1:♡Novata♡
☆☆☆
"Son las seis de la mañana, y yo no he dormido nada, pensando en mi futuro y la nota no he acabao. El insomnio es mi castigo, el título mi alivio y hasta que no publique esa nota, no viviré en paz..."
—¡Kennedy! — gritó mi hermana Katherine, entrando a mi habitación agitando un gancho para ropa «sin ropa» —. ¿Y mi blusa morada que estaba colgada en este gancho?
Rodé los ojos y volví a posar mi vista en el teclado de mi laptop. Estoy redactando una noticia que podría ser el impulso a mi carrera como periodista profesional, y mi hermana está arruinando mis ideas con su absurda blusa del color de Barney.
—¡Kennedy Leah Anderson! ¡Tu silencio me da mala espina! —replicó.
Volteé hacia ella, con mi silla giratoria y la observé impasible formando una amable sonrisa fingida.
—Katherine Lily Anderson. ¿Desde hace cuánto no te da una buena espina?—inquirí con tranquilidad, para seguido bufar y rodar los ojos —. Yo no tomé tu blusa color Barney, sabes que no soy del tipo de hermana que utiliza la ropa de los demás. Además, creo fielmente que es antihigiénico usar la ropa de una chica que no tiene respeto por su cuerpo, así que si quieres discutir con alguien sobre la dichosa blusa, ¿Por qué no vas a las casas de los tipos con los que follas y me dejas de molestar a mí? —opiné utilizando la enseñanza en el internado de monjas al que asistimos a los doce años.
«El cuerpo es el templo sagrado y no se debe dejar profanar». Eso nos decía la hermana Inés.
—¡Ayyy Keny!, tenías que recordarlo.
—Tu cuerpo es tu templo, pequeña zorrita, respétalo. —le recordé burlesca, mientras le guiñé juguetona.
Katy es mayor que yo... por tres minutos. Si, es mi gemela. Lo único que nos hace “distintas”, por así decirlo por que prácticamente somos como dos gotas de agua, son los ojos.
Ya que ella los tiene de un azul muy intenso como los de mi padre, y yo saqué los ojos grises como el hierro, iguales a los de mi madre. Somos de tez apiñonada (no muy blancas pero tampoco muy morenas), un poco de pecas entre la nariz, espesas pestañas negras, labios rellenos, cejas oscuras, cabello negro y largo, ojos redondos y delgadas con cuerpos fitness.
Ambas amamos hacer mucho ejercicio.
—Odio cuando te pones en modo pasivo-agresiva celestial. —siseó moderando el tono de su voz.
Encogí los hombros mientras continúe escribiendo rápidamente sobre mi pobre teclado guerrero. Escribía tan rápido y le pinché y pinché y solo le pedía a Dios que mi lap resistiera en lo que subía de puesto de novata mediocre, a periodista reconocida y profesional, para poder comprar una laptop mejor.
—Si ya quedó claro sobre el paradero de tu blusa morada. Te agradecería que me dejarás nuevamente sola en la privacidad de mi habitación. Tengo que redactar una nota importante y tu estadía aquí, me descoloca las ideas.
—Ay, Keny, de verdad sabes que te amo y te apoyo. Cuida mucho lo que escribes, un día no vayas ha molestar a la gente equivocada, recuerda que corriste con suerte la vez que publicaste sobre las ladillas en los genitales. Dean se molestó mucho cuando leyó el periódico escolar. —me recordó lo que pasó hace más de tres años en la preparatoria.
Dean Smith, era el hijo del gobernador, y futuro patriarca de la familia Smith. Pero un día hablé en una nota sobre las ladillas genitales y a él pareció quedarle el saco, ya que se puso como loco y me tacho de "mentirosa". Era de una familia muy poderosa que solo con chasquear los dedos, bien pudieron haberme puesto de patitas en la calle y hacer de mi vida más miserable de lo que ya era... y sigue siendo.
¡Oh, por el cachivache de Ariel! Tal vez ellos están detrás de mi mala suerte en el periódico local.
No, claro que no, hace tres años de eso y mi mala suerte apenas empezó hace un año, así que rápidamente lo descarto.
Resoplé, quitándome los lentes redondos de los ojos para limpiarme un poco las lágrimas a causa de mis constantes bostezos, consecuencias de mis dos días de desvelo frente a mí laptop de guerra.
—¿Y yo como iba a saber que Dean tenía ladillas en las pelotas? Digo, no es como si lo hubiese estado espiando, eso sería asqueroso. —fingí una arcada.
—Claro que sería asqueroso y enfermo. Además es increíbleque no hayan repercutido en tu contra.
Bufé.
—Por cierto, ¿Tú crees que la familia Smith esté detrás de mi mala suerte en el periódico? —cuestioné intentando sonar tranquila, mientras volví a colocarme las gafas.
Katy negó divertida.
—Claro que no, tu mala suerte es por que no eres una buena periodista. —le saqué la lengua y ella continuó buscando su blusa inexistente en mi closet.
—Otra cosa más que compartimos. Yo no soy buena periodista y tú no eres buena actriz. —ironicé con desdén.
Me miró por encima de su hombro, mientras sus manos seguían metidas dentro de mi armario.
—Perra desconsiderada.
Reí ante su ofensa.
—Zorra desvergonzada.
—Ya en serio, te conozco tan bien, que sé que hiciste exactamente eso. Espiaste a Dean, no mientas reportera chismosa. Todas son iguales. —encontró una blusa morada de manga larga y se la probó; la dejé que lo hiciera, al fin y al cabo ese color no me gustaba.
—Periodista —la corregí, mientras sacudí la cabeza y me acerqué a ella —. Y no, no todas somos así, te juro que no lo espíe —le arrebaté la blusa lila que encontró y ví su clara intención de querer probarsela también. Pero el color lila si me gustaba —. Las reporteras tenemos un límite, querida y el mío es nunca fotografiar las bolas enladilladas de un imbécil que se folla todo lo que tenga un hoyo y sin protección. —le expliqué, doblando la blusa de tirantes lila y la acomodé en su lugar y cerré mi closet.
Mi hermana hizo un gesto de asco ante mi comentario. Removió sus hombros, reponiéndose de lo que supongo fue un escalofrío por lo que dije. Volví a mi lugar en mi escritorio.
—Como digas. En fin, me voy ha duchar. Deséame suerte Keny, ojalá y está vez si me quede con el papel principal. —y con eso salió de mi habitación, llevándose mi blusa morada de manga larga, que aunque ella no lo supiera, ya se la he regalado.
Sonreí al verla correr. Mi hermana apesar de que compartimos literal, el mismo rostro, el amor por el ejercicio y de más, también teníamos como gusto la fotografía y el baile; excepto el color morado.
Pero sin duda cada una tenía su propio sueño, el mío por ejemplo era poder convertirme en una periodista reconocida y dejar de ser la simple novata con un pequeño párrafo en cada periódico que salía a diario.
Mientras que Katy, ella quería convertirse en actriz de Hollywood y siempre ensaya mucho para los mejores castings, pero desgraciadamente no ha pasado de ser solo papeles secundarios en películas de baja calidad.
Estiré mis manos hacia la puerta por dónde se fue y cerré mis ojos, concentrándome para mandarle todas las vibras positivas que pueda poseer en mi pequeño interior. Y acto seguido, me dispuse a continuar con la redacción de mi nota periodística que me catapultará a la cima del éxito.
Al menos eso esperaba.
—¿Que se supone que es esto? —el señor Peterson alzó las hojas con mi nota, poniendo cara de poker.
Mi nota llevaba por título:
— «Los abortos clandestinos», señor, es un tema que se debe tratar con responsabilidad y esta nota es de suma importancia —me acerqué más al escritorio y me senté descuidadamente en una de las dos sillas frente a este, mientras el hombre miraba mi trabajo con cara de asco —. ¿Sabe cuántas adolescentes mueren al año por una interrupción mal realizada? Hay muchas clínicas clandestinas que no cuentan con seguro ni el equipo adecuado para realizar tan arriesgado trabajo, es mucha negligencia. Ni siquiera el equipo es profesional, son simples aficionados.
—Igual que usted, señorita Anderson. Una simple aficionada. —entrelazó sus dedos de salchicha sobre su escritorio y me observó severo.
—¿Disculpe? —me sentí indignada y mi tono lo confirmaba, de hecho cuando subí mis gafas al puente de mi nariz, me sentí tensa.
—Vaya y busque una mejor nota. Esta mierda no me convence. —agitó mi carpeta.
Apreté mi maletín contra el pecho, con mucha fuerza. Maldito viejo panzón, creo que investigaré sobre lo malo que es la comida chatarra y todo lo que engorda de la manera en la que él está.
Exhalé, intentando sonar tranquila y profesional.
—Pero señor, yo personalmente me tomé la tarea de investigar todo lo que tiene en esas hojas, no lo saqué del Internet. Incluso mi compañero fotógrafo logró infiltrarse en dichos “hospitales” y de ahí obtuvimos esas fotografías genuinas —señalé las fotos que venían adjuntas en la información que redacté en la carpeta —. Como ahí lo puede ver, no son seguras esas clínicas. No podemos dejar que sigan activas y que más mujeres adolescentes sigan muriendo por negligencia médica. De verdad, la cantidad de muertes son exageradas, ocho de cada diez mujeres adolescentes mueren por una intervención mal realizada y...
Arrastré la silla hacia el frente, con la ayuda de mis pies. Mala idea, por que llamé la atención del hombre prepotente y me gané una mirada fulminante.
—¿Quien le dijo que podía sentarse?
—detonó con frialdad, haciendo que me levantará como un resorte y volviera a poner mi distancia cerca de la puerta, la cual por cierto me lanzó de nuevo hacia enfrente, cuando Patxy abrió y asomó solo la cabeza.
—Señor, el detective Lane está aquí. —luego me miró y me susurró una disculpa por "el aventón".
La cual respondí con una sonrisa y ella volvió a cerrar en cuanto el señor «me vale madres la vida de los demás» le dijo que en un minuto lo atendería.
Acomodé nuevamente mis gafas, que casi me salieron volando del rostro cuando fui “ligeramente” echada unos pasos hacía enfrente. Quité algunos cabellos de mi rostro y me limité a maldecir en mi mente por mi mala suerte.
Creo que le dí más vibras de las que necesitaba a mi hermana. Le di todos mis chacras. Pues mi celular vibró en la parte trasera de mi pantalón, lo saqué y leí el mensaje de Katy.
«¡Me quedé con el papel principal! Seré la protagonista de "Heart to love" ¡Celebración está noche en “Medusa”! Y antes de que declines mi oferta (por que lo intuyo), yo invito, sabelotodo. *\0/*
El dueño del periódico local en el que trabajaba desde hace cuatro años, carraspeó y me miró con desagrado. Mi teléfono casi se me cae de las manos cuando lo escuché, le sonreí nervuda, subiendo mis gafas al puente de mi nariz y apretando el aparato.
Alzó mi trabajo de toda una noche y media de desvelo, y las lanzó sobre su escritorio con poca delicadeza, esparciendo las hojas por la madera de caoba de su elegante escritorio.
—Esto es una mierda. Nadie quiere leer en como las adolescentes pueden follar sin protección y luego desechar su error como excremento y morir en el intento. Búscate una mejor historia si quieres seguir trabajando aquí, novata. Te suspenderé la nota por una semana, así que ponte las pilas y busca algo mejor que esas estupideces.
Si algo odiaba en esta vida, era que me tratarán como pendeja. Le dí una de mis mejores sonrisas falsas, tomé mi trabajo que creí era de suma importancia y salí, dándole un azotón a la puerta del gordo.
—Kennedy.
—Ahora no, Laura. —le dije a mi ex amiga, quien era reportera de deportes y me apresuré al ascensor.
Ella y yo teníamos una historia, hace un año ella me rompió el corazón, pero ahora ya no dolía.
Cuando llegué al estacionamiento, literalmente corrí a mi auto lanzándome sobre el cofre, (al estilo las rubias, cuando va detrás del ladrón que le robó el bolso) para posteriormente caer de culo sobre el asfalto, levantarme y restarle importancia con la mano a la gente que vió mi estruendosa caída, con gesto adolorido.
La realidad es más dura que la perspectiva.
Caminé a la puerta de mi auto completamente adolorida, con gesto de «me dí en toda la madre» y abrí la puerta del conductor, subiéndome y lanzando mi trabajo al asiento del copiloto. Recargué mi frente sobre el volante de mi auto vintage, haciendo que el claxon sonará decorrido.
¡Piiiiiiiiiiiiiii...!
—Es.una.maldita.mierda. ¿Que voy a hacer ahora? Nunca lograré nada si sigo de mediocre. —me torturé en el silencio de mi auto, hasta que alguien tocó a la ventanilla de mi lado, sacándome de la miseria en la que me regocijaba.
Levanté la cabeza sin mucho ánimo y me encontré con los ojos grises de Jim, el ex rollo de mi hermana, y con el cuál luego de una pequeeeña equivocación, se convirtió en un muy buen amigo. Aunque suene raro, lo sé, lo considero un gran apoyo y ahora también lo arrastré al fango en el que estoy hundida hasta el cuello.
Jim es mi compañero fotógrafo, del que le hablé al viejo barrigón.
¿Y como que también es el ex rollo de mi hermana y mi mejor amigo?
Pues verán, hace unos cinco años mi hermanita tuvo la fantástica idea de enrollarse con este pelirrojo encantador, ojos de un gris más oscuro que los míos y sonrisa de bonitos hoyuelos en los costados.
Cabe mencionar, que ambos irresponsables lo hicieron en estado un poquitín alcoholizados. Por lo que mi hermana como en la mayoría de sus aventuras pasajeras, como ella las llama. Huyó de él al amanecer y corrió como damisela en apuros, o al menos lo intentó, pero para mi fortuna y mala suerte de ella, él era el nuevo alumno transferido a nuestra escuela.
De Irlanda para U.S.A.
Flashback:
Conocí a Jim cuando me vió caminando en los pasillos de la prepa, digamos que se acercó demasiado a mi espacio personal, con su peculiar sonrisa encantadora.
Me quedé estática cuándo repentinamente un chico agarró mi mano y tiró de mí chocando mi cuerpo contra el suyo, luego me tomó de las mejillas y se inclinó, plantándome un sonoro beso en la boca que tronó; muak.
Cuando separó sus labios de los míos, me sonrió encantadoramente, mientras yo pestañeaba incrédula. Los cuchicheos que comenzaron a sonar, me hicieron espabilar y mirar a los compañeros de años que ya me conocían a mí y a Katy, y nos identificaban a la perfección (por el color de ojos). Gimieron con sorpresa ante aquella escena. Mientras Jim los ignoraba y me susurraba al oído:
— «Fuiste mi mejor polvo, siempre te recordaré, preciosa».
Y como era de esperar, lo aparté de mí un poco aturdida y con un ligero empujón en su firme pecho. Supongo que mis mejillas sonrojadas al tope, demostraban la vergüenza que pasé. Me aclaré la garganta y encuadré los hombros.
— «Soy Kennedy Anderson». —me presenté, intentado sacarlo de su error, ya que al parecer y siendo obvios, él me estaba confundiendo con mi hermana gemela.
Su estúpida sonrisa encantadora volvió a aparecer en su perfecto rostro.
— «Me llamo Jeremy Lohan, pero tú puedes decirme Jim. Ya sabes, solo por que nos conocemos como Dios nos trajo al mundo, ya hay confianza entre nosotros».
Pestañeé con incredulidad. A mí no me conocía desnuda ¡Jamás! Batí mis pestañas como abanico y sacudí la cabeza para salir de mi estupor. Era claro que él no conocía el nombre de mi hermana. Par de irresponsables.
— «Lo que quiero decir, es que yo no soy Katherine o Katy».
Por su ceño fruncido, me aseguró lo que yo ya intuía. En efecto, no conocían sus nombres.
— «¿Ah, no? Entonces, si tú no eres Katherine, ni Katy —tomó un mechón de mi cabello y lo metió tras mi oreja. Me aparté como flash de su tacto. El sonrió inocente y preguntó —. ¿Quien es Katherine y Katy?»
Y como consuelo a mis plegarias internas, mi hermana apareció detrás de él, luciendo como la perra empoderada que siempre fue.
Mientras que yo lucía como la cachorrita perdida que jamás salía a citas, ni siquiera con el capitán sexy de fútbol americano que un día me invitó a salir y decline. Todas morían por él y me tacharon de loca cuando lo rechacé, pero simplemente, no era mi tipo, era mucho musculo y poco cerebro.
En fin, volvamos al presente que es mi pasado de como conocí al pelirrojo.
— «Ambas soy yo — ella me miró directo a los ojos, azul conectando con gris. Jim se volteó a verla y luego a mí, aparentemente asombrado por el gran descubrimiento que hicieron sus ojos —. Sentí que algo andaba mal. Y veo que no me equivoqué».
No éramos mucho de sentir siempre lo que a la otra le pasaba. Si eso fuera el caso, creo que constantemente me sentiría ultrajada por todas sus aventuras de “Dora la exploradora” y eso sin duda me deprimiría muchísimo.
Asi que gracias a Dios, sólo compartíamos el presentimiento o la conexión que se encendia cuando algo nos dolía o nos afectaba, como a mí en este momento me afectó mi primer beso con un desconocido.
Triste y patética ¿Cierto? Pero si, el beso que me había plantado el tal Jim, fue el primer pico de toda mi vida. Ningún chico antes me había besado, ni siquiera castamente como lo hizo él.
Y eso me desoriento y creo que mi hermana lo sintió. Me ha besado un chico guapo que claramente me ha confundido con mi gemela.
Todos cuchicheaban sobre lo ocurrido, ya que yo era conocida en la preparatoria como la más sensata de las dos, la que jamás se enrollaba con nadie por muy bueno que el tipo estuviera. Pues aunque Katherine a diferencia de mí, era como una gacela libre que siempre corría con la manada rebelde, yo me concideraba más como el cervatillo herido que siempre se quedaba fuera de la manada para morir en paz.
Y lo prefería asi, pues siempre tuve en mente el enfoque a lo que quería ser a esta edad y lo cual aún no logro tener. Así que supuse que los chicos eran distracciones como zoológicos y por eso los descarté de mi vida. Patética, nivel Dios.
Y solo recordarlo, me frustraba.
—¿Son gemelas? —preguntó aún incrédulo, el pelirrojo.
—No idiota, somos los clones de Star Wars.
—Si son gemelas —dijo más para él y luego se giró a verme a mí —. Lo siento, hermosa. No quise besarte... o bueno si quería, pero no a ti, sino a ella.
—Lo entiendo, no hay problema. —zanjé sin darle más importancia.
—Genial, entonces supongo que mi chica es Katherine y Katy, ¿así que tú eres...
—Ella es Kennedy, y yo no soy tu chica. —refunfuñó Katy, acercándose a mí y tomándome del brazo —. No te vuelvas a acercar a nosotras, Jeremías.
—Soy Jeremy. —la corrigió el chico que se tiró, con una pequeña sonrisa encantadora.
—¡Estás advertido, Ron Weasley! —exclamó una última vez mi hermana, mientras me hacia caminar con ella, por el pasillo del instituto.
Fin del flashback:
Por eso me perdí de muchos chicos lindos, por nada. Y cuando finalmente me abrí al amor, no funcionó y una patada más a mi inestabilidad emocional.
Puse la llave sobre la hendidura para encender el carro y bajé la ventanilla. Jim se inclinó más y posó sus brazos sobre mi puerta, ya que bajé por completo el vidrio de la ventana. Me sonrió, con esos hoyuelos encantadores que se le forman adorables.
—¿Y? ¿Por qué tan feliz? —bufé ante su mal chiste, fulminándolo —. Fuí cruel, lo siento. Pero cuéntame, preciosa, ¿Que pasó? ¿Tan mal estuvo? —me animó a qué le contara mi fatal retroactivo patadón a mi orgullo.
Suspiré cansina y apreté el volante, al grado de que mis nudillos se pusieron blancos.
—Fue horrible, Jim, creo que una patada en la espinilla no me habría dolido tanto —mi puchero se formó y lo noté por qué él tenía la pésima costumbre de hacer los mismos gestos que hacía yo, sin él ser conciente
—. Deja de hacer eso, Jim. —sorbí mis mocos.
—¿Hacer qué?
Pasé el dorso de mi mano por la nariz, limpiando el moco que amenazaba con salir de mis poros, de forma líquida.
—Hacer los pucheros que acabo de hacer.
—Oh...
—Si, oh.
—¿Lo hice otra vez?
—Lo hiciste otra vez — afirmé, soltando un suspiro —, y sé que no lo haces adrede, pero no me termino de acostumbrar que refleje mis gestos en tu cara, como espejo.
—Supongo que ya no puedo evitarlo, Keny. —suspiró apenado.
—No importa.
Sonrió, se incorporó un poco, está vez, abriendo y sosteniendo la puerta con sus manos.
—Yo conduzco, gebuena. —me pidió.
Gebuena: Apodo inventado por Jim, refiriéndose a qué yo era la gemela buena, y katy, la gemela mala. Seudónimo Keny: gebuena.
Seudónimo Katy: gemala.
Tonto pero cierto. Al menos con él, Kate era mala. Muy mala.
—¿Y tu moto?
—No la traje, vine en taxi.
Entrecerré mis ojos, pero no le dí más importancia y me recorrí al asiento del copiloto, sentándome sobre las hojas que me costaron desveladas de dos días frente a una laptop con mala recepción y ojeras terribles. Levanté un poco mi trasero y cojí las hojas, las cuales lancé a la parte de atrás sin mucho ánimo.
Jim, miró hacía las hojas esparcidas sobre el sillón trasero y el tapete del piso, y luego me vió a mí.
—¿Qué? —cuestioné brava.
—Nada. —alzó las manos en rendición.
—Bien. —dije tajante, abrochándome el cinturón de seguridad.
—¿Desayunaste gallo?, ¿por qué tan agresiva con el pobre fotógrafo?
Entorné los ojos y me limité a mirar por la ventana el resto del camino a mi apartamento. Cuando llegamos, ambos nos bajamos, él me entregó mis llaves y le agradecí con un abrazo que lo agarró desprevenido, pero al cual correspondió rápidamente.
Apoyó su barbilla en mi coronilla, mientras sus brazos me rodeaban la cintura y yo la de él.
—Ánimo, Keny. No dejes que ese viejo barrigón, arruine tus sueños —soltó mi espalda, y me tomó de las mejillas y me obligó a verle a los ojos —. Tú eres mejor de lo que crees, eres una chica genial, inteligente y hermosa. Aunque eso ya lo sabes, pero no está de más aclararte esos puntos claves —me guiñó—. Ahora bien, si me permites darte un consejo —asentí, subiendo mis gafas —, sé astuta. Usa esto —señaló mi persona de pies a cabeza —. Tienes el poder para sacar buenas historias para una buena nota, no digo que las notas que escribías anteriormente fueran malas. Es simple evolución. Coquetea un poco con tus fuentes, deja tu zona de confort y aventurate, no te digo que folles a cambio de información. Solo usa tu belleza para lograrlo. Eso hacen las reporteras de la nueva generación.— me pasó su dedo índice por la nariz, de manera juguetona.
Lo manoteé indignada.
—¿A cuántas reporteras–teiboleras de la nueva generación conoces?
Rió. Soltando mi cara y pasándose una mano por su pelo rojizo.
—A ninguna, solo te dí mi humilde opinión. Eso es todo.
Subí las escaleras para llegar a la puerta del lobby del edificio, dejándolo parado sobre la acera.
—¡Te veo mañana, compañero y dile a tu culo que sea puntual!
—¡Lo haré, jefa, que descanses!
Entré con una pequeña sonrisa dibujada en mis labios. Si, Jim trabaja para mí, o bueno, digamos que él era mi fotógrafo personal para darle la credibilidad que necesito para mis historias. Y es muy agradable trabajar con él. Aunque a Kate no le agradó mucho al principio, lo dejó estar.
♧♧♧
Mordisqueaba mi lápiz con nerviosismo, mientras intentaba concentrarme en una nueva nota para mí espacio en el periódico de esta semana. Está era mi última oportunidad y si no lograba impresionar al viejo barrigón, me echarían del periódico peor que a un perrito callejero.
Jim puso un latte de vainilla en mi pequeño cubículo de trabajo.
—Gracias. —tomé el vaso y le di un pequeño trago a mi bebida tibia.
—Tengo la solución a tu sueño.
Bajé mi latte antes de poder darle el segundo trago. Lo miré con interés.
—¿Cuál?
Miró que nadie estuviese de chismoso y se acercó a mi oído.
—Te veo hoy en mi apartamento a las siete, allí tengo la información que necesitas para cumplir tu sueño.
—¿Como lo conseguiste?
—En realidad yo ya tenía el inicio de la noticia a medias, pero con lo que obtuve apenas, creo que ya esta completa la información. Ya verás.
—Estaré puntual.— prometí con una gran sonrisa.
—Keny, necesito hablar contigo, por favor. —Jim y yo miramos a Laura, quien jugaba con una pluma entre sus dedos con aparente nerviosismo.
Suspiré y poniéndome de pie, accedi a hablar finalmente con ella, luego de todo un año de evitarla por lo sucedido, creo que finalmente era la hora de cerrar este ciclo y darle vuelta a la página.
—¿Estás segura de querer hacerlo? —me preguntó preocupado Jim, tomándome del brazo.
Apoyé mi mano sobre la suya y le sonreí.
—Tranquilo, estoy lista para superarlo, es un ciclo que ya merece cerrarse.
—Esa es mi chica —besó mi mejilla —. Entonces te veo en la noche, prometiste ser puntual.
—Llegaré puntual, te lo juro. —y con eso me fui rumbo a la cafetería, con Laura caminando con la cabeza agachada, a mi lado.
♤♤♤
—Llegas tarde. —se quejó el pelirrojo, dejándome entrar a su apartamento.
Entorné los ojos, dejando mi maletín sobre su sofá individual.
—Sólo fue un minuto, tampoco exageres. —lancé mi chaqueta sin cuidado sobre el perchero.
—Un minuto valioso. —volvió a quejarse.
Caminé detrás de él hasta la habitación que adaptó como su oficina. Se sentó frente a su computadora y me jaló una silla, invitándome a sentar junto a él. Lo hice, mientras él comenzaba a teclear.
—Verás. Hace nueve años yo estuve presente en una persecución que se generó en Inglaterra y jamás se supo nada de su paradero luego de aquello. Mucha gente se manifestó en protesta.
—No te metas en problemas por mí, Jim.
Me miró y sonrió, besando mi mejilla.
—Haría eso y más, por ti.
—Te adoro.
—Lo sé, es difícil no hacerlo por que yo también me adoro. —sonrió y golpeé su hombro de manera juguetona.
Siguió mostrándome todo lo que había rescatado de la basura que el oficial Lane borró, pero que sin duda su Android lo tenía solo anulado a su vista. Por lo que en los archivos “basura”, estaba esta gran información.
Ya lo dicen por ahí, «lo que para unos es basura, para otros es tesoro». Y esto para mí, sin duda es la catapulta a mi carrera para dejar de ser la insignificante, aburrida, nerd, tonta, mediocre y pésima periodista novata. Por fin me haría notar, finalmente está sería la nota que me llevaría a la cima de mi sueño.
—Te deberé mucho por esto, Jim.
—Rómpete una pierna. —levantó sus pulgares con una gran sonrisa.
—Enviame la información a mi corre —tomé mi maletín y caminé a la puerta —, tengo que redactar la nota ya mismo y posteriormente pulir solo lo que anotaré en mi espacio.
—Ya lo hice, te envié toda la información que recopilé y te marqué lo que creí importante —me guiñó —. Sabes que no hablas con cualquier principiante. Sé lo que debo hacer, jefa. No quiero que mi culo sea despedido por la única mujer que ha creído en mí, y descuida, no me debes nada. Creo que con esto —señaló su monitor con toda la información —, estamos a mano.
Asentí agradecida y salí de su apartamento con una gran sonrisa en los labios.
♥︎♥︎♥︎
Espero que el capitulo haya sido de su agrado, no olvides votar y comentar, pues un gran incentivo para inspirarme más. 🙏💐🥰
Bendiciones infinitas, con cariño; Ana la mexicana. 💃🔥😈❤
Pdt: las actualizaciones serán todos los miércoles, la hora puede variar así que siganme y estén atentas a los siguientes capítulos. 💐🥰🙏
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