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39:♡Beneficios♡

★★★

Salí con Kennedy del hospital y nos dirigimos al auto en el que estaba siendo escoltada por un hombre alto, bronceado y de ojos negros.

—Hola. —dijo él con su acento italiano y sonriéndome.

Miré a la pelinegra y ella asintió.

El italiano abrió la camioneta y me monté sin rodeos en ella, detrás de mí entró la periodista.

—¿A dónde iremos? —pregunté.

—No te preocupes, Isla, todo está bien. —me dijo ella, mientras se abrochaba el cinturón de seguridad.

La miré, imitando su acción y me abroché el cinturón. No me sentía amenazada y me relajé en el lugar, hasta que el italiano habló:

—Verás Isla, existen varios tipos de infiernos, y eso ya lo sabes —sonrió —, y está vez conocerás el mío.

—Espera...

—Tranquila, no es lo que piensas —Kennedy apoyó su mano sobre la mía y me sonrió genuina —. Confía en mí, pese a que Enzo sea un italiano que trabaja con mafiosos, él no es tan malo como crees.

—Gracias por el halago, principessa. —expresó el hombre, mientras encendía la camioneta blindada y avanzaba por la avenida.

Cuando llegamos al destino, bajamos de la camioneta con la ayuda de varios hombres que la rodearon y nos escoltaron a todos hacía adentro. Dos mucamas nos esperaban en el lobby y le sonrieron a Kennedy al reconocerla.

—Señorita, es un gusto volver a verla. —dijo la mujer mayor, genuina.

—Hola, también es un gusto verlas de nuevo y en circunstancias diferentes. —espetó la pelinegra con voz suave.

El tal Enzo carraspeó y al ver que logró llamar nuestra atención, dijo:

—Bueno, vayamos a lo que hemos venido.

Nos llevó por un largo pasillo que conectaba con uno más estrecho y corto, luego al final había una puerta metálica añejada. Lo vi sacar unas llaves y abrió la cerradura que crujió cuando desactivó el seguro, paso seguido quitó el candado y empujó la puerta con algo de dificultad, ya que al parecer la puerta de verdad era muy pesada.

—Adelante. —dijo él, sacudiendo el polvo de sus manos.

Kennedy fue la primera en ingresar, seguida de mí y luego Enzo. Las luces del lugar se encendieron y me quedé helada al ver la habitación con cosas al estilo de la Santa inquisición. Pero eso no fue todo, sino que los objetos de tortura estaban ocupados por cuerpos que a mi parecer, estaban ya muertos.

Sentí un soplido en mi oído derecho que me hizo erizar los vellos de la nuca, estaba por moverme pero las manos grandes de Enzo, me mantuvieron en el lugar.

—Aún están con vida, si es lo que te preocupa. —susurró él con maldad en su voz.

Kennedy me miró y sonrió de lado.

—Tranquila, Isla, todo está bien. Enzo tenía cuentas pendientes con ellas ¿cierto, Enzo?

El italiano me liberó y tomó dos pasos de distancia de mí. Lo escuché suspirar.

—Así es, pero al parecer estoy matando a dos pájaros de un tiro, ya que por lo que sé, Isla tiene una terrible historia con estas perras ¿o me equivoco?

Sin dejar de mirar los cuerpos inertes de esas infelices, dije:

—No te equivocas, pero yo no estoy buscando justicia por mano propia —me di la vuelta y lo encaré —. ¿Por qué no se las entregaron a la policía?

El hombre de imponente postura, resopló:

—Porque no iba a correr el riesgo de que a esos incompetentes se les escaparan. ¿No sabes que hay policías corruptos?

—De acuerdo, pero yo no seré cómplice en esta mierda.

—Izan estuvo de acuerdo. —dijo el italiano con chulería.

Miré a Kennedy y ella solo bajó la cabeza.

—Esto no los hace mejores que ellos, ¿si entienden eso?

—Yo jamás he dicho que soy una buena persona, Isla. Y por si te quedaba duda, déjame aclararte una cosa —se acercó a mí, pero no me moví de mi sitio. Se inclinó y dijo —: Soy malo, y acabaré con estas perras, contigo o sin ti, además también iré por Vladimir, ese hijo de perra no estará oculto por mucho tiempo —sonrió malicioso —. No cuando se entere de que su preciada hermanita, está en mis manos y vendrá corriendo para rescatarla, pero estaré preparado.

—La venganza no es buena, mata el alma y la envenena. —le dije aquel dicho que conocí una vez en una serie cómica mexicana.

Enzo rió largo y tendido, haciendo que sus anchos hombros se sacudieran por su estruendosa risa varonil.

—Dime que no pensabas ver dulces, risas y arcoiris, mientras Eliana empujaba a Lenka en un columpio y eran felices, ¿o sí?

—Eso seria mejor que todo esto. —apunté traumada.

Enzo rodó los ojos.

—No, esto sin duda es mejor que el arcoiris y el columpio. Las voy a desollar vivas, haré que se coman entre ellas como caníbales cuando su hambre sea feroz. Dejaré que la carroña las consuma hasta que solo queden sus huesos sin rastro de carne. Eso haré.

—¡Monstruo! —le grité con fuerza.

—Hipócrita. —contradijo él, con sorna

Kennedy por su parte me miró impasible, parecía que ella si estaba de acuerdo con su oscuro plan, y sólo movió un poco la cabeza a petición de que me calmara y no entrara más en conflicto con aquel demente. Me obligué a obedecerle, el italiano se dio la vuelta y se acercó a la pelinegra, la tomó de la mano y la sacó del lugar tortuoso.

Cerró la puerta, dejando el lugar como estaba y nos pidió volver al salón principal. Una vez ahí, nos invitó a tomar asiento y nos ofreció algo de beber, así que yo le decidí por una taza de café para calmar mis nervios. Luego de unos minutos eternos, estaba entrando en una desesperación notoria.

—Ya quiero irme, necesito volver al hospital, Izan ya pudo haber despertado y yo no estoy ahí. —mencioné repentinamente, logrando que los dos pares de ojos se posaran sobre mí.

El "anfitrión" suspiró y dejó su vaso se whisky sobre la mesita de la lámpara. Estaba sentado en el sofá de cuero negro individual, así que se inclinó hacia enfrente y entrelazó sus dedos largos sin dejar de mirarme:

—Escucha... —sus palabras fueron interrumpidas por una llamada entrante a mi teléfono, cuando lo saqué y miré el nombre de la persona que llamaba en el registro, el corazón se me aceleró.

●Indiana.

Escuché un suspiro varonil.

—No, nena. Soy Izan.

●Izan.

Pronuncié su nombre con inquietud, logrando que Kennedy se enderezara y me observara desde su lugar, al escucharme pronunciar el nombre del hombre que queríamos.

—¿Estás bien? —me preguntó preocupado.

Cogí aire.

●No, ¿por qué están haciendo esto?

—¿El qué?

●Enzo dice que tú estuviste de acuerdo con que torturaran a Eliana y a Lenka. ¿Sabes las cosas terribles que acabo de ver?

Maldijo entre dientes, mientras mi mirada estaba posada en la del italiano que me sonreía con diversión ante aquella acusación.

—Amor, necesitamos saber en donde están Thiago y sus cómplices, estoy seguro de que ellas los están ocultando y solo fingieron con lo de el dedo mutilado para...

No podía creer lo que estaba diciendo.

●No, no están fingiendo, ven por mí y hablaremos.

Kennedy bebió todo su trago y se llevó el puño cerca de su boca.

—Iré por ti, ¿donde estás? —preguntó con voz grave.

Tapé la bocina del teléfono y pregunté:

—¿Cuál es la dirección de este lugar?

Kennedy se puso de pie como resorte y se acercó a mí, me pidió el teléfono y yo como toda una mujer "sin celos", se lo tendí y ella habló con él. Además, así comprobaría una duda que me carcomía.

●Estamos en la mansión de Enzo, en Beacon Hill.

De acuerdo, ese tono que uso para hablar con Izan, no fue para nada amable como creí que sería la voz de una mujer enamorada. Vi como su rostro se distorciono un poco, tal vez por algo que dijo Izan y a ella no le gustó.

●No te debo explicaciones, apresúrate porque Isla está mal.

Espetó ella con recelo, haciéndome dudar sobre aquello que le habrá dicho Izan para cabrearla. Y obviamente le preguntó algo personal, porque ella respondió a la defensiva y colgó tajante.

—Viene en camino. —me dijo con una pequeña sonrisa y me devolvió mi teléfono.

—Gracias.

—Bueno, pues hay que matar el tiempo —apuntó Enzo, poniéndose de pie —. ¿Quieren salir a la piscina?

—No. —respondimos Kennedy y yo al unísono.

—¡Vamos, chicas! sé que hay mucha tensión entre ustedes por ese hombre que vuelve locas a las mujeres, pero diviértanse un poco y dejen su rivalidad a un lado. —dijo el italiano, tomando la mano de Kennedy para ponerla de pie y besarla con un salvajismo que me hizo desviar la mirada.

En mi mirada periférica atrapé el momento en el que Kennedy lo empujó del pecho con todas sus fuerzas y lo escupió con coraje.

—¡No vuelvas a hacer eso, cabrón! —explotó ella con recelo.

Enzo por su parte se mantuvo impasible y sonriente. Llevó su mano derecha a su mejilla y con sus dedos, limpió la saliva que Kennedy le arrojó y se llevó los dedos a la boca, degustando el sabor de la baba de la mujer furibunda.

—¡Hmmm, deliciosa!

Gemí en voz baja por el asco que me causo su acción, y mejor me llevé la taza de café a la boca, no sé cuanto tiempo pasó y la verdad es que me había desconectado de todo en esta casa. No quería lidiar con este par. Sabia que Kennedy quería hablar conmigo, pero Enzo estaba pegado a ella como una sanguijuela. No supe cuanto tiempo pasó, hasta que la voz de Izan me hizo salir de mis cavilaciones.

Me puse de pie y corrí hacia él, quería besarlo pero Kennedy nos observaba atenta y con dolor, así que opté por ser considerada y solo aferrarme a él en un cálido abrazo que él correspondió. Enzo e Izan fueron a ver al par de mujeres que llevaban las de perder, mientras Kennedy y yo nos quedábamos solas en la sala de estar.

—¿Y bien? —le pregunté directamente en cuanto estuvimos solas.

Ella suspiró y bajó la cabeza a sus largas y tonificadas piernas, que lucía con esa falda. Estaba sentada junto a mí.

—Perdón. —susurró, pero la alcancé a oír bien.

—¿Qué? ¿Por qué? —la miré sin comprender, pero ella seguía sin darme la cara y jugaba con sus dedos.

—Sé que es tuyo, pero no puedo evitar amarlo y desearlo para mí —finalmente alzó la cabeza y me miró con los ojos acuosos —. Y pese a que hace unas horas ya habíamos hablado de esto, temo que me quedé con cosas que no te dije y es mejor ser directa y honesta contigo.

Suspiré y miré la taza de café, que yo sostenía en mis manos.

—No soy estúpida, Kennedy. Me doy cuenta de que él también siente algo por ti, pero no se atreve a decirlo por miedo a perderme y ahora también a su hijo.

Creo que por eso me eligió. Pensé en mis adentros.

—Sí, eso mismo pensé yo —limpió su lagrimal y suspiró con pesadumbre —. Creo que nos quiere a las dos y no sabe como admitirlo.

¡Maldición, ya no quería sentir dolor pero ahí estaba yo, con unas inmensas ganas de echarme a llorar!

—Esto es tan injusto. —me queje.

—Lo es. —concilió ella a mi lado.

Tomó mis manos y las apretó sin hacerme daño.

—Eres una buena mujer, Isla. Y en serio me duele hacerte sufrir con todo esto, pero si me quedaba callada, tarde o temprano iba a explotar y es mejor decirlo ahora que hay tiempo.

—¿Tiempo de qué?

—De confesarle a Izan mi amor por él, perdon por lo que te diré, pero quiero ser yo su final feliz. Quiero reconstruirlo y sé que puedo hacerlo, soy capaz y sé que no le soy indiferente. También sé que tú tienes más ventajas por tu hijo, eso te da más chance con él, pero no me rendiré tan fácilmente y daré mi mejor esfuerzo por conquistarlo. Cuando te abrazó, su mirada estaba puesta en mí y por un instante sentí que quería abrazarme así a mí.

Me liberé de su tacto y me puse de pie, manteniendo una distancia prudente. Yo también lo había notado y el que ella lo corroborara, me martillaba el corazón. La miré directamente a los ojos cuando hablé:

—Me dijiste que confiara en ti, y lo hice, pero creo que no fue una buena idea hacerte mi amiga para luego decirme todo esto. Pero descuida, que el error fue mío por creerte —suspiré sin alterarme —. Y bueno, ¿qué te digo? Si así lo quieres, hazlo. Esfuerzate sola, porque yo no voy a competir contigo, por él. Pese a esto no te veo como una rival, pero si estoy decepcionada. Ah, y jamás vuelvas a poner a mi hijo como mi beneficio para mantener a Izan a mi lado, porque yo nunca lo usaría a él para retener a su padre conmigo, ¿te quedó claro?

—Isla lo siento, no quise...

Levanté la mano para silenciarla.

—Ya dijiste suficiente y fuiste muy clara con lo que deseas obtener. Te deseo mucha suerte, Kennedy. No quería decirte esto, pero Izan me eligió sin titubear y me hizo el amor de una forma maravillosa, pero tal vez está vez cambie de opinión y te elija a ti —me encogí de hombrosy sonreí forzada —. Y si así sucede, aceptaré que eras tú y me haré a un lado para que sena felices, sin dramatismo. Lo juro.

Me miró con arrepentimiento en sus ojos grises, pero justo ahora no quería lidiar con ella y su faceta de hipocresía y arrepentimiento repetitivo.

—Isla...

—Dile que lo espero en el auto, y en dado caso de que en este momento se decida finalmente por ti, espero que Enzo me mande a uno de sus chóferes para llevarme al Bunker con mi hijo. —dicho eso, tomé mi bolso y salí de la mansión, sin mirar atrás.

—De verdad lo lamento. —dijo a mis espaldas.

—Créeme, no más que yo.

Cuando salí, me llene del vital oxígeno porque adentro me sentía ahogada, al sentirme un poco más tranquila, miré el auto de Izan aparcado enfrente y caminé hasta él. Para mi suerte tenía los seguros desactivados y pude entrar al asiento del copiloto sin mucho ánimo. Saqué mi teléfono del bolso y llamé a la única persona que me escucharía sin querer contarle a nadie lo que me estaba pasando.

●¡Lindura!

Me contestó al primer tono con entusiasmo, y fue como si hubiera estado esperando mi llamada.

—Izan está enamorado de otra mujer y le pesa admitirlo. —le dije sin rodeos, con el corazón acelerado y las lagrimas escociendo en mis ojos.

●Mierda, sufre de poliamor.

—Eso creo, te necesito, Ashley. Yo no puedo estar en una relación de tres, ven pronto.

●Lo sé, nena, voy para allá, lindura.

—Espera, nadie más lo sabe —miré hacia la puerta de la casa, esperando que él saliera y viniera a mí, pero no pasó. Suspiré —. Ni siquiera Lucy.

●No diré nada, lo juro, te avisare cuando llegue, le diré a Jared que me lleve.

Jared era su esposo.

—Gracias, Ash.

●Tonterias, no me lo agradezcas que para eso estamos, nena.

Colgué la llamada y me permití llorar en silencio, recordando en mi mente el momento en que Izan llegó a casa de Enzo, en como lo abracé y su mirada chocó con la de Kennedy mientras era a mí a la que tenia en sus brazos. Y más me dolía saber que no lo imagine, porque Kennedy también notó aquello.

Perdóname, pero si ves al amor de tu vida mirando a otra mujer con anhelo... te vas.
Y pese a que quiero hacerlo en este jodido momento, no puedo, eso seria infantil e inmaduro, además es mucho drama y dije que no seria así. Tomaré al toro por los cuernos y lo haré ver lo que realmente está pasando, y él se niega a aceptar.

—¡Izan!

Miré por el espejo retrovisor al escuchar el grito de Kennedy, y todo paso en cámara lenta. Él volteó a ella y ella corrió a él, se colgó de su cuello y lo besó con devoción, haciéndome testigo de como Izan le respondía el beso tan caluroso y del como él la tomó de la cintura para estabilizarla mientras se devoraban la boca.

No me di cuenta de que estaba llorando, hasta que las gotas saladas se colaron en mi boca y me hicieron dar cuenta de mi dolor.

—Bien, creo que aquí es donde salgo yo. —me dije a mi misma, limoiando mis lagrimas con la manga de mi suéter, mientras bajaba del auto y me echaba a caminar sin rumbo fijo y abrazada a mi cuerpo.

No era drama, simplemente como lo dije antes, no me iba a quedar sentada esperando a que se decidiera a por mí. E irónicamente estaba sentada, mirando como besaba con amor a una mujer que lo amaba tanto o incluso más que yo.

—¡Isla! —Izan gritó a lo lejos, pero no me detendría ante su llamado, no lo haría, yo me amaba y sabía que iba a salir de esta porque era una mujer fuerte que siempre lograba levantarse y seguir adelante, pese a las adversidades.

♥︎♥︎♥︎

Vaaaleee...!!!

Sé que me he tardado mucho con las actualizaciones, pero simplemente me había estado bloqueando con el libro, pero creo que ya estoy retomando el ritmo del escrito y me estoy poniendo al corriente con las actualizaciones.

Espero que el capitulo les guste y me lo hagan saber con sus comentarios y votos, saben que eso me ayudaría mucho.

Con mucho amor, Ana:🥰😘💃

Pdt: No dejen de leer, Dulce veneno. Porque ahí también ya estaré actualizando. 😉

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