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CAPÍTULO 12

Lo único que en ese momento impidió que arrancase la cabeza de mi hermanastro fue que el profesor utilizó su don para impedir que pudiese moverme. Y eso, lejos de calmarme, me cabreó mucho más.

—Profesor, suélteme. —Mi voz sonó mucho más grave que nunca. Ni yo mismo la reconocí.

—Lo haré cuando sepa que no hay peligro ninguno para Stuart o para los demás.

—Nunca os haría daño a vosotros —contesté recalcando la última palabra.

—Puede que no con intención. —Miré al profesor y vi que estaba en tensión, seguramente usando toda su energía para pararme—. Pero tus ojos dicen lo contrario.

Pude ver en el reflejo de la ventana como el color fucsia quería escapar de mí. Me di cuenta de que todos estaban preocupados, por lo que intenté liberar mi mente y aparentar que estaba más relajado. Aún notaba el verde del profesor por todo mi cuerpo, de una forma sutil pero firme, pero parecía más tranquilo cuando tomé asiento.

—¡Es horrible, no pueden obligarla a quedarse embarazada de nadie! Eso es... —El grito de Carol me pilló desprevenido. Comenzó a dar vueltas por el despacho.

—Sí, Carol. Todos sabemos lo que eso implica —contestó Oscar utilizando un tono neutro intentando calmar a su hermana.

—No, no tenéis ni idea de lo que eso puede significar. —Furiosa, le señaló con el dedo mientras pasaba sus manos por la cabeza. En mi vida la había visto así—. Nunca vais a comprender esto. No podéis. Podéis acercaros, pero nunca llegaréis al punto que supone una violación de ese tipo.

Nos quedamos en silencio todos, temerosos de decir cualquier cosa que pudiese empeorar su estado. Hasta Kevin estaba callado y comprendía que era una cuestión que no se podía discutir.

—Voy a matar a vuestro padre, chicos. No pido permiso, solo os estoy informando.

Mierda, no había pensado en que Rob estaba presente. Su voz sonó con una determinación que te helaba la sangre. Parecía que Stuart tampoco se había dado cuenta, porque se acercó despació hasta poner una mano en su hombro. Pensé en que podía pegarle un puñetazo, pero eso no ocurrió.

—Vamos a sacarla de ahí, Rob.

El chico asintió con la mirada perdida. Noté como entre ellos había una especie de comprensión fraternal que me causó una pequeña punzada de celos que descarté inmediatamente. Si Rob era tan tonto y confiado como para creer a mi hermanastro, no sería yo el que le abriese los ojos.

Además, la última vez que había intentado hacer eso con alguien de su familia no había salido demasiado bien.

—No tenemos opción, tiene que volver a la mansión.

—Pero...

—Peter —me cortó el profesor—, necesitamos que sigan creyendo que está de su lado. No sospecharan de su ausencia, pues es normal que tras la noticia se hubiese cogido un tiempo para sopesar el plan.

—¿Qué prefieres? ¿Qué tu padre comience a practicar para darte un nuevo hermanito bastardo? —Todos miramos a Kevin, algunos sorprendidos y otros, como yo mismo, con furia—. ¡Lo siento! ¡Lo siento! Sabéis que siempre soy más burro de lo normal cuando estoy nervioso.

—Kevin es un poco bruto, pero tiene razón. —El profesor miró su reloj mientras recogía algunos documentos de la mesa—. Es tarde, tengo que dar clase. Stuart, ve a Hastings y mantén informado a Rob de cualquier cambio para que podamos adaptar el plan.

—Lily aún no ha llegado, tiene que venir con las chicas para que le contemos el plan —dijo Kevin, aún un poco avergonzado de su comentario.

—Avísala y ve con ellas para contárselo. Puedes ir con Peter y Rob. Después, asistid todos a clase, no podéis perder el curso. Sé que es complicado, pero cuanto más llevéis una vida normal menos sospechoso será.

Abrió la puerta, haciendo un gesto para que todos saliésemos del despacho. Al principio, ninguno nos movimos. Estábamos demasiado angustiados con todo lo que estaba pasando. Carol fue la primera y, tomando del brazo a su hermano, caminaron hacia la salida.

—Tenemos hora libre en este momento, así que vamos a pensar algunos planes de reserva para cuando salga mal el que tenemos hecho.

—Querrás decir si sale mal.

—Sé perfectamente lo que he querido decir, Kevin.

Pasamos al lado del profesor en silencio, decididos a salir cuanto antes del edificio. Cuando llegamos a la calle, Stuart se alejó de nosotros sin mediar palabra y comenzamos a caminar hacia la residencia para buscar a las chicas. De repente, el móvil de Rob comenzó a sonar.

—Son mis padres —comentó cuando miró la pantalla—. Llevo desde ayer sin hablar con ellos y con el tema de la supuesta salida de Anna no quiero que se preocupen. Al menos, por ahora.

—Contesta. Nosotros nos encargamos.

Se alejó con paso apresurado por el lado contrario. El camino hasta la residencia no era muy largo y me alegré, porque significaba que no tenía que darle muchas vueltas a la cabeza. Escuchaba la voz de Kevin, que no paraba de hablarme, pero no podía concentrarme. Todo lo que Stuart nos había contado me mareaba. No podía creerme que mi padre fuese capaz de eso.

¡Qué narices! Claro que era capaz. Y de mucho más. Conocía de sobra todas sus ambiciones y, aunque no creía que nunca se hubiese planteado la situación, controlar uno de los dones perdidos estaría en lo más alto de la lista.

—¿Te parece buena idea? —Un golpe en el hombro me sacó de mi ensimismamiento y vi como Kevin esperaba una respuesta.

—Claro, lo que quieras.

—No me estabas escuchando.

—Sí lo estaba haciendo —mentí acelerando el paso, pensando que de esta manera podría evitar al rubio.

—No.

—Sí. —Se colocó delante de mí con los brazos cruzados. Podría apartarlo con un simple empujón, pero me contuve. —Vale, no. ¿Qué me estabas diciendo?

—Lo sabía —contestó triunfante mientras volvía a caminar. Le encantaba llevar la razón—. Te estaba diciendo que creo que debo estar lejos de Lily estos días. Por los sueños, ya sabes.

Las palabras de Kevin, lejos de distraerme, me hicieron seguir pensando en Anna. Los sueños en los que ella escuchaba mi voz habían sido premonitorios del día en que su don apareció. Al rubio le pasaba lo mismo, pero era a Lily a la que escuchaba. Y, al contrario que las otras veces, esta vez parecía que algo mucho más grave.

—Deberías hablarlo con ella. Seguramente no esté de acuerdo.

—Lily nunca está de acuerdo conmigo.

—Porque casi nunca aciertas. —Volvió a pararse y le empujé suavemente, intentando que pareciese una disculpa—. Venga, si de verdad son premoniciones, no puedes escapar de ellas.

Era cierto. Me daba la sensación de que, hiciese lo que hiciese, iba a ocurrir. Era verdad que podía implicar alguna tontería, como el desmayo que sufrió la vez anterior, o ser algo más grave, pero pasaría. Y eso hacía que me preocupase más aún por Anna.

—Bueno, entonces tampoco tengo nada que hacer. Prefiero, en ese caso, tener a nuestra chica cerca para que me salve el culo. —Llevó sus manos a la cabeza y suspiró como si se hubiese quitado un peso de encima—. No envidio nada a Stuart, ¿sabes? Hasta me da un poco de pena.

—¿Por qué dices eso? —pregunté, extrañado por el cambio de tema.

—Es el típico chico que en los libros carga con toda la presión. El personaje moralmente gris que tiene que arriesgarse para salvar a la chica de algo que él ha provocado, arrepintiéndose y traicionando a su familia, haciendo el trabajo peligroso. —Me señaló con una sonrisa—. Y nosotros somos los chicos buenos a los que todos quieren y no necesitan demostrar nada. Dejemos que el chico buenorro, inalcanzable y cuestionable queme el mundo para redimirse. Puede que Anna vuelva a enamorarse de él y los dos tengan su... Mierda, no me hagas caso. Estoy desvariando porque tengo mucho sueño y no sé lo que digo. Esto es la vida real, esas cosas no pasan.

Continué en silencio, escuchando los desvaríos de Kevin mientras caminábamos. Llegamos a la residencia, donde deberían estar las chicas. Antes de subir a las habitaciones, con la ansiedad acechando en el pecho y mi don a punto de descontrolarse, tomé una decisión de la que estaba seguro que me arrepentiría.

—No me encuentro bien. Llevo demasiado sin dormir. Habla con Lily y las chicas y cuéntales el plan. Te veo en la habitación.

—¿Estás seguro? —preguntó Kevin, preocupado—. Puedo acompañarte. Escribiré a Rob para que hable con ellas.

—Mejor no. De verdad, estoy bien. Solo demasiado cansado.

—De acuerdo. —Me di la vuelta y comencé a andar hacia el edificio donde estaban nuestras habitaciones—. ¡Si me necesitas, silba!

Levanté el brazo en respuesta y continué hasta que estuve seguro de que mi amigo ya no estaba. En ese momento, comencé a correr.

Iba a sacar a Anna de ese maldito lugar.

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