que lo hagas.

—No se siente nada bien.

—Lo sé, pero sigue siendo necesario. —Isagi se acerca a abrazarlo, Rin no hace nada para evitar ser acunado en sus brazos. Es la primera vez en estos meses que Yoichi lo hace pues, no se sentía en la posición para pedir algo como eso. Ser consolado, después de todo es él quien... —También mereces consuelo, Rin. Has sido fuerte por mucho tiempo, sin descanso. Incluso más que yo, y sé que también te duele lo que está pasando.

—Ya no quiero verte aquí. Yo quiero... Volver a casa.

—Lo sé, yo también quiero volver contigo.

—Pero tienes que estar aquí, tienes que recuperarte y sé que estoy siendo egoísta pero no quiero... Yo no...

—Puedes decirlo, Rin. No estás siendo egoísta. Tienes derecho a que te duela.

—No quiero que te vayas, pero a veces te ves tan cansado y yo... No quiero. No lo puedo aceptar. No todavía. Me asusta la idea de que te vayas. No quiero quedarme solo.

Y lo dice, el nudo apenas le permite respirar, Yoichi lo aprisiona en su pecho intentando darle algo de calidez aunque su piel se siente fría.

Su mundo entonces, no gira en torno a Isagi, por supuesto que no,  Yoichi simplemente era su mundo entero.

—No estarás solo...

—¡No quiero malditas palabras de consolación! No estarás tú. Y eso es lo único que me importa porque por más que intentes hacerme sentir mejor, no hay nadie. Siempre me vas a hacer falta tú, Yoichi. ¡Y no puedo aceptar el hecho de que te vayas y no haber podido darte un anillo, o tener hijos o cumplir todo lo que querías en tu vida! ¡No puedo! —El menor lo dice con rabia pero se mantiene en su lugar entre los brazos de Isagi.

—Yo también tengo miedo, Rin. —Yoichi lo dice mientras le acaricia el pelo. —Pero sigo luchando porque quiero vivir y ser el mejor delantero, quiero quedarme contigo... Y no porque me lo impongas, idiota. No tienes derecho de hacer eso.

—Lo sé.

—Además de que no puedo dejarte el camino libre para vencerme. Siendo que te estaba costando.

Itoshi ríe entonces, sintiendo un beso en la frente poco después.

—Me alegra oírte reír.

—Es gracioso que pienses que no te puedo vencer.

—Ahora mismo tienes ventaja, pero cuando vuelva al campo, vas a tenerlo complicado.

—Más te vale que vuelvas. Iré al infierno a buscarte si no.

—Que agresivo. Eso es justo lo que me enamoró de tí.

—Cuestionar tus gustos, sería cuestionarme a mí, así que lo dejaremos así.

—Y hablando del anillo...

—Vuelve a caminar sin ayuda de nadie, y tendrás un maldito anillo de zafiros.

—Lo tomaré como un reto. —Es su respuesta, lo sujeta de las mejillas y lo atrae para dejarle un beso en los labios. Jamás le ha importado el sabor a medicina porque es Isagi y sus besos siempre serán lo más delicioso que ha probado nunca. —Y tu tienes que volver a Francia. Sí logras hacer tres hat-trick antes del final de temporada, yo te compraré un anillo de esmeraldas.

—¿El perdedor es quien tiene que pedir matrimonio?

—Nada más dramático que arrodillarse ¿No lo crees así? —responde Isagi con una risa un poco más vivaz que la anterior.
—¿Trato?

—Hecho.

Y el mundo del resto de las personas podía ser una mierda muy cruel pero su mundo de ojos azules era jodidamente increíble.

[...]

¿Sí me quedó triste o yo soy bien pinche débil? Porque sí se me aguaron los ojos un poquito al escribirlo jaja.

Las ocupaciones continuaron hoy, pero por suerte todo acabó más temprano. Y logré escribir lo que vieron aquí.

No tuve corazón para darle un final triste. Sí soy débil ahí.

¡Muchas gracias por leer! ¡Nos vemos en el día 5! ✨💓

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