🍫 Dulce noche
Marrón: color del chocolate, una de las delicias del ser humano. Este puede ser tan dulce o amargo como se quiera, pero siempre será el mejor complemento para acompañar un buen plan.
La tarde que habían planeado celebrar juntos, después de los ensayos con la banda, y con motivo de su aniversario, se había vuelto un tranquilo y agradable paseo nocturno por las calles después de una deliciosa cena de pizza, más pizza y algún que otro helado. Sin embargo, todo eso estaba pasando factura ahora, sobre todo al rubio, cuyas piernas se volvían más pesadas con cada paso que avanzaba. De hecho, estaba tan cansado que sus brazos se mecían en el aire, como si no tuvieran vida.
—¿Falta mucho? —Las vocales se alargaban tanto que parecía que a ellas también les resultara difícil ir a un ritmo normal.
—Tranquilo, exagerado. —Su acompañante lo miró sin evitar ocultar una sonrisa divertida y señaló hacia su casa. —Mira, ya no queda nada para llegar.
Justo en ese momento, aquella azulada mirada, cargada de cansancio, se clavó en el punto señalado por su pareja, una casa cuyo exterior se asemejaba a dos cubos, uno encima de otro, de diferentes tamaños, rodeados por una valla de metal negra. Después del breve tintineo de las llaves, tanto la puerta de la verja como la principal se abrieron y se cerraron después de que los dos pasaran por ellas.
—Bienvenido a su alojamiento durante esta noche, señor Caleb. —Comentó el joven de largo cabello verde oscuro, recogido en una coleta que le caía por la espalda, mientras intentaba imitar a un mayordomo haciendo una pequeña inclinación y un leve gesto con la mano para invitarlo a entrar. —Si gira a la izquierda, encontrará la puerta del salón. Sin embargo, le recomiendo que deje antes su mochila con el pijama en la habitación que se encuentra al fondo de la primera planta.
—Archer, estoy casi muerto, ¿tú crees que estoy en las condiciones para ver una cama y tener fuerzas para seguir despierto?
—No, más bien diría que no estás ni en condiciones de ver un sofá. —Se cubrió la boca para disimular sus risas que aumentaba con cada palabra que su novio decía. —Mejor acompáñame. Preparamos un buen chocolate caliente y nos vamos a dormir, ¿qué te parece?
—Sí, iré para vigilarte, a ver si no te vas a pasar echándole azúcar. —Sus ojos se entrecerraron, quién sabe si por el sueño o como gesto para indicar que vigilaría sus acciones atentamente.
Caleb dejó que su mochila se escurriera por sus brazos hasta que cayó al suelo con un ruido sordo. Después acompañó al propietario de la casa a la cocina, donde ya había un cazo y un par de tazas limpias.
—Así que tenías pensado desde el principio comprar mi tiempo con chocolate, chico listo.
—Por supuesto, después de todo hoy es un día especial. Caleb, ¿Podrías sacar el bote de cacao en polvo de ese armario? —señaló una puerta mientras tomaba las varillas.
—Claro. —Al abrir las puertas sus ojos se abrieron. La sorpresa había despertado al poco sueño que le quedaba, convirtiéndolo en confusión e ilusión, o al menos eso esperaba haberle provocado al joven de pelo largo. —Oye, ¿qué es esto? —Preguntó sacando un paquete envuelto en papel de regalo y con una pequeña etiqueta en la que estaba escrito su nombre.
—Anda, pues parece mi regalo. —Se acercó al rubio y le dio un beso en la frente. —Feliz aniversario, pequeño. —Soltó una pequeña risa mientras le revolvía el pelo para después agarrar el bote que había pedido y continuar preparando el chocolate. —Hey, ¿sigues despierto? —Pasados unos minutos, apagó los fogones y miró al suelo, encontrándose con una escena que para nada lo pillaba por sorpresa: su novio mantenía la mirada fija en el paquete con un leve rubor en sus mejillas. —Siento decírtelo, pero los regalos de nuestra época todavía no se abren con la mente. —Comentó entre risas por el adorable gesto que el rubio tenía en su rostro.
Sirvió el espeso chocolate en las dos tazas y, justo después, sintió cómo aumentaba el peso de su hombro izquierdo a la vez que unos brazos le rodeaban la cintura. Un beso en la nuca terminó por sacarle la tierna sonrisa tan característica de él, como los jerséis anchos o los coleteros que nunca faltaban adornando sus muñecas a modo de pulseras.
—Caleb. —Tras unos segundos en los que ninguno habló, el joven de largo pelo verde se giró repentinamente hacia el chico de ojos azules, agarrándolo por las muñecas y apoyándole su espalda en la encimera. —Yo también te amo. Te amo tanto que podría pasarme el día enteró abrazándote sin cansarme, pero soy demasiado avaricioso y además de eso, quiero escuchar tu voz y ver tu cara con todas las expresiones que pueda poner, por muy vergonzosas que sean ¿Me he explicado bien?
—Perfectamente. —Su rostro se volvió completamente rojo antes de seguir hablando con un tono de voz más bajo que el inicial. —Aunque, no me imaginaba que fueras tan pervertido.
—Perdón. —Soltó sus muñecas rápidamente y se apartó. —Ya veo que me he explicado fatal. A lo que me refería es que, por mucho que me encanten tus abrazos, quiero verte y escucharte cuando me das alguna muestra de cariño o cuando recibes un regalo de mi parte.
Ante estas palabras sólo recibió como respuesta un movimiento de cabeza casi imperceptible.
—Tu voto de silencio me está empezando a preocupar. —Tomó las dos tazas y le ofreció una de ellas. —¿Ha sucedido algo grave o todavía estás asimilando que no lo vayamos a hacer aquí? —Su tono cambió a uno más desenfadado acompañado de un gesto que, por más seductor que intentara ser, no llegaba ni a parodia de uno.
—No es culpa mía que lo que hayas dicho sonara tan mal. —Le señaló con el índice para después desviar su mirada.
—Al menos, ahora sí que me has respondido; y no ha sido precisamente para negarme lo que he dicho. —La sonrisa del mayor se ensanchó, acentuándose en su parte derecha.
—Anda, vamos a sentarnos y nos tomamos tranquilos el chocolate. —Agarró la taza que más cerca tenía y se fue hacia el salón seguido de Archer y su petición mental, lanzada al aire, de que no le echara en cara el cambio tan drástico de tema o el brusco y notorio enrojecimiento de sus mejillas.
—Está bien, indirecta recibida.
Cuando entraron en el salón, el mayor se fue directo al cómodo sofá azul marino de dos plazas, en el que perfectamente podría haber dormido más de una noche. Sin embargo, Caleb dejó el regalo que aún no había abierto, sobre una mesa baja delante del mueble, junto a las dos tazas que ya estaban a la mitad, y se fue hacia su mochila, de la que sacó otro paquete, también envuelto en un papel bastante vistoso y que le ofreció al joven ya sentado.
—Feliz aniversario, Archer. —Sus mejillas mantenían ese tono rojizo, aunque menos notorio que antes y sus ojos azules se desviaron hacia el suelo. Se mantuvo callado durante unos minutos, aunque parecía que quería continuar hablando. —Espero que el resto de tiempo que pasemos juntos sea igual de dulce que tú. —Sus palabras eran cortadas por los constantes tartamudeos, fruto de la vergüenza que le causaba el decir estas palabras.
—Creo recordar que no te gusta el dulce, pero si es lo que quieres, te prometo que así será. —Tomó las muñecas del rubio y tiró suavemente de ellas para atraerlo hacia él, motivo por el que este terminó sentado sobre sus piernas. —Muchísimas gracias.
—No exageres tanto. No ha sido nada.
—Te puedo asegurar que sí que ha sido mucho, más viniendo de ti. Así que, voy a estar agradeciéndotelo hasta que te vuelvas mañana a tu casa.
Cuando sus risas estaban a punto de escaparse como una oleada de carcajadas imparable, estas fueron acalladas por los labios de Caleb, que rodeaba su cuello en un abrazo por el que apenas podía mover la cabeza. Las manos del peliverde se deslizaron hasta la cintura de su novio e intentó seguir el agresivo ritmo del beso sin cortarlo. Hasta que se separaron y el menor ocultó su rostro en el hombro de su pareja.
—Si tu intención era callarme, lo estás haciendo bastante mal. —Dijo mientras acariciaba la corta melena rubia. —Con esto sólo vas a conseguir que haga cada vez más comentarios de ese estilo.
—No si logro impedir que hables antes. —A causa de su respiración alterada era complicado escucharlo.
—Entonces te aconsejo que prepares tus pulmones, te espera una noche llena de besos.
Aquí tenéis la primera historia de este libro. No es la octava maravilla en lo que a trama respecta, pero, al menos tenéis a un tsundere intentando no ser uno mientras está con el mozo.
Al final nunca sabremos qué contenían esos regalos y... Nah, en realidad los dos eran una caja de bombones: una de chocolate hecho con 80% de cacao y la otra con chocolate más dulce. Ya que cada cual asocie el regalo con la persona 🤭
Nada más que añadir, su señoría.
Nos leemos.
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