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🩸 After-care

Rojo: color utilizado pararepresentar la sangre, así como la pasión y ese sentimiento de amor que esllevado más allá de los límites románticos.

Sintieron, prácticamente a la vez, cómo sus cuerpos fueron recorridos por una inmensa ola de placer que los obligó a disminuir repentinamente la velocidad del vaivén de sus caderas. Ambos jóvenes estaban experimentando los agradables temblores ocasionados por los roces con el cuerpo contrario; sin embargo, uno de ellos, se detuvo completamente y aprovechó aquel momento de pausa para mirar hacia el frente, encontrando así una de las imágenes que, incluso teniendo el juicio tan nublado por el placer, podía definir como una de las cosas más hermosas que había visto, y que vería, en toda su vida.

El rostro de su novio estaba levemente inclinado hacia arriba mientras mostraba unos brillantes ojos rojos y unos finos labios algo entrecerrados. Su cabello negro le caía por los hombros y espalda, mezclándose de este modo con pequeñas gotas de sangre que no habían cicatrizado del todo. Su respiración comenzaba a calmarse y, como consecuencia, su pecho, cubierto de chupetones, pasó de ser una marea ajetreada a un calmado oleaje, en el que rielaban las diminutas estrellas moradas y que, sin permiso, bañaba el torso ajeno con la calidez de su piel y el frío de la anilla metálica que colgaba de su pezón.

A este erótico contacto se le sumaba el tenerlo sentado justo encima de él, motivo por el que no pudo evitar inclinarle con cuidado la espalda para atraer aquellos labios, los cuales dejaron escapar un gemido de súplica que incluso rozaba la queja por aquella repentina descarga que aquel movimiento provocó tanto interna como externamente.

Entschuldige, Noel —se disculpó antes de unir las bocas de ambos en un beso menos exigente que todos los que lo precedieron esa noche, alargándolo lo suficiente como para poder desatar el collar que con fiereza abrazaba el cuello de su novio y el cinturón que le impedía separar, e incluso mover, las manos. —¿Te duele mucho? Las marcas se notan más que otras veces —su tono de voz cambió, mostrando parte de esa preocupación que parecía haber estado ausente previamente.

—Estoy bien, no te preocupes —atrapó el rostro de pareja con delicadeza entre sus manos para que sus ojos entraron en contacto visual de manera directa, asegurándole de este modo que sus palabras no eran mentira.

Aun así, no estaba dispuesto a dejarlo todo así sin más, sobre todo cuando no había escuchado su nombre por parte del contrario. Con movimientos lentos y delicados logró sacar su miembro del estrecho orificio en el que estaba y dejar recostado bocabajo el herido cuerpo, que, por muy paradójico que pareciera, no podía describir con otra palabra que no fuera "precioso". El simple hecho de pensar que todas y cada una de las marcas que estaba viendo se las había hecho él mismo, con el debido consentimiento, le causaba cierta agitación interna que lo hacía estremecerse y aumentar su amor por él a partes iguales, más sabiendo que ninguna otra persona lo había visto, o lo vería, mostrando esa faceta tan indefensa y delicada que se presentaba ante sus ojos.

—Podrás aguantar despierto unos minutos más, ¿verdad? —De debajo de la cama sacó un pequeño botiquín, de cuyo interior tomó yodo, gasas y vendas, que dejó sobre el colchón justo a su lado después de sentarse con cuidado sobre los enrojecidos glúteos de su novio. —Aviso, va a escocer.

—Si fuera la primera vez me asustaría, pero, después de haber estado tanto tiempo contigo, lo dudo —llevó sus manos bajo la almohada y recostó su mejilla sobre esta, mientras le hablaba con cierto tono de burla, como si estuviera exagerando sus palabras.

—Quién sabe. Tampoco es la primera vez que te digo que no tenses los brazos así y lo sigues haciendo como si nunca te lo hubiera dicho —le reprochó colocando sus brazos rectos otra vez juntándolos a sus costados. —Ahora, céntrate en relajar el cuerpo —se inclinó un breve instante para dejarle un beso en la cabeza.

Comenzó a desinfectarle todas las heridas de la espalda una a una dando pequeños toquecitos con las gasas impregnadas del antiséptico, pero, tal y como era de esperar de él, no notó ninguna muestra de molestia por parte del contrario. Este, simplemente, exhalaba pequeños suspiros que de ninguna forma podían identificarse como muestras de dolor. Es más, se podía notar como sus labios se torcían formando una sonrisilla que en cierto modo le resultaba tranquilizadora.

—¿Puedes levantarte solo? —A pesar de haber preguntado, no se esperó ni un segundo para ayudarlo a sentarse en el borde de la cama, donde vendó su espalda y su pecho, aprovechando también para cubrirle varios de los moratones repartidos por su torso. —Ya está. Podemos olvidarnos hasta mañana —pasó su mano por el cuello de Noel, acariciando en el proceso uno de los chupetones que se había quedado a la vista.

—¿Vas a hacer otro más?

—Qué va. Ya estoy satisfecho con mi obra de arte —Una sonrisilla ladina se dibujó en su rostro. —¿O acaso querías otro? —Se levantó, subiendo a la vez la barbilla del pelinegro que después acercó a su cintura desnuda. —Si es lo que quieres, puedo hacer una excepción esta vez —podría parecer que su tono juguetón ocultaba algo de deseo, mas conocía demasiado bien a su pareja como para saber que no conseguiría nada con eso.

—No, es que estabas mirándome mucho el cuello —ladeó la cabeza con cierta incredulidad, dejando más a la vista todavía la zona que estaba siendo acariciada por el joven de cabellera morada. —Pensé que te habías quedado con ganas de hacer más.

—Lo que quiera ahora importa bien poco —le dio un pequeño toque en la nariz que logró pillarlo por sorpresa justo después de enderezarle la cabeza con la gentileza propia de quien acaricia el viento. —Tu cuerpo es el que ha sufrido la peor parte. Nadie más que tú merece ahora mismo toda la atención.

—A veces te preocupas demasiado por estas cosas —tras besar varias veces su muslo recostó su cabeza sobre aquella pulcra cintura, completamente libre de marcas, salvo por el pequeño cordón rosado que, simulando un cinturón, la rodeaba. —Además, no soy el único que ha terminado con marcas.

—Es un intento de broma, ¿verdad? —Agachó la cabeza para mirarlo de forma dudosa por su comentario. —No hay ni punto de comparación entre este roce y un par de milímetros de todo tu cuerpo —pasó sus pulgares por las sonrojadas mejillas que acariciaban cálidamente su piel.

Se alejó de la cama para recoger algunas prendas esparcidas por el suelo, quedándose unos pantalones, junto a su ropa interior, para él y dándole a su pareja una camisa junto a sus boxers correspondientes.

—¿Tú camisa? —El chico de pelo negro, confundido, ladeó la cabeza mientras recibía la ropa.

—Sí —mostró una sonrisa nerviosa. —Digamos que, la tuya no está en las mejores condiciones... —con paso lento, caminó hasta un rincón de la habitación y levantó un pedazo de tela negro con una gran raja en la zona cuya antigua función era cubrir la espalda.

Mon Chaton, ¿no crees que te has pasado un poquito? —Comentó con cierto tono de reproche tras ver rota una de sus prendas favoritas.

—Perdón —dejó escapar una pequeña risa mientras terminaba de abrocharse los pantalones. —Ahora después te la coso, ¿sí? —Al recibir movimientos de cabeza afirmativos como respuesta, se acercó a él para ayudarlo también a vestirse.

Cuando el joven de pelo morado volvió a guardar aquel botiquín debajo de la cama, tomó en volandas a su novio, el cual rodeó su cuello con tan poca fuerza en los brazos que no se podía considerar un agarre, aunque tampoco es como si en algún momento pretendiera serlo.

Nada más salir de la habitación se toparon con el salón y la cocina, junto a la espaciosa isla que había en el centro de esta. Lo sentó en uno de los taburetes para después acercarse al mueble sobre el que se acomodaba la televisión, del que sacó su costurero. Además, aprovechó que estaba allí para encender la televisión y, sin hacerle ningún caso a la programación, conectar su móvil y así poner las baladas de rock que tan estupendamente funcionaban cuando ambos querían estar relajados.

—Y bien, ¿qué te apetece tomar?

—Supongo que lo de siempre está bien.

—Oído cocina —Dejó su costurero sobre la mesa para después comenzar a caminar de un lado a otro de la cocina mientras preparaba aquel tentempié nocturno, tan común que ya se había vuelto una especie de ritual después de sus particulares sesiones de sexo.

Noel se quedó mirando con una sonrisa enternecida aquella caja decorada con el dibujo de dos mariposas, una morada y otra azul marino, que tanto trabajo le costó dibujar, y el nombre de su chico, Konrad, escrito con una caligrafía tan esmerada que, en esos momentos, dudaba llegar a replicar

Puede que quedara mal que él mismo admitiera el resultado tan bonito que le había quedado, pero los dibujos que adornaban aquella tapa eran los más valiosos que consideraba haber hecho en toda su vida, no por el tiempo o el material que pudiera haber invertido, sino por la inestimable persona para la que habían sido hechos.

Por aquel entonces, todavía no eran una pareja; sin embargo, tenían una relación muy cercana y aquel joven Noel ya comenzaba a sufrir noches enteras desvelado por estar pensando en cierto aficionado a la costura y a la ropa de época victoriana. Podían pasarse tardes enteras hablando el uno con el otro e, incluso cuando hacían quedadas con el resto de sus amigos, había momentos en los que se dispersaban de la conversación principal y comenzaban a charlar por su cuenta, motivo por el que más de una vez recibían algún que otro toque de atención o comentario por parte de los demás, en los que, irónicamente, les decían que dejaran de ligar o que se esperaran a que anocheciera para meterse mano.

Ese día, no había ninguna celebración, y tampoco se contemplaba que en un futuro cercano hubiera una. Sin embargo, aquella tarde, después de que aquel grupo de amigos se separara para regresar a sus casas, tuvo lugar un curioso intercambio en el que ambos, a pesar de recalcar que no era necesario que el otro se hubiera molestado en hacerle nada, recibieron un regalo por parte del que se convertiría en su futura pareja. Mientras que Konrad se quedó con aquella caja, en la que actualmente guardaba todos sus hilos y pequeños instrumentos para coser; Noel, consiguió una mochila, confeccionada por el chico de pelo morado, la cual todavía utilizaba para llevar sus útiles de dibujo.

—Atención, atención. Tierra llamando a Noel.

—¿Eh? —Levantó la cabeza algo confundido, enlazando así las miradas de ambos.

Voilà ¡El especial Gerlach est fini! —Comentó con un exagerado intento de acento francés, aunque inevitablemente terminaba cayendo en una pronunciación más cercana al alemán, su lengua materna. —Una delicia para alguien aún más delicioso —aquella sonrisilla llena de picardía se mostró al instante para, justo después, lamerse el labio inferior de una forma muy exagerada.

—De acuerdo, ya lo he pillado, iba con segundas. Creo que ya me he acostumbrado a averiguar cuándo hablas con doble sentido —comentó con una pequeña risa el joven de pelo negro. —Danke schön —añadió con cierto recochineo, fácil de percibir cuando alargó la última sílaba.

Konrad se sentó justo en frente de él después de dejar un vaso humeante, con un líquido anaranjado oscuro que desprendía un agradable olor a vainilla; y un plato con una masa, horneada, con una exactitud que le daba un toque inconfundible, sobre la que una desbordante cantidad de crema de cacao y avellanas se esparcía tanto, que no dejaba espacio de masa vacío en los bordes.

Así comenzó una silenciosa escena en la que uno se dedicaba en cuerpo y alma a remendar aquella camisa negra mientras que el otro se daba su dulce atracón, dejando escapar pequeños ruiditos que dejaban en claro lo mucho que estaba disfrutando aquel momento. Ambos estaban centrados en sus respectivas acciones; sin embargo, esa ausencia de palabras y esas fugaces sonrisas que se intercambiaban cuando sus miradas coincidían, volvían el ambiente mucho más tranquilo y relajante de lo que cualquier conversación pudiera ser.

Al terminar de arreglar la camisa, intentando disimular la costura de la mejor forma posible, dejó la prenda sobre la pila, dando a entender que ya dejaría que su yo del futuro pasara la mañana lavando a mano la prenda. Entonces, Noel tomó el plato y, teniendo en mente la misma intención, lo dejó en el fregadero y le echó la cantidad justa de agua para que esta no se desbordara de la superficie casi plana.

Se quedó un rato mirando el agua con una expresión prácticamente indescifrable por el sueño, así que Konrad no dudó ni un segundo en acercarse a él por su espalda para darle un delicado abrazo y un beso en la nuca que aprovechó para recostar su frente sobre la cabeza de este, que parecía tan inestable que cualquier movimiento brusco podría arrancarle la cabeza. Lo levantó en brazos, pasando uno por su espalda y otro por el hueco de sus rodillas. No fue hasta ese momento que se dio cuenta de que sus ojos ya estaban cerrados y, si respondía a las muestras de cariño, lo hacía de forma tan débil que casi podía pasar desapercibido.

—Descansa, Noel —conteniendo las ganas que tenía de entretenerse llenándole la cara de miles de besos más, se limitó a llevarlo a la cama, donde tumbó su cuerpo para después recostarse justo a su lado.

Dudó si debía abrazarlo o no, por la molestia que el vendaje pudiera causarle. Así que simplemente le apartó el flequillo de la cara y le acarició la mejilla dejándose acunar por aquellas relajadas respiraciones y suspiros involuntarios. Aquellos ruiditos que le confirmaban que todo iba bien. Aquellos ruiditos que buscaba proteger y cuidar sobre todas las cosas.

Güenaaaas!! vuelvo a casa por Navidad... Vamo' a ve' qué hay muchas cosas que explicar y no quiero alargar esta nota más de la cuenta.

Lo primero de todo, el título de este one-shot se titula After-care porque de este modo se denominan los cuidados y momentos íntimos que se dan después de prácticas sexuales un poco más... ¿agresivas? Pues eso, que lo que quería era representar este momento que, al contrario de este tipo de relaciones sexuales, suelen ser más cariñosas y cercanas, ya que hay que equilibrar las cosas y, después de pasar al novio desnudo con collar por toda la casa, hay que darle su dosis de mimitos para que sepa que se le quiere muchísimo, y no en el sentido de querer matar a palos.

Además, quise escribir este one-shot, porque hace más o menos un año tuve que hacer una práctica para literatura, traduciendo algunas poesías del Barroco italiano (¡¡Barroco, profe, barroooocooo!!). Pues bien, una de esas poesías era La cortigiana frustata, escrita por Antonio Giulio Brignole-Sale. Sólo añadiré que ese poema está chulísimo por cómo describe a su amante, a la que ha azotado, mucho y mu' fuerte.

Para terminar, como hoy es 23 de abril, ya lo que me queda es desearos un feliz día del libro, o e San Jordi, lo que más celebréis en vuestra casa y animaros mucho a continuar escribiendo, porque en estos días hay que venirse arriba con los proyectos para después desaparecer el resto del año sin dar señales de vida.

Así que (verás la motivación donde termina), si dios quiere, la semana que viene hay otra actualización, la reedición de otra historia autoconclusiva que escribí también hace un montón (creo que era de 2016) yyyyyyy, si mágicamente me convierto en una persona productiva, para el verano se vienen cositas.

Nos leemos, si dios quiere, prontico.

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