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19:♡Guardaespaldas♡

☆☆☆

—¿Quiénes eran?

—Escucha, necesitas alzar la denuncia y pedir una protección más adecuada.

—¡¿Pero qué hice para que me atacaran de esa forma?!

—Sacaste a la luz un tema que debía permanecer en el olvido.

Fruncí el ceño con el nudo en la garganta y la respiración agitada, no entendía como Leif sabia de mi trabajo, si cuando lo conocí no parecía haberme reconocido. Lo miré incrédula y me encontré con sus manos apretando con fuerza el volante del auto.

—¿La nota de Inglaterra? —tampoco pasé desapercibida la manera en que se tensó al yo preguntar eso.

No respondió ni me miró, siguió conduciendo pero atrapé en su semblante, la molestia y la rabia que tenía por el tema.

—¡Responde! —rugí harta.

Frenó en seco y si no es por que él rápidamente metió su brazo cómo cinturón de seguridad, seguramente me habría dado un buen golpe en la cabeza. Luego de reponernos, o mejor dicho de reponerme del susto, lo miré sorprendida al ver su reacción tan abrupta.

—Escucha bien, Kennedy. Esa puta nota te dio no sólo fama internacional, sino también un tumulto de enemigos que quieren hacerte daño ¿sabes por qué?

Asentí azorada.

—Porque no sólo publiqué la nota con la información que recabé, sino también una lista de nombres de los principales sospechosos en la desaparición de las víctimas de ese secuestro.

Leif resopló, quitó el chicharo de silicon de la oreja y resopló sin volver a mirarme. Mientras él se sumergía en sus cavilaciones, yo opté por permanecer callada y mirar por el retrovisor para ver que nadie más nos persiguiera. Suspiré tranquila al ver que al parecer, todo estaba en orden; por el momento.

—¿Tienes dónde quedarte?

Lo miré nuevamente ante aquella pregunta de su ronca y sexy voz. Carraspeé para reponerme de la sensación de excitación que me ofuscó en el buen sentido y moví un poco mis piernas para destensar lo que claramente yo deseaba.

Una follada en el auto. Era una puta ninfomana.

—La casa de mis padres.

Negó, mirando hacia enfrente.

—Es el primer lugar en el que te buscarán.

—¿Cómo sabrán qué...?

—Ellos lo saben todo.

—Bien, entonces... ¡¿Qué?! —reaccioné alarmada ante su prominente aclaración —. ¡Tengo que ir, son mis padres y no puedo dejar que les hagan daño por mi culpa! —intenté salir del auto, pero Leif me tomó del brazo y me jaló con fuerza de regreso, tanto que pude sentir el crujir de mi hueso del hombro.

De milagro no me lo dislocó, o peor aún, no se quedó con mi extremidad. Me miró furioso y por primera vez, le temí.

—¡Escúchame bien, estúpida, tus padres están bien y en primera ha ellos no los quieren! ¡te quieren a ti!

—¿Me llamaste... estúpida? —mi tono salió titubeante pero con el toque de indignación que claramente me ofendía.

—Si, eso dije, por que sólo a una estúpida se le ocurre pensar en publicar un listado de nombres en un periódico internacional y creer que saldrá ilesa. Y aun más estúpida por salir corriendo al lugar al que sus enemigos la esperan con los brazos abiertos.

Buen punto. Calmé a mi ego y acomodé mi cabello revuelto, mientras le enarcaba la ceja y él finalmente me soltó del brazo. Se pasó las manos por la barba de candado y suspiró con cansancio.

—Me puedes llevar al apartamento de mi hermana. —probé con otro método.

Leif frunció el ceño y me observó extrañado.

—¿Dónde vive tu hermana?

—Beacon Hill.

—¿Cómo se llama?

—Katherine.

—¿Edad?

Bufé un poco aburrida ante su selección de preguntas al azar, para su interrogatorio mal formado e improvisado.

—Veinticinco años.

Frunció el ceño al soltarle aquello.

—¿Tienes una melliza?

Encogí los hombros y miré por la ventanilla.

—¡Mierda Kennedy, ¿cómo no te puedes inmutar cuando tu hermana puede pagar por tus estupideces?! —encendió el auto y se incorporó de nueva cuenta a la carretera oscura.

—Oh, perdón señor gruñón, lamento no haberle dicho mientras me follaba, que tenia una hermana gemela —ironicé con los ojos en blanco —. Además, tú jamás preguntaste nada de mi vida personal, creí que sólo eramos sexo y nada más, así que no me reclames por no hablarte de mi familia.

Suspiró fuerte y ladeó un poco el cuello, como si buscara relajarse.

—Tenemos que ir a buscar a tu hermana.

Asentí, pero rápidamente descarté la 8dea ante el recuerdo que me asaltó.

—No hace falta, mi hermana tiene más guardaespaldas que John Baiden. Y créeme, sé que estará bien.

Se detuvo en un semáforo en rojo y me observó con esos ojos mieles, tan peculiares que me encantaban.

—¿A qué se dedica tu hermana?

—Es actriz en ascenso de Hollywood.

No se sorprendió ni divago sobre querer conocerla o algo así, sólo asintió impasible y volvió ha conducir cuando el semáforo cambió a verde. Miré por la ventana y fruncí el ceño al ver la zona en la que estábamos en este momento.

—¿A dónde vamos?

Sin despegar la mirada de la carretera, anunció:

—No tienes donde ir, así que por ironías de la vida te llevaré a mi apartamento.

—¿Pero qué pasó con la regla de...?

—Lo sé, pero tampoco soy tan cabron cómo para dejarte tirada a tu suerte sabiendo que por meterte en donde nadie te llamaba, ahora quieren literalmente tu culo. —giró el volante a la derecha y luego a la izquierda, incorporándose a una calle de puros edificios de departamentos.

—Mi amiga Jessy me podría dar asilo, no es necesario que rompas tus reglas y... —volvió a frenar, pero está vez con normalidad y ademas yo ya llevaba puesto el cinturón de seguridad. Se inclinó hacía la guantera, la abrió y lo vi sacar algo —. ¿Qué haces?

Miré como agarraba una cinta de tela gris, rompió un pedazo con la ayuda de sus dientes y sin esperármelo, me lo colocó en la boca con rapidez y fue cómo me silenció.

—¡Quetipusa! —exclamé enfurruñada, luchando por quitarle esa mierda de la boca.

—Así está mejor. —sonrió.

Bajó del auto, mientras yo me quedé quitándome el pedazo de cinta adhesiva, que me dolió hasta el culo cuando la jalé con fuerza.

—¡Ahhh, mierda, hijo de puta! —lo miré parado de lado de mi ventanilla y me señaló con el índice para que saliera del auto.

Así lo hice y cuando bajé, le dí una patada en la espinilla que creí, lo haría erguirse del dolor y aprovecharía para abofetearlo. Pero no pasó, este hombre parecía hecho de piedra. Lo miré espantada de que me pudiera regresar el golpe, pero no pasó y sólo suspiró.

—¿Te desahogaste? —preguntó apático.

—Creí que te iba ha doler y que me implorarias misericordia, pero...

—Hace mucho tiempo que a mí nada me lastima, dejé de sentir sentimientos normales e incluso el dolor es inhibido en mi sistema.

—¿Sufres de Alexitimia?

Acarició su barba y negó.

—Las personas que lo padecen, son incapaces de identificar, reconocer, nombrar o describir las emociones o los sentimientos propios, en pocas palabras no son como yo, por que yo si siento y mucho. Pero el dolor ya es parte de mi vida, Kennedy, y he aprendido a manejarlo. Ademas esas personas se les dificulta hallar palabras para describir lo que sienten y yo te he descrito y demostrado lo que siento cuando te veo.

—¿Quieren matarme y me estas coqueteando?

—No.

—Bien —voy a cambiar el tema —. Entonces esa gente padece de pobreza en la expresión verbal, mímica o gestual de las emociones o los sentimientos.

—Así es, ahora entra, no quiero que nadie pueda verte. No quiero perderte.

Pestañeé un tanto desequilibrada, no podía permitir que sus últimas palabras me confundieran. Así que me puse a pensar en otras cosas, como por ejemplo en que no demuestra mucho sus sentimientos, por que claramente en su mirada no le llega esa felicidad que tanto anhela y que no tiene.

—Oye, pero si te he golpeado fuerte. —susurré confundida, al percatarme de que en verdad le dí duro con mi tacon.

Leif, resopló y sin esperarlo, exclamó.

—¡Ahhh, eso duele! —fingió cojear y formó una mueca de dolor más falsa que las tetas de la chica del Pub —. ¡Contenta! Ahora vamos, pequeña pulga.

—Deja de llamarme así.

—Tú me dijiste mastodonte. —recordó con sinceridad.

—Lo hice por que estaba nerviosa, Jim y yo estábamos infiltrados en el nosocomio por que queríamos obtener las fotos recientes del lugar para la prevención de los abortos mal realizados en esa área.

—Tú y ese pelirrojo son una bomba de tiempo, en cualquier momento hacen boom y dañan a inocentes con sus trabajos kamikaze.

Subí al elevador cuando las puertas se abrieron y miré como oprimió el número doce y la cabina empezó a elevarse. Me recargué sobre la pared de acero y acomodé mi cabello con mis dedos, cuando noté en el espejo del ascensor mi nido de pájaros.

El pi, que anunciaba que habíamos llegado al piso indicado me hizo regresar de mis pensamientos, Leif me dejó salir primero y luego se juntó a mí, mientras caminábamos por el pasillo hasta el apartamento del fondo. Sacó su llave y abrió, e imitó lo mismo del ascensor.

—Adelante. —me dijo caballeroso, haciéndose a un lado para que pasara a su humilde, varonil y sexy apartamento.

Las paredes eran de un gris oscuro, tenia todo perfectamente acomodado en su sitio. Era un hombre muy ordenado. Caminé admirando por segunda vez el apartamento ordenado de un hombre soltero., ya que el de Jim era así, limpio y todo en su lugar. De verdad creí que su apartamento seria cómo él; sexoso, vulgar y desordenado.

Aunque a mí todo eso junto, me excitaba.

Tenía unos cuadros colgados en la pared, de mujeres desnudas y otras posando con lencería. Lo miré con el ceño fruncido y él sólo se encogió de hombros.

—Soy un hombre fogoso, no me resisto al sexo.

—¿Te masturbas con ellas?

Sonrió de lado, de esa manera tan sexy que me hacia caer la baba y no precisamente de la boca.

—A veces si, y a veces... también.

Rodé los ojos y suspiré, buscando calmar a mi perra interna y mejor me encaminé hasta su cocina.

—¿Qué pasa? —vino tras de mí.

—Tu honestidad me asquea.

—Tú preguntaste, nena, yo sólo respondí.

—Lo sé, supongo que no puedo evitarlo y está en mi naturaleza el indagar —giré a verlo y suspiré al perderme en ese color oro que me encantaba de sus ojos —. Pero creí que al menos lo negarías.

—Está bien, veo que quieres oír mi honestidad —suspiró sin dejar de mirarme —. La verdad es que tiene mucho que no me masturbo con ellas, desde que comparto mis aventuras en el Pub, con ciertas mujeres que disfrutan del sexo sin tabúes y que me satisfacen en todos los sentidos. Y tú, estás incluida.

Mordí mi labio y me sonrojé, poniéndome un poco cachonda en un momento tan delicado como este, en el que mucha gente mala quería mi cabeza y me estaban buscando para tenerla. Pero es que mi cuerpo ya se estaba haciendo adicto a lo que vivía en el Pub, la adrenalina y el morbo que ahí se destilaba ya venía en combinación con mis deseos carnales.

—Tu hogar es acogedor. —admití para cambiar de tema y calmar a mi puta desvergonzada que quería atacarlo y opté por distraerme con su comedor para seis personas.

Me acerqué a él y sonreí al ver su frutero sobre el centro de la mesa.

—Tu interior también es acogedor.

—¿Qué...? —giré a verlo pero fui atacada por una habilidosa boca.

Al parecer, no soy la única promiscua aquí.

Me tomó de la cintura y sin esperarlo, me montó a la mesa y se abrió paso entre mis piernas, mientras devoraba mi boca con fiereza, parecía enojado conmigo y la única forma de castigarme era de esta manera y la verdad me gustaba. Era cómo si con sus labios me reclamara todo aquello que su voz no pudo decirme con palabras.

Su mano trepó hasta mis bragas, las cuales por primera vez y para mi sorpresa, no las rompió, solamente las hizo de lado. Soltó mis labios y bajo mi atenta mirada, abrió su cartera, sacó el condón y con la ayuda de sus dientes, rodó el condón por su longitud y me penetró de una sola estocada.

Cabe decir, que mi falda se había subido hasta mi cadera y eso lo tomó a su favor.

—¡Ahhh...! —grité abruptamente al sentirme llena repentinamente por su verga.

Mis nalgas se frotaban sobre la madera limpia de su mesa, mientras el dueño arremetía una y otra vez en mi interior que lo recibía más que feliz.

Si soy una puta, acabo de estar con Jeremy hace unas horas, pero es que Leif, él saca mucho a mi puta interior y no me puedo resistir. Me tiene a sus putos pies y lo atribuyo ha que por ser él claramente mayor que yo, tiene más experiencia y me enseña mucho de lo que él sabe. Ahora tiró de mi blusa y atacó mis pechos con su boca que me hacia delirar mientras yo echaba la cabeza para atrás, disfrutando de sus mimos.

Soltó mis tetas y su mirada me observó y pude percibir el enojo y el odio que parecía que me tenía en este momento, pero también combinado con el deseo carnal que sentía por mí. Luego atrapó mi cuello con su gigantesca mano y lo oprimió sin hacerme daño.

—¡Hiciste todo mal, Kennedy! —su otra mano me sujetaba de la cadera, para que no me apartará del lugar en el que él mismo me tenía follándome duro.

Mis piernas ya lo tenían aprisionado desde su culo y eso me ayudó a sentirlo más profundo en mi interior.

—¿A qué... te refieres? —lamí su lengua por fuera, mientras mordí su labio inferior haciéndolo gruñir.

Salió de mi interior, me hizo bajar de la mesa y esta vez, me giró de espalda a él y me apoyó sobre la madera con mis tetas apachurradas sobre esta. Enterré las uñas sobre el mantel, al sentir cómo me penetraba desde atrás.

—¡Ahhh, Leif! —gemí su nombre, por que el muy cabroncito sabía que eso me gustaba y además se lo merecía.

Llevó uno de sus dedos a mi boca y comencé a succionarlo, mientras me seguía empotrando contra su comedor con todo y su enfado. Sacó su dedo y ahora tomando mi cabello entre su puño, me hizo arquear, giré la cabeza de lado y se apoderó de mis labios con premura. Le gemí contra su boca, mientras su verga me llenaba una y otra vez, por que me castigaba tan dolorosamente que me sentía desfallecer.

—¡No quiero que te encuentren! —gruñó, pegando su frente contra la mía, mientras me seguía embistiendo desde atrás y su mano seguía atrapando mi cabello —. Yo quiero cuidarte.

—Y... follarme también.

Sonrió socarrón sin dejar de llenarme.

—Es parte del paquete.

Gemí y cerré los ojos cuando el orgasmo demoledor me atacó y me hizo flaquear, así que me sostuve con fuerza de la mesa, ya que él tocaba mis pechos con una mano y con la otra me sostenía del cabello.

Exclamé su nombre cuando le bañé la verga con mis jugos cremosos que emanaron de mi cuerpo en combustión. Y sé que a él le encantaba saber que su polla había logrado hacerme venir tan deliciosamente, que hasta su nombre exclamé cuando lo hice.

Seguí gritando y él me silenció al meter su ávida lengua en mi boca, luego se alejó y saliendo una vez más de mi interior, me giró de frente, subió mi perna a su brazo, inclinó un poco sus piernas y volvió a entrar de una estocada en mí.

Estaba tan mojada, que le era fácil deslizar su monstruosidad dentro de mí, por que así parada me penetró. Mientras yo me aferré de su cuello tatuado y sexymente varonil, escuchando sus gruñidos, mi mirada viajó por su torso aún cubierto por la tela de la camisa y en un santiamén lo liberé de ella.

Lo miré fascinada, todos sus tatuajes eran negros a excepción de uno, que llevaba a color en el lado izquierdo del pecho. No le había puesto la más mínima atención hasta ahora. Era un hermoso tatuaje de...

—Mírame, Kennedy —hice lo que me pidió y agitado, dijo —. No dejaré que te tengan, yo te voy ha proteger.

—¡¿Y cómo lo impedirás si ellos me encuentran?! —inquirí jadeosa.

—No lo harán.

—¿Qué harás? ¿Me mantendrás oculta aquí? —mordí mi labio sin dejar de gemir.

—Si, te ocultaré aquí... además, casi los tengo y pronto los podré aplastar como las cucarachas que son. —me besó y seguido gruñó cuando su polla se hinchó en mi interior y se corrió dándome más duro para lograr liberarse.

Cuando se repuso, salió de mí y me ayudó a acomodar mi falda y la blusa. Se quitó el condón y lo tiró en la papelera cerca de la sala. Cuando volvió a mí, pude ver que ya no había enojo en sus iris y que ahora el manto de la preocupación, se asomó en sus ojos que en este momento podía ver mejor.

—¿Quién eres, Leif? —acaricié sus pómulos marcados y varoniles, mientras él se tensaba y me tomó la mano para evitar que siguiera tocándolo.

—Una persona que quiere protegerte.

—¿Cómo un guardaespaldas? —asintió ante mi duda —. Pero entonces ya no podremos seguir fornicando si tú eres quien me cuidara de los chicos malos.

—¿Y quién dice qué no podremos?

—El profesionalismo y la ética.

—A la mierda con la ética —me tomó de la cintura, haciendo que mis piernas se aferraran a su cadera ancha y nos llevó hasta su habitación, en donde volvió a besarme con urgencia —. Te follaste a tu amigo y que además es tu colega, ¿y ahora me vienes con qué a tu guardaespaldas no te lo piensas tirar por ética?

Me lanzó a la cama y se echó encima de mí, sin llegar a aplastarme del todo y esta vez si que me rompió las bragas. Tomó otro preservativo, lo rodó por su polla parada, me agarró de los tobillos y subió ambas piernas a sus hombros, penetrándome una vez más y robándome el aliento.

Me dio tan duro y hasta para llevar, que le pedí que me nalgueara sin tregua y cuando terminamos, creí que dormiría conmigo por lo agotados que ambos estábamos. Pero no, se puso de pie y tomó su ropa del piso. Me incliné con los codos sobre el colchón de la cama y lo miré confundida.

—¿A dónde vas?

—A mí habitación.

—¿Qué? —me senté sobre la cama con el culo adolorido por los azotes, mis tetas estaban mordidas y sus labios aun hacían cosquillas por toda mi piel.

Se puso los boxer y exhaló.

—Lo que te dije la otra vez es verdad, Kennedy y esa sin duda es la única regla que no romperé. Yo no me enamoro ni duermo con nadie desde hace mucho, así que no pidas lo que no te ofrecí.

Sonreí y no evité enarcar la ceja.

—De acuerdo. Sé que sólo somos sexo y ya, lo tengo claro, por que yo también te ocupo sólo para eso. Pero siempre que me posees, te juro que le ruego a mi corazón que no se meta en esto para no lastimarnos... lastimarme. —corregí.

—¿Y te funciona?

Mordí mi labio y suspiré con una ligera sonrisa.

—¿Me ves enamorada?

Sonrió de lado y frotó su barbilla.

—Es bueno que ambos tengamos en cuenta que sólo es atracción sexual, sin sentimientos románticos de por medio.

—Ya estás enamorado, ¿no?

Asintió, mientras terminaba de recoger el resto de su ropa y musitó:

—Siempre seré de ella.

Asentí con una ligera sonrisa y tiré de la sábana para cubrirme.

—Gracias por el polvo, solo Leif.

—Siempre es un placer, Kennedy Anderson.

Desperté como a eso de las cinco de la mañana y aún estaba un poco oscuro, pero lo que llamó mi atención fue escuchar voces varoniles en la sala. Me incorporé sobre la cama y me encontré con mi cuerpo desnudo, solamente cubierto con una sábana.

Hice una mueca de dolor al sentir mi cuerpo cansado y agotado por la ronda de sexo que tuve anoche con el hombre semi Dios.

Me levanté por que me dio sed, me coloqué mi sosten y encontré la camisa de Leif, tirada en la alfombra. Me la puse y salí acomodando mi melena hecha un caos, por fuera de su enorme camisa.

Llegué a la cocina y tomé con cuidado, un vaso y me serví un poco de agua del despachador del refrigerador, me la estaba tomando, pero algo llamó mi atención. Una luz roja salia de la ranura de un muro, lo que me hizo sentir una sensación extraña y mi curiosa interior, me obligó ha averiguar que estaba oculto ahí.

Así que con sigilo, entré de puntillas a la habitación que adaptó como su pequeño gimanasio y cerré con sumo cuidado y comencé a seguir en línea el muro de donde se ocultaba la luz rojiza. Y cuando la descubrí, noté que esa luz estaba dentro de su amplió armario en donde guardaba herramientas para ejercitarse.

Sin hacer ruido, quité los costales de box viejos que ahí guardaba, junto a unos guantes y pesas, miré la tabla que dividía en ese lado y la toqye con suavidad. Cuando logré quitarla, miré hacia la puerta para cerciorarme de que no me haya escuchado y proseguí a mirar lo que ahí se ocultaba.

Me llevé la mano a la boca. Y no precisamente por que hubiera descubierto Narnia, creo que un mudo detrás de su armario no hubiera sido tan sorprendente y loco cómo el ver varias fotos mías y de la mujer de mi nota, colgadas en su escondite obsesivo del armario. Y no sólo eso, sino que me señalaba como "el objetivo" y también Jeremy salia en al menos tres fotos.

Pero literalmente, todas eran mías y de esa chica.

Y entonces me di cuenta que él no era quien yo creía. Él era el cazador disfrazado del "héroe" y ahora su amenaza que me pareció excitante mientras me follaba, abarcó mi mente. Por eso estaba molesto y me miró con coraje mientras me cogía.

"—¿Qué harás? ¿Me mantendrás oculta aquí?

—Si, te ocultaré aquí... además, casi los tengo y pronto los podré aplastar como las cucarachas que son".

Tal vez las cucarachas eramos Jim y yo, sólo que cómo aún no tenía a mi colega y a mí me "anestesiaba" con sexo salvaje para tenerme quieta, por eso aún no me había aplastado.

—¡Madre mía! —susurré temblorosa.

Salí corriendo de su apartamento, o bueno, intentaba salir pero choqué con un mueble y un par de cuadros fotográficos que cayeron al piso y se rompieron hicieron mucho ruido. Sin duda eso lo hizo despertar.

—¿Kennedy? —me llamó desde su habitación, me quedé quieta en mi lugar con los ojos apretados, pensando en que se volvería a dormir si no oía más ruido.

Pero no pasó y cuando abrí de nuevo los ojos, él venía saliendo de su habitación sólo con un boxer y su larga melena suelta ¿y lo peor? Salió apuntándome con una arma directo a la cabeza. Abrí los ojos enormes al ver que no bajó el arma al verme.

"Más vale aquí corrió, que aquí quedó". Me dije internamente y sin decir nada más, salí corriendo del apartamento como alma que lleva el diablo.

—¡Kennedy, no, espera! ¡Maldición! —exclamó desesperado pero lo ignoré, no iba a esperar ha que me matara y si me iba a matar, sería mejor que no lo viera cuando lo hiciera.

No me detuve y corrí con todas mis fuerzas al ascensor, en dónde gracias a Dios, una pareja de ancianos iban apenas subiendo y nos reunimos los tres dentro de la cabina.

Sentí los nervios fluir más cuando miré sobre mi hombro al castaño correr semi desnudo e iracundo hacia mí, así que aceleré el proceso de cerrar puertas.

—Ciérrate, ciérrate, ciérrate. —oprimí con insistencia el botón de PB, hasta que estas se cerraron casi en su cara.

—¡Kennedy, mierda! —alcanzó a golpear las puertas de la caja metálica, pero ya no se alcanzó a colar y eso me hizo suspirar "tranquila".

—¿Está bien? —me preguntó la voz ronca y débil de aquel anciano que venía en silla de ruedas, mientras se volvía a colocar su mascarilla de oxígeno.

Asentí aún sorprendida por lo que acababa de descubrir. Y admito que también estaba asustada, agitada y...

—Señorita, esa no es forma de vestir, a las seis de la mañana. —anunció la anciana, mientras movía la silla de ruedas en la que llevaba al que suponía era su esposo y quien llevaba su tanque de oxígeno.

Miré la camisa de Leif, que llevaba puesta con los tres botones de arriba desabrochados, lo que permitia ver el valle de mis pechos.

—Lo siento —los abotoné y suspiré quejumbrosa —, corrí despavorida y la ropa fue lo último que me pasó por la cabeza.

—¿Pero por qué corrías así de Rhett?, si él no es un mal chico para que le temas. —atisbo la anciana mujer y la miré con el ceño fruncido.

—¿Habla de Leif?

—¿Leif? ¿Qué es un Leif? —arrugó más su ceño y me observó inquisitiva.

Despegué la espalda de la pared metálica al ver que sólo faltaban dos pisos para llegar a PB.

—El chico que me perseguía era Leif.

—Oh, no, cariño. Desde que llegó al apartamento con su mujer, se presentó como Rhett Walker.

—¿Su mujer? —ay Dios, casi me voy de culo.

—Si, aunque tiene mucho que no he visto más a Hope.

Seguramente la mató y tiró su cuerpo a un arroyo y su cadáver aún no ha sido descubierto y posiblemente también me iba a ir a tirar ahí cuando me mata...

Las puertas del ascensor se abrieron finalmente y cuando eso pasó, el castaño matón, ya me estaba esperando ahí. Con su pelo suelto y su respiración tan agitada, que me recordó que así se pone cuando me folla.

¿En serio había bajado por las escaleras?

Tal parece que si.

Tragué saliva con pesadez y recé internamente por que no me matara frente a los ancianos.

—Baja —negué ante su petición —. Por favor, baja —negué nuevamente y el resopló —. Bueno, supongo que en ese caso yo subiré.

Miré a la anciana y esta sólo me sonrió y saludo a Leif.

—Buen día, Rhett.

—Buenos días señora Stewart. Déjeme ayudarla. —apretó el botón que detenia las puertas de la cabina y ayudó a bajar al anciano que lo miraba mal, ya que llevaba puesto sólo los boxer negros con la liga de Calvin Klein en la cintura.

—Gracias, muchacho. Ahora veo por que esa chica trae tu ropa. —negó al verlo sólo con los boxer puestos y con eso se fue empujando la silla de su esposo.

Cuando la pareja salió del edificio, Rhett finalmente se acercó y entró dentro del cubículo de acero, marcó el piso al que me llevaría de regreso y las puertas volvieron a cerrarse. No me habló, ni yo hice conversación, estaba muy tensa y espantada cómo para hablar con el hombre que siempre me estuvo mintiendo.

—Vamos. —me tomó del brazo con suavidad, cuando llegamos a su piso y bajé con él sin oponer resistencia.

Entramos al apartamento y mi mirada viajó al pasillo en donde la luz roja era más notoria por el descubrimiento del escondite secreto del tal Rhett.

—¿Qué me vas a hacer? —inquirí temerosa y él enarcó una de sus perfectas cejas.

—No te voy a coger, si eso es lo que quieres.

Bufé malhumorada.

—No seas idiota.

—Sólo digo.

—Y yo sólo quiero que me digas quien eres y por que tienes tantas fotos mías y de la chica de mi nota. Tú eres uno de los que busca lastimarme ¿cierto?, ¿estaba tu nombre en la lista de mafiosos que publiqué?

Lo vi pasar su mano izquierda por el rostro, y antes de poder hacer nada, del gabinete detrás suyo, sacó una carpeta negra y me la lanzó en el aire, haciéndome atraparla a tiempo.

—Esto va contra las reglas, pero creo que es necesario que lo sepas todo de una vez. Y eso respondera todas tus dudas y cuando lo entiendas, puedes tomar la decisión que más te convenga. No te voy a obligar ha quedarte si te quieres ir luego de saber la verdad, sabes donde esta la puerta. —y con eso se dio la vuelta y se fue directamente a su habitación.

Me quedé pasmada, pensando en que mierda estaba pasando y me obligué a pensar si había reaccionado muy estrepitosamente. Pero cuando mi puta curiosidad volvió a atacarme, revisé los documentos que me entregó y ahí lo supe todo.

—¡Santo Cielo!

Sin duda alguna mi puta y mi chismosa interior, me iban a terminar matando. Cómo no lo pensé antes, todo por andar de caliente se me pasó algo tan importante.

¿Cómo llegó ha rescatarme a tiempo y con todo un operativo policíaco?

♥︎♥︎♥︎

¿Están listas para el relajo que se viene?

No les diré en que día actualizaré el siguiente capítulo, pero manténganse atentas. Las amodoro. 💐❤ Esta es la última actualización de este sábadito. 💞

No olvides votar y comentar si el libro te está gustando, gracias por todo el apoyo que le dan y la paciencia que brindan con respecto a las actualizaciones, de verdad mil gracias. 🥰

Bendiciones para dónde sea que te encuentres leyendo mis LOCURAS.🙏🏻💐

Con cariño infinito, Ana.💃🔥🥰

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