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♡Epilogo♡

N/A: Capítulo largo y muy spicy. Disfrútenlo. 🍆🥵😈

Las venas de sus brazos fornidos, se lograban ver pese a sus tatuajes por toda su piel. Al tensar sus músculos, estos se contraían de una manera exquisita, el bóxer que usaba y que cubría su masculinidad, hizo que la boca se me hiciera agua. Anhelaba tener la verga de mi marido, follándome la boca. Tal vez parecía una demente mirándolo de esta forma tan de acosadora, pero es que como no ver a semejante semental ejercitándose a las seis de la mañana antes de ir a trabajar.

Llevábamos dos años de casados, con un hijo de dieciséis años y una bebé de un año recién cumplido de nombre, Itza, algo parecido al nombre de su padre. Mi esposo notó que había despertado, bajó la pesa grande que lo hacía contraer sus músculos y me sonrió embelesado. Tomó su toalla y con ella secó el sudor de su rostro, cuello y torso.

—Buenos días, muñeca.

No respondí, sentía la garganta seca, así que preferí asentir ligeramente la cabeza y mirarlo con hambre.

Dios, estaba tremendamente bueno y saber que él era mío, me puso excitada y necesitaba urgentemente que mi esposo me diera una buena revolcada mañanera, antes de irse a trabajar.

—Me estas desgastando con la mirada. —dijo petulante y luego me lanzó la toalla con la que secaba el sudor, a la cara.

Bufé y aparté la toalla de mi rostro, pero la excitación por él seguía en mi sistema lujurioso. No tenia pena de iniciar con la tentación carnal, así que me senté sobre la cama y bajo su atenta mirada de color oro, bajé el tirante derecho de mi camisón, sonreí al verlo tragar con fuerza. No detuve mi tarea y enseguida dejé caer el otro tirante haciendo que la tela resbalara y dejara así mis senos expuestos. Cabe decir que mis pechos eran más grandes, porque aun estaba lactando a Itza y eso a Izan le encantaba.

Luego me quité el resto de tela y sintiéndome empoderada por su mirada que se había vuelto oscura, me puse con las rodillas sobre la cama y le mostré mi completa desnudez, pues anoche que me había duchado no me había puesto ropa interior por el cansancio y de alguna forma había resultado a mi favor.

—Veo que has despertado con hambre. —sonrió malicioso.

—Sí, alimentame. —pedí sonrojada.

Mordí mi labio inferior ha sabiendas de que eso aún y pese a los años, lo seguía poniendo cachondo. En un rápido movimiento se lanzó a mí como león a su presa y atacó mis pechos, jugando con uno mientras amazaba el otro. Caí de espaldas a la cama y gemí cuando sentí su enorme polla en el centro de mi feminidad, pues Izan se había ya plantado en medio de mis piernas.

—¿Quieres comer esto? —frotó su verga en mi vagina y arqueé la espalda mientras le gemía.

—Sí, quiero comerme tu verga y alimentarme de tu leche. —solté entre un jadeo. Mi esposo dejó de besar mi cuello y me miró con la mirada perdida por las palabras sucias que le recité.

A continuación surcó una sonrisa lobuna y se puso de pie. Instintivamente me levanté como resorte y agatas me acerqué a él y bajo su atenta mirada, tomé el elástico de su bóxer y lo bajé con "tranquilidad". Izan gruñó al ver que no tenia "prisa" y él terminó de quitarse la tela para tomar su erección en su mano y comenzar a bajar y subir, mostrando lo venosa y dura que estaba porque me deseaba como yo a él.

Se masturbo unos minutos frente a mi obscena mirada.

Miré como el líquido preseminal se formaba en la cabeza de su polla y se me hizo agua la boca, tanto que tuve que limpiarme la comisura de los labios con el dorso de la mano. Él sonrió y acto seguido soltó su pene y con una seña me invitó a tocarlo. Pero yo tenia otro plan en mente, asi que lo tomé en manos, me incliné y me llevé la punta a la boca y con mi lengua lamí esa gota cremosa que gritaba por mí.

Lo escuché gemir varonil y eso me hizo saber que lo hacia bien y le sentí empoderada. Deguste el sabor de su leche en mi paladar y a continuación me llevé toda su longitud a la boca, sintiendo como se expandía y llegaba a mi garganta y aún así no lo había engullido todo.

La invasión en mi boca era dolorosamente deliciosa, así que me aguanté y dejé que embistiera mi cavidad bucal a su antojo. Tomó mi cabello largo en una coleta y me embistió con salvajismo, haciendo que mis ojos lagrimearan y que de repente las arcadas llegarán, pero aun así no lo dejé detenerse, en cambio seguí lamiendo con mi lengua y mis ojos puestos en los suyos. Era excitante ver lo duro que estaba y su mirada ámbar ahora negra, me incitaba a vaciarlo.

Apretó los labios, gimió alto y luego su mano tiró de mi cabello hacia atrás, obligándome a liberar su verga de mi boca. Un hilo de baba blanca y espesa se vino de mis labios a su pene y la corté con la mano y luego relamí su sabor. Sonreí empoderada. Izan me tomó del brazo y me obligó a parar, me tomó del rostro y estampó sus labios con los míos, en un beso necesitado y lleno de pasión.

Caí nuevamente a la cama, pero esta vez él conmigo. Su peso me aplastó solo un poco, pero se sostuvo con los brazos para no asfixiarme y siguió besándome. Gemí cuando su mano se deslizó a mi sexo y abrió mis pliegues húmedos en compás con sus dedos y comenzó a follarme con dos de estos, mientras su pulgar acariciaba mi clitoris sensible.

—¡Ahhh! —gemí contra su boca y él me silenció con un beso.

—Shhh, los niños pueden oírnos. —dijo contra mi boca.

Aparté su boca de la mía y dije entre jadeos:

—Itza es una bebé con el sueño pesado e Iván debe estar igual dormido. Además —gemí cuando sus dedos embistieron más profundo en mí, haciéndome encoger los dedos de los pies —, la habitación de tu hijo esta en el tercer piso y dudo que nos oiga desde ahí.

Las hebras de su cabello largo, hicieron cosquillas en mi nariz, lo echó para atrás de una manera sexy y sonrió lividinoso.

—Tenías todo fríamente calculado, ¿no? —sus ojos brillaron con malicia.

Mordí mi labio y él gruñó, así que me obligué a hablar:

—Sí, porque quiero que me cojas como en los viejos tiempos, o mejor dicho... como nunca antes lo has hecho.

Detuvo sus movimientos y eso me hizo protestar, porque me estaba gustando.

—¿Es un reto?

Mordí mi labio y él gruñó excitado.

—Lo es.

Tomó mi perna derecha y la subió a su hombro, luego hizo lo mismo con la otra y él aprovechó para tomarme de los glúteos y luego su verga se puso en mi entrada y me embistió duro y tendido. Grité al sentir una mezcla de dolor por la invasión salvaje que me propinó, pero no lo dejé que parara y en cambio moví mis caderas en busca de más placer.

—¿Te gusta esto? —preguntó con voz ronca y pausada, no dejaba de embestirme.

—Sí... mucho, no te detengas. —imploré con la voz pastosa.

La cama chocaba contra la pared, pero eso no nos frenó. Su cuerpo se cubrió por una fina capa de sudor que trasminó al mío que destilaba agua salada por cada poro de mi piel. Tomó mis pies y los bajó de sus hombros, me abrió las piernas y sin preámbulos, metió su cara a mi sexo y me comió de una manera excepcional. Arqueé la espalda cuando succionó mi clitoris, apuñé las sabanas en mis manos y gemí sintiendo mi vientre contraerse, mi vejiga tembló y enseguida una cascada de agua caliente bañó la cama.

Me incorporé con los codos y miré asombrada y con la respiración errática como la cara húmeda de Izan, salía de entre mis piernas. Al mirarme sonrió satisfecho y volvió a posicionarse sobre mí; entre mis piernas.

—Este squirt fue sin duda el mejor que el primero. Porque esta vez tuve la oportunidad de probarlo y es muy dulce.

Sonreí y abracé mis piernas al rededor de su cadera y con mis talones en sus nalgas redondas, lo obligué a entrar de vuelta en mí. Gemimos al unísono. Besó mi boca mientras me embestia, entrelazó su mano izquierda con mi mano derecha y gimió cuando apreté mis paredes vaginales al rededor de su polla.

Salió de mi interior y con una facilidad, me giró boca abajo con la famosa posición "de a perrito", tomó mi cadera y me hizo parar el culo a él. Sentí su pulgar al rededor de mi ano, haciéndome tensar y luego soltó una nalgada que me hizo escocer la piel. Pero no me molestó, incluso me gustó y aclamé por más. Tiró de mi cabello con fuerza, el dolor y la excitación eran una combinación perfecta, era un factor tan completo que me hacia poner los ojos en blanco y rogar por más.

Las rodillas me temblaban, en cualquier momento caería boca abajo sobre el colchón. Sentí su aliento en mi oreja y luego su polla entró nuevamente en mí. Jadeé mientras él susurraba:

—Quiero darte tan duro que temo que si lo hago, no podrás caminar en días.

—Hazlo... por favor. No temo a nada si es contigo.

Nalgueó mi otro glúteo y gemí hecha un lío. Repentinamente bajó sus embestidas y me dio más suave, como si no llevara prisa y se tomara su tiempo. Me cogió como si fuera la virgen que una vez desvirgó y tuviese miedo de lastimarme. Eso me hizo gruñir molesta, porque me gustaba la forma salvaje en como me lo estaba haciendo.

—¿Qué pasa?

—Es que no quiero hacerte daño. —susurró temeroso.

Lo miré sobre mi hombro, yo seguía con la posición de "en cuatro".

Resoplé, pero decidí no moverme.

No quería volver a lo mismo de antes, porque hacer esto fue lo que nos había separado en el pasado. La terapia nos estaba ayudando mucho y sí, sé que a él aún le costaba un poco, pero era momento de dejar lo malo en el pasado y vivir el presente con la nueva oportunidad que la vida nos dio.

—No empieces, estoy bien, además ya lo has hablado con Winona, todo está bien. Estoya salvo contigo. Y te juro que lo estoy disfrutando mucho —lamí mis labios y enseguida moví mi culo, haciéndolo gruñir, ya que su polla aun estaba dentro de mí —. Anda, déjame paralítica por hoy, de cualquier forma no deseaba levantarme en todo el día.

Sonrió de lado, pero entonces negó.

—No, si lo hago, arruinaremos el plan que tengo en mente para hoy. —se inclinó y besó mi espalda baja. Sus manos sujetaron de vuelta mi cintura.

—¿Qué plan tienes en mente?

—Ya veras, sé que te gustará.

Luego retomó lo que me hacia y me folló de las maneras más ricas posibles.

Cuando terminamos, me duché junto a él y sí, lo hicimos en la bañera, el agua salpicaba y la colisión de nuestros cuerpos mientras lo montaba, chocaban de una manera deliciosa. Finalmente salimos del baño, yo con las piernas temblorosas por los orgasmos que tuve y el squirt que obtuve en la cama. La garganta me ardía de tanto gemir. Izan rió al verme caminar como Bambi bebé. Pero había valido la pena.

Llegué del trabajo a las siete de la noche en punto. Había quedado con Isla de celebrar nuestro aniversario de bodas de una manera diferente a lo cotidiano. Cuando entré a la habitación, Isla ya estaba lista y enfundada en un vestido color perla que le lucía hermosa en combinación con las zapatillas rojas que le pedí que usara.

Ella se colocaba sus aretes mientras se miraba al espejo. Dejé caer las llaves de la camioneta en la mesita de noche y me acerqué a ella, la abracé por la espalda y besé su hombro desnudo. Ella me sonrió por el reflejo del espejo y luego se giró a verme.

—Hola, guapo. —me echó sus brazos a los hombros sin dejar de sonreír.

—Hola. Te ves hermosa, tanto que me he puesto duro de solo verte con ese vestido. —deslicé mi mano y apreté su glúteo derecho, haciéndola sonreír ladina.

—La idea me encanta, pero lastimosamente no tenemos tiempo. Así que ve a ducharte y no tardes, Anahí pasará por Itza, e Iván saldrá con Ian y Lucia.

Asentí emocionado y fui directo a la ducha. Luego de veinte minutos, quedé listo y bajé las escaleras. Ya en la sala, me encontré con mi hermana quien cargaba a Itza, y a Eric, quien sostenía de la mano a Eder, su pequeño hijo de dos años.

—Buenas noches. —saludé a todos y mi hermana alzó la mirada de mi hija y sonrió.

—Dios, sus ojos son tan lindos, parecen oro fundido. —mencionó Anahí, era una tía sumamente feliz y en serio me alegraba ser parte de su familia. Ser su hermano mayor.

—Tiene mis ojos, hermanita. —me señalé y ella suspiró sin dejar de mecer a la bebé.

—Sí, lo sé. Isla tiene los ojos marrones, Iván sacó los ojos verdes de papá, Ibaí y míos, pero sin duda Itza heredó los bonitos ojos de Indiana y por ende los tuyos, ya que tú tienes los ojos ámbar de mamá.

Isla sonrió enternecida al ver como Anahí besaba con amor la cabeza de nuestra hija.

—Noah quiere ver a Itza. —dijo Ian, entrando a la sala junto a Lucia y sus hijos.

El hijo mayor de Ian y Lucia, Noah, tenia doce años y estaba del tamaño de su madre y aún le faltaba crecer más, lo que significaba que también sería un hombre alto. Y después le seguía Priscila, quien tenia diez años y ya era toda una señorita de ojos marrones. Noah sonrió ante lo que dijo su padre y la pequeña Priscila corrió emocionada para ver a su prima menor.

—¡Primero saluden a sus tíos, niños! —les recordó Lucy, sus hijos se acercaron y saludaron a Isla y luego a mí.

Priscila fue a por la beba y Noah, con Iván.

—Bueno, ya es hora. —le anuncié a mi mujer, quien asintió, tomó su bolso y miró a los parientes.

—Cuiden mucho a mis hijos, chicas, por favor. —dijo mirando a Anahí y a Lucia, quienes asintieron ante la petición de mi esposa y luego se despidió del resto de la familia.

—Se ven muy sospechosos ustedes dos. —dijo Iván, mirándonos suspicaz y quien por cierto ya tenía la voz más ronca, propia de un adolescente.

—Tienen cara de querer hacerte otro hermanito para ti y para Itza. —se burló Noah e Iván se sacudió con gesto de pavor y negó.

—Eso fue perturbador. Pero si mamá esta dispuesta a soportar al intenso de mi padre, pues haya ellos.

—Iván. —lo llamó Isla con sonrojo y los demás se echaron a reír, yo incluido.

Le guiñé un ojo a mi hijo y tomé la mano de su madre para llevarla a nuestra reservación. Cuando llegamos al establecimiento, apagué el motor del carro y bajé, rodee la camioneta y ayudé a Isla a bajar. Caminamos tomados de la mano por el estacionamiento, observé a la castaña y ella veía confusa las letras led de la entrada. Sonreí al ver de nuevo en ella a la adolescente inexperta que una vez fue, la adolescente que intentó conquistar a otro, pero que terminó conquistándome a mí.

Sus ojos marrones cayeron en los míos y preguntó sin borrar su rostro confuso:

—¿Qué hacemos aquí?

Aparté un mechón de su cabello que caía por su ceja y suspiré sin dejar de caminar a la entrada del salón.

—¿Recuerdas que me preguntaste la vez pasada, que era lo que hacía viviendo aquí? —asintió ante el recuerdo del que le hablé y continué —. Bueno, pues este era mi pasatiempo, claro, además de las peleas clandestinas. Aquí liberaba cierta frustración, ya sabes... sexual.

—¡¿Qué?!

Nos hice detener a centímetros de la puerta metálica y la hice mirarme tomando su rostro entre mis manos.

—Escúchame, no quiero incomodarte, muñeca. Puedes pedirme que nos vayamos de aquí y lo haremos. No pasa nada, estoy contigo y mientras eso sea así tú estás a salvo en mi compañía.

—Lo sé, pero... ¿esto es como el Oráculo?—apretó los labios y volvió a mirar hacia la puerta, especialmente a las letras neones que decían "Swinger y Cruising" "Cruiswinger".

Yo no dejé de observarla ni por un segundo.

—Por supuesto que no. Admito que sí, aquí tuve sexo con otras mujeres, pero no trabajaba de acompañante, estuve aquí por mero gusto y quiero compartir contigo lo que descubrí en este lugar.

Sus ojos barrían la fachada del lugar con suspicacia, sabia que no estaba juzgando nada, solo analizaba la situación y en base a ello esa seria su respuesta, es por eso que no la presione, pero al pasar varios minutos me sentí mal por hacer esto sin comentárselo antes.

—Vamos a otro lado, amor. —dije para sacarla de aquí y festejar de una manera en la que ella se sintiera cómoda y segura.

Pero tiró de mi mano para detenerme y dijo:

—Sé lo que significa el Swinger —avisó mirando aún el salón —. Pero desconozco lo que es el cruising —alzó la cabeza y me miró con incertidumbre —. ¿Qué es eso, Izan?

Tomé aire, cogí su rostro y dije, acariciando sus mejillas con mis pulgares.

—Significa que aqui no existen los tabúes, la moral ni los prejuicios. Aqui la gente viene a divertirse de una manera diferente.

—¿Diferente en que modo? —indagó con más curiosidad.

—En que aquí se viene a tener relaciones con algún desconocido frente a los demás.

Abrió los ojos enormes.

—P-pero... ¿tú quieres que este con un desconocido frente a la gente... frente a ti?

—Por supuesto que no, también lo puedes hacer solo con amigos de tu confianza. Mira, admito que te he traído aquí porque quiero que conozcas un poco este mundo, de mi mano, pero si no estas segura de querer conocerlo, no tengo problema con ello, vida mía.

—Es que no sé... —rascó su barbilla con nerviosismo.

Me odié porque al ver su cara de confusión, me hizo recordar nuevamente el trauma que vivió hace doce años. Pesé a que lo estaba superando, eso no quería decir que lo haya olvidado y yo estaba comportándome como un demente sexual que buscaba divertirse y mostrarle a su esposa lo que le gustaba hacer.

—Vamos, cenaremos por ahí y luego tú y yo...

—¡Sono arrivati, scusate il ritardo! —fue la voz de una mujer alocada.

"Llegaron, perdón por la demora".

Tanto Isla como yo, miramos a la pareja que bajó de su auto y que se acercaron a nosotros con una amable sonrisa. Kennedy abrazó a Isla efusiva y luego se acercó a mí y me estrechó de la misma forma. Luego regresó junto a su novio, quien acababa de saludar a Isla y ahora me tendió la mano.

—¿Ustedes vienen aquí? —inquirió Isla, Keny frunció el ceño pero asintió, entrelazando su brazo con el del italiano.

Luego la pelinegra me miró y preguntó confusa.

—¿No se lo dijiste?

Encogí los hombros, mis manos dentro de los bolsillos de mi pantalón.

—¿Decirme qué? —preguntó mi esposa saltando su mirada de Keny, Enzo a mí.

—Quería que fuera una sorpresa. —respondí impasible.

—Y vaya que lo fue. —refutó la castaña, rascando su ceja.

Enzo se liberó con suavidad del brazo de su mujer y se acercó a Isla, la tomó de los hombros y dijo:

—No tienes que hacerlo si no quieres, bonita. Pero que sepas que estas en buenas manos, es algo que Izan quiso compartir contigo, porque esto era su mundo cuando estuvo lejos de ti. No quiere tener secretos contigo, él quiere que conozcas el lugar antes de que pienses mal.

Isla me miró sobre su hombro, y sin esperarlo me guiñó un ojo y luego me sacó la lengua de manera infantil, para posteriormente regresar su atención al italiano.

Sonreí con más tranquilidad.

—Esto no me asusta, admito que si me sorprendió y que no estaba muy segura de poder estar con una persona desconocida en público, pero si ustedes estarán acompañándonos y si ambas partes estamos de acuerdo en compartir y pasarla bien... pues bien. Enseñenme lo que saben, que yo estoy deseosa por aprender.

Sin previó aviso, Enzo le sonrió a Isla y estampó sus labios en los de ella, me quejé pero al ver que Isla estaba disfrutando, me contuve de tumbarle los dientes al esposo de Keny y solo carraspeé para llamar su atención. Enzo liberó a Isla, dejando a mi esposa pestañando confusa y él volvió junto a Kennedy.

—Discúlpenme, solo quería saber si mentía o no. Pero no mintió, ella esta dispuesta a que tú veas como me la tiro. —Keny le dio un golpe en el estómago a Enzo y este rió.

—Lo siento, principessa. —susurró el italiano con una ligera sonrisa.

—Todo tiene que ser dentro del pub, Lorenzo. —le recordó la pelinegra, avergonzada.

Negué la cabeza y la tomé de la cintura.

—Lo siento, no debí responderle el beso. —mencionó Isla con pesar y lo menos que quería era que se sintiera así.

Su mente tenia que estar tranquila para que se pudiera abrir y explorar lo que vinimos a enseñarle.

—No pasa nada, nena, vamos adentro. Hoy conocerás este mundo bajo mi cuidado y experiencia, mi pequeña Jedi. —besé su coronilla.

Sonrió.

—Ahora entiendo porque no quisiste dejarme paralítica, esta mañana. —bromeó ella, reímos e ingresamos al salón, tomados de las manos.

—¡Rhett Walkher, tanto tiempo sin verte, hombre! —me saludó el hombre que custodiaba la estancia, le dediqué una sonrisa amable, nos registré en el libro de los secretos y seguímos el camino.

El reservado estaba listo solo para nosotros cuatro, la luz era tenue y roja, con velas dándole un toque romántico, había una cama King size con sabanas rojas y una pequeña mesa alta y circular al centro de la pieza. Sobre la mesa mencionada, había una cubeta de madera con hielos y una botella de champán, con cuatro copas de vidrio rodeándola. Enzo cerró las puertas tras de sí y enseguida se quitó el saco que llevaba. Le ayudó con su abrigo a la pelinegra y yo hice lo mismo al ayudar a Isla con su abrigo.

Kennedy lucía un vestido carmín con zapatillas rojas fuego y fue la primera en dejarse caer sentada sobre la cama, Isla la siguió pero ella si se recostó sobre el colchón, haciendo que el vestido se le subiera un poco y dejara ver parte de su muslo izquierdo, blanco y suave. Kennedy la miró, se inclinó hacia ella y acarició la piel de su muslo, esta escena no la esperaba y me puse duro.

—¿Puedo? —le preguntó Keny a Isla, ella entendió y asintió con la cabeza.

La ex periodista se acercó a ella y la besó, haciendo que la saliva se me atascara en la garganta. Enzo tosió y sonrió ampliamente.

—De esto estaba hablando.

—Yo también. —admití sintiendo el dolor en la entrepierna.

Enzo miró la escena y luego susurró solo para que yo lo escuchara:

—Tienes una mujer sumamente hermosa y muy sensual, Izan. ¿Estás seguro de querer compartirla conmigo?

—No, pero es esto o dejar que un imbécil que no conozca la toque, además, para ser su primera vez, tiene que estar a gusto y en confianza y es por eso que pensé en ustedes.

—Pues me halagas —desabotonó su camisa de los tres botones de arriba —. Y en serio te lo agradezco.

Asentí y observé a las chicas que explotaban sus cuerpos con travesura. Incluso Keny besó los pechos de Isla y ella le apretaba las nalgas a Keny, una escena lesbica que me hizo casi venir en los pantalones. Enzo al parecer estaba igual que yo, así que para esclarecer la mente fue a la mesa y sirvió champán en las cuatro copas, les acercó las copas a las mujeres interrumpiéndolas, y las aceptaron agradecidas y luego me tendió otra a mí. Kennedy, sonrojada, propuso un brindis por nuestros aniversarios de matrimonio, ya que ellos se casaron a los dos meses de nosotros y también era su segundo aniversario juntos.

—¡Salud! —dijimos al unísono, chocamos las copas con suavidad y bebimos el licor.

La ex periodista dejó su copa vacía sobre el buró y nos sonrió a Enzo y a mí.

—¿Vienen? —preguntó con sus ojos grises escudriñándonos y luego estiró su mano hacia Enzo, que no dudó en tomarla y comenzar a besarla con frenesí.

La luz tenue de la habitación privada, alumbraba disimuladamente el cuerpo de Isla, quien sin tabúes, dejó su copa vacía junto a la de Keny y bajó el cierre que llevaba en el costado izquierdo y luego deslizó su vestido color perla al piso, haciendo que pareciera un charco de tela a sus pies; no llevaba sosten, solo unas bragas diminutas blancas.

—¿Te gustó besar a Keny?

—Sí, me ayudó mucho a relajarme. No creí que algún día me besaría y explotaría el cuerpo de una mujer con mis manos. Ahora entiendo porque no pudiste dejarla ir antes. Sabe mover bien los labios y supongo que también el cuerpo.

No respondí, dejé mi copa vacia sobre la mesa y me acerqué a ella, escuchando de fondo los besos de la pareja a nuestro lado y la suave música de Rosenfeld– Do it for me. Una canción sensual, para un momento sexual.

—No tienes nada que envidiarle, porque tú también besas de maravilla y sabes moverte deliciosamente en la cama. Me tienes loco, mujer.

Le gustaba que le hablara con la verdad.

—Y tú a mí, ahora hazme tuya. —ronroneó excitada.

Apoyé mis manos en los lados de su cadera tibia y la atrajé hacia a mí. Ella con sus hábiles manos y con el anillo que mostraba que me pertenecía, desabotonó mi camisa y la lanzó al piso sin cuidado. Tocó mi torso desnudo y tatuado, y pasó las yemas por ellos, deteniéndose en la Isla que tenia tatuada en el pecho, justo de lado izquierdo. Y entonces sonrió y levantó la mirada para descubrirme observándola embelesado.

—Me gusta que te desembuelvas, amor. Aun hay mucho por que conozcas.

Sonrió ligeramente sonrojada, sus labios hinchados y su cuerpo desnudo.

—Te amo tanto, que saber lo que esta a punto de pasar hace que me entre un morbo y una curiosidad que no sé como describir. Pero estoy contenta, porque estoy con gente que conozco y sé que lo que pase aquí, nadie lo sabrá ¿cierto?

—Esa es la primera regla de aquí, lo que pasa aquí, se queda aquí. Hay una política que ellos manejan y es que nadie puede divulgar lo que sucede detrás de estos muros, por eso existe el libro de registro que anoté cuando llegamos. Así que sí, estas a salvo con nosotros. —me incliné y la besé, mis manos tocaban su culo respingon y los estrujaba a mi antojo.

La verga se me paró y la froté en el abdomen de Isla, quien portaba una cesárea en el vientre, ya que Itza fue un parto complicado y al final tuvieron que sacarla por la barriga de su madre. Pasé mis dedos por su cicatriz no muy vieja, y sentí la textura de la costura en su piel. Sonreí contra sus labios porque esa cicatriz fue hecha para dar una vida, la de nuestra hija.

—Es una cicatriz de guerra. —dijo ella y yo asentí.

—Lo sé, mi guerrera hermosa. —a continuación besé su cuello y justo cuando iba a degustar sus pechos redondos, alguien tiró suavemente de mi brazo y me hizo ver a la persona que osaba interrumpir.

Me encontré con Kennedy y sus ojos grises mirándome atentamente y me besó, mientras Isla besaba mi cuello y acariciaba mi torso. Senti que Isla se alejó y cuando dejé de besara Keny y miré tras de mí, vi a Enzo tomar la mano de Isla y la llevó hasta la cama, donde él se sentó a la orilla y luego la sentó a ella a horcajadas sobre él y comenzó a besarla. Sentí un poco de incomodidad, pero pasó cuando la pelinegra tomó mi barbilla y me hizo mirar como se puso de cuclillas y bajó mi pantalón con todo y bóxer. Mi erección no se hizo esperar y salió parada como el asta de una bandera.

—Te la voy a dejar reluciente. —lamió sus labios y tomó mi falo en su pequeña, pero hábil mano.

La mujer a mis pies sonrió lobuna y sin aviso, se llevó mi polla a la boca, haciéndome gemir al sentir como la chupaba con ahínco. La curiosidad me ganó nuevamente, mientras yo gruñía, Isla gemía porque el italiano le besaba sus pechos y la masturbaba sobre la cama haciéndola arquear.

Miré nuevamente a la mujer que me daba placer, cuando me dio una pequeña mordida a la punta de mi verga y sonrió. La miré succionar más fuerte y eché la cabeza hacía atrás, sintiendo como mi orgasmo se formaba con intensidad, pero antes de poder correrme, ella se detuvo, sacó mi polla de la boca y se puso de pie, limpiándose con el dorso de la mano.

—Estaba a punto. —le acuse y ella se encogió de hombros, atándose el pelo en una coleta.

—¿Te da celos ver a Isla teniendo sexo con mi esposo?

No evité mirar nuevamente a mi esposa y admito que verla montando a otro hombre por mero gusto, me excitó de una manera diferente y sentí que eyacularía en cualquier momento sin consumar del todo el coito.

—No —miré a Keny con curiosidad y pregunté —; ¿Y a ti?

Ella rió.

—No, estamos en confianza y nuestros sentimientos están bajo control, así que tú solo déjate llevar por el placer y disfrútalo.

—¡Ahhh...! —gimió Isla cuando Enzo le mordió el cuello y estrujó sus nalgas.

—Mírame, si esto te molesta tienes que decirlo. —susurró la pelinegra, tomándome del mentón.

—No, es algo que quería enseñarle. Todo bien.

Ella me miró suspicaz pero no insistió y soltó mi quijada.

—Bien, porque ahora voy a hacer algo que bloqueara la cabeza. Mírame atentamente. —ordenó Kennedy, cuando acaté su orden, ella ya se desnudó en un santiamén frente a mí y al igual que Isla, también llevaba una cesárea de hace un año y medio, hecha para darle vida a su primogénito, Zayn.

Deslicé mi mirada por su cuerpo materno y mirar sus pechos voluptuosos, me hizo tragar duro. Instintivamente la volteé para guiarla al arco de posiciones, apoyé mi mano en su espalda baja haciéndola quedar empinada y poniéndome el preservativo, subí al arco y la penetré de una sola estocada.

—¡Ohhh, sí! —gritó ella ante la invasión y me miró sobre el hombro, con el rostro sonrojado —. Que rico.

Moví mis caderas con frenesí, luego de un rato el sudor cubrió mi cuerpo y el sonido de los gemidos en la habitación roja no se hacían esperar. Sentí unos ojos sobre mí y cuando miré, atrapé a Isla mirándome desde la cama, mientras Enzo la embestia con sus pies enfundados en los tacones, sobre los hombros del italiano. Le sonreí y ella me devolvió el gesto.

—¡Ohhh, sí, me vengo! —anunció Kennedy, justo cuando sus paredes vaginales oprimieron mi polla y bañó mi falo cubierto por el látex, con sus fluidos.

—¡Ahhh, sí, por Dios, no pares! —gimió Isla, cerrando los ojos mientras Enzo gruñía y ambos se venían al mismo tiempo.

Yo di un par de embestidas más y finalmente lo conseguí, me vine y fue delicioso. Cuando abandoné el cuerpo de Keny, fui a la papelera y boté el condón usado. Enzo vino detrás de mí, ambos completamente desnudos. Él también tiró el condón que usó con mi esposa, y me sonrió:

—Isla es una mujer deliciosa, gracias por dejarme probarla. —palmeó mi hombro, asentí y también le agradecí por lo de su mujer y me acerqué a Isla, quien se miraba sobre el espejo que había sobre la cama.

Su respiración todavía era errática, estaba sudorosa y tenia sus manos apoyadas sobre su estómago plano. Giró el rostro y me sonrió.

—¿Te gustó? —le pregunté, besando su hombro.

—No estuvo mal, pero si aun estas dispuesto, me gustaría hacerlo contigo. —confesó y yo asentí rápidamente en acuerdo.

Nos besamos, mientras al fondo la música y los gemidos del matrimonio que nos acompañaba, alimentaban nuestra excitación. La verga se me puso dura nuevamente, y mi mujer lo aprovechó para montarse sobre mí y empalarse sin barreras sobre mi polla. Gemimos ante la unión y comenzamos con los movimientos exhaustivos.

—Te amo.

—Yo también, gracias por enseñarme y dejarme experimentar contigo, Enzo me dijo que él conoció a Kennedy aquí, claro, en el ámbito cruising. —dijo sin dejar de mover su pelvis sobre mí.

Amasé sus pechos y le guiñé, sin dejar de sonreír lujurioso.

—Y también estoy conociendo tu lado pervertido y debo admitir que me gusta mucho, muñeca. —le dí más duro y ella gimió.

Esta era una nueva experiencia, juntos, apoyándonos y conociendo nuestros lados más oscuros. Enzo y Keny fueron de mucha ayuda, quedábamos cada fin de mes para divertirnos con ellos. Eso sí, sin celos ni enfados, todo con calma y sobre todo con complicidad y aceptaciones de ambas partes. Nadie sabia nuestro secreto, eramos solo nosotros cuatro y nuestros gustos peculiares por el swinger.

♥︎♥︎♥︎

Que intenso, ¿no?👽

Fue un capitulo con muchas sorpresas, apuesto a que no se esperaban que estas parejas compartieran tanto.🍆😈🥵🙈

Gracias por todo, cuídense mucho y no olviden votar, comentar y compartir. Las amo mucho.  🥰

Con cariño infinito: Ana.❤🙏🏼💐

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