21:♡La venda de los ojos♡
☆☆☆
Me dí una ducha y cuando salí, maldije al recordar que no tenía nada que ponerme y que mi falda blanca y mi blusa azul estaban sucias; y ni hablar de mi ropa interior. Mordí mi uña del índice, mientras pensaba en lo que iba a hacer, pero nada venía a mi cabeza.
Estaba casi en un ataque de estrés, cuando mi teléfono sonó y cuando lo tomé, vi que era un número desconocido y pensé que posiblemente sería mi hermana así que conteste con emoción.
●Bueno.
●Leah, no me cuelgues.
Nunca creí poder decir esto otra vez, pero escuchar la voz de mi ex prometido Stephen, me hizo sonreír como estúpida.
●Que milagro.
Tenia que fingir que no me emocionaba oír su voz y no precisamente por que aún lo amara, sino por que él me ayudaría ahora mismo con mi problema. Si él me usó una vez, ahora era mi turno de devolverle el favor.
●Si... bueno, en realidad sólo te llamaba para decirte que el apartamento se vendió hace casi tres meses y ya mismo te he hecho la transferencia de tu parte a tu número de cuenta. Así que revisa tu saldo para ver si llegó correctamente la transacción.
Cerré la boca al ya no escucharlo hablar, por que esperaba una respuesta de mi parte. Rasqué mi cuello y mordí mi labio inferior al quedarme muda por un instante.
●¿Leah, sigues ahí?
Me aclaré la garganta.
●Eh, si... aquí sigo. Stephen, ¿de casualidad sacaste las cosas que olvidé recoger del apartamento?
Maldijo entre dientes.
●¡Joder! Amor, lo olvidé.
Pasé por alto la manera en cómo me llamó y sólo dije:
●Olvídalo, iré yo después, sólo dile a la nueva dueña que no se le ocurra tirar esa caja.
●Te lo prometo.
●Bien, ahora por favor, necesito que me hagas un gran favor.
Lo escuché alegre.
●Los que quieras, mi amor.
Exhalé lentamente.
●Mi hermana Katy se está quedando en casa de un amigo y me pidió que le dijera a la encargada de la tienda de Sweet fashion, que si le podía mandar ropa casual que tenga a la mano y se la envíe a la dirección que te mandaré por mensaje.
●¡¿Me vas ha desbloquear?!
De verdad sonaba feliz. Blanqueé los ojos.
●Ajà, pero sólo para mandarte la ubicación, así que no te confundas.
●De acuerdo, ahora mismo voy a la tienda.
●Gracias, oh, y Stephen, también le pides ropa interior, por fis.
●Oookey...
Lo imaginé con el ceño fruncido, era indignante seguir recordando sus gestos, pero creo que compartir mucho tiempo con él era imposible no seguir recordando cada una de sus facciones.
●Genial, me avisas cuando lo hayas enviado a esa dirección.
Colgué la llamada y rápidamente entre al chat y lo desbloqueé para mandarle la dirección de Leif, luego me quedé mirando la estancia, suspiré y me acerqué al closet. Tomé una camisa negra de el anfitrión, que al ponérmela la tela cayó arriba de mis rodillas cómo un vestido. Miré mi reflejo en el espejo y sonreí al verme con el cabello mojado, desmaquillada y literalmente desnuda debajo de esa camisa.
—Tú tranquila que todo estará bien. —me dije animada, para calmar mi desasosiego y sonreír pese a la tempestad de afuera.
Peiné mi cabello y dejé que se secara por si solo, salí a la cocina y me preparé algo para almorzar. Opté por hacer un poco de huevo con jamón, pan tostado y un vaso de jugo de naranja de botella. Me senté en la barra de la cocina y coloqué mi plato decorado. Al terminar mi desayuno, limpié la cocina y lavé los trastes que utilicé para cocinar.
—Listo. —justo cuando dije aquello, el timbre me hizo saltar del susto y miré aterrada hacia la puerta del apartamento.
El toquido suave en la madera de la puerta y su voz, me hizo suspirar un poco más tranquila.
—¡Katherine, soy Stephen, tu hermana me mandó ha dejarte unas cosas! —me acerqué a la puerta para abrirle, pero entonces recordé que él se daría cuenta de que en realidad yo era yo, ya que como lo dije antes, nuestros ojos era lo único que nos identificaba de la otra.
Me pegué a la madera y le dije:
—Déjalo en la entrada, imbécil y lárgate si no quieres que salga y te pateé las pelotas. —sonreí al saber que precisamente eso diría mi hermana si tuviera a mi ex ha escasos centímetros y conociéndola aún más, ya le habría pateado las bolas.
Lo miré por la mirilla de la puerta y lo vi hacer un gesto, bajó las bolsas al piso y mirando una vez más la puerta, se dio la vuelta y se fue. Suspiré agradecida de que se haya ido, así que lentamente abrí la puerta y me cercioré que no hubiera nadie cerca merodeando. Tomé las bolsas que trajo amablemente, Stephen y cerré de nuevo con pestillo.
Corrí a la habitación que Leif me asignó y saqué sobre la cama todas las prendas que Ari, la dueña de la tienda me envió.
—Genial. —maldije al ver que literalmente había mandado camisones, vestidos, blusas escotadas, shorts cortos y nada de pantalones ni blusas decentes.
¿Pero qué esperaba?, si le dije a Stephen que le dijera a la mujer que era para mi hermana y Katy si usaba todo este tipo de ropa. Miré ahora la ropa interior y suspiré al ver que esa si era de mi tipo. Me quité la camisa de Rhett y me coloqué el sosten negro junto a las bragas del mismo color. Miré las prendas pero decidí que la camisa de él, era más cómoda que esa ropa.
Terminé de guardar todo de vuelta en las bolsas de compra y suspiré, dejándome caer rendida en la cama.
Desperté al escuchar que mi teléfono no dejaba de sonar, lo tomé ha tientas y cuando lo localicé, respondí la llamada somnolienta.
●Bueno...
●Gracias a Dios, Kennedy. ¿Dónde te has metido? Hanna está cómo loca por que aún no has mandado el borrador para la nota de Inglaterra.
Esa era Jess, y sonaba igual de alterada cómo seguramente estaba Hanna. Me enderecé sobre la cama y miré la ventana, donde claramente el sol se empezaba a ocultar. Había dormido casi toda la tarde y eso no era bueno. Me levanté como zombie derrotado y me froté los ojos.
●Jess, tengo unos problemas personales que necesitan de mi presencia, por favor, dile a Hanna que le mandaré otra nota para cubrir mi espacio en el periódico. Pero por el momento no podré publicar nada de Inglaterra.
La escuché jadear sorprendida.
●Pero Kennedy, Marlon Porter ya te había dado literalmente la nota, sólo tenias que minimizar y mandar lo resumido para la gente que pide respuestas ante ese lamentable caso que tú misma publicaste.
●Lo sé y de verdad lo siento mucho.
Ella resopló.
●Jeremy tampoco se ha presentado a trabajar. ¿Se fueron de vacaciones o algo por el estilo?
Su tono era enemistoso.
●¿Aún no vuelve?
Me sentí mal de enterarme de aquello.
●No, tú y él no aparecieron en todo el día, y quedaron de entregar las fotos y la nota hoy en la tarde y Hanna está hecha una loca.
Me llevé la mano a la frente y resoplé. Al parecer nadie sabia que nos habían atacado, posiblemente la policía no quiso que ellos lo supieran a sabiendas de que sacarían una nueva nota y eso podría obstruir en el caso del que hablé en mi nota de hace mes y medio.
●Yo llamaré a Jim, no te preocupes.
Bufó.
●Claro que me preocupo, Keny. Soy la jefa de redacción y estoy de los nervios por que la gente no deja de llamar y pedir que ese caso se rectifique y que demos una declaración concreta sobre los hechos en Inglaterra.
Tiré de mi pelo sin lastimarme, ahora mismo me comenzaba a sentir sofocada. Miré el reloj de la pared y me percaté que eran casi las seis quince de la tarde y Rhett aún no había vuelto desde esta mañana que se fue.
¿Y si le había pasado algo?
¿Y si Lenka...?
¿O los italianos...?
¡Por Dios, no!
●¿Kennedy?
Sacudí la cabeza y respondí de los nervios.
●Jess, voy a hacer algo muy estúpido, así que te llamo luego.
Colgué la llamada, corrí de nuevo a las bolsas de la boutique y saqué uno de los shorts de mezclilla que habían dentro. Me lo coloqué, tomé una sudadera del chico que me estaba salvando el culo y me subí la capucha para intentar pasar desapercibida. Tomé mi teléfono, y caminé a la salida; tenía que saber que había pasado con Jeremy.
Luego de que la venda se me cayera de los ojos, ahora tenía otras perspectivas y sabia que era lo correcto.
Cuando abrí la puerta, abrí enormes los ojos al ver a Rhett, con la mirada perdida y los ojos oscurecidos. Su bonito color ámbar se había ido de sus iris, ahora negros.
—Gracias a Dios —lo tomé del brazo y lo metí al apartamento —. Me tenías muy preocupada.
—¿Sabes por qué nunca duermo con nadie?
—¿Qué? —arrugué la frente.
Sonrió malicioso y miró mis piernas desnudas.
—¿A dónde ibas tan sexy... y en tacones? —su mirada estaba puesta en mis piernas desnudas y las zapatillas, pues había olvidado decirle a Stephen que me trajera unos tenis.
Exhalé lentamente.
—Iba ir ha buscarte.
Su sonrisa picarona se borró y elevó su ceja derecha.
—Jamás hagas eso y menos en tacones, si yo desaparezco no me busques ¿entendido?
—Pero...
—¡Nada! He dicho que no, tienes que pensar en tu bienestar, Kennedy. Ni siquiera podrías correr con esas cosas si ellos te ven. —señaló mis pies.
Creo que estaba un poco drogado, por que sus ojos estaban sumamente enrojecidos y no precisamente por que haya llorado o quisiera hacerlo. Sacudí la cabeza para obligarme ha no discutir con un hombre en un estado así y exhalé.
—Ven, vamos ha que tomes una ducha. —tomé su brazo pero tiró con fuerza de él, impidiendo que lo tocara y me miró mal.
Bajo mi mirada asombrada, se quitó la camisa y quedó con su torso desnudo y tatuado frente a mis ojos. Señaló su tatuaje ha color que tenía de lado izquierdo en el pecho y suspiró.
—Este me lo hice por ella, mi Isla. Por eso esta Isla es mi único recuerdo de que una vez amé ha alguien de la misma forma en que ella me amó.
Ahora giró un poco su brazos derecho y señaló una cicatriz rosada, como si fuese un raspón pero cuando sanó, la piel ya no tomó su color natural y se hizo de color rosado y arrugado. Mis ojos creo que se abrieron aún más.
—Aquí estaba una marca que me enfermaba cada vez que la veía. La Bratva rusa me marcó como el Boss, pero yo mismo me encargué de quitarme su sello. —sonrió y noté como sus ojos se empeñaron, aunque ninguna lágrima bajó por sus mejillas.
Supo contenerlas.
—Rhett...
—No. —dijo, mirándome fijamente.
—Leif... —negó de nuevo y repentinamente sonrió y entendí —. Izan.
Hizo un mohin con los labios.
—Cuando esa perra le apuntó directamente al corazón, entendí que si Isla moría, mi mundo se acabaría con ella —deslizó su índice desde el pecho, hasta su abdomen en donde señaló un pequeño bulto, producto de una cicatriz que se engrosó. Era la cicatriz de un balazo —. Así que sin pensarlo dos veces, me puse en medio para recibir ese y mil balazos más, por ella —suspiró quejumbroso, mientras yo lo veía azorada —. Me debatí entre la vida y la muerte por mucho tiempo, pero me salvé y cuando fui dado de alta, el infierno de Lenka ya era parte de mi vida y yo no me había dado cuenta.
Volvió a mirarme, pero esta vez vislumbre en su rostro dolor y luego con un chasquido, sonrió con malicia mirándome a mí.
—Oye, espera... —se acercó a mí en dos zancadas y me acorraló entre el muro del pasillo y su cuerpo caliente, su respiración me hizo cosquillas la punta de mi nariz. Me tomó del cuello sin hacerme daño.
—Nunca debí haber hecho nada de lo que le hice, pero simplemente me salia de control y no podía seguir haciéndole daño. Por eso tuve que dejarla ir, pero ahora que te conocí a ti...
Tomó mi cintura con su otra mano y me apretó posesivo.
—¿Qué quieres de mí? —susurré, sintiéndome repentinamente asustada.
Se inclinó y sin soltar mi cuello ni mi cadera, frotó su nariz contra la mía.
—Todo lo que pueda obtener.
Lo tomé del pecho y lo obligué a alejarse sólo un poco para mirarlo a los ojos.
—¿Qué quieres decir? —indagué confusa.
—Tengo enojo de ti, pero ganas de tu cuerpo —me dio una embestida suave, que me hizo tragar espeso —. Eres una bruja, Kennedy Anderson. Amo a Isla, pero justo ahora te deseo a ti, por que sé que tú me entiendes también y eso me molesta. —soltó mi cuello para que con esa mano ahora tirara de mi cabello y sin preámbulos, me besó con ferocidad y hambre.
Le respondí con el mismo ímpetu y dejé que mi lengua se fundiera en la suya, mientras su mano libre tocaba todo a su paso.
Claro que lo entendía, yo también tenia un infierno en el que caminé y salí quemada, pero haberme encontrado con el de él, ese si que sería un problema.
—No eres el primero que piensa eso de mí. —le dije entre un jadeo, refiriéndome al apodo de bruja.
Él succionó con fuerza mi labio inferior y me miró aún más cabreado.
—No quiero que vuelvas al Cruisex, ¿entendiste?
—¿Por qué no?
Sonrió, y sin despegar su mirada oscura de mí, desabotonó mi short y este se deslizó solo por mis piernas.
—Sólo no vuelvas, lo hago por tu bien, niña.
—¿Niña? —gemí cuándo ladeó mis bragas nuevas y frotó mi clitoris con sus dedos largos, gruesos y tibios.
—Soy nueve años mayor que tú, Kennedy. —se inclinó y me besó, mientras mis uñas se enterraban en la carne de sus brazos.
—He follado con un hombre que es quince años mayor que yo. Así que no te sientas tan viejo. —contradije con falta de aire.
Rió ronco.
—¿Te van los ancianos?
Mordí mi labio cuando mi clitoris fue amazado de una manera exquisita.
—Me van los hombres con experiencia sexual —apreté los ojos al sentir como me masturbaba —, no me importa la edad siempre y cuando sepan encontrar mi punto G.
Me despojó de su sudadera, de su camisa y del sosten, quedando solamente con las bragas puestas.
Mordió su labio al verme así, lista y deseosa para él.
—Eres una mujer hermosa, Kennedy.
Lo tomé de la barbilla y lo hice mirarme a los ojos.
—¿Qué te está pasando, Leif?
—No lo sé, pero me gustas y en serio quiero cuidarte. —no dejó de mirarme a los ojos mientras pronunció esas palabras.
—Tú también me gustas, Izan. Pero ambos sabemos que no es lo correcto.
—Lo sé, sólo será mientras te cuido. —lamió mi cuello y me hizo suspirar involuntariamente.
—No sólo me cuidas, también me follas y el corazón es el arma más peligrosa para un par de solteros que no buscan una relación estable. —formé mis labios en una final línea cuando me embistió con sus ávidos dedos.
Miró mis labios y luego mis ojos.
—¿Te refieres ha...?
Asentí mientras jadeaba.
—¿Qué pasa si me enamoro de ti? —cuestione suave —. No soy de metal y mi corazón... ahhh... no es de madera.
Negó y dio un paso hacia atrás, dejando de hacer su tarea y yo quedando con un nudo en mi botón hinchado.
—No lo hagas. —se llevó las manos a la nuca.
Eché una hebra de mi cabello tras mi hombro y acomodé mi short.
—¿Por qué no? —pregunté, abotonando mi ropa, mientras gestaba por la incomodidad que se instaló en mi intimidad.
—Por que te dije que yo ya estoy prometido ha otra persona y mi misión sigue en pie.
—¿Tu misión?
Asintió.
—Ella es mi pasado, pero también será mi futuro... y mi final. Jamás dejé de amarla y siempre que la pienso mi corazón late fuertemente.
—Entiendo. —me puse la playera negra y levanté mi sosten del piso. Él seguía enamorado de la mujer de mi nota y debo admitir, que Isla White era una mujer hermosa.
Tomó mi mano y me detuvo al ver que me iba hacia la sala.
—Kennedy, entiende que la sinceridad y la verdad son las bases de toda virtud. Por eso soy honesto contigo.
—Lo sé, pero ¿en qué momento pasó esto? —giré levemente mi rostro.
Suspiró y enarcó sus cejas.
—No lo sé.
—Tengo miedo. —admití cabizbaja.
Leif bufó y soltó mi brazo lentamente.
—¿De mí?
—No. —respondí rápido.
—¿Entonces de qué?
—De todo. De mis enemigos, de que lastimen a mi familia, a Jim, a ti a... ella, a Isla. —le sonreí de lado.
—Te juro que no dejaré que te tengan, lucharé contra todo para protegerte y que tu gente este bien. Y sobre Isla, sé que este en donde este, ella esta bien ahora.
Mordí mi mejilla interna y asentí con una pequeña sonrisa.
—De acuerdo. Pero lo que hacemos esta mal y debemos parar. —sentí feo al decir eso, por que de verdad me gustaba tener sexo con él.
Leif ladeó la cabeza y me frotó su barbilla sin dejar de mirarme.
—Sé que esto está mal, pero... a la mierda. —se inclinó nuevamente y me besó una vez más; mi espalda chocó contra la pared.
De verdad quise oponerme y no corresponderle el beso, pero es que era tan ávido que me fue prácticamente imposible negarme a sus encantos de macho dominante. Nuevamente me desnudó y lo dejé que lo hiciera, pues tenia que admitir que tenia una debilidad sexual tan alta, que ni yo misma supe como llegué a la cima de sus encantos.
Me tomó de la cintura para elevarme en el aire y mi espalda se arqueó cuando su miembro envuelto en el látex se deslizó dentro de mí.
—¡Ahhh...! —me aferré de sus hombros.
—Nunca creí que una niña como tú, me fuese ha hacer cuestionar mis propias reglas. —dijo sin dejar de embestirme.
No respondí, sólo miré como su verga entraba y salía de mi interior y ver como mis pies colgaban en el aire sobre su cadera varonil, mientras mi espalda estaba apoyada en el frío muro que poco me importaba.
—¡Ahhh, siii...! —gemí más cuando comenzó a chupar mis pezones.
Cuando terminó de embestirme, me cogió de otras maneras y ambos terminamos rendidos sobre el sofá de la sala.
—¿Izan?
—Dime.
Dibujé un camino sobre su torso, hasta que el trazo invisible llegó al tatuaje de aquella isla con un mar tranquilo, sus palmeras y un sol luminoso que se reflejaba en el agua salada.
—¿Qué pasará cuándo ella vuelva?
Se removió un poco sobre el sillón y me miró a la cara.
—¿De quién hablas? ¿De Len...?
Negué y señalé su tatuaje, él suspiró mirando el techo de su apartamento.
—Aún la amo, Kennedy, te dije que no te voy ha mentir con eso y siendo sincero, si ella no viene a mí, yo iré por ella. Ambos nos hicimos una promesa y vamos a cumplirla.
—¿Es por compromiso?
—Por amor. —esclareció sin titubear.
Mordí mi mejilla interna y me enderecé sobre el sofá, tomé uno de los cojines y me cubrí con él.
—¿Crees qué aún te espera? —curoseé con voz baja.
Pasó sus brazos por debajo de la nuca y suspiró.
—Isla espera por mí, me espera desde hace diez años y yo ya he tardado en ir por ella.
Asentí no muy convencida.
—¿Y por qué no las has buscado si dices qué te espera?
—Porque le perdí el rastro luego de que se casará, quise que fuera feliz un tiempo antes de volverse a mi lado.
Abrí los ojos enormes y lo miré azorada.
—¡¿Esperas por una mujer casada?!
Bufó ante mi incesante pregunta y se enderezó ha modo de que quedó sentado a mi lado. Se estiró sobre el sofá y lo ví tomar su cajetilla de cigarros. Puso uno entre sus labios y luego con el mechero lo encendió y le dio la primer calada. Cuando habló, el humo salió de entre sus labios.
—Se casó por que de cierta forma, ella también buscaba redimirse y soltarse de sus cadenas que no hacían más que dañarla —no dije nada, me le quedé mirando y él continuó sin dejar de fumar —. Es algo de lo que no me gusta hablar, muñeca. Pero ten por seguro que ella aguarda por mí. Siempre he sido yo, así cómo siempre ha sido ella, la amo con todas mis fuerzas Kennedy. Y sé que Isla también me ama con la misma intensidad.
Sonreí de lado y le quité el cigarro cuando él iba a fumarle y está vez, le di la calada yo, dejando que la nicotina entrara a mi garganta y luego lentamente lo saqué.
—Entonces ella es...
—Mi iridiscencia —acotó con premura —. Isla es el arcoiris que sale después de una fuerte tormenta.
Entablé mis pies arriba de la mesa de centro y recargué mi espalda en el sofá.
—Así como yo entiendo tu situación, no quiero que permitas que me enamore de ti —le pasé su cigarro casi ya terminado y ambos nos miramos a los ojos y seguí —. No quiero que me impidas nada sobre mi vida privada, no eres nada mío y acepto lo que sea que estemos teniendo ahora. Pero yo también quiero conocer a más gente en ese club, aquel rubio del que te hablé, me gustó y en serio quiero repetir con él.
Tensó la mandíbula, parecía estar teniendo una disputa interna, hasta que finalmente asintió y mirándome sobre su hombro (estaba inclinado hacia enfrente), sonrió.
—Tienes razón, es sólo que de verdad me preocupa que ellos te encuentren.
Me incliné para tomar la camisa del piso y me la coloqué.
—Pondré la demanda y pediré más protección. —solucioné.
—Yo también te cuidaré. —admitió, poniéndose de pie y tomando su calzoncillo para posteriormente ponérselo y cubrir su rica masculinidad de mis ojos lascivos.
Sacudí ligeramente la cabeza y me puse de pie con las piernas como gelatinas.
—Tengo que volver al trabajo.
—Yo te llevo, por el momento tu apartamento no es una buena opción. Así que supongo que te darán un nuevo domicilio —caminó a la cocina y tras la barra lo vi servir agua en un par de vasos y luego regresó y me tendió uno a mí —. Podría ser cerca de aquí.
Bebí del agua y puse el resto sobre la mesita de centro.
—¿Qué pasa con mi familia?
—Lane les ha enviado protección, incluso tu hermana ha pesar de que está en los Ángeles, también está siendo vigilada por oficiales calificados.
Suspiré agradecida.
—Gracias.
—Yo no lo hice, sólo soy un drogadicto que se empodera cuando consume y desata su ira en peleas callejeras.
—¿Y qué ganas con eso? —lo cuestioné.
Se recargó finalmente sobre el sofá y se me quedó mirando.
—Paz. —respondió no muy convencido y luego rió sin gracia.
—No. Estás lejos de estar en paz contigo mismo, por que claramente cuando las drogas te ofrecen su mundo, ha cambio ellas destruiran el tuyo.
—Yo las controlo. Además mi mundo no puede estar más destruido de lo que está. —ahora su tono era molesto.
Eché la cabeza hacia atrás y suspiré.
—Bien. Como digas, Rhett.
—Por drogas como ella, hay adictos como yo.
—¿Qué? —en serio no comprendía sus palabras. A veces me era difícil entenderlo.
Él sólo rió y miró el techo de la sala.
—Te puedes quedar el tiempo que sea necesario.
—No te preocupes, veré que hago, por el momento si me dejas, pasaré hoy la noche aquí. Mañana ha primera hora volveré al periódico y publicaré la nota que se solicitó. —me acerqué y le deposité un beso en la mejilla —. Gracias por haberme salvado, Leif.
Me miró desde su altura y asintió.
—No es nada, te dije que eres mi redención —sonrió y yo le devolví el gesto —. Descansa mueñaca, te veré en la mañana.
♤♤♤
—Buenos días. —saludé cordial a todos mis compañeros en sus cubículos.
Hanna y Jess, fueron las primeras en mírarme y correr hacia mí.
—¡Madre santa! —Hanna me miró afanada, mientras parloteaba —. ¿Dónde estuviste?, el editor en jefe nos ha llamado todo el día de ayer, por tu culpa el periódico de mañana no se ha mandado ha publicar en la imprenta, por que tú no has traído nada sobre el caso que Marlon te dio. Y mejor ni te digo como está el director.
Bajé la mirada a mis zapatillas rojas y asentí un poco apenada.
—Tuve una situación personal, pero les prometo que hoy mismo les mando el borrador para que lo chequen y miren si se puede publicar. —les sonreí con un guiño y caminé a mi cubículo.
Cuando me acerqué, miré a Jeremy sentado muy despreocupado en su sitio. Caminé más rápidamente y cuando me acerqué lo suficientemente, él ni siquiera me miró.
—¿Dónde estuviste? Jess me llamó y me dijo que tú no habías venido a trabajar.—le pregunté irritada, cruzando mis brazos por encima de mis pechos.
No dejó de mirar su monitor cuando me respondió.
—¿Dónde estuviste mientras a mí me interrogaban cómo al peor de los delincuentes?
Su pregunta me agarró en curva. Bajé los brazos un tanto incómoda y sentí un sudor recorrer mi espalda. Tosí por lo bajo y luego me aclaré la garganta. Gracias a Dios él no me miró.
—Uno de los agentes me llevó a su base.
—mentí como toda una perra promiscua.
Finalmente logré que me mirara. Recargó su espalda sobre la silla giratoria, se giró con ella y se llevó el bolígrafo a los labios.
—Que curioso, a ti te trataron como a una víctima y a mí como al peor de los delincuentes. Obviamente esos infelices iban por mí, pero ellos decidieron juzgarme y tratarme del asco. —rió con amargura, mientras negaba con la cabeza.
Lanzó el bolígrafo de mala gana sobre su pequeño escritorio y se puso de pie, encarándome de frente. Tuve que alzar la mirada para verlo a los ojos.
—Jim...
—Ya no te reconozco, Keny. En un mes te he perdido. ¿Qué pasó con lo que hicimos hace tres días? ¿Fingirás qué no pasó nada?
—No, no lo negaré.
Rió con amargura.
—Ya veo, pero supongo que no volverá a suceder. —su mirada gris me perforaba el corazón.
—Lo siento.
—Estuve dentro de ti y te puedo asegurar lo jodidamente delicioso que es estar en ese exquisito lugar que tienes entre las piernas, así que no lo sientas. Y no me salgas con esas estupideces de "lo siento, pero no siento lo mismo", por que claro que lo sientes y lo pude sentir mientras te hacia mía.
Negué repentinamente. Me tomó del brazo con suavidad y me llevó hacia la oficina de fotocopias, cerró con pestillo y luego se giró ha mirarme.
—Ya no te abrumaré más, sólo quiero que seas consciente de lo que está pasando. Así que dejando mis deseos de lado, seré directo contigo —miró mis labios y luego mis ojos —. Lenka Egorova y la mafia italiana, le pusieron precio a nuestras cabezas. Por ende de ahora en adelante ni tú ni yo podemos estar sin vigilancia policial.
Miré mis uñas rojas y suspiré.
—Lo sé, por eso he fabricado un plan.
Jim me miró entre lo curioso y lo preocupado.
—Por favor, Kennedy, tu sonrisa me alarma.
Rodeé los ojos.
—Tú tranquilo, que de esos mafiosos estirados me encargo yo.
Se llevó las manos a la nuca, al grado de que sus brazos fuertes se tensaran cuando sus músculos se estiraron. Volvió a mirarme y esta vez su mirada gris, me detalló dulce.
—Te amo, Kennedy, pero por esta vez no comparto tus locas ideas. Así que si estás pensando como kamikaze, será mejor que lo descartes.
Sonreí de lado y bajé la mirada a mis zapatillas de color burdeos.
—No necesito que lo entiendas, sólo confía en mí. —me acerqué y lo besé lentamente en los labios, y él respondió mi beso tomándome de las mejillas.
Luego pegó su frente contra la mía y susurró:
—Siempre y cuando no estés en peligro, cuenta conmigo para lo que sea. —dijo él, convincente.
Lo tomé de los bordes de su camisa y suspiré al sentir de verdad el amor que tenia por mí. Acaricié su pecho. ¿Así vería Izan a Isla cuándo la tenía de frente? ¿Con amor?
—¿Y bien?
Sacudí la cabeza ante su pregunta y me aclaré la garganta.
—Oh, si, verás. La policía ya sabe lo que planeo, así que descuida, que estaré bajo vigilancia y todo irá bien.
Despegó su frente y unió sus cejas en un gesto de desconcierto.
—Ya tienes guardaespaldas.
Moví mi mano de lado.
—Algo así.
—¿Cómo qué algo así?
Bufé y rasqué mi ceja.
—Estaré bien, descuida. —afirmé, palmeándole el hombro.
—¿Tan segura estás?
Sonreí con malicia.
—Muy segura y sé que cuando veas todo lo que organicé, esta guerra habrá terminado y ni cuenta te habrás dado de quien atacó primero.
♥︎♥︎♥︎
Así pasa cuando sucede.🤷🏽♀️
Veremos que es lo que Keny planeó y si eso funcionará.
Uju!!!
No olvides votar y comentar. Las amo mucho, chicas. Nos leemos próximamente... 😜
Con cariño infinito, Ana.💃💐🥰
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