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CAPÍTULO 3

—¿Por qué nadie me había hablado antes de esto?

Entré en el despacho como una exhalación. Estaba muy cansado, pues no había podido descansar después de pasar toda la tarde hablando con Kevin. Se juntó el agotamiento de los días de estrés y entrenamiento con el enfado que me había supuesto enterarme de no solo que Anna había estado teniendo sueños premonitorios, si no que había gente de mi círculo que lo sabía y no me lo había contado.

—Peter, ¿de qué estás hablando? —preguntó Lily desde el sillón en el que estaba sentada.

—Le he contado lo de los sueños de Anna, profesor.

Kevin traspasó el umbral tras de mí y se colocó a mi lado. Su rostro expresaba arrepentimiento y estaba seguro de que, en su interior, hubiese deseado no habérmelo contado. Pero era demasiado tarde y la cara del profesor, desde su escritorio, al mirarle me enfureció más.

—Bueno, tarde o temprano iba a terminar enterándose. De todas maneras, no es algo de lo que tengamos que preocuparnos en este momento —dijo el profesor Sanderson mientras nos invitaba a sentarnos.

—Eso tendré que decidirlo yo, ¿no? Y sí me parece algo importante, más cuando eso puede confirmar que Anna estará en peligro en un futuro.

—¿De qué estáis hablando?

La voz de Rob, seria y cansada, cortó nuestra conversación. Al fin, fui consciente de lo que me rodeaba, pues no me había fijado en que estaban todos en el despacho. Habíamos sido los últimos en llegar. Carol estaba sentada en el reposabrazos de uno de los sillones que ocupaba su hermano. Los dos parecían más alerta que cualquiera de nosotros, con el rostro despejado y una mirada despierta que en ese momento estaban fijas en mí.

—Tu hermana, Rob, tiene sueños en los que oye voces que parecen ser premonitorios. Según nos contó, escucha a Peter intentando despertarla. Se dio cuenta de que algo raro estaba pasando cuando, tras obtener sus poderes, escuchó a este decir las mismas frases justo antes de recobrar la consciencia. Cuando hablé con ella, había vuelto a tenerlos.

—¿Y habéis decidido ocultármelo? ¡Es mi hermana!

—¿Hubiese cambiado algo que lo supieseis? —La mirada del profesor estaba puesta en mí al hacer esta pregunta.

—Ya nunca lo sabremos —respondí cruzando los brazos y apoyándome en la puerta.

Empezaba a entender, salvando las distancias, como se sentía Anna al principio, cuando no hacíamos más que ocultarle cosas. Esto provocó un pinchazo en mi estómago al recordarla. Su mirada, su sonrisa... y como la última vez que nos vimos las cosas no acabaron tal y como me hubiese gustado.

Rob se había calmado, no sabía si era porque estaba de acuerdo con el profesor, por el cansancio o por querer enfocarse en lo que de verdad importaba. Lily se levantó colocándose a su lado y poniendo una mano en su hombro. El chico se asustó un poco al sentir su tacto, pero después la miró con dulzura. La rubia no se lo esperaba y el rubor subió a sus mejillas. Hubiese sido una situación graciosa, y por la que estaríamos metiéndonos con la rubia durante unos días, si no fuese porque todos estábamos pensando en cosas más importantes.

—Tenéis que comprender —comenzó a hablar el profesor abriendo mientras abría los brazos—. Que Anna decidió —dijo recalcando esta última palabra— a quién contarle esto, como persona adulta, y decidimos respetar su decisión. Es verdad que, de haber tenido el tiempo suficiente, le hubiésemos convencido de contarlo a todos. Estoy segura de que ella quería hacerlo, pero las cosas han sucedido de otra manera y ya no hay vuelta atrás.

Sus palabras hicieron que me ablandase un poco. Por mucho que me molestase todo lo que había pasado, tenía razón. El hecho de saberlo lo único que hacía, en ese momento, era afianzar que teníamos que enfocarnos en salvarla lo antes posible de la situación en la que se encontraba.

Un silencio se instauró, en el que parecía que ninguno de nosotros teníamos nada que añadir. Parecía que el profesor quería darnos tiempo por si nos quedaban ganas de seguir debatiendo. En mi caso, sí que las tenía. Estaba deseando ponerme a gritar a todos lo inconscientes que eran al ocultarnos cosas.

—Podemos seguir hablando sobre las tonterías que suele hacer Anna, que son muchas —dijo Carol, que parecía haberme leído la mente—, pero creo que es más importante empezar a planear cómo salvarla para que las pueda seguir haciendo.

—No finjas. Todos sabemos que, en el fondo, la echas de menos —respondió Lily intentando suavizar la frialdad de sus palabras.

—Muy en el fondo —contestó Carol con dejadez.

—Entonces —comenzó a decir el profesor Sanderson, cortando toda posible conversación que nos desviase del tema—, creo que todos sabéis el por qué de esta reunión. Dentro de cinco días, Patrick Shein dará una fiesta en la mansión de Hastings, donde creemos que se encuentra Anna.

—No creemos, lo sabemos —lo corté.

—Estamos todos invitados —continuó, ignorando mis palabras—. No os confiéis por ello, estoy seguro de que es una provocación y sabe que vamos a planear algo, por lo que tenemos que intentar hilar todo lo mejor posible para pillarle desprevenido.

Se levantó y comenzó a caminar por la habitación tras estirar sus brazos. El enfado y mi propio cansancio no me habían dejado darme cuenta de que tenía las ojeras muy marcadas y su rostro parecía haber vivido días mejores. Me hizo pensar en que, a lo mejor, había estado demasiado encerrado en mí mismo y no me había fijado en que todos estábamos pasando más o menos por lo mismo. Sobre todo, Rob.

Fijándome en él, me di cuenta de que estaba muy preocupado. Era normal, estaba confiando ciegamente en nosotros para rescatar a su hermana. Sin hablar con sus padres o la policía. Esperaba que consiguiese mantener la calma por el bien de todos hasta que todo terminase.

—Antes de nada —dijo Oscar con seriedad mirando al profesor—. Creo que deberíamos dejar algo claro: ¿Qué vamos a hacer con Stuart Rogers?

—No vamos a hacer nada, a no ser que queráis encerrarle hasta que todo esto termine —contesté con rapidez.

—Espera, Peter —respondió Lily—. Tenemos que intentar aprovechar esta ventaja.

—¿Qué ventaja? ¿De qué estáis hablando? —pregunté. incrédulo.

—Hay dos opciones. —El profesor volvió a su escritorio, apoyándose en la mesa mientras se llevaba las manos a la cara—. Una es que Stuart nos esté engañando y quiera boicotear lo que cree que es nuestro plan desde dentro. Otra es que diga la verdad. Si es esta última opción, tendríamos muchas más probabilidades de éxito.

—Pero no es así. Está fingiendo de nuevo para intentar que fracasen nuestros planes. ¿De verdad, no os dais cuenta?

—Aún así, Peter. —Puso énfasis en mi nombre, se notaba que estaban empezando a desesperarle mis interrupciones, pero me daba igual—. Puede que todo forme parte del plan de Patrick y entonces, si lo rechazamos, cancelará la fiesta o nuestras invitaciones y será mucho más difícil.

La mirada de todos estaba puesta en mí, excepto Rob que parecía estar sopesando las palabras del profesor. Sabía que tenía todo el sentido lo que estaba diciendo, pero el simple hecho de que Stu participara en esto me revolvía el estómago. Me daban ganas de marcharme directamente a la casa de Hastings y entrar por la fuerza, aunque supiese que era una misión condenada al fracaso. Cualquier cosa antes de seguir con los brazos cruzados.

—Creo que deberíamos contar con él. —Oscar rompió el silencio y fue acompañado con un asentimiento por parte de su hermana.

—Voto por eso —dijo Kevin tímidamente, mirándome tras ello—. Lo siento, tío. No tenemos muchas opciones.

El profesor, lógicamente, pensaba igual que ellos. Por mi parte, no pensaba decir nada. Me crucé de brazos y me negué a dar mi opinión, pues estaba seguro de que todos habían tomado la suya y nada de lo que les dijese. En su momento, haría lo que creyese conveniente para el bienestar de Anna.

—Me parece que es importante saber lo que piensa Rob —dijo Lily mientras lo miraba—. Ha sido su amigo durante muchos años, lo conoce mejor que todos nosotros.

Miramos al aludido, esperando su respuesta. Esto le afectaba mucho más que a los demás y comprendí que debería tener la última palabra en todo esto. Aunque, cuando me fijé en su expresión, supe que no estaría de acuerdo con ello.

—Tenemos que contar con Stu. Puede que penséis que soy un idiota y un crédulo, pero también puedo pensar de forma racional. Y es lo que estoy haciendo.

—Entonces hay mayoría —respondió el profesor—. Es la elección acertada, chicos. Sea cual sea su intención es mejor tenerlo cerca.

—Sé que está arrepentido —añadió Rob—. He vivido muchos momentos de mi vida con él. Hay cosas que no se pueden ocultar. Quiere a mi hermana, no sabía que todo se iba a descontrolar de esta manera.

Se levantó y comenzó a caminar hacia mí. En sus ojos pude ver la misma determinación que tenía Anna cuando intentó convencerme de lo mismo hace unos días, antes de que todo se descontrolara. Una corriente de tristeza me invadió. La echaba mucho de menos.

—No va a salir bien, Rob —dije con la voz entrecortada.

—Lo hará, Peter. No nos queda otra —contestó mientras ponía su mano en mi hombro.

Recordé la última conversación que había tenido con ella. En el fondo temía que aún siguiese enfadada conmigo. No confié en ella, la dejé sola y por ello está ahora retenida. Puede que, si hubiese tomado la decisión contraria, estaría en ese momento con nosotros. Estoy seguro de que hubiese apoyado este plan y ahora tendría que hacerlo yo. Por ella.

—De acuerdo, hay unanimidad —dijo el profesor, que seguro había adivinado mis intenciones.

—Antes de nada —respondió Rob dándose la vuelta—, sé que todo esto puede salir fatal. Voy a seguir respetando vuestra decisión y no avisaré ni a mis padres ni a la policía. Solo tengo una condición.

—¿Cuál? —preguntó el profesor.

—Nosotros —Me señaló— nos encargaremos de vigilar a Stu.

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