13:♡Reencuentro♡
☆☆☆
La ayudé ha abrochar su vestido y en cuanto lo hice, ella se disculpó diciendo que iría al servicio. Ariana, al verme solo mientras me vestía, se acercó y me abrazó con cariño por la espalda, agarrándome desprevenido.
—Querido.
—Emma.
Soltó mi cuerpo y se paró frente a mí, con una sonrisa resplandeciente.
—Cuándo te vi disfrutando con esa chica, no creí que fueras tú. Me da gusto verte ya mejor, Leif.
Asentí y acomodé mi camisa que ya prácticamente era para la basura, pues no tenía botones.
—Pensé que tú tampoco venías ha este lugar. —saqué un cigarro y lo encendí, le invité uno a ella y negó, así que guardé nuevamente mi cajetilla.
—Ya no fumo, cariño, ahora mi único vicio es este lugar —abrió los brazos con alegría —. Y bueno, que te digo, soy débil y me fue imposible negarme a un capricho tan adictivo como el "Cruisex Beach". —posó sus manos sobre sus caderas.
—Ya lo creo, le tocaste las tetas a mi compañera. Eso habla de la devoción que sientes por estar aquí. —le recordé su atrevimiento y ella me guiñó coqueta.
—De nada, guapo. Estaba tensa y soy mujer, Leif. Así que sé que las tetas son nuestra debilidad. Al final funcionó, ¿no? Te montó como poseída y sé que a ti te gusta rudo, aunque a veces quieras contenerte no podrás. Está en tu sistema, eres salvaje por naturaleza.
Emma, había sido mi compañera sexual en este club cruising, y la verdad es que siempre disfruté con ella.
Un carraspeo nos hizo mirar a la mujer que nos detallaba ceñuda. Kennedy se había maquillado nuevamente y se había atado el cabello con mi liga de goma.
Bien, ahora me tocaba volver a casa greñudo.
—Hola, guapa. Soy Emma Harris.
—Kennedy Anderson.
Emma asintió amable y luego me observó a mí.
—Tiene unas tetas espectaculares, sé que en ellas te terminarás de criar.
—¿Qué? —dijo Kennedy confundida, mirándome a mí y a Emma al mismo tiempo.
Emma soltó una pequeña risita y carraspeó.
—Creo que ya con tanta ropa, no me reconoces. Asi que me presentaré —se señaló la mujer —. Soy la mujer que te hizo caer en tentación una vez más y masajeó tus pechos con descaro.
—Ah, así que fuiste tú.
—De nada. —dijo Emma, sarcástica y sin borrar la sonrisa de sus labios.
Me despedí de Emma y tomé a Kennedy de la cintura, salimos del club, no sin que Duncan nos diera la pulsera VIP, por la mejor follada de la noche. La pelinegra se sonrojó al saber aquello, pero no dijo nada y la aceptó. Ya parados en la acera, ella se dio la vuelta y me sonrió un tanto nervuda.
—Bueno, de verdad fue un placer conocerte, Leif. —estiró su mano con una perfecta manicura, a mi dirección.
Elevé una ceja y tomando su calida mano para no ser descortés, le pregunté:
—¿Y la cena?
—Estuvo delicioso, gracias por el buffet. —su doblé sentido me erizó los vellos de los brazos y mi polla protestó erecta.
Me acerqué y tomándola de las mejillas, volví a besarla.
—Me alegra que te haya gustado mi manera de cocinar en tu cazuela.
Rió fuerte y tendida, contagiándome de su hilaridad.
—Ni yo pude definirlo mejor.
Miré sus pies y negué, así que la ayudé ha acomodar sus zapatillas, poniéndome de cuclillas para atar su correa.
—¿Te irás sola? —me puse de pie y resoplé no muy convencido cuando asintió —. Pero ya es muy tarde.
—He pedido un taxi por aplicación. —me mostró la pantalla de su teléfono.
—¿En qué momento? —inquirí dudoso, ya que todo el tiempo la tuve a la vista.
Empinada, de perrito, el misionero, la yegua, la fusión y muchas poses más que realizamos incluso en el sillón tantra.
Sonrió de lado.
—En el momento en que fuí ha arreglar mi desastre al baño. —concedió.
Buen punto, fue el único momento en que estuvo lejos de mi vista.
—Cancélalo, yo te llevo.
Rió burlesca.
La miré serio.
—¿Es en serio?
—Muy en serio. —rebatí.
—¿Y me llevarás a casa "vestido" así? —señaló mi camisa desabotonada y mi torso marcado y tatuado, al aire libre.
Me encogí de hombros.
—Tú me la rompiste, ¿lo olvidaste?
Su sonrojo no se hizo esperar y mordió su labio con una pequeña sonrisa que brilló en sus ojos con satisfacción.
—Tienes razón, te debo una camisa nueva.
—No es necesario, si me dejas llevarte a tu casa sana y salva, la deuda habrá quedado saldada.
—Dijimos que sólo era sexo y nada más. No tienes por que sentir preocupación por una mujer a la que apenas y conoces. El sexo que tuvimos no te forza ha preocuparte por mí.
—Lo sé, pero lo hago, hay que ser empaticos con las mujeres o de lo contrario el mundo se seguirá pudriendo —bufé amargamente —. Y además, no sabes el tipo de gente que hay allá fuera.
Elevó una ceja.
—¿Y tú si?
Mis ojos la contemplarón unos segundos y añadí, moviendo mis hombros en fingido desinterés.
—Te aterraría si te lo dijera.
Dejó de fruncir el ceño y ahora me observó sorpresiva.
—¿De verdad has visto cosas?
—Olvídalo, ven, vamos pediré que me traigan mi auto. —estaba a punto de llamarle a Lane, y decirle que me trajera su puto auto por que lo iba a ocupar, pero ella negó y volvió a señalarme su teléfono.
Suspiró y sonrió de lado.
—Mi taxi está a veinte segundos.
—¿Te irás sola y vestida así? —señalé su vestido rojo pasión, escotado de sus pechos y tan sexy cómo su cuerpo curvilíneo.
La pelinegra miró su vestimenta y luego me miró mientras se encogía de hombros.
—¿Quieres que vuelva a casa desnuda? —sonrió maliciosa.
Bufé. Esta chica era adrenalina pura.
—¡Claro que no, mujer! No sabes la clase de personas que te podrías encontrar sola y vestida así.
—¿Personas como tú, que quieran follarme?
—Yo no te obligué a nada. —musité con brusquedad.
Blanqueó los ojos.
—Eso lo sé, y descuida, estaré bien, Leif. Tranquilo.
Mi escrutinio no se apartó de ella ni un momento, ella me miraba intrigada, cómo si estuviera esperando una explicación ante mis palabras de inquietud. Pero es que simplemente no podía decirle;
"Oye, estas en peligro por publicar una nota que no debías y ahora mi misión es protegerte de los chicos malos que no tardaran en atacarte".
Eso no sonaría nada ético, mucho menos luego de habérmela follado en todas las posiciones del kamasutra, habidas y por haber.
¿Cómo se tomaría eso de que soy su guardaespaldas personal secreto?
Estoy seguro que daría el grito en el cielo. Así que lo mejor era seguir en secreto, hasta que la policía dejara de usarla como el cervatillo.
Exhalé lentamente y asentí sin más preámbulos.
—Bien, espero que llegues con bien ha casa.
—Lo haré, y gracias por... todo.
Le sonreí, mientras froté mi barbilla ladeando un poco la cabeza.
—Al contrario, gracias a ti, hermosa. Me he divertido mucho con tu compañía.
Bajó la cabeza a sus tacones y asintió.
—Sólo una cosa —volvió a mirarme —. No soy el tipo de chica que se acuesta con el primer tipo que conoce en un bar. Esto fue sólo... un desliz que no se volverá a repetir con nadie.
—No me debes explicaciones, es tu cuerpo y tú siempre tienes la decisión de ha quien se lo entregas, pero asegúrate de que siempre sea consensuado. Aunque debo de admitir que también me siento afortunado de haber sido uno de los pocos elegidos, gracias por eso.
—Lo fuiste —me guiñó coqueta —. Y bueno, sólo quería dejártelo en claro.
—Pues ahora lo sé, Keny. Ten un buen viaje. —le señalé el carro que aparcó en la acera de enfrente y lo miró.
—Cuídate mucho, Leif... ¿a secas? —frunció nuevamente su ceño.
Me acerqué le deposité un beso en la boca y volví a mirarla.
—Tú también cuídate, Ken-nedy Anderson.
La acompañé al carro que aguardaba por ella, abrí la puerta trasera y ella subió dándome las gracias. No sin antes grabarme las placas para mandárselas a Lane.
—Cuídala. —le pedí al chófer quien asintió y miré a Kennedy nuevamente —. Nadie vale tu sufrimiento, Kennedy. Jamás dejes que nadie extinga tu fuego. Eres más de lo que mereces y que sea la última vez que un imbécil te pone triste, eres una mujer hermosa y puedes tener al mismisímo diablo inclinado ante ti si te lo propones, por que estoy seguro que vale la pena luchar por ti. —abrió la boca sorprendida, pero rápidamente me incliné a la ventanilla y la besé una última vez.
Luego la solté y asentí ante el conductor quien comenzó ha avanzar dejándome parado ha mitad de calle, viendo cómo se perdía al doblar en el semáforo.
●Llegó bien a casa. Mañana te quiero ha primera hora en el departamento.
Suspiré tranquilo al leer el mensaje que Lane me envió sobre el regreso de Kennedy a su casa. No le respondí el mensaje y me fui directo a la ducha, pues mi cuerpo literalmente estaba pegajoso por las rondas de sexo que tuve con la pelinegra y que claramente me dejaron sudando ha cántaros.
Luego de mi ducha, me acerqué a la ventana y me encendí un cigarro. Mientras veía la luna en todo su esplendor, preguntándome si ella la seguía viendo con la misma intensidad.
Mi teléfono volvió a sonar, sacandome de mis pensamientos, era claro que era Lane quien llamaba, pues nadie más tenia este número. Bufé y respondí de mala gana:
●Cambio de planes, te veo en cinco minutos, voy de camino a tu cuchitril.
Ni siquiera un hola me dijo, y con eso me cortó la llamada. Tampoco tuve chance de preguntarle que pasaba.
Maldije para mis adentros y lanzando la colilla a la calle, me paré del alféizar de mi ventana y regresé a mi habitación. Me puse una camisa, ya llevaba puesto un chándal gris, así que sólo me coloqué los tenis deportivos negros, tomé mis llaves y salí del apartamento para encontrarme con Lane.
Bufé cabreado al percatarme de que el muy mentiroso todavía no llegaba. Después de quince minutos las luces de su auto alumbraron la silenciosa calle oscura y aparcó frente a mí.
—Sube.
—Ti vii in cinci minitis.
—No seas infantil y sube tu trasero al auto, Rhett. —ordenó con poca paciencia.
Rodé los ojos y subí al lugar del copiloto sin mucho ánimo.
—Te estuve marcando y no me contestaste —me recriminó, yo por mi parte preferí no mirarlo y me quedé con la vista fija hacia el frente —. Y luego me apagaste el puto celular, esto no es un juego, Rhett. Sabes mejor que nadie de las vidas que están en riesgo si no te concentras en el trabajo que te dí.
Finalmente lo miré. Claro que sabía lo que esta misión representaba. Y aunque pareciera el chico rudo que le partía la cara a todo el que se le parara enfrente, por dentro era un adolescente asustado, atado de pies y manos sin poder defenderse de todo aquel que le hacia daño. Y este caso me ponía en esa situación; me aterraba revivir mi pasado.
—Lo sé, lo siento. Es sólo que Kennedy estaba muy...
—¿Kennedy? ¿Ya la llamas con tanta confianza por su nombre? —frunció el ceño.
Rodé los ojos.
—Si, Harold. Ya la llamo por su nombre. ¿Tiene un nombre, o no? ¿O como quieres que la llame? ¿El objetivo, la misión, el caso, la carnada, la reportera, la periodista chismosa? ¡Dime como mierda llamarla!
El rubio pasó su mano por la cabeza, mientras negaba la cabeza y miraba por la ventanilla de su lado.
—No te confundas, Rhett. Tenemos una misión y si de verdad quieres atrapar a esos malnacidos, te aconsejo que pongas los pies sobre la tierra y dejes a tu polla fuera de esto.
Reí sin gracia, mientras una ráfaga de viento se colaba por la ventanilla del auto y me movía mi cabello largo y suelto hacia la cara. Lo aparté con brusquedad y maldije al recordar que había olvidado mi liga para el pelo en mi apartamento.
—Mi polla no tiene nada que ver en esto, Harold, así que no te confundas.
—No, no te confundas tú. Apagaste el celular, ¿por qué?
—Porque me quedé sin pila, ¿por qué más? —mentí con tanta convicción, que reí nuevamente por mi cinismo.
—¡Mierda, Rhett! No me vengas con esas cosas, Kennedy es una mujer hermosa y de antemano sabía que no pasaría desapercibida ante tu promiscuidad.
Exhalé irritado.
—Y si lo sabias, ¿por qué putas me pusiste a cuidarla? —lo miré iracundo.
—Por que creí que aún la amabas a ella y no creí que fueras ha suplantarla con la mujer que expuso el caso.
Golpe. Bajo.
—¡Ella me suplantó apenas la dejé! ¿Y tú de verdad quieres que le guarde luto? ¡Ni loco, me gusta el sexo y de hecho creo que merezco tener un récord guinness por la polla más cojelona del mundo!
Lane negó y se llevó la mano al puente de la nariz.
—Tienes que tomar terapia.
—Ajá.
—En fin. Volviendo al tema de la chica...
—Descuida —lo corté hosco —, todo va bien con el objetivo.
—Con Kennedy. —corrigió, acabando una vez más con mi gramo de paciencia.
—¡Vete a la mierda, hombre! —bajé de su auto y azoté la puerta con poca delicadeza —. ¡Y si tanto te preocupa que me la coja, ve y cuídala tú, por que no respondo si ambos nos atraemos!
—¡Rhett, ven aquí! ¡Rhett!
Le mostré mi dedo medio sin detenerme a mirarlo.
—¡Renuncio, detective! —le grité subiendo las escalerillas del edificio.
—¡Tu madre te encontró!
Me quedé frío en el último escalón. No podía ser, era imposible. Me giré lentamente con la mandíbula tensa y los puños apretados.
—¡Mentira! —grité sabiendo que justo ahora no podía tener un reencuentro con mi madre.
Me negaba a verla, no podía, no estaba listo y si, sé que era estúpido, pero así me sentía.
Lane bajó de su auto, lo rodeó y se acercó hacia a mí.
—No, Rhett, es verdad. A ella le costó mucho tiempo encontrarte, pero no le fue imposible. Tarde o temprano esto pasaría y eso tú también lo sabías.
—La pondré en peligro si la dejo verme.
—expresé agobiado.
—Lo sé, pero a ella parece no importarle, te ama, Rhett. Eres su hijo y es comprensible que usara todos sus recursos para hayarte.
Apreté los ojos y empuñé nuevamente mis manos.
—¿Dónde está?
—Dixon la está trayendo en camino.
—¡¿Qué?! —abrí los ojos y lo miré conmocionado.
Lane suspiró.
—Me acabo de enterar de todo esto, okey. Yo no sabía nada hasta apenas hace un rato, por eso es que vine. —musitó en su defensa.
Resoplé y maldije en voz alta.
—¡Joder! ¡me lo hubieras dicho desde el principio, eres un pendejo, Lane! —me llevé la mano a mi coronilla con mi cabello suelto, ya que aún lo tenía húmedo por la ducha que tomé recién.
Caminé de un lado a otro, como león enjaulado.
—Tienes que calmarte, Rhett. Deja que te vea y que se aseguré de que estás bien. Una vez que lo compruebe con sus propios ojos, yo mismo me encargaré de devolverla a casa.
—¿Y mis hermanos? —dejé de maldecir y centré mi vista en el detective.
—Uno está en Singapur, otro en Corea y ella está en Cartajena. —afirmó convincente.
Lo miré ceñudo y bufé.
—Creí que estaban todos juntos. Hace una año supe que...
—Nada de la información que tengas es real, hemos manipulado esa información a lo largo de estos años, ya sabes, por cualquier cosa que se pueda presentar. Y sabes que aún faltan piezas para dar Jaque mate, así que olvida todo lo que creías saber, por que tal vez no sea real.
Mierda, entonces eso quería decir que era un puto drogadicto y ciego, que presumía saber cada movimiento de su familia y jamás vio llegar a su progenitora ¿y lo peor? que si Lane tenia razón, mi información recabada era errónea y solo estuve trabajando en vano.
Un auto negro aparcó detrás del auto viejo de Lane, sabía lo que venía a continuación. La puerta del copiloto se abrió y miré cómo el cuerpo delgado y pequeño de mi madre, descendió y vino hacía a mí con alegría y lágrimas que pintaban sus ojos como el sol.
—¡Hijo! —exclamó con dolor y felicidad a la vez.
Y es que ha pesar del pánico que me daba verla y ponerla nuevamente en riesgo, el amor y el lazo que nos mantendría unidos de por vida, era inquebrantable y sabía que necesitaba de los brazos curativos de esta señora.
Así que con nececidad y urgencia, estiré los brazos, me incliné y la recibí gustoso. Sus brazos me rodearon el cuello mientras que mis brazos fibrosos, rodearon su delgada cintura. No evité hundir mi cara en el hueco de su cuello y aspirar su aroma a lavanda que siempre la caracterizó frente a mí. La sentí sollozar y lentamente sentí como sus piernas se debilitaban.
—¡Te eché mucho de menos, mi niño!
La apreté con fuerza para que no se cayera.
—Y yo a ti, madre. Y yo a ti, pero tienes que volver —me separé de ella y la obligué a verme —. Estoy bien, lo ves por ti misma, pero si ambos queremos que siga así, entonces te suplico que vuelvas con tu esposo, las cosas se van ha poner feas por aquí y no quiero volver ha ponerte en una situación tan compleja.
Aspiró por la nariz y se encogió de hombros, mientras se limpiaba los ojos con un pañuelo.
—Tomaré el riesgo. Además, yo soy tu madre y mi deber ante los ojos de Dios es protegerte a ti y a tus hermanos, aunque me cueste la vida —acarició mis mejillas con sus pulgares, luego frunció el ceño al pasar sus yemas por mi barba sólo delineada —. ¿Por qué te dejaste crecer tanto el cabello? ¿Y la barba? Estas irreconocible, bebé, pero cuando te ví a pesar de tu cambio, sabía que eras tú. Mi corazón te reconoció inmediatamente.
Tomé sus manos entre las mías y les deposité un beso en cada una, mientras la miraba con el amor más puro y sincero que puede tener un hijo por su madre.
—Ese es el punto, madre. Necesitaba cambiar para que ellos no me puedan encontrar, o al menos no me reconozcan tan rápido.
Su mirada triste se tornó preocupante.
—Vi la nota en el periódico.
—¿Y quién no? El Black Time es un periódico importante a nivel internacional, y mucha gente lo lee.
Mi madre bajó la mirada al piso y suspiró con pesar.
—Por eso tienes que volver, ellos vendrán pronto y tendrán un nuevo objetivo. —le supliqué.
—...
—Leif, aquí la mayoría me conoce más como Leif.
—Leif. —repitió ella con una pequeña sonrisa que no le llegó a los ojos.
Suspiré, miré a Lane y exhalé con lentitud.
—Una semana.
El rubio entendió a lo que me refería (una semana con mi madre, y luego ella tendría que volver a casa) y asintió en apoyo a mi dictamen. Dixon, bajó la maleta de mi madre y me la entregó, tomé el asa, luego la mano de mi madre y juntos subimos a mi apartamento en el doceavo piso. Una vez dentro, le mostré la vieja habitación de Hope, para que ella descansara en esa recámara.
—Gracias, bebé. —le sonreí enternecido al viejo apodo que me daba y del que antes refunfuñaba, pero ahora una calidez me llenaba el corazón al oírla pronunciarla.
—Descansa.
—¿Estuviste con otra mujer?
Giré a verla un poco ceñudo.
—¿Qué?
—No creo que tú ocupes tangas y vestidos. ¿O sí? —me señaló el closet que estaba abierto y claramente se veían dos vestidos colgados en ganchos, que Hope había "olvidado" y un par de bragas en el piso.
Rápidamente corrí a tomar los vestidos que siempre que los usaba le decía que me encantaba como se le veían y terminaba follándomela. Recogí las bragas del piso, tomé los vestidos del armario y la miré nervudo.
—No es lo que piensas.
Mi madre rió y negó, acariciando mi espalda.
—Tranquilo, me da gusto saber que no estuviste sólo, cómo creía.
—Sólo era una amiga. —le aseguré.
—Claro. —me guiñó, mientras se giraba a la cama.
—De verdad madre, le debo mucho a esta mujer, fue mi ángel guardián.
—En ese caso, quisiera conocerla.
—Mañana la invitaré a cenar y las presentaré. —le aseguré, besando su frente y salí de la habitación con la ropa y bragas de Hope.
♤♤♤
Tomé las caderas formadas de Emma, mientras la oía gemir contra la boca de la mujer que la besaba, ya que yo le comía el coño de una manera tan desenfrenada que me encantaba hacer esto. Y mientras eso pasaba, otra mujer me comía la polla y otro hombre follaba el coño de aquella mujer que me la mamaba.
Sin duda alguna volver a estar en este lugar, en compañía de Kennedy, fue excitante y no evité volver al día siguiente. Gruñí cuando sentí el cálido interior de una mujer que se sentó sobre mi polla y volvió a salir para volversela a hundir, arropándome con su carne caliente.
—¡Ahhh! —gimió al montarme de una manera tan deliciosa que no evité tirar del clítoris de Emma y se corrió.
En cuanto la mujer se quitó de mi cara, finalmente pude mirar a la mujer que me montaba y le sonreí al reconocerla.
Hope sonrió, mientras apoyaba sus manos en mis abdominales y seguía frotándose contra mí y mi verga en su vagina.
—¿Cómo sabías qué estaba aquí? —le pregunté entre jadeos, mientras masajeaba sus tetas con piercing en sus pezones rosados.
—Se te olvida que Dean y yo, tenemos historia.
—Lo olvidé. —me incorporé un poco y tomé su pezón entre mis dientes y tiré de él, haciéndola arquear y gemir potente.
Cuando la orgía terminó, salí con Hope y la llevé en mi auto hasta su apartamento. Llegamos y apagué el motor del auto, suspiré y recargué mi cabeza sobre el respaldo de mi asiento y la miré, con una ligera sonrisa.
El sexo siempre me liberaba.
—¿Quieres pasar?
—No, pero me gustaría que vayas a desayunar a mi casa.
Frunció su ceño ante mi acotación.
—Pues mejor me quedo contigo y...
—No es posible, mejor ve temprano y hablamos. —me incliné y la besé castamente.
La rubia suspiró y asintió.
—Bien, antes de llegar pasare por las compras.
—Bien, me parece excelente idea.
Nos dimos un último beso y ella bajó, yéndose a la entrada del edificio. Suspiré y encendí el auto para volver al apartamento, cuando subí y entré, noté que mi madre ya estaba dormida y la luz tenue de su habitación, la permitia ver.
Supiré quejumbroso y volví a mi habitación, dejándome caer rendido sobre mi cama y esperando que el sexo me haya ayudado para dejar de temerle a cerrar los ojos.
♥︎♥︎♥︎
Espero que les haya gustado el capitulo.
Déjenme saber su opiniones y no olvides dejarme sus 💫. Saben que me hacen el día.
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Las amo.
Con cariño. Ana.💃 Bendiciones infinitas. 🙏🏼💐❤
Nos leemos en un rato más. ❤😉
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