CAPÍTULO 14
El grito de Sonia resonó en las paredes de lo que se había convertido en mi celda durante los últimos días. No sabía que le estaban haciendo, pero las últimas horas estaban llenas de voces y silencios incómodos. Estaba segura de que la retenían en alguna habitación cerca de la mía para que la escuchase.
Pero, al contrario que ellos, yo conocía a mi antigua amiga y sabía que sus lamentos no eran de terror o miedo. Acostumbrada a sus berrinches, era capaz de apreciar el tono chirriante que imprimía a sus gritos cuando algo no le salía como ella esperaba.
Durante las horas anteriores a que se la llevaran, habíamos estado intentando forzar la aparición de su Don, aunque tenía la certeza muy dentro de mí de que iba a ser imposible. No sabía por qué, pero estaba segura de que la capacidad de Sonia de ver mis luces era porque se trataba de la elegida de la que hablaba la profecía, por mucho que ella se empeñase.
Intentar sacarle información de fuera había sido tan infructuoso como nuestros intentos de probar sus luces. Sonia no sabía muy bien lo que estaba pasando. No sabía si era porque no se lo habían contado o porque estaba intentando ocultármelo a drede. Descarté esta última opción, pues sabía que Sonia era incapaz de aguantarse restregarme en la cara que sabía más que yo.
Sentada en el suelo, con las manos alrededor de las piernas y forzándome a sentir el frío para estar alerta, pensé en mis padres, en mi hermano e incluso en Peter. Sabía que este último estaba intentando salvarme, lo sentía dentro de mí pese a nuestra última discusión. Pero me sentía mal por mi familia. Era probable que no supiesen nada de lo que estaba pasando o esto prefería creer. Si no, estarían desesperados y me daba miedo lo que Patrick Shein pudiese hacer.
Tenía los ojos cerrados cuando empecé a escuchar un tropel de pasos en mi dirección. Me sorprendieron tanto que pensé que estaba alucinando, después de tantos días pasando hambre y entrenando hasta quedar agotada.
—¡Eh! ¿Qué estáis haciendo aquí? —preguntó una voz de hombre desconocida justo en frente de mi puerta. A continuación, pude ver un destello fucsia tras la puerta seguido de un golpe sordo que me hizo espabilar.
—¡Peter! —grité antes de darme cuenta de que puede que no fuese buena idea.
—¿Anna?
Su voz. ¡Era su voz! No recordaba echarla tanto de menos hasta que la escuché. Tuve que contenerme para no ponerme a llorar como una histérica en ese mismo momento. Me levanté hacia la puerta, deteniéndome justo en el instante en el que comenzaban a empujarla.
—Necesito ayuda —dijo Peter y justo antes de que le contestara escuché otra voz conocida.
—¿Entonces que hago? ¿Vigilo o te ayudo? No puedo hacer las dos cosas a la vez, tío.
—¿Rob? —pregunté, confundida.
Antes de que pudiesen contestarme, la puerta comenzó a ceder y en tres empujones consiguieron derribarla. Lo primero que vi fue el rostro de mi hermano perlado en sudor, con el pelo cayéndole sobre la frente desordenado y no pude evitar sonreír y correr a abrazarle.
—Vamos, tenemos que irnos. —Peter comenzó a andar rápido por el pasillo y mi hermano me tomó de la mano para que los siguiese sin darme tiempo ni para hablar.
—¡Esperad! —dije parándome y haciendo que los dos me mirasen con la cara desencajada por no entender nada—. Tienen a Sonia, tenemos que ayudarla.
—No hay tiempo, Anna. No sé ni si podremos salir los tres de aquí —respondió mi hermano mientras tiraba de mí.
Me dejé llevar no sin antes lanzarle una mirada a Peter pidiéndole ayuda. Sabía que buscar a Sonia no era una opción, no era tan estúpida, pero necesitaba que alguien me lo confirmase para que no me sintiese tan mal conmigo misma por hacerlo. Llegamos a una puerta que parecía llevar a un antiguo almacén y Peter se paró indicándonos que pasáramos. Rob cruzó primero el umbral y justo cuando yo lo estaba haciendo, Peter me tomó de la mano y una chispa de energía recorrió mi cuerpo desde el punto en el que nuestra piel se tocaba.
—La sacaremos de aquí, te lo prometo —susurró con voz grave inclinándose hacia mí.
Asentí con la cabeza, incapaz de mirarle a los ojos. Tenía la sensación de que si lo hacía me derrumbaría y no conseguiríamos salir del lugar a tiempo. Con ayuda de Rob, conseguí salir por una desvencijada trampilla y Peter me siguió. Aparecimos en el jardín y noté como la tierra se me pegaba a la piel por culpa del sudor acumulado. Necesitaba un baño con urgencia.
De repente, empezaron a escucharse voces por el lado izquierdo de la casa. No me dio tiempo a saber quienes era, pues Rob tomó mi mano y comenzamos a correr por el jardín hasta el muro. Decenas de luces de todos los colores pasaban por nuestro lado. No podía ver a Peter, pero estaba segura de que se encontraba desviándolas todas. A pesar de que tenía muchas ganas de girarme para comprobar que estaba a salvo, mi instinto me hizo usar mis últimas fuerzas para seguir corriendo y no retrasarlos más.
—¿Cómo se supone que voy a escalar por ahí? —dije sin aliento cuando nos encontramos bajo el muro.
—Usa los agarres —respondió Rob con prisa.
—¿Qué agarres?
En la oscuridad, no podía ver bien su rostro, pero me di cuenta de que comenzaba a levantar las manos y un brillo oscuro emanaba de ellos. Estuve a punto de desmayarme cuando comprendí lo que estaba pasando.
—Rob, ¿qué cojones? ¿Eres un hechicero? ¿Desde cuándo?. —Mil preguntas se agolpaban en mi mente y no sabía si quería escuchar la respuesta.
—¿Crees que es el mejor momento para hablar de esto? —respondió medio enfadado mientras se colocaba tras de mí para empujarme y ayudarme a agarrar sus luces, que se habían colocado como asideros en el muro.
—¡Ya lo creo que sí! —Estaba desconcertada y gritando, pero comiencé a escalar sin mirar atrás.
Cuando llegué arriba, noté unas manos en mi trasero que me empujaron con fuerza. Grité mientras caía, pero una plataforma de luz negra me sostuvo con delicadeza y amortiguó el impacto. Levanté la vista hacia arriba, con furia, y vi la cabeza de mi hermano.
—Pues soy el hechicero negro. ¡Sorpresa! —gritó fingiendo alegría y bajando con rapidez hasta acabar a mi lado.
—¿Cuándo lo supiste? —pregunté dándole un empujón que solo consiguió moverlo unos centímetros.
—Después que tú. —Me tomó de la mano, intentando que comenzase a caminar, pero no lo consiguió.
—¿Estaba ya encerrada? —Desaciéndome de su agarre, me crucé de brazos, olvidando el motivo por el que estábamos en el bosque—. ¿Por qué no me lo contaste?
—¿Por qué no me contaste tú lo tuyo?
Balbuceé sin saber qué contestar. Ahí me había pillado.
—Chicos. —dijo Peter con voz cansada, colocándose entre los dos.
—¿Qué? —respondimos al unísono clavando en él nuestra mirada.
—Podéis discutir más tarde sobre quién mintió a quién primero. Tenemos que irnos, mi poder no va a contenerlos mucho más rato.
El cansancio que vi en su cara me hizo volver a la realidad. Estábamos escapando de la casa de Patrick Shein y solo íbamos a tener esta oportunidad. El cansancio recorrió mi cuerpo y miré a mi hermano antes de comenzar a correr hacia el bosque, siguiendo a Peter que marcaba el camino.
—Tú y yo tenemos una conversación pendiente —dije señalándole acusadora.
—No, si ahora va a resultar que el hermano idiota que fue secuestrado por el padre de su exnovio y del chico que le gusta y tiene que dar explicaciones soy yo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro