Capítulo 12: El agujero
Una vez cobra, siempre cobra.
23 de Marzo 2019
Zayn:
La voz de mi asistente pavonea en mis tímpanos mientras me cuenta todas las actividades que debo llevar a cabo el día de hoy.
Desde que soy el Gerente General de Beckett Corp, toda mi vida está completamente organizada en una agenda. Nueve AM, revisar el inventario de la empresa; nueve y cuarenta y cinco AM, junta con el personal administrativo; 10 en punto, almuerzo con los nuevos aliados de la industria. Todo esta tan fríamente calculado que, según yo mismo me he planteado, tengo mi propio horario de "relajo" que dura diez minutos, y prácticamente se basa en tratar de no perder la cabeza ahora que soy el nuevo jefe y tengo todas estas responsabilidades.
—¡Señor Beckett! —irrumpe la chica pelirroja que me asiste, la cual he olvidado el nombre— ¿Me está escuchando?
—Sí, sí, por supuesto —miento, enderezando mi espalda, tratando de no lucir encorvado para que no note que me muero del aburrimiento.
—Debe prestar más atención, Señor. Su abuelo se sentiría muy decepcionado si su empresa fracasara —arrugo mi frente en una clara muestra de molestia. Al notar mi expresión puedo ver como mi asistente se le desvía la mandíbula y esta cae de vergüenza ante ese comentario tan inapropiado—. L-lo s-siento, Señor Beckett, no fue mi intención.
—No, no, continúa. Yo insisto. Es más, tengo una excelente idea, porque no mejor creas un buzón de sugerencias y entonces invitas a todo el personal a que meta allí todas sus quejas y sus sugerencias, así todos podemos dirigir la empresa porque, como ya es obvio, Thomas Beckett puso a cargo a alguien que ni siquiera sabe lo que está haciendo.
La peli roja quedó helada, y un leve temblor en sus manos comienza hacer presencia.
—Señor..., le ruego que me disculpe.
—Mejor ruega que no te despida —repliqué. El teléfono de mi oficina comienza a sonar y entonces noto las lágrimas de la mujer correr sin control por sus mejillas ahora rojas—. Dime... -digo a través de la línea.
—Señor, unos agentes federales quieren verlo —informó Molly, mi otra asistente.
¿El FBI? ¿Qué querrán estás personas? Pensé que se había cerrado el caso de Dean.
—Déjalos pasar —cuelgo inmediatamente y entonces tengo la molestia de tener que lidiar con la pelirroja que llora incesantemente, como si estuviera en un funeral.
—Se-señor, este... —solloza—, este trabajo es lo único que tengo.
—Sí, sí, ya. No te despediré. Pero para la próxima cuida tus comentarios. No toleraré otro insulto.
La mujer sonríe ampliamente, y cuando tengo sus dos manos estrechando la mía entran en mi oficina una mujer rubia y delgada y un hombre castaño con ojos oscuros y el ceño fruncido.
—Señor Beckett, somos los agentes Williams y Morris. Si no le molesta queremos hacerle unas preguntas —dijo el hombre de aspecto intimidante.
Le dirijo una mirada a mi asistente y ella capta el mensaje, así que se va dejándonos solo a mí y a los Federales.
—Díganme, ¿en qué puedo ayudarles?
—Usted puede ayudarnos más de lo que imagina. Creemos tener la clave para resolver el caso de Dean Beckett.
Entonces, sin imaginarme, ya estaba estacionando mi auto afuera del único bar más repugnante de Graydale en el que solía disfrutar cuando era parte de las Cobras. Entro, y al sonar la campanilla, recuerdo la última vez que estuve aquí. Fue hace más de un mes cuando quería olvidar toda esa pesadilla de la familia Beckett, que resurgiendo de las cenizas cual ave fénix, solamente para amargar mi existencia.
El lugar está repleto de Cobras, no como la última vez que estuve aquí. Todo luce como si al sitio le hubieran dado vuelta a la vida. Personas riendo, bebiendo, jugando billar. Cobras por aquí y por allá. Muchos de los cuales ni siquiera me prestan atención cuando llego y me balanceo por el lugar, y otras que ni siquiera me conocen porque han de ser nuevos miembros.
Prácticamente de la nada una chica se me abalanza encima y me rodea el cuello con sus brazos.
—Hola, guapo, ¿te perdiste? —me dijo la chica con una sonrisa pícara en su rostro.
Me salgo gentilmente de su agarre pues, puedo notar que ha estado bebiendo.
—No —respondo rápidamente— Estoy buscando a Erick Howland. ¿Lo has visto?
—Claro, lo veo todo el tiempo... —dice con voz melosa volviendo a colocar sus brazos alrededor de mi cuello— Si te digo donde está, ¿qué harías tú por mí?
Me zafo de su agarre entendiendo que no va ayudarme de gratis, así que intento buscar a Erick de otra forma. Se supone que debo dar con el paradero de Erick y convencerlo de que me deje entrar otra vez a las cobras. Todo es idea del FBI que cree que si me infiltro en las cobras podré encontrar al que de verdad está detrás del asesinato de Dean y por ende de Abigail.
No tengo opción más que ayudarles, pues ellos saben muy bien quién fui. Ellos conocen todos mis movimientos dentro de esta pandilla y si los ayudo ningún cargo se levantará contra mí. Eso sí, Lily jamás debe de saber de estas andanzas. No quiero que se preocupe, ni involucrarla en más asuntos que tengan que ver con Dean, ni mucho menos con las cobras. Es mejor que no sepa nada hasta que esto termine. De todos modos yo soy el que metí la pata hasta el fondo cuando me uní a esta pandilla en primer lugar.
Veo a un joven (nunca lo había visto antes), tiene puesta una chaqueta de cuero con el logo de las cobras en la espalda. Así que supuse que era un aprendiz o un novato dentro de la pandilla. Está algo ebrio, lo tomo por el hombro y le pregunto por Erick, pero este me ignora y se marcha arrastrando sus pies hasta la salida.
Hago lo mismo dos veces más pero no consigo que nadie me preste atención. Supongo que ahora soy un desconocido para esta nueva generación de cobras, y, aunque hay gente aquí que de seguro me recuerda, están tan ocupados jugando y apostando, que fácilmente olvidan que el némesis de Erick está aquí y que el juró que me mataría si volvía a toparse conmigo otra vez.
Me siento en la barra y visualizo una silueta familiar que a mis ojos fue como si no la hubiera visto en siglos. Era Madame Rachel, la dueña del bar, cobra honoraria. Ella pone un vaso de agua frente a mí -pues sabe que no bebo- y con unos ojos vacilantes me observa fijamente como si tratase de una ilusión óptica.
—Agua... —digo y pruebo un sorbo—, mi favorita.
—Es mejor que sigas tu camino muchacho. Aquí ya no eres bienvenido. En cualquier momento Erick podría salir por esa puerta y todos sabemos lo que sucederá.
—Bien. A él es quién estoy buscando.
—¿Tú? ¿Buscando a Erick? —dijo Madame alzando una de sus gruesas cejas negras—. ¿Y se puede saber por qué? ¿Viniste a vengarte?
—Más bien vine a hablar con Erick. Cosas triviales. Nada personal.
—¿Hablar con Erick? ¿Acaso no escuchas lo que dices? Erick jamás aceptará que hables con él. Te disparará en cuanto te vea.
—No si yo lo hago antes.
—En serio te aprecio muchacho, pero ya no eres el mismo Zayn de antes. Escuché lo de la Mansión y la empresa. Es muy lindo que alguien que nunca tuvo nada al fin lo tenga todo. Pero si quieres tan solo pensar en dar un paso hacia atrás y pisar algo de tu vieja vida te harán un poco de falta las agallas que tenía el antiguo Zayn. Tómalo como un concejo, muchacho, no es nada personal como dices.
Madame Rachel tiene razón. Desde que llegué aquí, solo he pensado en cómo encontrar Erick pero lo he hecho como lo que soy ahora, un hombre responsable, que quiere saber de una vez por todas quién rayos mató a su hermano. Pero pensar como el Zayn de ahora no me ayudará mucho, debo hacer algo que me permita encontrar a Erick antes de que uno de estos locos me mate porque estoy en su territorio.
"Piensa Zayn, ¿qué haría el yo del pasado?" —pensé y luego vi la oportunidad de hacer algo que me hará ganar un poco jurisdicción en este sitio.
En un movimiento rápido ya estoy caminando hacia la mesa de billar. Sujeto a uno de los jugadores por su hombro y lo hago girar ágilmente, haciendo que este quede frente a mí, logrando que se le borre la sonrisa de un veloz golpe que dejo impactar en una de sus mejillas. El chico de las cobras cae en la mesa de billar siendo el centro de las miradas de todos sus compañeros de juego. Pero aún no he terminado.
Lo tomo por los hombros de su chaqueta y lo arrastro por la mesa de juegos como si estuviera pasando un trapeador. Para concluir, dejo al chico caer en el suelo, entonces pongo un pie en la mesa y de un solo jalón ya estoy arriba.
—¡¿YA TENGO SU ATENCIÓN, SEÑORITAS?! —grité— ESTOY BUSCANDO A ERICK HOWLAND, ¿ALGUIEN LO HA VISTO?
Toda la habitación permanece unos segundos sin ruido alguno, hasta que unas palmas empiezan a chocar entre sí en un breve aplauso que, por el vacío existente, hace eco al rededor.
—Vaya, vaya, fabulosa entrada, Beckett, como siempre —comenta Erick, surgiendo de la nada con 10 de sus seguidores—. Debo admitir que estuvo un poco fuera de lugar, pero aun así bastante impresionante.
Bajo de la mesa de billar sin apartar la mirada de él y, por su parte, Erick hace lo mismo conmigo. Sus ojos verdes están posados en mí pero no hace ningún movimiento, solo está parado allí, analizando la situación.
—Gracias... —digo al fin debido al "cumplido" que me hizo por mi entrada.
—Debo suponer que estas aquí por una razón de mucho más peso que un juego de billar. Sin embargo, recuerdo que la última vez que te vi por aquí, te dije que si te aparecías de nuevo, te mataría.
Miembros de las cobras se colocan detrás de mí con armas en sus manos. Erick sonríe como si hubiera ganado la lotería. Y yo estoy justo donde quería, pues estos me conducen al agujero de las cobras y es el momento perfecto para hablar de mi regreso.
La oscuridad se haría más patente si no fuera por ese diminuto traga luz que hace iluminar esta pequeña habitación. Las cobras usualmente hacen sus interrogatorios en habitaciones tan insignificantes como estas. Como son pequeñas, fácilmente te cuesta respirar y pensar.
Así que... estoy aquí, en el agujero de las cobras, atado de manos y pies en una silla de madera, mientras un sujeto y Grace -que se hace llamar así misma Megan- se turnan para golpearme en un incómodo intento de hacerme sufrir antes de morir. Grace, o Megan, golpea mi mandíbula y por el doloroso impacto que recibo siento caer una que otra gota de sangre por mi mejilla adolorida.
—¡Uh! Eso debió doler... —escucho decir a Nate Parker detrás de mí, en algún lugar de la habitación.
Grace, o quizás Megan, sonríe triunfante como si hubiera logrado una gran hazaña con ese último golpe.
—¿Qué te pareció, Zayn? —preguntó divertida la chica pelinegra de piel clara.
Giro la cabeza para encontrar mis ojos con los de ella y agrego sin inmutarme:
—Nada mal para una nena.
La furia de Grace se enciende y rápidamente giré el rostro anticipando el golpe que pensé que me daría, pero no lo hizo, pues Erick la apartó bruscamente antes de que siquiera pudiera tocarme. Y ahora, tengo al Líder de las cobras en frente de mí.
—Es curioso, Beckett. Te advertí que si volvías a este lugar te mataría, aun así volviste para que yo tuviera la oportunidad de matarte. Dime, ¿por qué lo hiciste? ¿Te hartó tu noviecita y ahora estas buscando maneras de suicidarte?
Las cobras ríen a carcajadas y yo pongo los ojos en blanco debido a su comentario mal intencionado sobre Lily. Solo escucharlo hablar de ella me molesta rotundamente.
—No estoy aquí por Lily —digo—. Vine porque quiero hacer patente mi regreso a Las Cobras.
Una sonrisa se curva en la boca de Erick seguido de una larga carcajada más fingida que verdadera.
—¿Escucharon eso, amigos? ¿ÉL quiere volver a las COBRAS?
El sonido de la risa gigantesca de Nate da el primer paso para encender el sin fin número de risa de los demás miembros.
—¡Es el mejor chiste que he escuchado! —comenta Parker apareciendo en mi rango de vista con una gran bolsa de frituras en sus manos—. ¿No crees que es un poco tarde para eso, Beckett?
Nate vacía la bolsa encima de mí e, intentando provocarme, toma una papa crujiente de mi cabello y la mete en su boca. Él jamás haría eso si yo no estuviera atado y Erick no estuviera aquí para defenderlo.
—Ahora sí que enloqueciste, Zayn —dijo Erick colocándose en cuclillas para mirarme mejor—. ¿Dejarte entrar a las cobras, el lugar al que tú abandonaste y le diste la espalda cuando pudiste? Dame una razón válida para no asesinarte ahora mismo por semejante estupidez.
—Una vez cobra siempre cobra, ¿no? —digo haciendo referencia a una de las frases más celebres de su padre, el fundador de las cobras.
Erick sonríe ampliamente, como si estuviera tramando un siniestro plan.
—¿No me digas que estás pensando en dejarlo entrar, Erick? —cuestionó Grace con voz alzada.
—Shhhh... —dijo Erick para hacer callar a su novia. Sin embargo Grace continuó quejándose y chillando: "Es mala idea dejarlo entrar. Es un traidor". Hasta que Erick se hartó y gritó:—¡YO SOY EL QUE DA LAS ORDENES AQUÍ! —Todos se quedaron en silencio al oír sus palabras, mientras yo me quedé a la expectativa de lo que diría. Erguido y completamente serio agregó con sarcasmo: —¡Felicidades, Zayn! Estás dentro. Pero estarás en período de prueba. Gánate mi confianza y tendrás una verdadera iniciación... Bienvenido a Las Cobras, Galán —dice y arroja un pañuelo con el logo de las cobras a mi rostro.
Erick se marcha junto con su pandilla y lo último que logro ver es que intenta poner su brazo al rededor de Grace y ésta, enojada, lo rechaza completamente, empujándolo.
Nate Parker es el último en salir y antes de irse se coloca erguido frente a mí, acomoda su chaqueta azul marino de las cobras y toma otra papa de mi cabello y la mete lentamente en su boca. El idiota gira en sus talones y cruza la puerta cerrándola al final con un portazo severo.
Pienso por un momento que me van a dejar solo aquí hasta que después de unos minutos escucho la puerta abrirse y veo a Christian aparecer detrás de ella. Mi antiguo amigo casi corre hasta mí, se pone de rodillas y con una navaja empieza a desatar cada una de las cuerdas que me sujetan.
—De veras creí que te matarían, por eso ni siquiera me digné a aparecer. Luego vi a las cobras salir de la habitación y no se escuchó ningún disparo. Supe de inmediato que algo estúpido se te había ocurrido.
Ambos nos ponemos de pies y entonces le agradezco a Chris por liberarme. Él luce igual que hace algunos años cuando juntos nos metimos en este lío, pero me enfoco en sus ojos azules, los mismos ojos azules que estaban aquella vez cuando Nate y Peter se hicieron pasar por los asesinos de Dean. Y, aunque sé que quizás las cobras no tuvieron que ver directamente con el asesinato de mi hermano, estoy completamente seguro que estuvieron implicados en el homicidio de Abigail Watson.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro