5:♡Lobo feroz♡
N/A: En este capítulo, nararré lo que Keny pasó ante el daño que Laura le hizo. Sólo para que entiendan de lo que ellos estaban hablando. Disfruten de la lectura. ;)
☆☆☆
Un año atrás:
Apagué la televisión con el control remoto y me giré hacia mi prometido, quien me sonrió encantador y me besó la frente. Ambos nos encontrábamos sentados en la sala de estar, luego de terminar de ver "Titanic".
—¿Te gustó la película?
—Si, estuvo buena. —admití, mientras me estiraba para alcanzar su boca.
—¿En serio nunca la viste?
—En serio. —reí cuando su barba rasposa se frotó en mi mejilla tersa.
Su mentón se deslizó hasta que sus labios atraparon lo míos, nuevamente. Nos besamos unos minutos, antes de que esto subiera de nivel y nos detuvimos. O mejor dicho, lo detuve al sentir sus manos deseosas tocando mi cuerpo.
—¿Qué pasa? —inquirió mirándome intrigado.
—Me duele la cabeza, toda la noche estuve redactando mi nota y casi no dormí nada. —le expliqué, estirando mi brazo para encender la luz de la lámpara.
Stephen suspiró, y se llevó el puño a la boca.
—Siempre es lo mismo contigo, Leah —él siempre me llamaba por mi segundo nombre —. Si, dije que iba ha apoyar tu vocación, pero esto ni siquiera ha comenzado y ya empiezas a comportarte como una esposa quejosa. Si esto ya es así ahora, ¿qué pasará cuando estemos legalmente casados y quiera follarme a mi mujer?
—Stephen, yo...
—¿Me vas ha seguir rechazando, Leah? —preguntó dolido.
—Claro que no, pero te juro que me duele la cabeza. Tal vez es por la mayoría del tiempo que paso frente a la pantalla de la computadora.
—Te he dicho que no tienes por que trabajar, yo puedo solventar todos los gastos de nuestro hogar y los personales. Tú podrías no sé, vender cosméticos, lencería o alguna de esas tonterías que les gustan hoy en día a las mujeres.
Reí amargamente y me puse de pie.
—Pues no lo acepto, Stephen. Me prometiste apoyarme en cada sueño que tuviera y tú sabes que amo el periodismo.
—Y yo te amo a ti, ¿eso no cuenta?
—No es lo mismo.
—¡Claro que es lo mismo! —me tomó de las mejillas y suspiró —. Quiero cogerte, Leah. ¿Desde hace cuánto no hemos fallado? siempre pones pretextos y esto ya me está cansando.
Lamí mis labios.
—Han sido dos veces en las que me he negado a hacer el amor contigo, no más. Así que no mientas ni digas que siempre pongo pretextos, por que no es así y tú mejor que nadie sabe lo duro que trabajo. —contradije indignada.
Él se puso de pie y yo junto a él, se paró frente a mí mirándome con tristeza. Era más alto que yo, por lo tanto, tenía que echar la cabeza hacia atrás para verlo a los ojos.
—¿Hace cuánto vivimos juntos, Leah?
—Medio año.
Asintió ante mi respuesta.
—¿Y cuántas veces te he follado en este apartamento?
—...
—Bingo, sólo tres putas veces te he cojido aquí. —bramó iracundo, haciéndome enfadar al instante.
—¡No soy una puta maquina de fuego!
—exploté finalmente encolerizada.
—¡Exacto! No me aguantas el ritmo que te pido si de intimidad se trata.
—¡¿Entonces el problema soy yo?! —mis ojos se empañaron.
Gruñó y se pasó las manos por la cabeza, dándome la espalda, sus músculos se tensaron y golpeó el cesto de basura con el pie.
—Quiero enseñarte lo que soy, Leah, pero no podré si tú no resistes mi brusquedad.
Doblé mis labios en una fina línea y exhalé. Me dí la vuelta y me fui directamente a la ducha, pero entonces se me ocurrió una idea que creí solucionaría todo esto, sonreí y regresé hasta donde estaba Stephen. Lo encontré sentado ya en el sofá, tomándose la cabeza con ambas manos mientras su cuerpo estaba ligeramente inclinado hacia el frente.
—Tienes razón —alzó la cabeza cuando le hablé y frunció el ceño, así que continué —. Hoy me iré ha quedar a la casa de mis padres para que no echemos a perder nada de esto.
Mi novio se puso de pie y se acercó a mí, me tomó de las mejillas y me besó apasionadamente, pero fue un beso tranquilo; un beso que no prometía nada más. Soltó mis labios y pegó su frente sobre la mía. Le sonreí.
—Yo te llevaré a la casa de mis suegros, no quiero que te vaya a pasar nada, mi amor.
—No te preocupes, me iré en mi carro, te marco cuando haya llegado. —tomé mi bolso con las llaves y caminé a la puerta.
—De acuerdo, conduce con cuidado, te amo, Leah.
—Y yo a ti, Stephen.
♤♤♤
Una vez que llegué a la casa de mis padres, le mandé mensaje a mi novio avisándole que llegué sana y salva. Sonreí y entré a casa. Descubrí que no había señales de mis progenitores, pero cuando subí al piso de arriba, me encontré con que mi hermana estaba teniendo una de sus tantas aventuras.
Bufé molesta al escucharla gemir.
Entré a mi habitación y corrí a la ducha, en cuanto salí, corrí a mi armario y busqué la ropa indicada para seducir a mi novio.
Mi plan consistía en que yo iba a fingir venir a "dormir" a casa de mis padres, pero en realidad vine por mi babydoll negro de encaje que olvidé nuevo, en mi armario y me lo coloqué debajo del vestido negro que me puse para cubrir mi atrevimiento. Iba a llegar a nuestro apartamento para sorprenderlo y tener sexo sañvaje con mi pareja.
Me arreglé lo mejor que pude y peine mi cabello con sensualidad. Me tomé una pastilla para el dolor de cabeza. Eché perfume en mi cuello, en medio de mis tetas, mis muñecas y sonreí al verme tan linda. Tomé mi teléfono cuando sonó y lo miré con el celo fruncido, ya que era mi mejor amigo, Jim.
●Ya estoy abajo, sal, gebuena.
¿Cómo supo que estaba en la casa de mis padres?
Fruncí el ceño al ver ese extraño mensaje suyo, tampoco recordaba haber quedado con él para salir ha tomar fotos para alguna nota, además, no era ni la hora para trabajar, ya que eran más de las ocho de la noche. Tomé mi bolso y eché mi teléfono en él y caminé a las escaleras; mi hermana seguía follando. Hice un gesto grotesco y seguí mi camino. Abrí la puerta y me encontré con Jim, afuera de una limusina estacionada.
Se veía muy guapo y él lo sabía.
—¡Wow! ¿Qué significa esto? —curoseé azorada.
El pelirrojo se encogió de hombros y me sonrió al detallarme de pies a cabeza.
—Es un buen detalle, ¿no? —palmeó el capo de la limusina.
Asentí, pero inmediatamente solté mi pregunta.
—¿Como supiste que estaba en casa de mis padres?
Jim, encogió los hombros.
—Íbamos pasando por aquí y ví tu auto estacionado, así que no me fue difícil comprender que estabas de visita.
—Entiendo.
—Te ves preciosa. Que bueno que ya estabas lista, creí que tendríamos que esperarte un rato más en lo que ibas a tu apartamento. —dijo él, invitándome a subir a la limusina de color negra, con luces tenues en su interior.
—Espera, ¿de qué hablas? —abrí los ojos.
Mildreth se asomó dentro de la cabina y agitó su mano con amabilidad. Traía un vestido negro y estaba perfectamente arreglada. Se veía muy hermosa con su melena negra ondulada y su maquillaje ligero.
—Es el aniversario del Red Time y todos los periodistas estamos invitados. ¿Lo olvidaste? —me preguntó la mujer, mirándome con el ceño fruncido.
Formé mis labios en una fina línea, me sonrojé y miré a Jim en busca de ayuda.
—Si, lo olvidó. —dijo él, traicionándome y lo miré mal.
Le guiñé a Mildreth, un poco avergonzada.
—Claro que lo recordé. —mentí con una ligera sonrisa.
—Ajá. —musitó el pelirrojo y rodeé los ojos, mientras caminaba a la limusina y me subía a la carrocería de lujo.
Mildreth reía muy divertida.
—¿Podemos pasar a mi apartamento por mi prometido, de camino?
Jim rodó los ojos, mientras cerraba la puerta y el conductor comenzó a avanzar.
—Si, claro, podemos ir por él. —consintió mi compañera, mientras tomaba el teléfono y le daba las indicaciones al chófer.
—Pero que sea rápido, mi novia ya debe de estar esperándome en la fiesta. —exigió Jim.
Me volví a avergonzar y asentí.
—Si, perdóname, recuerda que es mi mejor amiga y mi dama de honor, así que te prometo que será rapida.
Saqué mi teléfono y le mandé un texto a mi prometido, diciéndole que se arreglara en tiempo récord, ya que tenia una cena y él tenia que acompañarme ya que era mi futuro esposo.
Ya luego le daría su regalo en casa. Eché mi teléfono en mi bolso, con una sonrisa pintada en mis labios, y Jim me observaba mientras tenía su brazo recargado en la ventanilla polarizada.
—¿Qué?
—Nada, me alegra verte feliz.
Mordí mi labio y asentí, bajando la mirada a mis piernas desnudas por el corto vestido entallado que llevaba puesto.
—Oye, por cierto, ¿tus padres no estaban en casa, verdad? —me preguntó él, mientras la limusina pasó un bache que nos hizo mover bruscos.
—No, ¿por?
—Por que me pareció ver la moto de Christian McGregor, en su garaje.
Sentí que me sonrojé, así que me giré a la ventanilla y me centré en eso. No quería que viera que los había escuchado mientras follaban.
Gracias a Dios, Mildreth le hizo la platica el resto del camino y Jim ya no tuvo la oportunidad de verme suspicaz, como de seguro lo habría hecho para descubrir mi pecado.
El camino al departamento que compartía con Stephen, fue rápido, pues a esa hora casi no había mucho tráfico. Bajé de la limusina con la promesa de no tardar mucho y corrí con los tacones al elevador y subí a mi piso. Me detuve en la puerta y saqué la llave de mi bolso y abrí. Arrugué la frente al oír la música sonando por la estancia.
—¿Steph? —lo llamé, caminando hacia la sala que era de donde sonaba la música, pero no lo encontré ahí —. Amor, perdón, no quería que pensarás eso, pero te tengo una sorpresita para al rato.
Caminé al comedor con una gran sonrisa y tampoco estaba ahí, así que finalmente fui a nuestra habitación y tomé el pomo y lo giré. Cabe decir, que no apagué la música, por lo que él no me escuchó cuando giré la perilla y me encontré con la más dolorosa escena de toda mi vida.
Ahogué un grito y me cubrí la boca sorprendida.
Mi prometido, tenía atada de las manos a una mujer sobre una viga de metal, mientras que sus piernas de ella abrazaban la cadera varonil de Stephen. Él literalmente me daba la espalda, mostrándome sus respingonas nalgas, mientras se follaba a la mujer de cabello cobrizo y a la cual conocía perfectamente.
La mujer que mi prometido se follaba al estilo de Christian Grey, era la que sería mi dama de honor y mi mejor amiga.
—¡Dilo! —bramó él con demanda.
—¡Oh, si amo, así, deme más! —exclamó Laura, completamente extasiada ante aquella follada que deduje como un sadomasoquismo.
Ni siquiera sabía que a Stephen le fueran esas cosas del BDSM. Pero aquí estaba yo, llorando a más no poder sin que mi prometido que claramente era el "amo" de Laura, se hubiera percatado de mi presencia.
—¡No lo dijiste a tiempo, así que tendré que castigarte! —dijo él, enterrando sus caderas contra ella con una brusquedad que no supe llevarle.
Así que ha esto se refería cuando me dijo que quería mostrarme lo que realmente era.
¡Maldito!
—Si amo, castigueme. —pidió ella entre jadeos, dolorosamente placenteros.
Esto en definitiva, no me excitaba. Me estaba matando.
—Ahora dime, ¿cómo es qué se dice?
—¡Deme más duro, mi señor! —ella tenía los ojos vendados y la cabeza echada para atrás.
—¡No te escucho! —lo ví morder su pezón, haciéndola gritar de dolor y placer.
—¡Rómpame el coño, amo!
Stephen gruñó y lo vi atacar sus pechos con salvajismo.
—Tú eres la única mujer que me ha aguantado una buena follada. —afirmó él, mientras le mordía el pezón y la hacia gemir, pues no dejaba de embestirla.
—Lo sé, amo y me gusta que me tome de todas las formas que su perversa mente se le ocurren.
—Eres mi mujer, aunque estés con ese estúpido pelirrojo y finjamos no conocernos bien frente a ellos, eres mía, Laura. ¡Dilo!
—Si, soy tuya, Stephen. ¡Tuya!
—¡Basta ya, par de enfermos! —grité, justo cuando la canción se acabó y miré como Stephen salió del interior de la que consideré por mucho tiempo, como mi mejor amiga.
—Leah... —su mirada dilatada me observó con arrepentimiento, mientras las gotas de sudor recorrían su piel bronceada.
—¡Son unos malditos! —no podía parar de llorar.
Stephen intentó acercarse con su pene aún erecto y mojado de ella, su cuerpo esculpido y sudado por el sexo desenfrenado que estaba teniendo con la mujer que había dejado de maullar y que tenía ahora la cabeza agachada por la vergüenza. Tomó sus bóxer y se los colocó con rapidez, sin dejar de mirarme preocupado.
—Sé que eres tú, Laura, tu voz no es irreconocible, incluso en el sexo eres igual de ruidosa que en mis fiestas de cumpleaños. —solté con sequedad, limpiándome las lágrimas con el dorso de mi mano.
—Lo siento, Keny. —susurró ella con tono dolido.
—Amor, por favor, no es lo que piensas. Déjame explicarte.
—¡Claro que es lo que pienso, Stephen!, ¡me traicionaste! —el pecho me ardía —¿qué es lo que me vas a explicar? ¿Qué como te estabas cogiendo a mi amiga, sólo por qué me negué a tener sexo contigo y me reprochaste por eso? Te lo pasé, incluso que dijeras que yo no te aguantaba el ritmo, pero lo que no pasaré en alto, es que te la hayas tirado más de una puta vez en el departamento que compartimos por seis meses.
—Nunca me la tiré aquí.
Reí sin gracia, mientras lloraba con coraje.
—Claro que si. Y es irrebatible que eran más que amigos, creo que siempre lo supe pero no me quise dar cuenta. Soy una estúpida.
—No es así, nena. —tomó mi mano, pero la aparté de un tirón.
—¿Alguna vez se sintieron culpables?
—Amor, no es lo que parece... —su voz estaba impregnada de suplicio y abatimiento.
—Claro que no, si se hubieran sentido culpables, al menos te la hubieras cojido en un hotel y no en nuestra cada y mucho menos en nuestra habitación. Eso es más que evidente, amo. —lo llamé amargamente como Laura lo llamaba.
—No Leah, por favor, déjame explicarte, amor, ven... —le escupí la cara cuando estuvo frente a mí y lo abofeteé.
Eso lo aprendí de Rose, cuando puso en práctica con Cal, lo que Jack le enseñó. Escupe al perro.
—¡Váyanse a la mierda los dos! —me quité el anillo del dedo y se lo lancé en la cara —. ¡Dáselo a ella, se lo merece más que yo!
—¡No amor, por favor, no me dejes, Leah...! —me tomó de la mano cuando iba por el pasillo, pero me solté con brusquedad de su tacto.
—¡No me toques con tus putas manos asquerosas, por que con ellas la has estado tocando a ella! —grité aún más fuerte que antes, incluso la garganta me ardió —. ¡Cásate con esa perra, al fin y al cabo ella te conoce mejor que yo! ¡Pero de una vez te aviso, este apartamento se venderá y me darás la mitad que me corresponde por que yo te ayude a pagarlo!
—Eres mi prometida, Leah y vamos a seguir juntos —negué y él palideció más —. ¡No me puedes hacer esto, nos vamos a casar en una semana! —siguió él, gritando desesperado detrás de mí al ver que ya me iba.
Me giré con brusquedad y di un par de pasos hacia él, haciéndolo retroceder.
—Claro que puedo y lo haré, sólo mirame —me dí la vuelta y cuando abrí la puerta principal, me encontré con Jim completamente rojo del coraje con sus manos aferradas al marco de la puerta, mientras fulminaba a mi ex prometido —. Jim, no, espe...
Pero fue tarde, Jim me apartó y se lanzó con salvajismo al hombre semi desnudo que tenia tras de mí. Sé que había escuchado todo lo que pasaba aquí dentro y me maldije por no haberme controlado.
—¡Hijo de puta! ¿Cómo pudiste hacerle esto a una mujer como ella?
—Yo no la obligué a nada, ella accedió por gusto. —logró decir Stephen, en medio de cada puñetazo que atinaba en su cara.
Olvidé mencionar, que Laura no sólo era mi mejor amiga y mi futura dama de honor, sino que también era la novia de Jim en ese momento. Es por eso que él nunca se lo perdonó, y ya ni el buenos días le dio luego de esto.
—¡No hablo de esa traidora, sino de Kennedy, ella es una mujer maravillosa!
¿Cómo pudiste engañarla con Laura?
—¡Por favor, Jim, detente! —logré frenarlo y el peso de Stephen, cayó al piso en seco.
Stephen rió y escupió la sangre que salía de su boca.
—¿Estas enamorado de mi mujer? Que ridículo.
Jim le pateó la mandíbula y lo tomé del brazo.
—Basta, sólo sácame de aquí.
—Me lo merecía, Leah, no te preocupes, pero por favor, perdóname. —dijo el pelinegro, con la sangre brotando por todas partes de su rostro.
—¡No lo detengo por ti, lo hago por él, por que no vale la pena que se comprometa por tu puta culpa!
—¡Perdóname!
—Nunca, olvídate de mí y espero mi dinero. —le pateé en la rodilla, sólo un ligero aventón.
—¡Jeremy, ayúdame, desátame! —gritó Laura, quien quedó atada de manos a esa viga en la habitación, desnuda y con los ojos vendados.
—¡Púdrete, este imbecil no podrá levantarse al menos en una hora, ya veremos como logras sobrevivir hasta entonces! ¡Y deseo de corazón que te dé comezón en la nalga y que te pique la nariz para que sufras por no poder rascarte! ¡Perra! —y con eso, me tomó de la mano y me hizo caminar a su lado.
Una vez estuvimos dentro del ascensor, Jim me abrazó y acarició mi espalda con sumo cuidado, mientras seguía llorando con el corazón roto.
—Ahí no era, Keny, y me alegra que lo hayas descubierto antes de casarte con esa escoria.
Lo miré a los ojos y solté un doloroso suspiro.
—¿Tú lo sabias?
—¡Claro que no, nunca te lo hubiera ocultado! —admitió creíble.
—Okey. Supongo que también te duele haber descubierto que Laura te era infiel con mi prometido.
Jim sonrió de lado y acomodó un mechón de mi cabello con delicadeza, tras mi oreja.
—Supones mal, en realidad... no. Me dolió más verte a ti destrozada por ese par de traidores, que lo que ella me hizo a mí no me afectó.
—Pero tú querías mucho a Laura. —le recordé en un susurro.
—Pero te quiero más a ti, Keny. Mucho más.
—Jeremy...
No sé que nos pasó, yo lo intuyo hasta la fecha al dolor por descubrir que ambos eramos cruelmente engañados por nuestras parejas. Y eso me orilló a enredar mis manos en el cuello de Jim y lo atraje hacia mí, él no opuso resistencia y presionó su boca sobre la mía y me besó con una devoción exquisita.
Su lengua degustó la mía con frenesí, mi espalda chocó contra el metal frío del ascensor cuando me acorraló con su cuerpo, y sus manos apretaron mi cintura. Abrí la boca cada vez que él lo demandaba, hasta que el oxígeno se nos fue acabando y finalmente soltamos los labios del otro.
—Lo siento. —susurré avergonzada, aunque aún mis manos estaban al rededor de su cuello y las de él sobre mi cintura.
Su frente estaba pegada con la mía.
—No pasa nada —sonrió —. Espero y con esto te haya ayudado a mitigar un poco tu tristeza.
—Lo hiciste, Jim. Pero esto no volverá ha suceder.
—Lo sé —apretó mi cintura que aún sujetaba —. Por eso desguste cada rincón de tu boca, por que sé que somos amigos y no sucederá de nuevo. —se inclinó y me besó castamente.
—Vale.
Y así, terminó todo con Stephen Douglas. Aunque cuando inicié mi relación con él, mi primer y único novio desde hace dos años, nunca creí que él sería mi todo, literal. Nos conocimos cuando hice mi pasantia en una pequeña imprenta, en donde él se desempeñaba como subdirector de dicho empleo.
Y si, fue como amor a primera vista. Stephen era un hombre guapísimo de cabello castaño oscuro, ojos azules, alto y musculoso. Si, el tipo de hombres que no era mi tipo, pero curiosamente él si lo fue. Era tres años mayor que yo y eso me gustaba.
En fin, comenzamos a salir a la semana de habernos conocido, y en la segunda semana, yo ya era su novia oficial.
Al mes de salir y ver que todo iba genial, le presenté a mi familia y él me presentó a la suya. Hasta que luego de un año de relación, me pidió matrimonio en un concierto de Taylor Swift, y al que accedí completamente encantada y si, nos hicimos virales un tiempo gracias a un video que alguien nos tomó. Incluso Taylor detuvo un momento su concierto y me preguntó ante todo el público, que qué respuesta le había dado.
Obviamente le dije que si y el estadio estalló en una oleada de felicitaciones y de peticiones por vernos besarnos y sellar nuestro compromiso. Un compromiso que claramente yo si cumplí y que él no.
Aún así, fue muy memorable y creo que eso me hizo amarlo aún más. En fin, ahora sabemos que todo había sido un completo error y por mucho tiempo me arrepentí de haberle entregado mi virginidad a ese imbécil.
Y si, follé con Jim para quitarme a Stephen de la piel...
Nahhh, era broma. Pero si, esperaba algún día follar con un hombre que me hiciera arder la piel y me comiera como un Lobo feroz. De verdad anhelaba encontrar a un hombre que me supiera tratar en la cama, por que estoy segura de que el problema en la cama no era yo, y lo iba a descubrir.
Claro, siempre y cuando llegara el día en que me atreviera y tomara las riendas de la situación.
Presente:
Bajé de mi auto y le dí las gracias a Jim por traerme a casa y por haberme acompañado por mis cosas al periódico.
—Te debo una, Jim.
—¿Una?, me debes más que eso, pero en fin, espero pronto cobrártelas todas.
Le sonreí, justo en el momento en que mi teléfono sonaba con el tono de llamada. Suspiré y saqué mi teléfono del bolso que llevaba. Fruncí el ceño al ver que era un número desconocido, Jim habló, pero levanté mi mano silenciándolo y contesté la llamada.
●¿Bueno?
Escuché como suspiró la persona que me estaba llamando.
●Estoy enfrente de tu casa, ¿podemos hablar?
Rápidamente lo busqué y lo encontré en la acera de enfrente, levantó la mano y resoplé. Jim miró hacia donde yo veía y lo vi apretar la mandíbula.
—¿Qué está haciendo ese imbécil aquí?
—bramó mi amigo con la intención de ir por él.
Tapé la bocina del teléfono y le pedí que se calmara.
—Tranquilo. Tal vez ya vendió el departamento y me esta avisando para ver lo de mi dinero.
Asintió no muy convencido y le sonreí.
No quería una escena salvaje frente a la casa de mis padres, ya que si esto se hacia un escándalo, mi padre saldría a patearle las bolas a Stephen. Y Katy ni se diga, lo odiaba incluso creo que más que yo.
●No tengo nada de que hablar contigo, Stephen, a menos claro que sea sobre lo de mi parte del apartamento.
●Aún no se ha vendido, pero es que te extraño y quiero verte, Leah.
●Creo que fui muy clara contigo al decirte que no quería volver a verte... ni hablarte, a menos que fuera por lo de mi dinero de la venta del apartamento que compramos.
●Lo sé pero por favor, amor, déjame verte, tenemos que hablar. Te extraño, Leah, de verdad.
Apreté los ojos y me llevé la mano a la cabeza. Suspiré lentamente. Miré a Jim, y él me miraba inquisitivo, como si estuviera esperando ha que cometiera una locura, como las del pasado, de esas en las que él me llamaba y yo corría a sus brazos. El pelirrojo me sonrió y sólo eso bastó para dar la respuesta correcta:
●Pues yo no, púdrete, te dije que no quería volver a verte en mi vida, así que adiós, imbécil. Y espero rápido esa transferencia en mi cuenta, por que ya pasó casi un año y no veo nada claro.
Colgué la llamada y lancé el teléfono dentro de mi bolso.
—¿Qué? —le pregunté al pelirrojo que me miraba con la boca casi abierta, mientras caminaba hacia mi casa con Jim detrás de mí.
—Esa es mi chica.
Abrí la puerta y le sonreí.
—¿Laura nunca te llamó? —le pregunté con curiosidad.
—Lo hizo, pero chancla que yo tiro, no la vuelvo a recoger. —se encogió de hombros y entró a mi casa.
—Eso es bueno. —dije, chocando mi puño con él.
Caminamos con dirección a la cocina y fui directo a la nevera para posteriormente servir dos vasos con agua del despachador.
—Tú eres buena, por eso él no te merecía.
—¿Merezco a un hombre bueno? —inquirí, tendiéndole un vaso de agua, mientras me recargaba en el fregadero.
Jim asintió y tomó el vaso que le ofrecía, se recargó en la isla y suspiró.
—Te mereces todo lo bueno que la vida pueda darte, Kennedy. Nunca te conformes con menos.
Deposité el vaso en el fregadero y suspiré.
—Ya no hay hombres buenos, Jim. —admití con una media sonrisa.
El pelirrojo dejó de beber el agua y se acercó a mí, depositó el vaso junto al mío y se inclinó para besarme castamente, agarrándome desprevenida.
—Si nunca me hubiera enrollado con tu hermana, ¿me hubieras dado una oportunidad para demostrarte que yo si era bueno para ti? —sus ojos grises me detallaban con suplica, mordí mi labio y le sonreí.
—Jim...
—Sólo responde, Keny.
Tomé aire y jugué con mis pulgares.
—No sé como responder a eso, amigo —le dije honesta —. Por que sinceramente nunca te he visto de otra forma que no sea una simple amistad.
Jim sonrió de lado, sin mostrar sus dientes y asintió, alejándose de mí.
—Tienes razón, perdón por incomodarte sólo era... simple curiosidad. —parecía avergonzado y me sentí mal, así que decidí decirle la verdad.
—Pero si, Jim. Tal vez en otro universo tú y yo hubiéramos sido la pareja perfecta.
—Tal vez en otro momento podamos coincidir. —me guiñó y con eso salió de la cocina, dejándome confundida.
♥︎♥︎♥︎
Ay, esa Kennedy, obviamente Jim esta bien loquito por ella, pero ella se niega a verlo. Pero me temo que tal vez ella terminé sintiéndose atraída por Jim.
¿Será? 🥴
Ya veremos que pasa.
Les presento a Stephen Douglas (Rusell Giardina). Lo que tiene de guapo, lo tiene de infiel.😭
Comenten mucho y déjenme sus estrellas. Nos leemos el miércoles.
Con cariño infinito, Ana.💃❤💐🙏
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