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34:♡Conociendo al lobo♡

☆☆☆

Continuación del capítulo 31.

-Hola, chicas. Lamemto interrumpirlas, pero me temo que tienen que venir conmigo.

Ambas nos quedamos aterradas mirando al hombre de cabello rizado y ojos azules que nos miraba. No lo conocía, pero aún así percibí el nerviosismo en su voz y en sus movimientos, al demandar aquella petición.

Parecía ser novato.

Katherine levantó las manos en el aire y haciéndome un gesto con la cabeza, me levanté y me paré junto a mi hermana, imitando su misma acción de levantar las manos en el aire. El tipo pareció relajarse al vernos rendidas y dejó de apuntarnos con el arma que sostenía con titubeo.

-Ahora caminen hacía a mí sin hacer escándalo, cualquier movimiento en falso, les volaré los sesos sin dudarlo, ¿entendido?

-Entendido. -apuntamos al unísono.

La primera en caminar con pasos lentos fue Katherine, cuando se acercó al tipo, miré sorprendida como le enterró una jeringa en el cuello haciendo que cayera sobre su espalda contra el piso.

-Tranquila, solo la he dormido un rato, despertara en unas horas -volvió a apuntarme con el arma -. Es tu turno, acércate.

-¿Quién eres? -finalmente hablé, logrando que el hilo de mi voz sonara pastoso.

El tipo agitó el arma cuando habló.

-Tú la sacaste a la luz, ahora yo te entrego a la oscuridad. -dijo al tiempo en que corrió hacia a mí con una rapidez en la que apenas fuí consciente y a diferencia de mi hermana, yo no recibí un jeringazo, sino todo lo contrario.

Caí noqueada contra el piso, cuando el mango de la pistola chocó en mi cráneo y no supe nada más.

♤♤♤

Me llevé la mano derecha a la frente al sentir una punzada en la zona frontal y lentamente fui abriendo los ojos. Cuando finalmente desperté, descubrí que el techo con el foquillo en forma de mariposa y las ventanas con evidente protección, no eran ni remotamente de mi apartamento y mucho menos del apartamento de Leif.

Me incorporé con rapidez pero me sostuve del edredón de la cama al sentirme algo mareada. Miré la habitación desde mi posición y detalle el lugar con paredes grisáceas, que a pesar de su sofisticación y elegancia, la decoración industrial se caracterizaba en otras fuentes para componer su estética. Como por ejemplo la elección meticulosa en combinar muebles antiguos con los modernos en colores suaves.

En la esquina había un escritorio claramente de acero, en juego con una silla que parecía ser acogedora pese a ser del mismo frío material. Miré el librero al estilo rustico con unos cuantos libros sobre sus repisas y exhalé. Ese tipo que fue por nosotras al apartamento, sé quien lo pudo haber mandado.

-¡Vladimir! -grité con todas mis fuerzas, logrando que la puerta de roble blanco se abriera y de ella apareciera una hermosa mujer de cabello azabache y enormes ojos aceitunas.

-Benvenuta Signora. -expresó la chica, quien sostenía entre sus manos un hermoso vestido de seda en color burdeos.

"Bienvenida, señorita".

Ese idioma era... ¡Por Dios! ¿Qué podía ser peor que Vladimir me secuestrara?

Ajá. Que mi secuestrador fuera un italiano furioso por mi nota, una nota que despertó a los demonios de un pasado que aún hoy duelen sus secuelas.

-L'uomo vuole che tu pulisca e scenda a cena con lui.

"El señor quiere que se aseé y que baje a cenar con él".

Me aterré al saber mi ubicación y de la persona que me tenía en sus garras. Y si Vladimir no estaba equivocado, estaba en las manos de Alessandro... diablos, olvidé su apellido.

-Non parlo italiano. -dije a penas entendible, logrando que la chica suspirar y borrara la sonrisa que parecía forzada.

-Bueno, por suerte yo hablo un poco el inglés. -demandó con su acento italiano.

Asentí tocando mi frente por el dolor de cabeza que tenia, posiblemente la secuela del cachazo que recibí horas atrás por ese tipo al que ni siquiera conocía.

-¿Y mi hermana?

La mujer arrugó la frente.

-¿Qué hermana? Solo la trajeron a usted, señorita.

Me puse de pie y miré aterrada a la mucama.

-¡Por favor, dígame que ella está aquí! -imploré con evidente desasosiego.

-Lo lamento, señorita, pero cuando la trajeron, no venía nadie más con ustedes.

¿Ustedes? ¿Con quién habré llegado?

Me llevé las manos a la cabeza y tiré de mi cabello hecho un lío.

-Por favor, ayúdeme a saber su paradero, es una chica con cabello rubio que le llega arriba de los hombros, tiene ojos azules y bueno, es identifica a mí. Es mi melliza.

La chica me miró y luego sonrió.

-Oh, lo siento señorita, creí que le habían puesto una peluca para pasarla desapercibida y que nadie la reconociera -negó divertida mientras a mí me estaba dando un ataque de ansiedad -. Si, su hermana esta en la mansión, posiblemente Gia la esté ayudando.

-¿Quién es Gia? -pregunté impaciente.

-Es mi tía, el señor nos dejó trabajar juntas en su mansión en Milán.

-¿Estamos en Italia?

-No -sonrió -. Aunque el nombre de la mansión es Milán, el señor a veces puede ser un poco sentimental.

Suspiré acongojada.

-¿Puedo ver a mi hermana?

-Eso debe de preguntárselo al anfitrión. -hizo una pequeña reverencia y salió de la habitación.

Al ver que mi teléfono no estaba y que no había indicios de que en esta recámara hubiera un teléfono cerca, suspiré y acaté la orden del italiano. Treinta y cinco minutos después, ya estaba lista y esperé a que la puerta de la habitación se abriera para que yo saliera.

Cuando eso pasó, salí con los brazos cruzados y bajé a la siguiente planta. Miré la casa al estilo barroco, con cuadros de pinturas de Leonardo Da vincci y sillas en combinación con el decorado. Cuando llegamos al comedor, miré el candelabro que colgaba en el techo de una manera elegante. Y ahí, parado junto a la mesa y vestido con un traje de gala, estaba el italiano que seguramente iba a matarme.

-Benvenuta, ragazza mia.

"Bienvenida, mi niña".

-Lorenzzo Moretti. -siseé con el estómago revolviéndose en mi interior.

El aludido sonrió lobuno.

-Por favor, llámame Enzo. ¿Entiendes italiano, ragazza?

Apreté mis manos sin que él lo notara y negué.

-No. -miré el gran salón.

-¿Buscas algo? -preguntó con evidente diversión.

Resoplé y regresé mi vista a él.

-¿Dónde está mi hermana?

Enarcó la ceja sin dejar de sonreír.

-Tranquila, está a salvo si es lo que te preocupa.

Lo fusile con la mirada.

-No confío en ti, además, tu empleada me ha dicho que ella está aquí en la mansión. Quiero verla. -objeté mordaz.

Se frotó el mentón y avanzó hacia mí, y si lo que buscaba era que le temiera, pues no pasó porque no me inmuté y permanecí firme en mi lugar. Total, el infierno de estos demonios ya no me sorprendía, por que incluso sus llamas las conocía de memoria. Cuando se paró frente a mí, me tomó del mentón y susurró, rozando sus labios contra los míos:

-No dijiste lo mismo cuando te follé en ese club swinger -enarqué la ceja ante sus palabras y él sonrió -. Me refiero a que confiaste en mí cuando te follé en el pub. -se puso de pie, se acercó, tomó mi mentón y succionó mi labio, pese al cosquilleo que se anidó entre mis piernas, me mantuve imperturbable.

-Supéralo, ese día no estaba muy lucida.

Soltó una risotada ante mi evidente mentira y se alejó de mí.

-Anda, cena conmigo -alejó una de las sillas al estilo imperio con tapiz blanco y lo miré dubitativa. Suspiró -. Tu hermana está bien, no te preocupes, no la quería a ella y lo sabes.

Formé mis labios en una fina línea y suspiré, me acerqué a la silla que él sostenía para mí y me senté. Él por su parte, se sentó en la cabeza de la mesa y dio la orden para que nos sirvieran la cena. Debo admitir que pese al desasosiego que me embargaba como bomba molotov, me mantuve tranquila y aunque me cueste admitirlo, el silencio era cómodo incluso bajo el escrutinio de su oscura mirada.

Cuando terminamos de cenar, el italiano corrió su silla hacia a mí y tomó mi mano izquierda que reposaba sobre el pulcro mantel de su mesa. Intenté liberarme de su toque, pero él lo impidió.

-No sabes por cuanto tiempo te busqué, principessa. -besó mi mano, haciéndome sentir incómoda.

-¿Me dirás dónde está mi hermana?

Soltó mi mano y recostó su espalda en la silla.

-Está en tu apartamento, como te lo dije, no la quería a ella, sino a ti. Y descuida, está a salvo.

-¿Qué quieres de mí?

Alzó las cejas.

-Todo. Pero antes, necesito que me hagas un favor.

Arrugué la frente ante su petición.

-Sobre...

-Sé que tuviste tus momentos románicos con mi amigo Aless.

Me tensé ante la mención del nombre del degenerado que me ultrajó una y otra vez hasta que no dejó nada de mí.

-No, me vi forzada a sobrevivir y para ello me tuve que acostar en contra de mi voluntad con él. -escupí dolida.

Suspiró.

-¿Y por la culpa de quién pasó?

Mi mirada se tornó oscura y me sentí enervada.

-Así que eso es lo que buscas de mí. -decreté mientras bebía un trago de la copa del champán burbujeante.

Enzo se inclinó hacia enfrente y acunó mi rostro entre sus grandes palmas.

-No te imaginas todo lo que la familia Volkova me quitó. -escupió con frialdad, haciendo que su mirada marrón se hiciera oscura frente a mis ojos grises.

-¿Y yo qué culpa tengo?

-Ninguna, pero eres la mejor arma que tengo hasta ahora, porqué soy consciente del daño que también te hizo a ti.

-Lamento todo lo que Vladimir te haya hecho, en serio, pero no puedo ayudarte. Tú no sabes todas las atrocidades que me obligaba a hacer en nombre de un amor que no era más que una oscura obsesión.

Su mirada se suavizó ante mis palabras y dejando caer sus manos a su regazo, se puso de pie.

-Mi familia está en mi contra, tuve que fingir y me hice "amigo" del primo de Vladimir, para poder trabajarlos.

Recordé al ruso con el que por desgracia tuve intimidad en ese club y del cual estaba en compañía de este italiano.

-Pues úsalo a él.

-No puedo, ellos tienen una clase de código de honor, y es que la familia siempre va primero que todo.

Jugueteé con mis manos bajo el mantel de la mesa.

-Que bonito.

Frunció el ceño.

-¿Eso te parece bonito? -negó y yo apreté los labios.

-La familia siempre es lo primordial. -me defendí.

-Pero ellos son demonios disfrazados de personas. -contradijo enervado.

-¿Y qué... que propones?

Sonrió astuto ante mi pregunta y lo vi relajarse.

-Por lo que investigué y lo que me acabas de decir, Vladimir Volkova te diseñó para seducir. Eres hermosa, Kennedy y sé que fuiste su mejor creación, una de la que hasta ahora se siente orgulloso -no dije nada, permanecí callada y él continuó -. Es hora de que él pruebe un poco de su propia medicina. Necesito que seduzcas a Vladimir y cuando esté vulnerable y más loco de lo que está por ti, entraré yo.

Tragué grueso.

-¿Te refieres ha...?

-Exacto, mataré a ese hijo de perra y a toda su estirpe.

-Y yo seré el daño colateral, supongo.

-Haré lo posible por mantenerte a salvo. -se sentó de regreso frente a mí.

-¿Qué fue lo que te hizo? -pregunté con un hilo de voz.

-Esperaba que lo preguntaras.

Lo vi mirar a alguien tras mi hombro y asintió, unos pasos sutiles se nos acercaron y miré la mano que le tendió un marco. Cuando lo giró para que lo viera, fue que lo entendí:

En la foto aparecía él, junto a una chica de cabello corto y ojos verdes y ambos sonreían enamorados hacia la cámara.

-Ella era Corinna, era mi prometida. Me fui por un mes a Francia por cuestiones de trabajo, ya sabes. Y solo eso bastó para que en mi ausencia el hijo de puta seduciera a mi chica para sacarle información de mis trabajos. Pero sabía que Corinna no le diría nada, porque su amor y su lealtad por mí era más fuerte que la atracción él pudiera despertar. Así que como él no sabía perder -rió sin gracia -, la drogó con uno de sus extraños experimentos que fabrican y solo así le sacó la información que necesitaba -me miró y atrapé en sus ojos la ira -. Mi mujer no sobrevivió, al parecer no le supieron administrar la dosis de lo que sea que le hayan suministrado y simplemente su corazón dejó de latir. La encontré inconsciente en el porche de mi casa, pensé que estaba viva pero cuando me dijeron que no contaba con signos vitales...

Puso la foto sobre la mesa y apretó una medalla en forma de cuarzo que colgaba de su cuello y suspiró. Era increíble que estuviera conociendo al lobo.

-Lo lamento. -susurré y él apretó los ojos -. En serio, lo lamento.

Me miró con un tilde entristecido, pero rápido lo borró y su mirada cambió de un segundo a otro.

-Si lo lamentas de verdad, ayúdame.

-Tengo miedo. Vladimir puede ser hermoso por fuera, pero es horrendo por dentro. -memoricé con rencor.

Enzo tomó mi mano y tiró de ella, posó sus labios sobre los míos y pese a mi sorpresa, me besó con suavidad y yo le devolví el beso. "Como sufro".

-No te obligaré a nada que no quieras hacer -pasó su dedo por mi oreja izquierda -, pero lamento decirte que no podrás irte de aquí.

-¿Qué? -lo empujé del pecho y me puse de pie, alterada -. ¡Malditos mafiosos, hijos de perra! ¡todos ustedes son iguales, si no tienen lo que quieren lo obtienen a la mala! ¡No eres mejor que Vladimir!

Enzo suspiró y se puso de pie, se acercó a mí y me tomó de los brazos.

-Lo siento, Kennedy, pero por lo que mis informantes me han dicho, Vladimir Volkova tiene una especie de inclinación por ti.

-Se le llama obsesión. -brameé aún colerica.

-Ahora que lo dices, tienes razón, es un fetiche que viene de generaciones, no sé por qué los rusos siempre se obsesionan de gente que no apetecen por ellos. Son cazadores y siempre buscan una presa -se encogió de hombros -. Y bueno, como tú misma lo dijiste, su obsesión por ti y de no saber nada de tu paradero lo volverá más loco de lo que está y sé que eso también lo hará bajar la guardia y entonces atacaré

-Vaya, al parecer tienes todo fríamente calculado. -solté sarcástica.

-De algún modo tengo que ganar. -puntualizó.

-No será suficiente, Vladimir es fuerte y... sanguinario.

-Me ofendes, querida. Yo también puedo ser muy sanguinario cuando me lo propongo. ¿Quieres ver? -sonrió malicioso.

Acomodé el vestido azul y enderecé los hombros antes de declinar su aterradora oferta.

-No gracias, paso.

-Bien. Puedes pasear por la mansión si así lo prefieres. Tenemos una sala de cine, por si te apetece ir a ver una película, piscina, un kararoke con barra libre, Spa y una biblioteca.

-Vaya, que guay, eres un secuestrador muy amable y gentil que seguro piensa en la comodidad de sus víctimas, en el tiempo de la privación a su libertad. -ironice con los ojos entornados.

Sonrió.

-No estas secuestrada, Kennedy. Eres mi invitada, así que siéntete libre de pasear en estos muros de mi humilde morada.

Esta morada no tenia nada de humilde y el presumido lo sabia.

-¿Y por qué entonces si eres tan buen anfitrión, no me dejas ir?

-Ya te lo dije, te necesito.

Me crucé de brazos.

-A Vladimir no le intereso como crees, solo era su juguete en turno y nada más.

Enzo parecía relajado cuando habló de nuevo:

-Si así hubiera sido, no habría salido de su escondite al saber que yo te estaba cazando y no solo yo, sino Alessandro y Gabrielle. Tu cazador se arriesgó mucho solo para protegerte de nosotros, incluso te puso a sus "mejores hombres", a los que por cierto maté sin mucho esfuerzo.

Un vuelco al corazón, eso fue lo que sentí ante la confianza en sus palabras.

-Lo hizo porque me lo debía. -intenté no sonar afectada.

Enzo negó.

-No, lo hizo por que en su negro corazón hay una rayo de luz que desprende por ti, es como un tipo de iridiscencia, ya sabes, un arcoiris bajo sus capas de tormenta.

-¡Es un monstruo, como tú! -exclamé alucinada.

-Lo es, no lo voy a negar, pero tú sacas la humanidad que tiene entre toda esa mierda que lleva.

Apreté los labios.

-Y si te ayudo, ¿qué me garantiza que no me matarás y que me dejarás vivir en paz?

Ladeó la cabeza.

-Sé que soy el monstruo que dices, pero soy un hombre de palabra cuando le prometo algo a una mujer y te aseguro que luego de eliminar a Vladimir y a su bratva, tú seguirás tu vida como si nada. -estiró su mano -. Te lo prometo, principessa.

Un poco reacia, la tomé.

-Trato hecho jamás deshecho.

-Jamás. -besó mi mano de manera encantadora.

Toqué la puerta del apartamento de Jeremy, quien cuando la abrió, me miró sorprendido.

-¿Kennedy? ¡por Dios, todo mundo te está buscando! Pasa.

Ingresé cuando se hizo a un lado y miré el desorden de su apartamento.

-¿Ibas de salida? -señalé la mochila y su cámara que colgaba de su cuello.

-Te dije que todo mundo te está buscando, y yo voy incluido.

Ignoré eso último y fui directo al grano.

-¿Dónde está Katherine?

-Está con ese tal Rhett y el detective Lane. -me ofreció un vaso de agua y le agradecí.

-¿Tienes algo que decirme?

Arrugó el ceño.

-¿Cómo que me tenías muy preocupado? Porque diablos que si, no he dormido en días. -señaló sus grandes ojeras de noches de insomnio.

Puse el vaso sobre el mueble donde estaba una lámpara y lo miré molesta.

-Katherine me lo contó todo.

Suspiró, se quitó la mochila de la espalda, se sentó y apoyó su tobillo derecho sobre la rodilla izquierda. No parecía sorprendido.

-No voy a negar nada. Eramos jóvenes, Kennedy, no sabia lo que hacía. Pero cuando te conocí...

-¡No me salgas con esas mierdas de cliché barato!

-Tranquila, pequeña salvaje. -levantó las manos.

Rodé los ojos.

-¿Y bien? -insistí con impaciencia.

Jeremy suspiró, se puso de pie y se sentó a mi lado, tomó mis manos y las puso sobre su pecho. Lo miré anonadada.

-Cuando te conocí me di cuenta del error que estaba cometiendo. Intenté disculparme con tu hermana, pero jamás aceptó mis disculpas y siempre me amenazó para que me alejará de ti. Obviamente no lo hice, porque sabia que eras tú -coló su mano bajo mi manto de pelo azabache y se inclinó -. Te amo, Kennedy, contigo todo es diferente.

Me aparté de él cuando intentó besarme. No quería sentirme así, porque no dudaba de que él estuviera enamorado de mí, porque yo también me sentí un tiempo así por él. Pero ahora tengo un lío llamado Izan, en el corazón, y el regreso de Vladimir a mi vida tampoco fue de ayuda, porque mi cuerpo vibró por él cuando lo tuve cerca y lo reconoció.

Me puse de pie y miré a Jeremy con pena, él en cambio bajó la cabeza y suspiró.

-Lo lamento, Jim. Me tengo que ir, me alegra saber que hayas borrado ese video y el que estés arrepentido me tranquiliza, porque sabia que no eras un chico malo.

No respondió, me incliné y besé su coronilla y salí de su apartamento.

♧♧♧

Me acerqué a mi cubículo y encendí la computadora, tecleé mi contraseña y comencé a redactar mi última nota antes de entrar a las fauces del lobo. Esta era mi última carta y necesitaba cambiar algunos fragmentos antes de su publicación que sería la siguiente semana. Cuando lo terminé, sonreí astuta y apagué el monitor. Tomé mis cosas y las eché dentro de la caja que llevaba, tomé mi bolso y caminé despidiéndome de mis compañeros.

Cuando llegué a la oficina, toqué la puerta y Hanna me dio acceso. Ingresé y ella me miró desde su escritorio, se quitó las gafas y dejó de firmar algunos documentos esparcidos por la madera.

-Kennedy, creí que te tomarías más días. He recibido tus notas y las hemos estado publicando en los periódicos. Oh, y la policía te está buscando, dijeron que habías desaparecido.

-Lo sé, Hanna. No te preocupes, todo está en orden, pero...

-¿Vas a renunciar, no?

Asentí, sin soltar la caja con mis cosas.

-Lo lamento. -me disculpe sincera.

-Tenia que saberlo, lo bueno dura poco. Pero te entiendo, al sacar esa nota te pusiste en peligro y sé por todo lo que has pasado. Solo te diré que te tomes un tiempo, el trabajo sigue siendo tuyo y cuando estés lista puedes volver.

Sonreí de lado.

-Gracias, Hanna.

La puerta se abrió y una Jess distraída apareció, escribiendo algo en la tableta.

-Hanna, necesito que... ¿Kennedy?

Sonreí cuando alzó la cabeza y me miró.

-Hola, Jess.

-¡Madre mía, que bueno que volviste! -me estrechó entre sus delgados brazos -.Llamaré a los oficiales.

Me deje querer por la única amiga que hice en esta empresa periodística. Además de Hanna, claro.

-No lo hagas, yo hablaré con ellos. Y bueno, de hecho también vine a despedirme, y a corregir mi última nota. Ya la mandé y espero que la publiquen en los próximos días.

-Cuenta con ello. -cotilló Hanna.

-¿Cómo que te vas? ¿Por qué? -curoseó Jess, mirándome incrédula y guardando su celular en el bolsillo de su blazer rosa.

-Es por cuestiones familiares. -mentí.

-Pero el trabajo sigue siendo suyo, así que no te preocupes, Jess, Kennedy volverá el día que ella quiera. -me guiñó la jefa.

Salí del Red Time con un nudo en la garganta. Cuando llegué a mi antiguo apartamento, me encontré a Izan sentado en mi sala, mientras se fumaba un cigarro.

-¡Me asustaste! -grité tocando mi pecho.

Me miró impasible.

-¿Dónde estabas?

Deje la caja sobre la mesa de ingreso y sacudí mis manos.

-Fui a... despejar la mente.

Alzó una ceja.

-¿Y para eso necesitaste dos días?

-¿Qué te digo? Soy una mujer insegura. -sonreí divertida.

-No, eres todo menos insegura, así que empieza a hablar Kennedy. -demandó con gelidez.

Giré sobre mis talones, caminé al percho y tomé un bolso al azar.

-No puedo, tengo que irme.

Izan me alcanzó y cogió mi brazo.

-No, no te irás.

Lo fulminé.

-Suéltame, supe que encontraste a Isla, así que ve con ella. Yo tengo cosas importantes que hacer.

-Detente. -me sacudió cuando intenté zafarme.

-Basta, Izan.

-Te necesito.

Lo miré sorprendida, pero me repuse y siendo más cuidadosa, me liberé de su agarre.

-Lo siento, pero Vladimir también me necesita y tengo que ir con él.

-¿Qué? -ahora tomó mi mano.

Lo obligué a soltarme y acomodé mi chaqueta. Miré el cuadro de Mona Lisa que colgaba en mi sala y me armé de valor, mientras lo descolgaba.

-Es complicado, pero en serio te deseo todo lo mejor del mundo con Isla, ambos se lo merecen. -bajé el cuadro y le sonreí de lado.

-Tiene que haber otra forma, Vladimir tiene a Isla y me pidió que ha cambio de devolverla, tú tenías que irte con él.

Oh, así que ha esto se refería cuando me dijo que me necesitaba. Y yo toda alocada pensado cosas falsas. Sacudí la cabeza y me reñí internamente por sentir cosas por un hombre que nunca me prometió amor eterno más allá del buen sexo que tuvimos.

-Sé como manejarlo, tú solo preocúpate por Isla. -suspiré y abrí la puerta.

-Eso es lo malo, que tú también me preocupas y no podré estar bien a sabiendas de que tú estas con el hombre que te hizo daño.

Cerré los ojos y apoyé mi mano en el pecho, él no me veía, porque estaba parado a mis espaldas.

-Confía en mí, la traeré de vuelta.

Tomó mi mano y me hizo girar a verlo.

-No te irás, estamos trabajando para traerla de vuelta y tú no te pondrás en riesgo. No me compliques más el trabajo, por favor. -acarició mi mejilla y eso me confundió, así que me aparté como si quemara y me dirigí a mi cocina.

-¿Quieres un café? -le ofrecí con el corazón acelerado, mientras lo escuchaba cerrar la puerta, que se nos había olvidado.

-Claro, llamaré a Dixon para que custodie el edificio.

No respondí, seguí en mi labor de preparar el brebaje y sin que el se diera cuenta, le eché quince gotas de clonazepam para dormir. Lo moví con la cuchara y se lo ofrecí con amabilidad, cuando nuestros dedos rozaron, una extraña energía me embargó y las aparté rápido. Bebí la taza de café, Izan me miraba mientras bebía el líquido, le sonreía de vez en cuando, hasta que veinte minutos después le hizo efecto.

-¿Qué diablos? -se llevó la mano a la cabeza y frunció el ceño al mirarme -. ¿Qué me hiciste, Kennedy?

-Shhh, tranquilo, tuve que improvisar -lo llevé a mi habitación con un poco de dificultad y lo acosté en mi cama -. Son gotas para dormir, estarás bien en la mañana, te lo prometo.

-Te... buscaré... lo... juro... nena. -cerró sus ojos ámbar y cayó profundamente dormido.

Me incliné y lo besé en la boca castamente, acaricié su frente y aparté algunos mechones de su largo cabello.

-Te amo, Izan, por si no te vuelvo a ver, necesito confesartelo aunque tal vez no lo escuches más. Gracias por todo y perdón por lo que hice, pero también sé que si no hubiera publicado esa nota, nunca te hubiera conocido. Adiós, mi amor.

Me levanté, pero su mano cayosa me apretó, haciéndome sentir avergonzada por mis palabras que al pareces si escuchó.

-No te despidas, Hope ya lo hizo -dijo con voz débil, y sin abrir los ojos -. Y por si aún no lo sabes... te quiero también. Es imposible... no hacerlo, eres buena. -su agarre se aflojó, pero aún así no me soltó.

-Pero yo te amo. -susurré agobiada, frotando mi rostro con mi mano libre.

-Y yo... yo...

Lo miré con los ojos como platos, esperando a que dijera ese "Y yo también a ti", pero no pasó. Su mano cayó y entendí que esta vez ya se había dormido.

-Si eres para mí, el destino lo decidirá. Posiblemente te veré luego, mi amor.

Salí de mi apartamento con un regocijo extraño en el corazón, porque no sé, quise creer que había una milésima y casi inexistente probabilidad de que Izan también estuviera enamorado de mí. Y eso me lo hizo creer al no querer que yo me entregará con Vladimir para rescatar a Isla. Tal vez me estaba equipando, pero me aferré a esa probabilidad cuando aparecí tres horas después en la casa de Vladimir y al que por su puesto encontré dándole sexo oral a una mujer.

Bienvenida al infierno. Pensé cuando me miró y sonrió malicioso con su boca aperlada.

♥︎♥︎♥︎

Sé que tardé mucho en actualizar, pero estos días han sido caóticos. En fin, espero que disfruten de estos capítulos y no olviden votar y comentar.

Saben que las adoro y espero leer sus opiniones. 🙏🏼💐😘

Con cariño infinito, Ana.💃⚘🥰


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