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44:♡Siempre tú♡

☆☆☆

Llegué al departamento de policías, varios de los uniformados me veían extrañados, seguramente por la cara que traía. Pero poco me importó, cuando entré a la oficina de Lane, para mi suerte Aidan también estaba ahí. El pelinegro se puso de pie y formó una sonrisa ladeada.

—¿Anahí está bien? ¿Cómo está el bebé? —inquirió él.

Me maldije internamente por haberme olvidado de que mi hermana acababa de dar a luz en estos momentos y que yo no pudiera seguir al pendiente de ella y de su hijo.


—No lo sé. —respondí a secas.

Aidan frunció el ceño y se acercó a mí, confundido.

—¿Cómo qué no sabes?

Le pasé por el lado y gruñí.

—Cuando salí del hospital, no tuve oportunidad de verla, pero sé que ambos están bien y que no hay peligro.

Aidan asintió y rascó su nuca.

—¿Y Eric está con ella?

No tenia humor para esto. Literalmente la vida de Isla y Kennedy, estaban en peligro y ahora ellas eran mi prioridad. Amaba a mi hermana y sabia que ella estaba bien y por el momento no estaba en mi lista importante. Pero no por eso no lo era.

—Es su esposo y el padre de su hijo, Aidan, él tiene que estar ahí. Sé que sigues queriendo a mi hermana, pero tienes que superarla —froté mi rostro con brusquedad y lo quedé mirando —. Necesito que estés concentrado, te necesito, hombre.

Lane frunció el ceño y me observó.

—¿Qué está pasando?

—Vladimir Volkova las tiene. —solté agobiado.

—¿A quién?

—¿De qué hablas?

Preguntó cada uno al unísono.

Abrí la mochila grande que llevaba conmigo y les di la espalda mientras abría el gabinete de las armas para guardar lo que necesitaría para mi lucha interminable con esa familia.

—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó Lane, acercándose para detenerme, pero mi mirada fusilante lo detuvo.

—El ruso se llevó a Isla y a Kennedy, las voy a recuperar. —escupí gélido, mientras retomaba lo que hacía.

Lane suspiró y dejó caer el arma dentro de la mochila que al parecer había sacado de su escritorio.

—¿Ya te habló? —preguntó mi primo, parado a un lado.

—Sí, quiere que elija a una de ellas y la otra se quedará con él. —gruñí ante esa absurda petición.

Aidan suspiró.

—Pues hagamos esto, primo —palmeó mi hombro —. Entra en su juego y salva a la chica, nosotros nos encargaremos de la otra mujer.

Claro, sonaba tan fácil para él, pero para mí era tan difícil como hacerle entender a Vladimir Volkova que ambas mujeres me importaban y que no podía elegir a una sin poner en riesgo a la otra.

Bufé.

—No puedo hacer eso. —escupí, cerrando el cierre de la mochila que iba llena con varias armas.

Lane salió de su estupor y sacudió ligeramente la cabeza.

—Aidan tiene razón, Izan. Elige a la mujer y nosotros salvaremos a la que se quede.

—¿Cuánto tiempo te dió? —indagó mi primo.

Exhalé con un gruñido.

—No lo mencionó, solo dijo que tenía la oportunidad de salvar a una de ellas y que la otra se quedaría con él. —solté con acidez ante el recuerdo de que Isla le gustaba a ese hijo de puerca.

—¿Y ya sabes a quién elegirás? —continuó el pelinegro, tentándome a darle un puñetazo en la cara.

—No elegiré, necesito sacar a ambas de allí a como dé lugar. Vladimir es capaz de todo con tal de hacerlas sufrir, es un verdugo sanguinario y no dudo que ya este empezando a fabricar sus locuras para lastimarnos.

—Lo entiendo, Izan. Tienes razón. ¿Qué quieres que hagamos? —preguntó el detective, mirándome atentamente.

Saqué el teléfono del bolsillo de mi pantalón y se lo tendí.

—Rastreén el número del que Vladimir me llamó, sé que no será fácil pero tampoco es imposible. —Lane lo tomó y echándole una última mirada a Aidan, asintió.

—Llévate este —me tendió un teléfono —. Será fácil rastrear tu ubicación por si llegaras a tomar otro camino.

Lo tomé y lo eché al bolsillo del chaleco. Cabe mencionar que antes de salir de la oficina de Harold, me puse un traje SWAT para protegerme de cualquier bala que pudiera herirme; aunque aún así no cantaba victoria. Cargué la maleta llena con las armas que necesitaría para sacarlas de ese lugar y salí de ahí a paso apresurado. Cuando estuve de vuelta en la mansión de Enzo, este también ya estaba preparado con un traje de combate similar al mío (aunque el de él no era de SWAT), pero le serviría para lo que se venía.

—Veo que sin querer nos pusimos de acuerdo, ¿eh? —señaló el traje que usaba y solo le asentí —. Ya estamos listos —dijo el italiano mirando tras de mí, luego frunció el ceño y preguntó —. ¿Y tus hombres?

—Están trabajando en ello. —dejé caer la maleta sobre la mesa y la abrí para empezar a cargar las armas.

Enzo miró como maniobraba cada arma con facilidad, mientras metía los cartuchos de balas en ellas.

—¿Salvarás a Isla? —preguntó él repentinamente, haciendo que detuviera mis movimientos y lo mirara directamente a los ojos.

—Sí, y a Kennedy también —afirmé —. No pienso dejar a ninguna de las dos con ese infeliz. —corté cartucho y apunté a la cabeza de venado que colgaba en su pared como trofeo y sin previo aviso, le di un tiro en el ojo sin fallar.

Le sonreí y él solo frunció el ceño. Luego rodó los ojos, sacó una pistola detrás de su cintura y sin previo aviso disparó al otro ojo del animal sin fallar.

También sonrió y le dio un pequeño soplido a la cabeza de la pistola.

—También soy buen tirador. —guardó su arma.

—Excelente. —dije con honestidad, pues eso nos serviría de mucho para matar a esos hijos de perra y salvar a las chicas.

—Bueno, ahora que ya dejamos completamente ciego a mi venado y que demostramos ser buenos tiradores, quería decirte que no tienes que preocuparte por Kennedy, porque mi prioridad es salvarla a ella. Tú céntrate en Isla.

Lo miré con la ceja enarcada. Ya había terminado de cargar todas las armas.

—Pues hagamos esto, pero debes de saber que si mueres allá, sin duda me tendré que preocupar por la integridad de Kennedy.

Sonrió socarrón.

—Te aseguro que eso no pasará, no te dejaré el camino tan fácil con ella, James. Quiero a Kennedy, y mi prioridad es proteger a la futura madre de mis hijos, así que descuida, porque no pienso morir en manos de esos rusos.

Le dediqué una mirada retadora y cerrando nuevamente la maleta con las armas, le sonreí de lado.

—¿El doctor Frankenstein, logró reparar a Eliana?

—Esta en ello, no me ha dado malas noticias así que supongo que todo esta yendo bien. —me guiñó.

Y como si lo hubiéramos llamado, el doctor hizo acto de presencia, llamando la atención de todos los que estábamos ahí.

—Doctor, ¿todo bien con la paciente? —preguntó Enzo sin interés.

El médico asintió con seriedad y suspiró antes de hablar.

—Por fortuna ningún hueso se fracturó, solo se dislocaron y por eso pude colocarlos en sus lugares. Aunque el fémur del muslo izquierdo va a necesitar de cirugía, ya que no embonó como debía. Pero fuera de eso todo esta bien. Le he dado morfina para el dolor, ahora esta dormida y dudo que por hoy vaya a despertar.

—Excelente. —lo felicitó el italiano, luego le pagó y el médico asintió conforme y se fue.

Cuando Enzo me miró, pregunté:

—¿Qué no le habías amputado algún dedo o pie? Creí que su estado seria más delicado.

Sonrió malicioso antes de responder.

—Sé que eso te hubiera encantado, pero no me dio tiempo, solo disloqué alguno de sus huesos.

—Pero Eliana tiene que estar consciente para la entrega. —le recordé con acidez.

Chasqueó los dedos.

—Tienes razón y sé como despertarla —llamó a uno de sus hombres y en cuanto esté se acercó, le dijo —: Trae las pinzas para darle unos toquecitos a la rusa.

El tipo asintió con una sonrisa siniestra y se fue en busca del pedido del mafioso. Cuando regresó y le vi lo que traía en manos, tuve que oponerme a regañadientes, ya que en realidad sí me hubiera encantado que la electrocutaran un poco para que despertará de su sueño "embellecedor", pero a sabiendas lo que pasaría, por eso intervine.

—No hagas esto, mejor diles que la lleven a la camioneta y acabemos de una vez con esto. —siseé con desazón.

Enzo resopló.

—Aguafiestas —ordenó lo que le pedí y envuelta en una sábana, subieron el cuerpo pálido e inconsciente de Eliana Volkova.

Antes de subir nosotros, le pregunté:

—¿Qué hay de Lenka?

Me miró sorprendido.

—Esa perra sigue viva, si es lo que te preocupa. Pero te aseguro que su karma todavía no empieza.

Hice un gesto.

—Ella no me preocupa, es solo que quería saber lo que le has hecho, es todo.

—No mucho, apenas vamos a empezar, aunque si he dejado que mis hombres se diviertan con ella.

En el trayecto del viaje, recibí un mensaje con la ubicación que Aidan logró descifrar y en donde si corríamos con suerte, Isla y Kennedy estarían allí. Ellos me aseguraron que estarían ahí, que Lane había organizado un operativo y que un escuadrón de SWAT, iba en camino al lugar donde se creía estaba ese ruso.

—¿Con quién hablas? —me preguntó Enzo de repente, logrando que apartara la vista del teléfono y lo mirase a los ojos.

Suspiré.

—Mi primo...

—¿El hacker? —inquirió con una ceja enarcada.

Enzo sabia de Aidan, porque le dije que era un genio para la informática y que sin duda él nos ayudaría mucho para dar con el paradero de Vladimir. Y como ya lo sabía, no me decepcionó.

—Sí, me mandó la ubicación, está a una hora de aquí, pero si nos apresuramos tal vez lleguemos en treinta minutos. —le mostré la localización que marcaba el mapa en mi teléfono.

Asintió y le dio la dirección a su chófer, quien retomó el retorno que nos llevaría al domicilio del que por más que Vladimir quiso ocultar, al final Aidan lo descubrió en menos de dos horas.

—Supongo que en ese lugar habrán policías. —mencionó luego de darles algunas indicaciones por radio a sus subordinados.

—Supones bien. —respondí sin verlo.

—Soy un socio, al menos por hoy.

Guardé mi teléfono, apoyé mi codo sobre la puerta del auto y mi mentón entre la palma y asentí ante lo que dijo. Enzo movió su cuello de un lado a otro en busca de relajación y bufó, mientras veía la ventanilla de vidrio polarizado. Cabe decir que Eliana iba inconsciente en la cajuela del auto, no se la entregaríamos a Vladimir hasta no asegurarnos de que ellas estuvieran a salvo y sanas.

—Sé que tienes una buena comunicación con Harold Lane, pero que sepas que no dejaré que haya una doble detención allá —me miró con frialdad —. Ellos también querrán mi cabeza a como dé lugar.

—No eres una persona buena, Enzo.

Frunció el ceño ya ladeó la comisura de sus labios en una sonrisa burlona.

—¿Y tú sí?

—No, pero quiero serlo. —solté honesto.

—Yo también. —respondió distraído.

El italiano hizo un ademán con el hombro y detalló las camionetas blindadas de los SWAT, que venían pisándonos los talones.

—Para salvarlas, tenemos que estar conectados y no quiero que los hombres de tu amigo policía, me descoloquen. —anunció mirando la carretera por su ventanilla.

—Yo hablaré con él. —le avisé, pero él negó.

—No lo creo, si hubieras querido hacerlo lo hubieras hecho desde antes. Lo que me hace creer que tú me quieres fuera de la jugada porque al parecer ya notaste lo increíble que es Kennedy, y lo mucho que vale la pena apostar por ella.

Enarqué la ceja. Mi posición seguía siendo la misma, espalda recta, mirada fija y mi palma sostenía el costado de mi mentón.

—Claro que siempre he sabido lo increíble que es esa mujer y sé lo mucho que vale la pena. Pero te equivocas, yo no busco que Lane te detenga, porque si lo hiciera, esto no seria una buena competencia sin un rival con el que pelear por un mismo objetivo y créeme, a mí me gusta competir. —le sonreí ladino.

Enzo estaba muy serio y no había nada de ese descarado y sonriente italiano al que me estaba acostumbrado.

—Sé que siente algo por mí. —dijo con arrogancia.

Me encogí de hombros y no dejé de sonreír.

—Admiración tal vez, porque su amor es por mí. Ella me lo dijo antes de que esta mierda nos alcanzara. —le informé con desdén.

El italiano se inclinó hacia enfrente y entrelazó sus dedos. Cabe mencionar que la camioneta en la que viajábamos tenia los asientos de modo que quedaba uno sentado enfrente del otro. Y así estábamos él y yo, mirándonos frente a frente.

—De hombre a hombre, dime ¿amas a Isla o a Kennedy?

Rodé los ojos y miré por la ventana.

—Eso es algo personal y por el momento solo yo lo sé y créeme, se lo haré saber a ella también en cuanto la saque de ese infierno y tengamos paz para poder hablar. Ya luego te enterarás. —le informé con sequedad.

Recargó su espalda en el asiento y me miró decidioso, mientras cruzaba su pie con elegancia.

—Tengo que admitir que los huevos con los que me hablas ahora, son los mismos que te faltaron para hablar con ella de lo que sentías. Que pena que tuvieran que secuestrarla para que todo se esclareciera en esa cabezota tuya y eligieras correctamente. Pero ya veo que tu adolescente interior no te dejó opción.

Arrugué la frente.

—Yo la amo y siempre lo he sabido, es solo que...

Enzo soltó una risotada, haciéndome callar.

—Por favor, no me salgas con esa estupidez de que estabas confundido y que no sabias si seguías enamorado de Isla o que tu corazón ya era solo de Kennedy. —frotó sus palmas sobre la tela de su pantalón.

Bufé un poco indignado, porque precisamente así me había sentido. Pero bueno, él no iba a saberlo así que lo negué.

—Por supuesto que no, yo siempre he tenido bien en claro lo que que quiero.

—Ya. Y supongo que en efecto elegirás a Isla. —sonrió petulante.

Pasé mi mano por el pelo y resoplé.

—Ya te dije que eso no es de tu incumbencia, además, aunque estuviera con Isla, no creo que Kennedy se quedara a tu lado.

—¿Por qué no?

—Porque no te ama.

Se encogió de hombros y echó su espalda contra el respaldo del sillón.

—Lo sé, pero podría hacerlo. Soy bueno para conquistar a las mujeres y más aún si esa mujer me interesa para algo formal. —indicó presuntuoso.

Suspiré.

—Lo dudo, pero quiero verte intentándolo. Eres cero romántico.

—Te equivocas. —replicó.

—¿Lo hago? —lo tenté.

—Claro que sí, aunque no lo creas tengo mi lado romántico y créeme, ya se lo demostré y a ella le encantó —me guiñó jubiloso. Rodé los ojos y él continuó —. Además, soy muy bueno en el sexo y eso ya lo comprobó.

Me removí algo incómodo por sus últimas palabras.

—Como sea —zanjé —. Creo que ya casi llegamos. Eliana se quedará en la camioneta, no la entregaremos hasta que ellas no estén a salvo.

—Vaya, al parecer por primera vez estamos de acuerdo en algo. —surcó una sonrisa y yo resoplé.

Y como Lane lo dijo, añ llegar encontramos oficiales desplegados por la zona y eso hizo que el italiano se viera incómodo por el operativo que estaba siendo llevado lo más discreto posible.

—Oye, es en serio. Lane no va a detenerme, porque toda esta operación es en base a la bratva Volkova. Así que te pido que le digas que me mantenga fuera de su radar.

—Lo haré. —prometí honesto.

La camioneta aparcó a diez minutos del lugar y por lo que se alcanzaba a ver, era una mansión en medio de la nada. El espeso bosque que la rodeaba le permitía estar bien oculta de la civilización y claro, del ojo público. Un par de ambulancias también llegaron al lugar, así que le acerqué a uno de los paramédicos y le dije:

—Hay una mujer en el auto negro de vidrios polarizados, está sedada, pero necesito que la mantengan vigilada y estable, por cualquier situación.

—Claro que sí, oficial. —dijo el médico, me hizo sentir incómodo al referirse a mí de ese modo, pero supongo que el traje que usaba lo confundió, ya que como lo mencioné antes, era un traje SWAT de combate.

—Gracias. —dije sin más y volví con Enzo, quien hablaba con uno de sus hombres.

—¿Es ahí? —preguntó el italiano, mientras uno de sus hombres le daba unos prismáticos para ver a la distancia sin que alguien lo notara.

—Sí, ¿ves algo? —pregunté calmo.

Asintió sin dejar de ver por el aparato.

—Hay más de una docena de hombres armados, claramente son rusos. —apartó el objeto de sus ojos y luego me los tendió.

Los tomé y miré la misma dirección que él veía. Y en efecto, habían como veinte hombres trajeados con armas largas sobre sus pechos y presentía que en sus cinturas también habían más armas; e incluso bombas. Suspiré y miré de vuelta al italiano.

—¿Cómo quieres que lo hagamos?

Arrugó la frente ante mi pregunta.

—Yo no haré nada de eso contigo, cochino. —escupió sacudiéndose los hombros.

Bufé molesto.

—No sé en que mierda estas pensando y tampoco voy a investigarlo, ridículo —lo miré con repugnancia —. Pero si pensabas en algo homosexual, créeme, soy mil por ciento hetero y Kennedy lo sabe.

Se enfureció ante lo último, pero ya no dijo nada. Cuando finalmente nos pusimos de acuerdo, las camionetas del escuadrón que Lane orquestó, llegaron en donde estábamos aparcados. El policía bajó junto a mi primo, ambos se acercaron sonriendo pero Lane al ver a Lorenzo Moretti, se puso serio y lo acribilló con la mirada.

—¿Y este? —escupió Lane con frialdad.

Enzo al oirlo preguntar, le mandó un beso al aire en forma de burla y tuve que intervenir cuando Lane iba a por él.

—Es Enzo. —informé apacible.

—Sé quien es este pedazo de mierda. Lo que quiero decir es ¿qué está haciendo aquí y por qué actúa como si no fuese a arrestarlo?

—Es que no vas a arretarlo, Lane.

Harold dejó de mirar a Enzo y la mirada que me dedicó, me hizo bufar.

—¿Te volviste loco?

—No. —le respondí con "calma".

—Es Lorenzo Moretti, Izan —me explicó el detective con desesperación —. Por el amor de Dios, su familia siciliana lo desterró por ser un maldito hijo de perra. Y por si eso no fuera poco, mató a su mujer en un ataque de celos, trafica armas, trafica drogas, controla las calles de Massachusetts y para colmo su familia atacó a tus mujeres.

El recuerdo ante aquello que dijo al último, me hizo apretar la mandíbula y tensar los hombros.

—Lo siento. —se disculpó en un susurró.

Resoplé bruscamente y por el bien de esta operación, lo dejé pasar.

—Colo sea, ¿De verdad crees que él mató a Corinna por celos? —pregunté "tranquilo" mirando al agente, mientras sus oficiales esperaban la orden para atacar al italiano, quien también se mostraba a la defensiva con sus escoltas.

A Corinna la conocí una vez mientras fingía ser el "leal Boss" de la bratva Egorova.  La mujer, a mi punto de vista era leal y se notaba lo mucho que amaba a Enzo, cuando Lenka le pidió algunos documentos y detalles del trabajo de su prometido, ella nos echó y dijo que no eramos nunca más bienvenidos en su hogar. Corinna dijo algo de él que hasta el día de hoy hace estragos en mi cabeza; "Mi Lorenzo es bueno pese a todo, y no se merece mi traición, porque mi amor y lealtad por él son más grandes que todas las riquezas con las que ustedes quieren comprarme".

Y al conocerlo un poco, sabia que al igual que a mí, ellos con el daño que le hicieron al matar a su mujer, despertaron su lado feo. Esa oscuridad que me envolvió cuando mataban en vida a las tres mujeres que más amaba en la vida, también oscureció a Enzo.

—Él era el único que estaba con ella cuando la policía llegó. Eso sin contar que sus huellas dactilares fueron las únicas que se encontraron en el lugar del crimen. —mencionó Lane, sacándome de mi ensimismamiento.

Sacudí la cabeza.

—Era obvio que estuvieran sus huellas por doquier, era su casa después de todo.

—¿Lo estás defendiendo? —señaló molestó.

Acomodé el chaleco antibalas y recogí mi cabello largo en un moño desaliñado.

—No, porque yo si sé quien mató a la mujer de Enzo y créeme, no fue él.

El detective frunció el ceño y me miró intrigado.

—¿Y según tú, quién lo hizo?

—Fue Lenka. Ella mató a Corinna.

Aidan intervinó en la conversación.

—Lamento interrumpir, pero ya es hora.

Miré a Enzo y este estaba a unos metros de distancia, hablaba con su gente mientras daba instrucciones acorde a su plan de rescate.

—Lo dejaré pasar por hoy, Izan. Pero no será así siempre. Ese hombre tiene que estar en prisión.

—Gracias, Harold.

Lane asintió, y haciendo lo mismo que Enzo, habló con su gente y disipó a las cuadrillas por diferentes rumbos. En tanto yo, fui en compañía de Enzo, Aidan y Lane hasta la puerta oculta. Aunque este último iba un tanto serio por trabajar con un mafioso.

—Esto es blasfemia para mi carrera intacta, en más de dos décadas como policía detective, nunca me vi "trabajando" con uno de los veinte mafiosos más buscados por la interpol.

Enzo rodó los ojos ante las palabras de Lane, mientras apuntaba con sigilo a las direcciones para que ningún ruso nos fuese a sorprender. Aidan me miró ceñudo y yo le hice un gesto para que se concentrará.

—Allá hay algo. —dije al ver la puertecilla de lo que parecía era un sótano.

Corrimos ahí y en un santiamén logramos colarnos dentro. Cuando descubrimos que habían varias escaleras; cuatro para ser exactos. Decidimos que lo mejor para recuperarlas rápido, seria si nos separabamos y buscábamos en los lugares que separaban.

—Tiren a matar. —ordenó el rubio con superioridad.

Enzo me miró aburrido y yo solo le resté importancia.

—Es obvio que voy a matar si veo a algún ruso por ahí, no pienso pedirle su cuenta bancaria y mucho menos hacerme su amigo. —refutó Aidan, haciendo que Enzo riera a carcajadas junto a él.

—No hay tiempo para pendejadas. Nos vemos en veinte.

Lane y Aidan eligieron la escalera que tomarían por separado, yo estaba apunto de seguir su ejemplo, pero el italiano tomó mi codo y dijo:

—Si en esa puerta que tomaras, sale Kennedy, envíale mis saludos y dile que yo estoy aquí por ella.

Rodé los ojos por su ridículo mensaje. Me zafé de mala gana de su tacto y caminé a la escalera que yo tomaría.

—Yo también estoy aquí por ellas, Enzo. Como lo dije antes, mi prioridad es salvar a las dos. Así que lo mismo va para ti, si en esa puerta esta Isla, dile que... no, no le digas nada. Yo se lo diré todo y ella lo entenderá. —y con eso  me fui por la escalera este y cuando subí, encontré un largo pasillo con solo una puerta negra al final.

No habían ruidos, no había nada, pero sin duda eso me mantenía en guardia y a la defensiva. Mi arma apuntaba en todas direcciones, mis pies daban pequeños pasos para no llamar la atención. Finalmente cuando estuve en la puerta, unos disparos se escucharon y podía jurar que los rusos habían notado nuestra presencia, lo que me dejaba con poco tiempo antes de que notaran que estaba aquí.

Así que con la adrenalina al mil como cuando inhalaba (ya tenía quince días que no consumía pero extrañamente me sentía bien), tomé el pomo y abrí la puerta, encontrándome con una escena...

—Ellos sabían que vendrías aquí. —susurró aterrorizada.

Bajé el arma y le sonreí para intentar tranquilizarla.

—Shhh, tranquila. Todo va a salir bien. —le prometí mientras desataba sus manos. Estaba sentada en una silla metálica con sus manos tras la espalda y sus pies atados a las patas de la silla.

—No —se negó a que la desatara y entre su desesperación, dijo —: ¡Hay una bomba, si tú me liberas ambos moriremos!

Frené la maniobra al ver de lo que hablaba y en efecto, había una diminuta cajita de metal con cables unidos a sus piernas y unos números rojos que marcaban los cinco minutos que faltaban antes de que esto se fuera al diablo.

—Mierda. —saqué mi radio de entre mi traje SWAT y llamé a Lane.

●¿Qué sucede? Cambio.

—Lane, necesito a uno de los mejores técnicos para que desactive un posible artefacto explosivo. Cambio.

Se me partía el corazón verla tan indefensa y llorosa, había prometido que la salvaría y lo iba a cumplir. No me iría sin ninguna de ellas, y claro, tenían que salir ilesas y sanas.

●Aidan está en ello, ¿Sabes cuánto tiempo le falta? Cambio.

—Ocho minutos y contando. Cambio.

●No dará tiempo, llegarán aquí en quince minutos. Dame tu ubicación, Aidan va en camino.

—No jodas con eso, dile que suba por la puta escalera que yo tomé. Es un corredor de unos diez metros, solo tiene una puerta al fondo. Dile que se apresure. Cambio y fuera.

—Ya no quedan ocho minutos. —dijo ella, mirando sus pies, en donde estaba el reloj de la bomba que marcaba seis minutos y medio.

Me puse de cuclillas, tomé su rostro entre mis manos y la hice mirarme fijamente.

—Todo va a salir bien.

Lloró.

—Aidan no es técnico y mucho menos creo que él logre desactivar esta bomba.

Justamente la puerta se abrió, y un Aidan agitado entró con una mochila colgada en la espalda.

—¿Tan poca fe me tienes? —le preguntó el recién llegado.

Me hice a un lado cuando él empezó a trabajar, buscó algo de información en Internet y se puso manos a la obra, concentrado en ese diminuto aparato con un gran poder. Yo no solté la mano de ella y le sonreía de vez en cuando, cuando ella buscaba mis ojos.

—¿Qué pasó con ella?

—Estará bien, no hay escapatoria.

Asintió.

—Si no salgo viva...

—No digas eso, porque dudo que yo salga vivo de aquí. No pienso dejarte si esa bomba explota. —le advertí severo.

—Tienes que volver con tu hijo.

—Lo sé y lo voy a ver luego de esto. —aseguré sin ponerme nervioso.

Ella suspiró acongojada.

—Izan, solo dímelo. Pero sé honesto, yo respetaré tu decisión. ¿Soy yo, o es ella?

Miré a Aidan y supe que él ni siquiera estaba prestando atención a esto. Su prioridad era esa bomba y sabia que lo iba a lograr. La observé de vuelta y le sonreí, besando su mano que sostenía y la apoyé en mi pecho.

Siempre tú, mi amor. Tengo mucho que decirte, pero te prometo que en cuanto salgamos de aquí y estén a salvo, hablaremos, ¿bien?

—De acuerdo. —sonrió entre su llanto.

El conteo de los números nos hizo alarmar, Aidan desde el piso nos miró aterrado y tragó grueso.

—Me da mucho gusto que hayan arreglado las cosas, pero lamentablemente seguirán esta conversación con San Pedro y lo peor...

—¡¿Qué puede ser peor que esto, Aidan?! — le grité verdaderamente asustado.

—¡Pues creo que moriré con ustedes y tendré que oír su reconciliación por toda la eternidad! —exclamó fuera de sí, antes de que un fuerte estallido nos volara contra el muro y perdiéramos la conciencia... y posiblemente también la vida.

♥︎♥︎♥︎

Lo sé, lo sé. Prometí que haría todo lo posible por terminar el capítulo. Pero preferí posponerlo para poder darles todos los capítulos y así puedan leer sin tener que esperar por más.

Así que sí, el libro ya esta completo y pueden disfrutar los siguientes capítulos sin esperar más.

Las amo  con cariño: Ana.🥰💐❤

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