43: ♡¿Y si digo que no?♡
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Capítulo narrado por Isla, Izan y Kennedy:
—¿Está todo bien entre ustedes dos? —preguntó Eric, en cuanto Isla se fue.
Resoplé y no sé porque, pero decidí hablar con él de mi vida privada.
—Ella dice que yo estoy enamorado de Kennedy.
Eric arrugó el entrecejo.
—¿La periodista? —preguntó sorprendido.
Gruñí.
—Sí, pero no es así. Yo la amo a ella, pero está tan loca con esa absurda idea que me estresa.
El colombiano suspiró y finalmente se sentó en una de las sillas incómodas que ofrecía el hospital. Palmeó la silla a su lado y a regañadientes me senté.
—Bueno, pues yo creo que ojo de loca no se equivoca.
—No me ayudes. —bramé con la mandíbula tensa.
Eric suspiró.
—¿Pues qué te digo? Isla siempre ha tenido buen ojo para lo que sucede a su alrededor. Tal vez tú no lo ves, pero ella notó que algo aquí no cuadra.
—¿De qué hablas, pendejo?
—Oye, sin insultar que soy el padre de tu sobrino. —se defendió.
Rodé los ojos y miré el cartel que estaba pegado en la pared frente a mí, sobre lo importante que es la lactancia materna.
—Es que de verdad, yo amo a Isla.
—Pero también a esa mujer.
—No.
—Tal vez no, tal vez sí, piensa un poco hombre, no creo que se te chamusque el cerebro por pensar tantito. —hizo un ademán con los dedos.
Bien, vamos a ver, tenia que abrirme y sopesar por todo lo que hemos pasado los tres. Claro que Keny me enseñó muchas cosas que con Isla no pase, pero eso no quiere decir que yo la amará. Pero aun así este idiota tenia razón, tal vez sí había una posibilidad de que yo estuviera enamorado tanto de Isla, como de Kennedy. El problema era que yo no me sentía así, o tal vez sí, pero me aterraba admitirlo. Aunque estaba seguro de que no estaba pasando porque yo sabía lo que quería, y lo que yo quería era...
Mierda.
Miré a Eric y este solo se encogió de hombros.
—Ya lo sabes ¿no?
—Esto no puede estar pasando. —dije molesto conmigo mismo, eché la cabeza hacía atrás y me ocasioné un golpe en la cabeza contra la pared, el cual ignoré.
—Sí, fue lo que yo pensé cuando Cata lo eligió por encima de mí —sonrió con inocencia ante la mirada fulminante que le dediqué —. Pero tampoco es para tanto, ya la superé y ahora soy feliz con la familia que formé. —añadió rápidamente.
—No sé que voy a hacer. —susurré agobiado.
—Solo no escapes, eso es de cobardes y yo no te tengo por eso.
Suspiré profundamente.
—¿Tú que harías en mi lugar? —le pregunté en busca de un buen consejo.
—Escapar. —sonrió, mostrando la hilera de sus dientes.
Bufé malhumorado.
—Acabas de decir que eso es de cobardes.
—Pero tú no lo eres, yo sí, porque yo no me veo amando a dos mujeres al mismo tiempo y teniendo que elegir a una sola por el bien de mi mente.
—Pero aún así, amo más a Isla.
Sonrió de lado.
—Ya lo has deducido, también estás enamorado de esa mujer y ahora lo sabes. Pero aún te falta el como, el por qué y el cuándo.
¿Como me enamoré de ella?
¿Por qué dejé que sucediera?
¿Y cuándo pasó?
Froté mi rostro con frustración y maldije en voz alta, llamando la atención de unas enfermeras. Eric les pidió disculpas y me pidió que me calmara antes de que me echaran de aquí.
—No quiero perder a Isla.
—Te entiendo perfectamente, hombre. Yo también estuve enamorado de ella y fue aterrador perderla, aunque en mi caso nunca la tuve y nunca la perdí —sacudió la cabeza y me miró con una disculpa —. En fin. Ahora sé que su felicidad no dependía de mí. Ella aún te amaba y lo sigue haciendo, pero también sé que si te decides por esa otra mujer, Isla lo va a respetar.
Me quedé en silencio pensando en todo lo que pasé con Kennedy, claro, no se comparaba con toda la vida que llevaba con Isla, pero aún así había algo ahí, algo que me impedía desprenderme por completo de la periodista. Y sabia perfectamente que ya no era solo esa excusa de redención por lo cual la mantenía cerca de mí la mayor parte del tiempo, yo la quería cerca porque mi corazón así lo pedía. Yo amaba a Kennedy, pero al mismo tiempo también estaba enamorado de Isla; no había duda de eso.
—¿Qué hago? —le pregunté a mi cuñado y ex rival.
Él sonrió y tocó mi pecho de lado izquierdo con su índice.
—Pregúntale a tu corazón, él siempre sabrá la respuesta.
Me disculpé con él, me puse de pie y fui directamente a los baños, me eché un poco de agua en la cara y en la nuca y miré mi reflejo en el espejo. En mi visión, miré a Isla y a Kennedy detrás mío, una a cada lado de mis hombros. Ambas me sonreían y por ambas sentía el corazón acelerado. Sabía que esto era una mierda porque ninguna se merecía que las amara a las dos. Tenía que ser solo una y por lo que Eric me dijo, mi corazón era quien decidiría.
—Amo a Isla.
—Pero también está Kennedy de por medio. —me dijo internamente el corazón.
—¿Sólo amas a una? —le pregunté con conflicto, mientras apretaba las manos en la loseta del lavamanos.
Quería saber la respuesta de a quien amábamos en realidad.
—Te complicas tanto la vida, pero en efecto, hay solo una mujer aquí dentro.
—Entonces si solo hay una, ¿por qué me siento así?
—Tú ya lo sabes, solo que te aterra admitirlo en voz alta porque no quieres romperle el corazón a la otra mujer. —respondió con una ligera aceleración en sus cuatro cámaras.
Mi sangre estaba bombeando mucho.
—Pero yo...
—Recuérdalo todo, así sea lo más insignificante, porque de tu memoria depende el camino a nuestra felicidad. —susurró antes de silenciarse.
Tenía que recordar, hacer memoria y saber cuando fue que mis sentimientos por Kennedy habían cambiado considerablemente. Siempre tuvimos buena química dentro y fuera del sexo, pero dudo que haya sido solo en el sexo. Tuvo que haber sido algo más, una conexión que pase desapercibida en su momento, tal vez una acción pequeña que haya tenido, cualquier cosa.
—¿Por qué mierda se te ocurrió dejarla entrar en donde solo Isla vivía? —le reclamé a mi corazón, pero esta vez ya no hubo respuesta.
Apreté los labios. Empecé a pensar y recordar momentos y detalles que no parecían importantes en ese entonces pero que en realidad sí lo eran. Con Isla pase por mucho, entre lo bueno, lo malo y lo inimaginable. Con Kennedy, con ella tuve varios deja vu, pero sin duda la mayoría fueron cosas únicas. Ahora que recuerdo, al igual que con Hope, que fue mi ángel y jamás le pude devolver el amor de la manera en que ella lo quería. Así mismo era con Kennedy, pero la diferencia era que si tuve sentimientos por ella.
Pero... joder, no, sí sé quien es cada una de ellas en mi vida. Y que significado representa ella en mi corazón. Reí como imbécil al saber que mi corazón tenia razón y me comporté como un ridículo adolescente cuando la respuesta siempre estuvo frente a mí.
—Ahí tienes la respuesta, ¿verdad qué no era tan difícil? —dijo mi corazón de vuelta, mostrándome la sonrisa inigualable de la mujer que era sin duda mi felicidad.
Claro que la amaba más que a nada en el mundo. Así que un poco más tranquilo, salí del baño, iría a buscarla y decirle que sí, estuve enamorado de ambas, pero que sin duda solo ella era mi todo. Iba tan sumergido en mi reciente descubrimiento sentimental, que no me percaté que mi madre e Ibaí estaban escoltados por un par de policías, hasta que me acerqué a ellos.
—¿Qué sucede? —pregunté en cuando los tuve cerca.
Mi madre me miró y lloró.
—Anahí ya dio a luz al niño. —dijo ella en medio del llanto.
Suspiré aliviado por el llanto que soltaba la mujer, y el que al parecer eran lágrimas de felicidad por la llegada de su segundo nieto.
—Felicidades. —palmeé el hombro de Eric, pero este solo bajó la cabeza al piso.
Mi sonrisa se borró.
—¿Qué es lo que no me están diciendo? —gruñí nervioso.
Ibaí me miró, luego a los policías y finalmente regresó sus ojos verdes a mí. Sin anestesia, dijo:
—Vladimir Volkova se ha llevado a Isla.
Con que eso era. Sabia que mi felicidad no podía durar ni cinco minutos. Mi teléfono sonó, me alejé un momento de la familia y de los oficiales y respondí la llamada.
—¿Qué mierda quieres? —le rugi tajante y con la preocupación impregnada en mi voz.
El italiano resopló y anunció:
●Kennedy se fue, su hermana dice que Vladimir Volkova se la llevó.
—¡Joder, también se llevó a Isla! ¡No dejaré que ese hijo de puta se salga con la suya y lastime a mi mujer, te veo en diez minutos en el motel de paso!
●¿Qué motel?
Gruñí por su incompetencia.
—¡El único motel que hay cerca del único hospital en la zona!
Colgué y sin decir nada más, salí del nosocomio sumido en una furia ingobernable.
Pateé la puerta y grité con todas mis fuerzas pero nadie vino ni siquiera para calmarme. Rendida y con la garganta desgarrada, pegué mi espalda a la puerta y me deslicé por ella hasta que mis nalgas tocaron el piso. Abracé mis piernas y seguí llorando, aunque esta vez en silencio.
—No quiero morir, antes no me importaba pero ahora sí. Iván me necesita. —lloré con el dolor en el corazón, porque había una gran probabilidad de que mi hijo se quedara huérfano.
No sé cuanto tiempo pasó, solo sé que un empujón brusco me mandó de frente al piso.
—¡Auch! —me quejé por el golpe, ya que me había quedado dormida pegada a la puerta.
—Creí que se había escapado y que había trabado la puerta con algo. —dijo el hombre de imponente postura.
Resoplé y me puse de pie, un poco mareada por el trancazo.
—Me quedé dormida sobre la puerta. —me sobé la frente.
—Es lo que veo. En cinco minutos le traerán de comer, así que mantengase al margen si no quiere que la lastime de nuevo.
Cerró la puerta y se fue. Me senté en la cama y estaba apunto de echarme a llorar otra vez, pero alguien me llamaba.
—Tsss, Isla, por aquí.
Miré por donde oía la voz y vi unos dedos salir de una rendija.
—¿Kennedy?
—Sí, soy yo, acércate. —pidió con un susurró. Miré la ventila, acaté la orden y con la ayuda del banco, me subí y pude ver a Kennedy al otro lado.
—¿Cómo estás? —le pregunté preocupada.
—Estoy bien, te sacare de aquí, dame tiempo, te prometo que no dejaré que nada te pase. —prometió mientras colaba otra vez sus largos dedos por los orificios de la rendija.
Acerqué los míos y nos tocamos suavemente. Sonreímos a la par. Pero luego un recuerdo del pasado me atacó.
—Izan prometió que no dejaría que ellos me lastimaran y aunque él haya querido defenderme, no pudo contra la fuerza de esos monstruos. ¿Qué te hace pensar que tú lo conseguirás? —le pregunté con incertidumbre y una agonía ante el fresco recuerdo de mi infierno.
—Yo. Porque Izan no tenía lo que yo tengo. —dijo confiable.
—¿Qué cosa? —arrugué la frente.
—Belleza femenina, un buen culo y un coño lampiño para follar. —me guiñó y yo estaba que me moría de los nervios.
Abrí los ojos.
—Pero...
—Tú también eres hermosa, Isla —guiñó —. No les demuestres tu miedo, ellos lo huelen y de eso se alimentan. Usa tu don, y seducelos.
—No quiero que me toquen. —lloré y mi labio inferior tembló.
—Shhh, tranquila. No lo harán, confía en mí, vamos a salir de esta, pero acata sus ordenes sin chistar.
—¿Y si digo que no?
—Nunca les digas no, porque te ira peor, confía en mí, te liberaré.
Le pedí a Isla que se tranquilizara y que se portara bien, ya que si ellos la veían así, la usarían para lastimar a Izan. Bajé del buró y limpié las huellas de mis zapatos sobre la pulcra y cara madera. Cuando uno de los hombres de Vladimir vino por mí, yo ya estaba más que lista. Me llevaron a sus aposentos y cuando quedamos solos, el rubio sonrió orgulloso al verme usando el vestido que mandó para que usara.
—Te ves, preciosa. —me halagó.
Rodé los ojos ante su cumplido.
—Ve al grano ¿a quién quieres que me coja para que dejes ir a Isla?
Vladimir enarcó una de sus perfectas cejas y se echó a reír. Pese a todo esto, su risa ronca y varonil, aún provocaba un cosquilleo inquietante en mí.
—No seas ridícula —negó aún divertido, mientras yo lo fulminaba con la mirada —, conmigo no tienes que fingir que la bella Isla te cae bien o que siquiera te importa, porque ambos sabemos que no es así. Te quieres quedar con Izan y si ella se va de aquí, es como si renunciaras al amor de ese macho cabrio. Así que sé honesta conmigo, Keny, ¿a dónde quieres que mandemos el cuerpo de Isla?
—Púdrete, Vladimir.
—Como quieras —se encogió de hombros, se acercó a su cantina y se sirvió un trago —. Sí, quiero que esta noche te cojas a alguien —bebió del licor —, pero no por eso dejaré ir a esa mujer.
—Eres un bastardo, hijo de... —iba sobre de él, pero me detuvo de los hombros, impidiendo que lo golpease.
—Cálmate, fiera. Enfrentándote a mí no solucionaras nada. Además, solo tienes que hacerle una mamada al ex gobernador de San Petersburgo y serás libre como gacela para que corras feliz con la manada. —acarició mi mejilla, pero le di un manotazo y él bufó.
—¿En dónde está ese asqueroso? —le pregunté por ese viejo enfermo.
Vladimir sonrió socarrón.
—Esa es mi chica. Si mal no recuerdo y por lo que me dijo mi primo, te gustan los trios, así que te daré lo que te gusta. Y no, no me lo agradezcas, solo con que me montes y cabalgues en mi verga, con eso es más que suficiente.
—Te odio.
Sonrió con orgullo ante el repudio que le mostré.
—Lo sé —dejó la copa y se acercó a la puerta, la abrió y señaló hacia afuera —. Es tarde y el invitado nos espera.
Sin decirle nada, tomé valor y salí sin esperarlo. Solo oí su risa maliciosa y seguido sentí sus pasos detrás de mí.
Le tuve que mentir a mi madre y decirle que con quien hablé fue con Lane y que me vería con él. Pero es que simplemente no podía decirle que me vería con un mafioso italiano y que solo en él confiaría para esta operación suicida.
Estacioné el carro y bajé, iba a entrar a la recepción del motel, pero me detuve cuando mi teléfono sonó; era un número desconocido y podía intuir de quien era.
—¿Dónde las tienes? —bramé cabreado.
Oí su risa.
●Hola para ti también, campeón.
—No estoy de puto humor, ruso.
●Oh, perdone usted, princesito.
Gruñí ante su tono bromista, pues lo último que quería era bromear con este bastardo.
—Ve al grano.
●Tienes un pésimo gusto por las bromas, eh. Pero en fin, solo te llamo para decirte que tengo a tus mujeres, aunque por tu tono creo que ya lo sabías. Bueno, ya sabías que Keny era mi mujer y aun así la follaste. Pero descuida que no soy tan celoso y por suerte, ahora Isla está aquí, tal vez me divierta con ella de la forma en que tú y Kennedy se divertían a mis espaldas.
—Te juro por Dios que si la tocas...
●¿Qué me vas a hacer? ¿Me vas a matar? (rió malévolo) Por favor, si tú no matas ni una puta mosca, crees que me intimidas pero solo me das risa.
—Eso no pensó la puta loca de tu hermana, mientras la torturaba. Hubieras visto como lloraba y pedía misericordia.
Silencio, no hubo nada por unos largos segundos y ese fue mi turno de reír.
—¿Preocupado?
●¿Y tú lo estás? (contradijo) Yo creo que sí, al fin y al cabo, tengo ventaja porque yo tengo a las chicas y puedo hacer con ellas lo que me plazca.
Sentí un nudo en el estómago.
—No bromeo, si las tocas te mueres.
●No me puedes prohibir tocar a Kennedy, ella es mía y no porque te la hayas fallado pienses que tienes un puto derecho sobre ella.
—Ella me ama, me lo dijo antes de que te la llevaras, así que creo que es mía, tanto como Isla lo es. Así que te lo advierto, no las lastimes o te vas a arrepentir, porque ya no soy el mismo de antes y eso te lo aseguro.
●No te llamé para que me amenazaras, solo te llamo para darte una opción.
—¿Qué opción?
●De hecho es algo sumamente fácil, tú me traes a mi hermana en una pieza y yo, bueno. Te la pongo así, ¿Isla o Kennedy?
—¿Qué?
Bufó.
●¿Kennedy o Isla? Solo puedes salvar a una, la otra se quedara conmigo y créeme, no me importa si es Isla. Es bonita y muy sexy, creo que podré domarla.
—¡Perro asqueroso!
●Tienes hasta la noche, y si en ese lapso no te decides por una, me quedaré con ambas y esta propuesta jamás se repetirá. Pero eso sí, mi hermana vuelve con nosotros o te mandare pedazos de carne de Kennedy y de Isla ¿estamos?
—Escúchame bien, hijo de perra...
●Guauguau, el reloj corre, que tengas un buen día. Te llamo en la noche, poka.
"Adiós".
Colgó la llamada y me quedé viendo el teléfono, intentando regresarle la llamada sin éxito. Escuché un ruido y miré a Enzo mirándome desde la entrada al lobby del motel.
—Por tu cara veo que ya se comunicaron contigo. —salió del lobby y se acercó a mí.
—Dime que Eliana Volkova sigue viva y en una pieza.
Enzo dejó de reír y me miró como si fuese un extraterrestre.
—¿Te volviste loco? —preguntó de regreso.
—Si loco me define por una persona que intenta salvar a la mujer que ama, entonces sí, estoy demente. Ahora, respondeme, ¿Eliana sigue viva y con sus extremidades unidas?
El italiano rascó su nuca y sonrió ladeado.
—¡No me jodas! —grité.
—Oye, el plan era matarla y tú no dijiste nada cuando la viste torturada, así que no te hagas el inocente conmigo, porque eres tan culpable como yo.
—Solo dime que está viva.
—Lo está —apretó los labios y agregó —. Aunque no por mucho, pero puedo salvarla, hay un médico que conozco y él la puede unir a sus extremidades.
Desbaraté mi cabello y miré el sol en su punto más alto, gracias a los lentes oscuros que traía puestos.
—¿Cómo se llama? —le pregunté por ese médico que al parecer hacía milagros.
Él sonrió.
—Le dicen el doctor Frankenstein, ya sabes, por sanar lo que parece incurable.
Froté mi rostro y sin otra opción, accedí.
—Llámalo y dile que la deje como nueva.
—Como nueva no creo, pero si la salvará.
Lo fulminé y él solo rodó los ojos. Le di la espalda y abrí la puerta de mi coche.
—¿A dónde vas? —me preguntó.
—Necesito refuerzos para la misión Kamikaze que tengo en mente.
—Tengo a mis hombres. —ofreció con los brazos extendidos.
—Y yo tengo a los míos, te veo en la noche en tu casa y por favor, asegúrate que Eliana este muy sedada... y viva. —lo señalé antes de encender el coche e irme de ahí.
Tenia que hablar con Lane y Aidan sobre el plan, porque esta vez no seria una presa, era el atacante y confiaba en que todo saldría bien.
♥︎♥︎♥︎
Ayer ya no pude actualizar, pero aquí están los dos capítulos que les prometí.
Espero que les hayan gustado y no olviden votar y comentar.
Con amor infinito, Ana.🥰🙏🏼💐💃
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