33:♡El trato terminó♡
☆☆☆
Cuando cogí las valijas, miré a Ivan quien cerraba el apartamento con llave, le sonreí y cuando giramos para marcharnos, Isla ya no estaba.
—¿Mamá? —la buscó el castaño, mirando el pasillo vacío.
—Tal vez se adelantó al estacionamiento por el auto. —susurró Itatí, no muy convencida de sus palabras.
—Bajaré por las escaleras, tú ve con ellos por el ascensor. Me avisas si la encuentran.—le pedí al pelinegro, quien asintió y con la ayuda del castaño, tomaron las maletas y se dirigieron al ascensor.
Abrí la puerta que llevaba a las escaleras y comencé a bajar, no sin antes echar un vistazo a los pisos de arriba. Cuando bajé, al tercer piso, algo logró llamar mi atención, un teléfono satelital estaba tirado sobre el escalón. Me incliné y lo tomé, en él, un número desconocido estaba puesto para llamar. Esto me daba mala espina y pese al presentimiento de mala suerte que me acechaba desde hace una década, llamé a ese número claramente encriptado.
●Tebe potrebovalos' pyat' minut, chtoby ponyat', chto tvoyey zheny bol'she net.
"Tardaste cinco minutos en darte cuenta que tu mujer ya no estaba".
Apreté el teléfono con fuerza, hasta que este crujio.
—Vosem' chasov nazad ty skazal mne chto my zaklyuchili sdelku. —le recordé con los dientes apretados.
"Hace diez horas me dijiste que teníamos un trato".
Suspiró.
●YA eto skazal, no desyat' chasov nazad moyey devushki ne bylo, poetomu s gorem sdelka zavershilas'. I yesli vy khotite, chtoby prekrasnyy ostrov i dal'she ostavalsya v bezopasnosti, potoropites' i naydite yego.
"Lo dije, pero hace diez horas ellos no tenían a mi chica, asi que con la pena, el trato terminó. Y si quieres seguir teniendo a la hermosa Isla a salvo, apresúrate y encuéntrala".
—¿A chto menya uveryayet, chto s ney vse v poryadke i chto ona prinadlezhit imenno tebe? —espeté con un ligero temblor en las rodillas.
"¿Y qué me asegura que ella esté bien y que tú seas quien la tiene?"
Escuché la risa del ruso al otro lado del teléfono y luego pasó lo que ya temía.
●¿Izan?
La voz de Isla era temerosa, estaba aterrada y nuevamente la ira y la impotencia de no poder hacer nada para impedir algún daño, se encendía en mi interior como un infierno.
—Amor, te voy a encontrar, tranquila, todo estará bien. —le prometí con el corazón acelerado.
●Cuídalo...
Suplicó refiriéndose a nuestro hijo. Se escuchó movimiento y luego un suspiro propio de un varón.
●Tu mujer estará bien, pero no te prometo que seguirá así.
Habló en inglés y podía percibir la burla en sus palabras. La nariz se me afiló.
—¿Qué quieres? —inquirí gélido.
●Un trueque. Tú me entregas a Kennedy y a cambio yo te devolveré a la mártir de tu chica. ¿Qué dices?
—Se la llevaron hace unas horas, no sé dónde pueda estar. —escupí tirando de mi cabello por que no la buscaria tanto por él, en verdad la chica me preocupaba y tenia que encontrarla junto a su hermana.
Pero ahora estaba Isla, tres mujeres inocentes secuestradas por unos hijos de perra sanguinarios que sé que no les temblaría la mano para destruirlas.
Movimientos y voces tras el receptor de la llamada, se escuchaban con claridad al fondo.
●Eso ya lo sé, genio. Y como hoy haré mi buena obra del día y seré un hombre benevolente, te daré tiempo para que la encuentres y me la entregues a cambio de tu mujer.
Esta situación me ponía entre la espada y la pared, porque claro que quería recuperar a Isla más que a nada en el mundo, pero simplemente no podía rescatar a Kennedy de un monstruo, para entregársela a otro. Tenia que haber otro modo. Y si esta vez quería ganar, tenia que ser más inteligente que ellos.
—De acuerdo, pero quiero hablar con ella a diario y asegurarme de que está bien. —pedí renuente.
Chasqueó la lengua.
●De eso nada, yo no sé nada de mi chica, así que tú tampoco sabrás nada de la tuya, hay que ser parejos.
—Sé que Kennedy no es tu chica, ¿para qué la quieres?
●¡Eso no es de tu puta incumbencia!, tú solo entregámela, o te juro por Dios que le entregaré a tu mujer al diablo. Y algo me dice que ella estará muy feliz de ver a la hermosa Isla.. con su ojo bueno., claro.
Rió mordaz ante el nuevo aspecto físico de la rusa que destruyó mi vida.
—¡Necesito unos días! —grité al percibir que me iba a colgar.
Tomó aire.
●Tic toc, tic toc, tic toc. Tienes tres días y solo para que no digas, te daré una pista...
Se tomó unos segundos antes de decir:
●A los católicos les gusta colgar cuadros en representación de sus santos, en especial en la hora sagrada, ¿qué es...? Bueno, cuando la decifres sabrás por donde empezar. Poka, dvoyurodnyy brat.
"Adiós, primo".
La llamada finalizó, no sé como, pero cuando noté ya estaba en el lobby del edificio. Aidan, Itatí e Ivan, me esperaban impacientes. Itatí me miró y al hacerlo, se soltó a llorar, haciendo que su nieto y mi primo, me miraran.
Al parecer mi rostro no daba buena señales.
Ivan corrió hacia a mí.
—Ostias, ¿qué pasa, papá?
Me le quedé mirando y no pide negar que era mi hijo, por que el parecido que tenía con Ilian James (mi padre), e incluso el mismo color de ojos (verdes) era innegable. Era mi sangre y hoy más que nunca tenía que convertirme en lo que Isla era; un buen padre. Lo estreché entre mis brazos y el niño me devolvió el gesto.
—La vamos a recuperar —besé su coronilla y luego acune sus mejillas —. Yo te voy a mantener a salvo, Ivan y pase lo que pase, no dejaré que nada malo te suceda; no a ti, hijo.
El chico sonrió, haciendo ese gesto que Ibaí hacia al sonreír.
—No te preocupes, papá, lo sé todo.
Arrugué el entrecejo.
—¿De qué hablas? —inquirí confuso.
Lo vi buscar algo en la mochila que llevaba colgada, cuando lo encontró, cerró el cierre y la volvió a colocar tras su espalda. Me tendió un cuadernillo y al abrirlo, descubrí que era el diario de Isla; pero no era cualquier diario. Miré al chico.
—¿Cómo lo encontraste?
Itatí se acercó y me quitó el cuadernillo de las manos, lo hojeó y luego miró entristecida a su nieto.
—No, hijo, tú no, mi amor. ¿Por qué lo leíste?
Aidan me miró sin comprender, le hice una seña con la cabeza y él asintió. Caminó al otro lado del lobby, fui tras él y me llevé las manos a la nuca.
—¿Me dirás que está pasando? ¿O sufrirás en silencio mientras te veo? —indagó algo aturdido.
—Isla escribió un diario.
El pelinegro arrugó la nariz.
—¿Y qué, tan malo es?
—Tiene el registro de todas las fechas de nuestro holocausto en aquel infernal sótano.
—Mierda.
—Ivan sabe de Lenka y de todo lo que la bratva nos hizo.
—¿Y supongo que tu hijo busca venganza?
Miré a Aidan y maldije en voz baja.
—No lo sé. Marcó con rojo las páginas más importantes de ese infierno, por así decirlo.
Aidan abrió sus ojos azules y luego observó a Ivan, quien tenía la cabeza baja al ser reñido por Itatí.
—Mi hijo quiere ser castigador de nuestros verdugos.
—¿En serio lo crees? Digo, míralo, es solo un niño y es tu hijo, primo.
Ivan asintió ligeramente con la cabeza, mientras que su abuela seguía sollozando a su lado.
—Isla mencionó algo como "no quiere perder tiempo de calidad contigo".
—¿Te refieres ha...?
—No, sé que no lo conozco pero puedo jurar que mi hijo no pudo hacer esas cosas.
—¿Y de quién más podrías dudar?
Lo miré con la mandíbula tensa y los puños apretados.
—Lane llegará pronto, necesito que ellos estén a salvo y luego, encontraré a Isla y a las gemelas Anderson —apoyé mi mano sobre el hombro del peligro y lo miré suplicante —. Te necesito, primo. Necesito al mejor hacker.
Sonrió lobuno.
—Pues aquí me tienes.
Las zapatillas de una mujer entrando al lobby, llamaron nuestra atención y finalmente miré a la castaña que ingresó con una gran sonrisa. Llevaba un vestido verde olivo que le quedaba arriba de las rodillas y tacones negros, mientras se quitaba las gafas de sol y acomodó su melena chocolate tras su espalda. Ya no había rastros de la niña de colitas y vestido infantil que conocí.
—¿Briana? —preguntó Itatí, mirándola sorprendida entre sus pestañas mojadas.
La nombrada sonrió, le hizo un gesto con la mano a Ivan.
—Hola, tía —ahora me miró a mí —. Príncipe, siempre es un gusto volver a verte.
—¿Qué está pasando? —preguntó la madre de Isla, al ver la confianza con la que la castaña joven me hablaba.
Como si fuésemos viejos amigos.
—Oh, nada, tía. Solo que yo ya había encontrado al padre biológico de Ivan, pero cuando le dije que alguien lo quería ver, él simplemente dijo que me llamaría, pero nunca me pidió algún número para contactarme. —sonrió sardónica.
—¿Dónde los tienes, Ivan? —le preguntó Itatí sin rodeos.
El nombrado alzó una de sus perfectas cejas y luego negó.
—¿De qué hablaís? —preguntó él.
Como lo dije, no lo conocía y por lo tanto no podía percibir si mentía o no. Pero al menos mi interior me decía que de verdad él era inocente y yo me aferraba a eso.
—¿Tú marcaste esas páginas?
—No, es lo que quería decirles, pero al parecer tú ya armaste tu peritaje y supongo que soy el principal sospechoso. —rió sin gracia.
Briana se acercó y lo abrazó.
—Tranquilo, primo, todo estará bien. —dijo la castaña consolándolo.
—¿Quién hizo esto, Ivan? —le preguntó Aidan, agitando el cuadernillo que le había quitado a Itatí para echarle un vistazo.
—Lo encontré hace tiempo, tal vez también lo encontró marcado.
—¿Quién lo tenía? —insistí.
—Entonces supongo que no lo hizo solo. —mencionó la joven, mirándome con sus ojos castaños y una sonrisa ladeada.
Me integré junto a Aidan y Lane al edificio del Red Time. Hablamos con la jefa de edición de Kennedy y también con Hanna, la jefa del periódico.
—No sabemos nada de ella desde el atentado, ha mandado sus trabajos en tiempo y forma por correo y hemos publicado sus trabajos pero hasta ahí. Y como bien lo saben, sus notas no son rojas, siguen saliendo en los periódicos matutinos, pero hasta ahora no tocó más el tema de la nota que le trajo no solo fama, sino también enemigos. —mencionó la mujer que llevaba las riendas del Red time.
Lane suspiró.
—¿Jeremy Lohan sigue trabajando aquí?
—Sí, él es el fotógrafo de Kennedy y me enteré no hace mucho que él fue quien tomó las fotos de la mujer de la nota. —mencionó Hanna.
Aidan carraspeó.
—Si me lo permite, me gustaría echarle un vistazo a la computadora de Kennedy. ¿Puedo?
Hanna miró a mi primo, quien le sonrió encantador y fue así como la sonrojada mujer accedió. Veinte minutos después, Aidan había conseguido vincular la computadora de Kennedy con su lap y en un parpadeo ya teníamos todo lo que ella había escritó y lo que había borrado. Así de bueno y eficiente era el pelinegro con la tecnología.
—¿Sabias que las gemelas habían estado internadas en Moscú? —farfulló Aidan, señalando la pantalla de su lap.
Lane y yo, nos inclinamos y leímos los chats que Kennedy tenia con su hermana, mientras esta última andaba de gira artística triunfando en Hollywood.
—No lo recuerdo. —admití y ambos me miraron —. ¿Qué?
—Creo que estabas muy ocupado inspeccionándole la entrepierna. —adjuntó el traidor del pelinegro.
Lo acribillé con los orbes.
Lane negó un poco divertido, y Aidan continuó tecleando y revisando su perfil del Facebook de Kennedy.
—¡Oh, mira, Anderson Erine le acaba de mandar mensaje! —canturreó el hacker.
—¿Qué dice? —pedí.
—¿Dónde estás? —leyó en voz alta Lane.
—Ponle que a salvo y pregúntale en donde está ella. —sugerí, caminando de un lado a otro.
Escuché como tecleaba con agilidad y pronto recibió respuesta.
—En tu apartamento. —leyó Aidan.
—Vamos para allá. —aclaró el agente, haciendo que Aiden guardara sus cosas y saliéramos con dirección al apartamento desolado de Kennedy.
♧♧♧
Media hora más tarde, nos encontrábamos a fuera del portón para ingresar al edificio de Kennedy. Por suerte, un vecino salió con su perro y como Lane le mostró su placa y le aseguró que era policía de los buenos, el hombre lo dejó ingresar con nosotros detrás de él. Llamamos a la puerta de Kennedy y en un santiamén, Katherine estaba parada frente a nosotros luciendo demacrada y con evidente cansancio.
Cuando nos miró, sus ojos azules casi se le salieron de órbita.
—¿Qué quieren? —dijo con apatía.
Lane resopló e ingresó al apartamento, luego Aidan y por último yo, cerrando tras mi espalda. La mujer frente a nosotros se puso pálida y la vi tragar con pesadez.
—Oye, cálmate. Él es policía —le señalé al gigantesco Lane, quien asintió levemente antes de mostrar su placa —, este es mi primo quien sabe informática y yo...
—Te conozco, eras el guardaespaldas de mi hermana, quien nos dio posada en su apartamento y el tipo que me rechazó. Pero que sepas que no tenia planeado follarte, solo quería ver si eras tan hijo de puta como para tirarte a la gota de agua de la mujer que te estabas follando —decretó, logrando que Lane negara ante la clara evidencia de mi falta de compromiso. Rodé los ojos, porque podía jurar que en su retorcida mente, él ya sabia lo que pasaría entre la periodista y yo —. Pero veo que eres un buen tipo, entre comillas. Oh y lamento lo de tu puerta.
Suspiré a sabiendas que eso me importaba lo que me importaba el ojo inexistente de Lenka, osea, nada.
—No importa, estamos aquí porque quiero saber a donde está tu hermana. ¿Quién voló la puerta de mi apartamento? —inquirí tajante.
—No lo conozco, pero era un hombre de unos treinta y cinco años, de aproximadamente uno ochenta de estatura, tenía complexión músculosa y aire timido. Era novato, oh y tenia unos redondos ojos azules y el cabello negro que pese a llevar gorra se le veía la patilla de su pelo azabache.
Lane miró a Aidan y el negó.
—Mis ojos no son azules, son grises. —le explicó mi primo al agente.
—Oh, no, él no es el tipo. —le sonrió coqueta a Aidan, quien este le guiñó un ojo en respuesta.
Bufé ante el momento fuera de lugar de su absurdo coqueteo y miré su apartamento.
—¿Nos puedes hablar del internado en Rusia? —le pidió Lane, logrando que la chica se tensara.
—No hay nada de que hablar, era un internado para señoritas y eramos educadas por monjas. —recordó ella, dejándose caer sobre uno de los sofás en color crema.
Aidan imitó su acción y también se sentó.
—Escucha, Katherine, si quieres que tu hermana aparezca completita y sin ningún rasguño, te aconsejo que hables de lo que sepas de su pasado, así sea la cosa más insignificante nos puede servir. —le rogué.
La rubia de pelo corto, suspiró, peinó su melena con sus dedos y tomó aire antes de hablar.
—¿Te refieres a que si conocimos ha alguien allá? —soltó cantarina.
—Ajá.
—Bueno, ahora que los mencionas, creo que si hubo alguien.
—Habla. —pedí cansino.
—Bueno, como lo dije, el internado era solo para mujeres adolescentes, cuando Kennedy y yo llegamos, mi padre les pidió a las monjas que no nos juntaran en la misma habitación, ya que según ellos, yo era la obeja negra —rió burlesca ante el recuerdo —. En fin, así lo hicieron y casi no tuve mucha interacción con mi hermana, aunque si teníamos esa conexión que solo los gemelos tenemos con el otro. Sabia que a Keny le pasaba algo, podía sentir esa sensación rara en el pecho propia de que algo le afectaba a ella. Y lo descubrí en las misas de los domingos, donde un grupo de cinco hombres, entre ellos un chico joven y rubio, llegaban a misa y el padre Tom, les dedicaba unas oraciones que nosotras decíamos al final de cada sesión —recordó, bajando los hombros —. Al principio, pensé que ella se sonrojaba porque a ella le gustaba Vladimir Volkova...
—Es primo de Lenka. —le avisé a Lane.
La chica suspiró y prosiguió:
—Hasta que una noche los vi —negó con una mueca ante el recuerdo de lo que sea que haya visto —. Él era un chico de dieciocho años, nosotras teníamos quince, y él se había aprovechado de la inocencia de mi hermana y la manipuló... con sexo.
Todos permanecimos en silencio y ella siguió contándonos, pero al llegar a un punto que ella no dijo, calló.
—Lo demás le toca a Kennedy decirlo, pero luego de eso, ella cambió.
—¿Nunca te dijo qué le pasó? —preguntó Aidan.
—No y tampoco pregunté, porque su dolor era el mío y sabía que fuera lo que fuera, eso le dolía y preferí fingir ignorancia. Fue así como yo pude ayudarla, y con el tiempo sanó... o al menos eso me hizo creer.
—No, no se sana, se aprende a vivir con el dolor, pero la herida sigue ahí. —siseé en recuerdo a mis experiencias.
Lane suspiró y se puso de pie.
—Tenemos que irnos, toma tus cosas rubia, vendrás con nosotros al Bunker.
Al llegar al Bunker, me reuní con Ivan, Briana e Itatí, y me sorprendí al ver también a mi madre.
—Me da gusto verte mejor. —besé su frente y mi madre suspiró con una pequeña sonrisa.
—Lo estoy, amor. Oye, ¿viste el parecido que Ivan tienen con...?
—Si, somos sus copias. —sonreí de lado, a sabiendas que hablaba de mi padre.
—¿Te enojaste cuándo lo supiste? —me preguntó dubitativa, mientras jugaba inconscientemente con el cierre de su suéter.
—No, admito que no lo esperaba, pero lo tomé con calma. Además, no podría enojarme nunca con ella, ella tuvo a nuestro hijo sola, y yo, yo estuve solo teniendo sexo desenfrenado con media ciudad y drogándome para no sentir nada. —hice un gesto y mi mamá acunó mi rostro y besó mis mejillas.
—Pero ahora que ya sabes que tienes una familia, espero que pongas los pies sobre la tierra. Sabes que tienes que tomar terapia y rehabilitarte, porque tu familia se merece la mejor versión de ti. —me aconsejó.
Tomé sus manos, besé el dorso y asentí.
—Lo voy a hacer, mamá, antes no tenia ganas, pero ahora las tengo y quiero ser un padre ejemplar para Ivan. Y tal vez, si el destino finalmente nos deja, seré un buen esposo para Isla.
—Lo serás, mi amor.
Dejé que mi madre que siguiera charlando con Ivan y me acerqué a Itatí, quien miraba un punto fijo.
—Te juro que la encontraré.
Itatí me miró y sonrió.
—Lo sé, Izan. Ella tenía tanto miedo de volver, pero lo hizo por ti y por Ivan. Los ama.
—Y yo a ella.
—Ibaí vendrá pronto, mis hijos también vienen, pero me da miedo, temo que les hagan daño. Pero aman a Isla y sé que es mejor que la familia esté reunida para apoyarnos en momentos difíciles.
—Eso siempre me gustó de ustedes, eran una familia unida.
—Y ustedes formaban parte de ella. —me recordó con una sonrisa cálida.
—¿Izan?
Volteé a ver a la dueña de esa voz que me ra bastante familiar. Y ahí, parada entre las literas, estaba la rubia.
—¿Hope?
Le sonrió a Itatí y luego me miró tímida.
—¿Podemos hablar?
—No te preocupes, pasaré un rato con mi amiga y nuestro nieto. —dijo la mujer, despidiéndose de Hope y caminando hacia Ivan y mi madre.
Miré a la rubia y le sonreí, mientras suspiraba.
—Me alegra que estés bien. —reconocí.
La mujer jugó con su pie, que lo movía con timidez y añadió:
—No podía irme, no luego de lo que vi.
—¿Qué viste, Hope?
Me miró y suspiró.
—Cuando bajé al sótano por mi auto, había un hombre que me pareció sospechoso, pero también algo familiar.
—Habla, mujer.
—Yo pase por mi antiguo apartamento, porque seria la última vez que lo vería, al menos por fuera. Y entonces lo vi... vi quien se llevó a las gemelas.
♥︎♥︎♥︎
¡Feliz dominguito!
Y perdón por la demora.🙈
Y weno...
Oh, si, aquí vamos.
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