45:♡Se acabó♡
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Entré por la puerta que conducía la escalera que tomé, cuando la abrí me encontré con un pequeño pasillo que terminaba con otra escalera que conducía hacia abajo. Era una construcción extraña en verdad, pero no me pondría ha averiguar el como y porque existía este tipo de arquitectura, así que caminé por lo que parecía ser un túnel; se sentía una ráfaga de viento aunque no se veía nada al final.
Siempre me mantuve alerta de que no fuese una trampa y me sorprendieran por la espalda. Apuntaba con mi arma para todas las direcciones, incluso apuntaba al techo por si había alguien ahí. Cuando llegué hasta el final del túnel y completamente ileso, descubrí otra puerta, aunque esta no era de madera, era una puerta de metal corrediza y larga.
—No me jodas. —escupí al sentir que esto era un puto laberinto.
Sin duda Vladimir tenia una forma concisa para la construcción que creó aquí.
Tomé aire y la deslicé, encontrándome en un hangar iluminado y con una pequeña avioneta con un par de hombres custodiando. Me escondí detrás de unas tarimas con un cargamento que gracias a mi "trabajo", sabia que eran drogas.
El ruido de unos pasos me alarmó, me puse de cuclillas sin dejar de apuntar a los rusos y miré como cuatro hombres llegaron hasta la avioneta y subieron las escalerilla de metal para entrar a la aeronave. No escuché de que hablaron, pero sonreí triunfal al ver a Vladimir Volkova por una de las ventanillas de la avioneta, mientras les decía algo a los hombres. Luego ellos bajaron.
Al ver que nadie más llegó y que solo esos dos hombres de abajo que custodiaban la entrada a la aeronave, me armé de valor y con el mismo sigilo me acerqué, pero me frené en seco al ver la ventanilla y descubrir lo que en su interior pasaba.
—¡Mierda! —escupí entre dientes.
Era Kennedy siendo escoltada por uno de los hombres de Vladimir. Ellos estaban hablando mientras ella se dejó caer de mala gana en el asiento frente al ruso, luego de que él terminara de darle instrucciones a su subordinado, este se fue y dejó solo el fuerte. Keny miró por la ventanilla, pero lastimosamente no veía en mi dirección.
Una voz masculina y demandante me alertó.
—El ex gobernador de San Petersburgo ha llegado. Demosle la cordial bienvenida al señor Dorian Müller. —ordenó uno de los hombres del ruso, y quien al parecer era el segundo al mando.
Todos acataron la orden e hicieron lo que se les solicitó (lamerle las botas al viejo barrigón que había llegado), yo estaba tan concentrado en lo que aquí se generaba, que dejé de revisar lo que verdaderamente me importaba; Kennedy. Cuando regresé mi atención a la avioneta, sentí una opresión en el pecho al ver y saber lo que estaba pasando. Si mis ojos no me engañaban, Vladimir y Kennedy estaban teniendo sexo y lo peor, es que al parecer ella lo estaba disfrutando. Por Dios, ella no se veía forzada.
—Joder. —escupí con la mandíbula apretada.
Sentí una presencia detrás mío, cuando levanté la vista, me encontré con unos ojos azules mirándome gélidos.
—¿Qué estás haciendo? —inquirió con sequedad.
Reprimí las ganas de rodar los ojos y poniéndome de pie, acomodé mi arma y el chaleco antibalas que usaba para "protegerme" de mis enemigos.
—Rescatar a la chica, ¿no es obvio? —escupí mordaz.
Él si que se dió el lujo de rodar los ojos y pasarme por el lado, dejándome atrás mientras caminaba sigilosamente por las torres de cajas que guardaban en el hangar.
—Al parecer no quiere que la rescates —sé que se refería a la escena intima que se veía desde aquí —. Pero igual yo subiré por ella, tú cúbreme las espaldas —me miró con desprecio y añadió —: Y más te vale no traicionarme, italiano, porque después de hacer esto, tu culo sigue en mi lista.
Reí sin gracia.
—¿Crees que te dejaré tenerme?
—No es una opción. —añadió.
Resoplé.
—No te dejaré subir allá y quedar como el héroe frente a ella —chasqueé la lengua —. Lamento cambiar tus planes, detective, pero yo no pienso quedar mal ante ella. Así que empieza por lo que solicitaste y cuida que nadie venga en lo que yo subo y traigo a Keny, ¿Capisci?
"¿Entiendes?"
—Ecco perché odio gli italiani e la loro aria grandiosa. —respondió él, manejando un italiano perfectamente entendible.
Sonreí ante el insulto que acababa de darme.
"Por eso odio a los italianos y su aire de grandesa".
—Ci odi perché le tue donne ci preferiscono a te. Inoltre, siamo più intelligenti e molto più carini di tutti gli americani, con la loro aria razzista e incolpando gli altri per i propri errori —sonreí triunfal al saber que estaba entendiendo cada palabra que le decía y no me detuve, porque su enojo fomento más mi rabia, así que para no hacerlo en grande, me tranquilicé y concluí —: Ma non preoccuparti, appena potrò tornerò nel mio paese.
"Nos odias porque sus mujeres nos prefieren por encima de ustedes. Además, somos más inteligentes y mucho más guapos que todos los estadounidenses, con su aire racista y culpando a los demás de sus propios errores. Pero no te preocupes, regresaré a mi país tan pronto como pueda".
—Deja de decir estupideces y tráeme con vida a esa mujer. —ordenó con más tranquilidad, sonreí por ello y asentí satisfecho, porque por primera y última vez coincidíamos en algo.
—Lo haré, no hacia falta que lo pidieras.
Subí sigilosamente hasta la avioneta y cuando entré, me cuidé de que no hubiera nadie que pudiera sorprenderme. Al percatarme de que no había nadie cerca, me escabullí entre el pasillo, escondiéndome entre los asientos para no llamar la atención del ruso. Al menos no aún.
—Gracias por hacer esto, en serio la polla ya me dolía de lo duro que estaba por ti. —soltó el ruso en un jadeo.
Ella rió coqueta, pero mientras lo montaba, su mirada fue puesta en mí. Y lo entendí.
—Ya me lo habías dicho, además, el sexo contigo siempre me gustó, Vlad. —hizo un gesto con la cabeza y comencé a acercarme con sumo cuidado.
Mi arma le apuntaba directamente a la cabeza del ruso, pero él no lo notó y eso era un puntoa nuestro favor. Cuando estuve lo suficientemente cerca, el hijo de puta gimió como animal y creo que se corrió. Eso terminó de sacarme de quicio y justo cuando iba a por él, Keny me suplicó con la mirada pidiendo tiempo. Ella se acomodó la ropa y él imitó su acción, luego la chica le sonrió encantadora y preguntó con una radiante sonrisa boba:
—¿A dónde llevaron a Isla?
Lo miré sacar su teléfono y le respondió con cariño y eso me hizo tener nauseas, porque Vladimir Volkova era de todo, menos romántico y mucho menos cariñoso. A menos claro que haya caído en la trampa de esta sexy mujer. Porque sin duda ella podría doblegar al mismísimo Diablo, no había duda.
—Ella esta a salvo, nena, no te aflijas, ahora que sé que te quedarás a mi lado por tu elección, he ordenado su pronta liberación y créeme, volverá sana y salva. —lo miré acariciarle la mejilla con sus sucias manos y ella le respondió con un sonrojo.
—¿Sabes? Te quería preguntar —mordió sus labios sensuales —, ¿quién mató a Corinna?
El ruso suspiró y acomodó su camisa.
—A esa mujer la torturó Thiago, sí, yo lo supe pero no era mi problema. Eliana tenía un asunto con los italianos y quería a toda costa obtener la información del hijo pequeño de Gabriel Moretti.
Ella asintió, ya le había sacado algo y para mi suerte lo había escuchado.
—Alessandro quiere mi cabeza. —recordó de repente, tal vez ante la nota del periódico, en donde nombró a mi padre y hermano como involucrados en el caso de Isla.
Vladimir asintió.
—Me pidió que te entregara con ellos —Keny lo miró aterrada ante su confesión —, tranquila, no lo haré.
Bajó la mirada y luego carraspeó.
—¿Harías cualquier cosa por mí?
—Solo pídelo y lo tendrás.
—Déjame ir... para siempre —no había rastro de broma en sus palabras y eso me hizo a mí suspirar tranquilo, pero el ruso al parecer no lo estaba tomando bien. Ella siguió —. Olvídate de mí, Vladimir.
Atestigüé la forma en como el ruso tensó los hombros y podía jurar que estaba
acribillando a Keny con su diabólica mirada.
—¿Estas de broma?
—No, me gusta comer contigo, lo admito, pero no quiero esta vida para mí. Así que por favor, cariño, deja que me vaya.
—¿Te irás con ese americano? —le preguntó el rubio, haciendo que algo en mí pecho se apachurrara.
Pero ella parecía realmente relajada con su pregunta, cruzó su pierna de manera sensual y sonriendo de una manera radiante al ruso; y estoy seguro que esa sonrisa también iba para mí.
—¿De qué mierda éstas hablando?
¿Sí, de que mierda hablas? Ella se irá conmigo.
La pelinegra se relamió los labios y suspiró sin borrar la sonrisa.
—De que piensas dejarme luego de haber hecho el amor.
—¿Qué no lo ves? Caíste en tu propia trampa, Vladimir. Usé mi técnica de seducción contigo, no eres inmune a mí, cariño. Y creo que aquí es donde ese dicho entra, porque la alumna superó al maestro. No hicimos el amor, te cogí para persuadirte.
El ruso soltó una fuerte carcajada.
—Vaya, vaya, vaya. Así que en efecto si me ibas a traicionar, nena.
Ella enarcó la ceja, pero no se inmutó y se mantuvo calma sobre su asiento frente a él.
—Esto se acaba aquí, Vladimir. No iremos a ningún lado. Al menos yo no iré, porque me dejaras ir y me olvidaras.
—Nunca, eres mía. No podría olvidarme de lo que me pertenece y mientras yo siga respirando, tú permanecerás a mi lado.
—No. Yo me iré y tú no lo vas a impedir, me lo debes por todo el daño que me has hecho, Vladimir.
—¿Eso crees? —preguntó Vladimir y luego soltó una fuerte risotada y al notar que Keny se quería poner de pie, él no se lo permitió y la sostuvo con firmeza del brazo y escupió gélido —. No irás a ningún puto lado, perra.
Cuando avancé para sorprenderlo de frente y antes de poder atacar, alguien me ganó y me golpeó en la cabeza. Miré mareado a la persona que me había golpeado por la espalda y me quedé perplejo al ver a mi padre y a mi hermano, parados detrás mío. Quien cargaba el objeto contundente con el que me golpearon, era mi hermano, Alessandro, el que sonreía con burla y arrogancia.
—Ciao fratello. È da tanto che non ci vediamo e guarda dove siamo venuti a trovarti. —soltó con falsa amabilidad, el tipo al que alguna vez consideré mi hermano.
"Hola, hermano. Tanto tiempo sin vernos y mira nada más donde te vinimos a encontrar".
Apreté el arma y sentí una gran furia apoderarse de mi sistema. No tenia razonamiento, veía rojo y todo era culpa de ellos.
—Padre —saludé al tipo que ayudó a traerme al mundo y luego dirigí la mirada frívola al imbécil que era mi hermano —, feccia. Avrei preferito non incontrarli mai, ma purtroppo la fortuna non sempre è dalla nostra parte.
"Padre, escoria. Hubiera preferido nunca encontrármelos, pero lastimosamente la suerte no siempre esta de nuestro lado".
Mi progenitor me ignoró deliberadamente y miró detrás mío. Soltando una maldición en voz baja al saber de lo que se trataba, me giré literalmente en cámara lenta y encontré al ruso detrás mío apuntándome con un arma en la cabeza. Resoplé y antes de que dijera algo, dejé caer el arma a mis pies, en modo de "rendición".
—¿En serio, nena? ¿Este exiliado italiano te iba a rescatar? Está tan puto necesitado de amor, que no sabia como conseguir que alguien más lo amara, pero llegas tarde, ella no te ama. —escupió él sin dejar de apuntarme.
Le sonreí.
—Pero me quiere y eso es mejor a que me odie y no soporte siquiera una caricia mía sin querer vomitar. —le reté con burla, aunque ante el recuerdo de la escena de hace un momento, sabia que ella lo había disfrutado y nunca sintió asco de que él la tocara.
Pero necesitaba desestabilizarlo.
El rubio se puso rojo de la ira, pero rápidamente se repuso y dijo:
—Pues eso no decía mientras su coño se comía mi verga, hace un momento —sonrió malicioso —. De hecho noté lo mucho que lo disfrutó y Dios, no te imaginas lo rico que sentí cuando su orgasmo bañó mi polla.
—Hijo de... —sentí una mano deteniéndome del brazo y miré a la persona que impedía que cometiera un nuevo homicidio.
Era Alessandro, lo fusilé con la mirada y fue como me soltó, luego miré nuevamente a mi padre y este arrugó aún más su frente y me miró suspicaz al ver lo que estaba a punto de hacer.
Al parecer el viejo puerco, aún me conocía y sabia que no era fácil de vencer. Se escuchó como el rubio cortó cartucho y el seguro del arma que me apuntaba, desapareció.
—Vladimir, iré contigo pero déjalo vivir.—rogó Keny, pero mirándome a mí con suplicio.
—¿Qué dices? ¡Claro que no! —me opuse deliberadamente.
Vladimir soltó una risita y finalmente bajó el arma, tomó la mano de Keny quien miraba la escena con temor.
—Ya la oíste, mi mujer y yo íbamos a un viaje de placer. Pero al parecer tú las quieres arruinar. —escupió mordaz, dirigiendo sus ojos azules a los míos de un café oscuro.
Lo miré con desdén. En breve ya tenía mentalmente mi plan hecho, así que sonreí y mirando a Keny, dije:
—Antes de que te vayas, ¿quieres una última exclusiva?
Ella frunció el ceño repentinamente.
—No —soltó con seguridad —, despues de esto no pienso ser más una periodista. Ya entendí que esto me acarrea muchos problemas y ya no quiero más mierdas como esta en mi vida.
Hice un gesto en comprensión a su argumento. Porque por increíble que sonara y pese a la vida dañina que llevaba, yo también buscaba lo mismo que ella y creo que por eso teníamos más en común de lo que parecía. Ambos buscábamos redimirnos y alcanzar la luz al final del túnel.
Suspiré.
—Lastima, hubiera sido una buena nota, pero apoyo tu decisión, amor. —indiqué sincero.
Para este momento mi padre y mi hermano discutían de algo a lo que no les prestaba atención. Pues mi prioridad era sacar de aquí a la mujer que quería para pasar el resto de mi vida a su lado. Pero cierto perro rabioso se interponía en mis planes y tenia que eliminarlo, sí o sí. Así que en un rápido movimiento me lancé a él, Kennedy cayó sobre uno de los asientos y yo seguí peleando con el ruso.
Fue una escena de acción completamente ortodoxa, era un buen luchador, tenia que admitirlo pero cuando creí que lo podría vencer, el hijo de perra me derribó y el aire se me salió de los pulmones cuando su pie se estampó contra mi estómago. Luego tiró de la mano de la pelinegra y la sostuvo con posesividad frente a él, mientras su arma ahora le apuntaba a ella en la cabeza.
—No la lastimarás, la quieres. —expuse con un jadeo, sintiendo como una parte de mi rostro se inflamaba por la pelea.
El ruso también estaba golpeado y la nariz le sangraba.
—Si haces esto, Vladimir, más tarde te arrepentirás, sé que me amas y no harás esto. Así que ya baja la puta arma y vamonos de una jodida vez. —formuló ella con amargura.
El rubio le sonrió.
—Ella tiene razón, basta de estas estupideces —gruñó el rubio con aburrimiento, besó la sien derecha de la mujer que se mantuvo tranquila y la liberó—. Como habrás escuchado, Keny vendrá conmigo por su voluntad, así que despídete de ella, exiliado, porque nunca más la volverás a ver.
—Adiós, hermano. —susurró con burla Alessandro tras mi espalda, pero lo ignoré olímpicamente.
—Kennedy. —le imploré para que dejara de ser una puta mártir.
Pero no lo logré. Por Dios, yo me enamoré de la mujer que peleaba por sobrevivir, pero al parecer justo ahora estaba dormida en su interior.
—Adiós, Enzo.
Vladimir sonrió y antes de que yo reaccionara, él con un movimiento rápido y certero sacó nuevamente su arma, soltó un disparo el cual retumbó por todo el lugar, haciendo que ella lo mirase ahora si con miedo. Pero luego su visa fue dirigida a mí.
—¡Nooo..., Lorenzo! —exclamó ella con terror en sus ojos grises.
Caí al piso junto a mi padre y hermano, la bala me había dado a mí y sentía que el aire me faltaba.
—¿Qué pasa contigo, ruso? Mi padre y yo no somos el puto enemigo. —exclamó mi hermano, ocultándose detrás de uno de los asientos contandos del Jet como toda una cucaracha asustadiza.
—Es tu hermano, y es el hijo de tu padre, así que no me jodas con que no sabían de que él me atacaría por la espalda, porque no pienso creerles, par de traidores.
—¿Enzo?
Kený intentó acercarse a mí al ver la oportunidad que se había formado gracias a la discusión que tenia el ruso con mi hermano, pero Vladimir se dio cuenta y se lo impidió al tomarla bruscamente del cabello. Lo miré furibundo desde el piso del Jet, al ver como la maltrataba frente a mis putas narices.
—¡Suéltala, maldito cabrón! —rugí feroz.
—¿Así que también sientes algo por esta bestia? ¿Ah? —le preguntó el ruso con furia, en el oído y tiró más de su cabello negro haciendo que ella formara un gesto de dolor.
Los ojos grises de la mujer, perforaron algo en mí. No sabia qué, pero algo se activó en mí, fue como si un interruptor se encendiera y finalmente todo se iluminó en mí. En un rápido movimiento, encogí mi pie y de él saqué el arma extra que escondía ahí y disparé sin fallar. Vladimir al no tener un chaleco antibalas, la bala le perforó el hombro y el segundo impacto que le propiné le atinó en el abdomen, que fue el que finalmente liberó a Kennedy de sus feroces garras.
Ella corrió hacia a mí, se hincó a mi lado y sostuvo mi mano.
—¿Te duele mucho? —susurró con agonía.
Negué y acaricié sus mejillas húmedas.
—Me dolía más ver que él te lastimaba frente a mí. Pero ya se acabó, estarás a salvo. —prometí con una ligera sonrisa.
Hice mal, porque por un momento fuimos solo ella y yo, me olvidé de lo que sucedia a mi alrededor y cuando finalmente reaccioné, un tipo alejó a Keny de mí y los demás rusos de la bratva Volkova, me llevaron lejos junto a mi padre y hermano, quienes en realidad no tenían nada que ver con mis planes de rescate. Pero aun así los culparon de conspiración por ser "mi familia".
No hice nada para protegerlos, mi atención era de cierta pelinegra y por ella era que yo gritaba y forcejeaba.
—¡Kennedy!
—¡Enzo! —me llamó asustada.
También ella luchaba por irse conmigo, pero no tenía oportunidad contra esos infelices que la sometian en manada.
Un tipo moreno y alto, ayudó a Vladimir y con su ayuda bajó al ruso de la avioneta. Luché con más fuerza y furia, hasta que finalmente lo logré y me liberé de mis captores. Para esto, Harold Lane ya estaba ayudándome y repelía la agresión con, "el terror se combate con terror".
Y fue así como salí y corrí detrás de los rusos, pero para mi mala suerte no los alcancé y miré por la luneta trasera de la camioneta negra, como Kennedy lloraba mientras me echaba un último vistazo antes de alejarse de mí.
Me llevé las manos a la cabeza y tiré de mi cabello castaño oscuro. No sabía qué hacer, estaba despistado y en serio temía nunca volver a ver a Kennedy Anderson. Tenia un ochenta por ciento de probabilidad de rescatarla, pero ahora eso se había reducido a un diez por ciento y creo que eso era cero probable de que la tuviera de nuevo a mi lado.
La bocina de un auto llamó mi atención, giré para ver al responsable de el sonido, y me encontré con Izan, quien abrió la puerta del copiloto del auto que probablemente robó y sin pensarlo me subí a él.
—Te dije que si era necesario preocuparme por Kennedy. —recordó mientras conducía a toda velocidad por la avenida.
Bufé.
—No he muerto y no pienso hacerlo. —repliqué, mirando al frente y buscando desesperadamente la camioneta donde iba Keny —. Por cierto, ¿qué te pasó?
Le pregunté al verlo todo lleno de diamantina de colores por todo el traje de combate.
Bufó cabreado.
—No lo menciones. La encontré atada a una silla metálica y una bomba con pocos minutos nos acechaba bajo sus pies.
Asentí algo dudoso.
—¿Y explotó? —inquirí en burla.
Me miró unos pequeños segundos y sonrió sin responder. Cabe mencionar que estaba lleno de una grasa con lo que parecía ser brillos y eso lo hacía ver gracioso. Esquivó varios autos con profesionalidad, tenia que admitir que Izan James era un buen conductor. Y de cierta forma me sentí confiado de venir en su compañía. Por suerte y gracias al tráfico, alcanzamos la camioneta y respiré más "tranquilo" al ver a Kennedy. Aunque aun no estaba en mis brazos, ella estaba ilesa, aunque un poco golpeada.
—¡Disparale a los neumáticos! —me ordenó Izan, mientras se emparejaba junto a la camioneta blindada.
No lo dijo dos veces y con mi excelente puntería, le atiné a los dos neumáticos de lado izquierdo y la camioneta perdió el control. Se llevó varios carros en el camino, pero frenó finalmente en un muro de contención. Bajé del auto y corrí hacia la camioneta, apuntando hacia ella, listo para atacar a todo aquel que pudiera salir y herirme. Por supuesto que ellos venían custodiados y otros autos con mas rusos nos atacaron, pero Izan los enfrentó y me dio tiempo para ir por la chica.
La calle se había vuelto un caos total; carros incendiados, gente del ruso heridos, gente buena herida, rusos muertos, policías por doquier, rusos detenidos, rusos aún atacando con bombas etc. En un momento Izan le estaba disparando a un helicóptero que llevaba tiradores de la bratva, por el momento yo quería solo una cosa y no me iría sin recuperarla.
—¿Estarás bien? —grité.
—¡Ella en serio me preocupa, imbécil, así que andate por ella y traela con vida! —replicó el castaño sin dejar de enfrentarse a esos mafiosos rusos.
Asentí y corrí entre los carros detenidos, cuando llegué a la camioneta blindada, me asomé por la ventanilla polarizada y vi a Kennedy llena de sangre, desconocía si era de ella o de Vladimir, ya que él estaba junto a ella. Fruncí el ceño al verlos solo a ellos, juraría que vi a mas rusos subir con ellos, pero extrañamente ya no había nadie, solo eran ellos dos. Atrapé como ella lloraba y aunque quisiera saber de lo que hablaban, no se oía con toda la guerrilla que estaba acá afuera.
—¡Kennedy, ábreme! —grité, intentando romper la ventanilla con el mango de la pistola, pero fue inútil, era vidrio reforzado —. ¡Amor, ábreme por favor! —traté sin éxito.
Ella estaba sumergida en todo aquello que el ruso malherido le decía. Luego me miró pero ella lloraba con evidente dolor y me preocupaba que estuviera herida de gravedad y yo no podía hacer nada desde aquí. Solo era un jodido espectador. Estuve atento cuando Vladimir sacó algo de entre su ropa sangrienta y miré aterrado como le apuntó en el pecho con un arma; ella solo cerró los ojos con fuerza mientras sus lágrimas se seguían derramando.
—¡No, hijo de perra, nooo...! —grité con fuerza y desesperación. A estas alturas ya no me importó nada, apunté con el arma a la manija de la puerta y justo cuando iba a disparar para ver si la puerta se abría así, un cuerpo me tacleó y caí al piso con brusquedad.
Luché con un hombre rubio que logró derribarme y peleamos, debia admitir que el tipo era un buen peleador, pero no le bastó para acabarme y logré mi cometido. Mi enojo y mi preocupación eran tantas, que lo maté sin mucha demora. Aunque él había logrado abrirme el labio, escupí la sangre en mi boca y cuando iba a ponerme de pie, un disparo dentro de la camioneta casi me hizo caer.
Me repuse rápido y fui directamente a la camioneta, miré por la ventanilla y descubrí a Kennedy con la cabeza recostada en el pecho de Vladimir, quien luego de haberle disparado a ella, finalmente se había ido al infierno.
—¡Kennedy! —la llamé una última vez. Una última, porque después de esto no sé como sería mi vida.
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