22:♡Protección♡
☆☆☆
Lane entró a su oficina y cuando nos vio a Kennedy y a mí, enarcó la ceja y bajó la carpeta negra que traía en manos.
—Tardaste mucho, Harold. —susurré mientras mi mano sostenía mi sien derecha.
Kennedy por su parte, estaba sentada en el sofá negro, tenía la cabeza baja y su pierna derecha cruzada por encima de la otra. Harold la miró a ella y pude atrapar en su mirada como el enojo se le fue y solo suspiró.
Achiqué los ojos.
—Estaba trabajando en el caso de Nerea. —explicó mientras se encaminó al escritorio.
—¿Una nueva víctima? —cuestioné, recargando mi espalda sobre la silla azul.
Por la forma en que el rubio me observó, sospeché que tal vez y la regó o que sé yo, pero si se apresuró a negar con la cabeza y tomar un folder azul.
—Olvídalo, es una chica que tiene sus propios problemas. En fin —miró a Kennedy y volvió a acercarse a ella —. Acompáñame, señorita Anderson.
Kennedy salió de su entumecimiento mental y levantó la cabeza, al mirar a Harold su semblante cambió progresivamente.
—¿Usted?
—Así es, usted sabe que soy policía, no se sorprenda. —le respondió el rubio con tono calmo.
La pelinegra se puso de pie y luego se cruzó de brazos.
—Así que ya me conocía ¿no, detective?
Solté un resoplido y me acerqué a la pareja que se miraban como en duelo.
—Me importa un pepino como se conocieron, ahora lo que quiero es que tú Kennedy, vayas con el detective Lane para que tomen tu declaración y así se te pueda dar la protección correspondiente.
La nombrada destensó sus hombros y lentamente y muy a su pesar, bajó la guardia y asintió. Lane le señaló la puerta para que ella avanzara primero y luego salió él y detrás yo. Casi una hora estuvimos esperando a que la periodista rindiera su declaración de los hechos con respecto a su atentado.
Y fue así como Lane le habló de mí al fiscal y este no muy convencido, me dio la oportunidad de cuidar de Kennedy, bajo un juramento estricto que me prohibía socializar con la víctima y sólo seria en base a lo profesional. Eso si, sólo mientras se daba con el paradero de los implicados del atentado (los rusos e italianos).
—Toma las llaves, esta camioneta es blindada y Kennedy estará a salvo mientras la escoltas en ella. —tomé las llaves que el rubio me tendió y asentí.
—De acuerdo.
Miré el carro gris con rines de acero que me señaló el hombre, era un Lexus LS 460 y estaba reluciente.
—¿Un Lexus? —preguntó la mujer.
Lane la la observó y asintió.
—Pero no es cualquier Lexuw. Este auto está diseñado y hecho por INKAS que le proporciona la mejor seguridad ante un ataque con balas y granadas.
—Si que son peligrosos esos mafiosos, ¿eh?
Bufé, remangándo la camisa sobre mis codos.
—No tienes idea —solté tajante y caminé hacia el auto y palmeé el toldo —. Este Lexus es idéntico al modelo de calle, además no llamará la atención y nadie sabrá que se trata de un auto altamente blindado.
—De acuerdo, ya entendí. —se despidió de Lane y subió al auto de lado del copiloto y azotó la puerta.
—¿Qué le pasa?
—Posiblemente está en sus días. —dije como si nada.
Me monté al auto y encendí el motor.
—Tú mejor que nadie sabe que no estoy en mis días. —soltó, haciendo que la volteara a ver.
—Tu comportamiento es infantil, Kennedy. Abrocha tu cinturón. —le pedí, mientras yo abrochaba el mío.
Lo hizo de mala gana y luego se giró a la ventanilla y se quedó mirando por la ventanilla mientras comenzaba a conducir por las calles de Massachusetts.
—Serás breve, Keny. Sólo tomarás lo necesario de tu apartamento y saldrás de ahí, sabes que posiblemente ellos estén ahí y no es seguro.
Hablaba con ella mientras miraba los retrovisores y cerciorarme de que nadie extraño nos seguía. Y a ella la veía de soslayo, o cuando me detenía en algún semáforo en rojo.
Casi media hora después, llegamos a su domicilio. Suspiró levemente y desabrochó su cinturón al ver que prácticamente ya habíamos llegado.
—Muchas gracias por todo.
Me orillé y apagué el motor del auto y asentí ante sus palabras, mientras recargaba mi cabeza sobre el respaldo del sillón del conductor.
—No tardes, vigilaré el área. —le pedí con calma.
Sus ojos de un gris intenso me escudriñaron y a pesar de ser de un color hermoso, no eran el color que yo quería ver.
Kennedy asintió y bajó del auto, cerró la puerta del copiloto y se inclinó un poco por la ventanilla.
—Casi lo olvido —chasqueó la lengua —. Esta noche saldré al Pub, me dijeron que podía seguir llevando mi vida normal, obviamente con las medidas necesarias. Ya sabes, escoltas persiguiéndome por doquier. Así que si tú serás mi guardia personal, entonces creo que tendrás que llevarme.
La miré con la frente arrugada. Esta mujer era insaciable.
—¿Qué parte de estás en peligro no entendiste? —la cuestione con severidad.
Blanqueó los ojos y exhaló con pesadez.
—¿Y tú qué parte de no quiero enamorarme de ti, no entendiste?
Mordí mi mejilla interna y me quedé mirando de nuevo hacia enfrente.
—Tuviste suficiente sexo anoche. —solté tajante, recordándole lo que hicimos anoche.
—Me quedé de ver con alguien. Además, esto es parte de mi plan.
Enarqué una ceja y aflojé la mirada.
—Eso no es un plan, es suicidio, niña.
Soltó un sonido parecido a un bufido y subió más la correa del bolso gris sobre su hombro izquierdo.
—No necesito de tu aprobación para ayudar en lo que yo misma ocasioné. —refutó con indignación.
No aparté mis ojos de los suyos.
—Nadie te pidió ayuda.
—Pero quiero darla, así que tú solo has tu trabajo y cuídame, Leif.
Rasqué mi nuca y resoplé.
—¿Y qué pasó con el fotógrafo? ¿Crees qué él esté de acuerdo con lo qué planeas hacer? —la vi tensarse un poco ante mis preguntas.
Tomó aire.
—Él no es mi novio para prohibirme hacer nada, esto lo hago por ustedes.
—No necesitas morir por nadie. Ni siquiera por nosotros. —respondí sagaz.
—No moriré. —sonó convincente.
Reí sardónico y miré la hora en mi reloj de la muñeca.
—Que bueno, por que seguro que eso no le haría bien a tu novio el fotógrafo. Ahora entra y toma tus cosas, que no tenemos mucho tiempo.
Gruñó.
—¡Qué Jim es sólo mi amigo, qué te quede claro! —exclamó colérica.
Esto empezaba a funcionar, la estaba persuadiéndo.
—Pues deberían intentar algo, por que creo que ambos están muy enamorados. —acomodé el espejo retrovisor y justo en aquel momento un par de motocicletas se acercaban a toda velocidad, por la primera avenida que conectaba con esta.
—Si, pero eso era antes de que tú apa...
—¡Entra rápido! —mi tono salió más fuerte de lo que pretendía ser, Kennedy miró hacia donde venían aquellas motos y abrió ha toda prisa la puerta y se volvió ha montar al auto, mientras yo subía el vidrio de su ventanilla con el botón —. ¡Abajo!
Justo en ese momento una ráfaga de disparos atinaron en el auto donde estábamos. Ni siquiera me dí cuenta que el asiento de Kennedy estaba echado hacia atrás y yo estaba encima de ella, protegiéndola con mi cuerpo.
Cuando el atentado pasó y los mafiosos siguieron su camino como si nada, no evité sentirme atareado y la miré preocupado mientras comenzaba a revisar que no estuviera herida.
—¿Estás bien? ¿Te han herido? —miré todo su cuerpo, buscando algún daño a la vista.
Al parecer mis preguntas la sacaron de su entumecimiento, por que la vi pestañear unas cuantas veces y luego sacudió ligeramente la cabeza.
—Sí, estoy bien, tranquilo. Si que este Lexus es blindado.
Ignoré sus palabras, me devolví a mi asiento y rápidamente tomé la radio que tenía para poder comunicarme con Lane y lo llamé.
●¡Lane! ¿Me copias?
●¿Qué pasó, Rhett?
●Nos han atacado, estamos afuera del apartamento de Kennedy. Ellos se han ido por la Mass ave.
Lo escuchaba teclear.
●Listo, ya mandé patrullas para peinar el perímetro, Dixon va en camino con una cuadrilla de policías hacia la dirección que mencionaste de los sicarios.
●De acuerdo.
Miré a Kennedy, mientras esperaba ha que Lane me diera más instrucciones y me encontré con ella aún en shock mientras se mordía las uñas. Estiré mi brazo y le aparté sus dedos de la boca y negué por que ese mal habito no me gustaba.
●¿Eran rusos o italianos?
Me llevé la mano al puente de la nariz al escucharlo preguntarme eso.
●No lo sé, hombre, pero si quieres la próxima vez los interrogo antes de que me maten y te pado mi reporte por medio de la ouija.
Ironicé con brusquedad.
Lane resopló.
●De acuerdo, iré ya mismo para allá ¿y la chica?
●Está aquí conmigo, iba ha entrar por sus cosas, pero por alguna razón nos quedamos platicando y me di cuenta de lo que iba ha pasar.
Suspiró.
●¿Seguro de qué sólo hablaban?
La furia se instaló en mi sistema y sentía como si tiraran de una liga en mi interior que se rompería en cualquier momento, si decía una estupidez más.
●¡Por supuesto que sí, estoy siendo profesional y tú no me dejas serlo con tus preguntas idiotas!
●OK (exhaló por el auricular de la radio). Esperen ahí, ya voy en camino.
Dejé la radio en su lugar y miré a Kennedy, quien me atacó con preguntas desasosegadas.
—¿Quiénes eran? ¿Lenka? ¿Los italianos? ¿Qué puedo hacer? ¿Mi plan ya no resultará? ¡Casi nos matan!
La tomé de los hombros y la hice mirarme a los ojos.
—Esos disparos fueron para mí, a ti te quieren viva, pero no para nada bueno. —le expliqué hosco.
—Me quieren para torturarme, ¿no?
La tomé de las mejillas y negué.
—Te dije que no voy ha dejar que te lastimen. No ha ti, Kennedy. No quiero que conozcas su infierno.
Su mirada saltaba por todo mi rostro.
—Yo también he estado en el infierno, Leif —mordió su labio y agregó —. Pero me da miedo que esta vez su fuego me consuma.
Acaricié su coronilla y besé su frente en muestra de apoyo.
—Por eso es que me importa tu seguridad, no quiero que nada malo vuelva a pasarte.
—No siempre podrás impedirlo. —susurró cansina.
Resoplé y eché unas cuantas hebras de mi cabello largo, hacia atrás. Esta mañana lo había peinado en una coleta, pero se me había aflojado un poco por la adrenalina del momento y los mechones se empezaron a salir de su lugar.
—Tal vez, pero si eso llegase a pasar, me refiero ha que si por alguna razón yo no estoy en ese momento, tendrás que defenderte tú misma y luchar con todo.
—¿Y cómo haré eso? —su respiración ya se había regularizado, pero la preocupación aún estaba pintada en sus ojos.
Estiré mi mano y con mis nudillos, acaricié su mejilla suave como el terciopelo.
—Yo te voy ha enseñar, no te preocupes.
Frunció el ceño y bajé la mano con la cual la acariciaba.
—¿De verdad me enseñaras ha protegerme yo misma de mis atacantes?
—Tienes que hacerlo, te aseguro que mi método será más efectivo que el que tenias planeado. Además, tú eres bendecida.
—¿Bendecida? —negó con una sonrisa que no llegó a sus ojos —. Estoy maldita.
—Isla no tuvo la oportunidad que tú tienes de pelear, por que jamás la preparé para nada de lo que pasó. Le oculté las cosas que estaban pasando por querer "protegerla" y eso al final fue el peor error que nos costó nuestro para siempre —sentí tensa la mandíbula al recordar aquello —. Pero tú si tienes esa oportunidad, ahora sabes toda la verdad y esa será tu mayor ventaja ppr sobre de todos.
—Creí que mi ventaja era yo. —señaló su cuerpo y lo admito, no resistí la tentación y la miré deseoso.
Pero alejé esos pensamientos lujuriosos y sacudí ligeramente la cabeza.
—Sin duda alguna seras su más letal destrucción. —admití un tanto incómodo.
Sonrió contenta ante mi cumplido. Me alegró ver esa sonrisa en sus labios luego de la preocupación por lo recién sucedido, era bueno un pequeño gramo de brillo en sus ojos.
—¿Y cuándo iniciamos?
Sonreí de lado y respondí.
—Ahora mismo.
Abrió los ojos y la vi tragar saliva con pesadez.
—¿En dónde?
—Antes que todo, debes de saber que no solo por ser una mujer preciosa, te puedes confiar de tus enemigos. Aunque puedes tener al hombre que quieras comiendo de tu mano, no te creas de las mujeres que te quieren destruir. —le guiñé, para persuadirla un poco más.
Bajó la mirada y peinó con sus yemas, la larga coleta que llevaba hecha hoy.
—¿Te refieres a Lenka y...?
—Eliana. Su prima, mejor amiga y socia de toda la vida.
Lamió sus labios.
—Entiendo. Sólo que pongo en duda eso de que pueda tener a los hombres que quiera.
—¿No me crees? —inquirí dudoso.
—No te creo. —afirmó.
—¿No? —la miré más sorprendido.
Negó.
—Verás, Izan. Si las cosas fueran como dices, entonces ahora mismo tú estarías a mis pies y lo mejor de todo, comiendo... de mí. —la muy atrevida deslizó su mano con sensualidad, por encima de su blusa color salmón para enloquecerme.
La detuve cuando vi que iba ha proceder a desabotonar el clip que le cubría las tetas.
—No lo hagas. —solté con voz grave.
Rió traviesa.
—¿Por qué no? ¿A caso no quieres tomarme en el auto?
Intentó acercarse pero esta vez decliné su oferta.
—Lamento tener que decirte una vez más que ya existe la mujer que me doblegó. Así que la escena caliente del carro la tengo hecha con ella y no pienso sustituirla.
Dejó de sonreír y muy avergonzada miró por el lado de su ventanilla.
—Oh.
—Kennedy, sé que soné hipócrita por que hemos tenido mucho sexo, pero al menos esa es la única escena que conservó pura en mis recuerdos —me sinceré, pero ya no se atrevió ha mirarme — Oye...
—Me estás confundiendo mucho, Izan.
Apoyé mi codo sobre la puerta del conductor y froté mi barbilla.
—Tienes razón, de verdad lo siento.
—Tengo una fuerte atracción sexual por ti, lo admito, pero esto no me llevara a nada bueno.
—Lo sé. Pero en serio quiero asegurarme de que estés bien.
—Lo estaré, sé que lo lograré. —sonrió de lado.
—De acuerdo, en ese caso seguiremos con tu plan, pero eso no quiere decir que no te enseñaré lo que sé.
Un toquido en la ventanilla de mi lado, nos hizo sobresaltar. Era Lane y venia en compañía de más agentes que comenzaron a peinar el área. Bajé el vidrio.
—Llevatela de aquí, Blake los escoltará junto a sus hombres.
—Te dije que...
—Necesitas de más hombres, Rhett, no puedes hacerlo todo tú sólo.
No dije nada, encendí el carro y conduje de nuevo por la carretera. Ella no habló en el trayecto y yo tampoco insistí en hacerlo. Cuando llegamos de vuelta a mi apartamento, escuché una suave melodía provenir de la vieja habitación de Hope y la cual recientemente fue de mi madre y curiosamente ahora era de Kennedy.
—¿Hay alguien en tu casa? —susurró la periodista.
Colgué las llaves en el llavero de la entrada y luego me quité el chaleco y se lo puse a ella.
—¿Es necesario? —preguntó ella, mientras le amarraba el chaleco.
—Es necesario. —zanjé.
—¿Crees que sean ellos?
—Posiblemente sea Hope, es la única que tiene llaves del apartamento. Además, no se ve que hayan forzado la chapa. —saqué mi arma y corté cartucho, mientras comencé a caminar con pasos cuidadosos, con la mujer detrás de mí.
—Hope, ¿tu mujer? —el tono que empleó era descontento.
Me detuve a medio camino, bajé el arma y la observé por el hombro.
—Yo sólo tengo una mujer y está lejos de aquí.
Lamió sus labios y asintió en comprensión al saber ha quien me refería. Me señaló con el mentón en la dirección del ruido y seguimos caminando con pasos cuidadosos. Cuando llegamos a la habitación, escuché mejor detrás de la puerta. Eran un par de voces femeninas y las reconocí de inmediato.
Abrí lentamente y cuando me dejó al descubierto, ambas mujeres me miraron entre lo sorprendida y lo molesta.
—¿Qué están haciendo aquí? —solté con el arma aún en la mano, pero ya no les apuntaba.
Volví a guardarla entre su funda que estaba en mi cintura y las seguí mirando inquisitivo.
—Rhett...
Mi madre y Anahí, estaban sentadas en la cama y cuando nos vieron parados en la puerta, ambas dejaron de hablar.
Anahí miró furiosa a Kennedy y mi madre parecía sorprendida.
—¡Sabía qué te estabas tirando a la patas de garza! ¡Eres tan puto predecible! —rugió la rubia, con su vientre hinchado.
Mi hermana se veía preciosa embarazada. Pero su cara no.
—Mía, cálmate, sabes que eso no le hace bien a mi nieta. —musitó mi madre, tomando del brazo a la fiera de la ojiverde, quien se había puesto de pie en cuanto vio a la pelinegra.
—¡Pero madre, por ella estamos de vuelta en el comienzo de la competencia! —berreó —, ¡de nada nos sirvió avanzar tanto si esta bruja con sólo tirar de vuelta los dados, nos devolvió al inicio de la carrera por nuestras vidas!
Sentí tensarse a la periodista tras mi espalda, así que me vi obligado a resguardarla en ese lugar y calmar a mi hermana embarazada.
—Anahí, cálmate, Kennedy nos va a ayudar... —intenté explicarle, pero no me dejó.
—¡Tú te la estás tirando, por eso la defiendes! —rió con amargura, mientras tocaba su frente y mi madre no la soltó del brazo derecho —, ¿en serio ya te has olvidado de Isla? —me observó incrédula y eso me enfureció—. ¿La olvidaste por esta perra hocicona?
—¡He dicho qué basta, Dominica! —mi tono se expandió por toda la estancia y tanto mi hermana, como mi madre e incluso Kennedy, se sobresaltarón y eso me hizo calmar y suspirar para alivianar mi tono.
—Joder. —dije entre dientes.
—Odio que me llamen así. —refutó la rubia con voz más calma, y quien llevaba puesto un vestido floreado de maternidad en color amarillo y tenis blancos.
La miré reprobatoriamente.
—Lo siento, pero sólo así logré que cerraras el pico —ella rodó los ojos y siguió mirando mal a Kennedy, quien estaba muda y escondida detrás de mí —. Sé que todo esto te molesta, Anahí, pero Kennedy sólo hizo su trabajo y ahora no sólo se está jugando su carrera, sino también su pellejo.
—¡Pues me alegra! ¡al menos sé que está sintiendo un gramo de lo malo que nos está pasando!
—No digas tonterías. —le recrimine.
Soltó otra risita burlona y se frotó inconscientemente la enorme barriga.
—¿Entonces qué? ¿Te piensas qué por qué ahora quiere enmendar su error yo la voy a perdonar? Pues te equivocas, hermano.
Finalmente la mujer tras mi espalda carraspeó y se paró a mi lado, envalentonada.
—No buscó el perdón de nadie, señora. Pero si, cómo bien lo dice, quiero enmendar mi error y eso haré. No me importa si usted me perdona o no. Pero si Izan, Isla y todos los demás implicados (victimas) están bien, con eso me doy por bien servida.
Anahí no dejó de verme a mí, mientras Kennedy le habló, ella la estaba ignorando. Verdaderamente mi hermana estaba muy molesta y eso de cierta forma me incomodó, pues por más que quisiera no verlo, la rubia tenia las facciones faciales que su madre biológica hacía cuando se molestaba.
—De verdad espero que Isla no aparezca, por que si aún te ama, con lo que estás haciendo de tu vida le vas a romper de nuevo el corazón —sacó un sobre de su bolso y lo lanzó a la cama, la miré confuso y mi madre bajó la cabeza cuando la miré en busca de respuestas —. Diviértete jugando al policía, hermano, pero no te confundas, esta perra reavivó las llamas del infierno que habíamos dejado atrás, por su avaricia. No es buena, ella es destrucción y espero que no estés cerca cuando su bomba explote.
Le pasó su mirada verdosa de mala gana a Kennedy, quien bajó sus ojos grisáceos a sus pies y la vi con sus manos unidas y pálidas.
—Hija...
—Vamos mamá, tengo cita en el ginecólogo y Bayron me espera. —salió como toro embravecido y obligué a la pelinegra a pegarse a la pared para evitar que mi hermana pudiera taclearla.
Mi mamá por su lado, caminó a nosotros más tranquila y sonrió de lado.
—Toma —me dio las llaves de mi apartamento —. Hope me las prestó, dáselas y dile que le agradezco.
—¿A qué vinieron? —la cuestioné en cuánto se iba sin más.
Bajó la cabeza y suspiró.
—Olvidé unos medicamentos y tu hermana quería verte y saber en donde vivías —negó tocando su frente —. Cuídate mi amor —se puso de cuclillas y besó mi mejilla —, hasta luego, señorita y lamento lo que acaba de pasar.
—Descuide, señora.
Mi madre salió tras mi hermana y seguido solo se escuchó la puerta del apartamento cerrarse sutilmente.
Cuando nos quedamos solos nuevamente, miré hacia la cama, donde el folder amarillo reposaba sobre la cama. Y por muy extraño que pareciera, presentía que lo que ahí se guardaba no me iba ha gustar para nada... o tal vez si.
—Tu hermana tiene razón. —la voz calma de la chica a mi lado, me hizo salir de mis cavilaciones y suspiré.
—No le des importancia. Tal vez sean las hormonas del embarazo. —añadí sin darle importancia.
Su boca se curvó en una sonrisa apenada y triste.
—Para ti es fácil decirlo por que no fuiste tú quien les trajo de vuelta a sus monstruos.
Sus ojos cayeron sobre el folder que yacia en la cama, tomé su mentón y la obligué ha mirarme a mí.
—Pues que esto te sirva de experiencia para que no vuelvas a publicar cosas que no te traerán nada bueno. La fama puede ser larga, pero la vida es corta y no te alcanzara para disfrutarla si siempre tienes que cuídarte las espaldas.
Se llevó la mano a la cabeza y exhaló.
—Tienes razón.
—La tengo.
Tomé nuevamente su mano y le dí un apretón.
—Es increíble que los periodistas de otras empresas no me estén atacando ni poniéndome en el ojo del público.
—No es necesario, tú sola te atacaste y te pusiste en la mira sin la ayuda de otros. Bravo. —aplaudí sarcástico.
Ella sonrió y asintió bajando la mirada.
—Joder, creo que soy letal hasta para mí misma.
—Deja el drama, tus colegas no te han atacado con preguntas por que Lane hizo de todo para que esto se quedara entre nosotros, ni siquiera tus amigas y compañeros lo saben. A excepción claros del tal Jeremy.
—Claro, Jeremy podría ponernos en el ojo de todo el mundo.
La observé sorprendido ante su argumento. Di ese paso que nos separaba y la tomé de los brazos.
—No lo hará, te quiere y estoy seguro que apoyará para su protección mutua.
—Y yo también lo quiero.
Solté sus brazos y di un paso atrás.
—Que bien.
Sonrió ante mi gesto.
—Bueno.
Negué con la cabeza.
—Venga, vamos ha prepararte para tu defensa personal.
♥︎♥︎♥︎
Hola mis niñas, acá les dejo la actualización de este miércoles de maratón. Espero que lo disfruten y que tengan un excelente inicio de semana.
Nos leemos el miércoles, así que vayan preparándose para todo lo que se nos viene.🔥👌😜
Con cariño infinito, Ana. 💖💐💃
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