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Capitulo 39. Seguirá siendo amor

«¡Pero, mira! ¡Algo se agita en el aire!
La ola. ¡Hay un movimiento allí!,
como si las torres se hubieran apartado,
sumergiéndose lentamente, la cansada marea,
como si sus cimas débilmente hubieran dejado
un vacío en el brumoso cielo.
Las olas tienen ahora un tono rojizo
respiran desmayadas y lentas.
Y cuando ya no hay lamentos terrenales
baja, baja esta ciudad hasta donde se quedará eternamente.
El infierno, elevándose desde mil tronos,
le hará reverencias».

—La ciudad en el mar, Edgar Allan Poe

Había dejado de llover para el momento en el que Camille y Thiago caminaron hasta llegar a la organización. Camille camino decididamente los últimos metros hasta llegar al portón de hierro que bloqueaba la entrada del edificio.

Ella se tambaleó y lloriqueó hasta llegar al interfaz donde podía poner su digital para abrir el portón. Thiago le dedicó una mirada extraña y ella le entrecerró los ojos en advertencia. Era necesario armar una buena actuación desde el comienzo, o no tenía sentido.

—Tienes que tomarme por el brazo sano, pretenderé que me estoy apoyando en ti para caminar.—susurró hacia Thiago y él se apresuró a asistirla, de otra manera su presencia sería totalmente irrelevante.

Con un crujido, el portón se deslizó revelando el patio abierto de la organización. Había dos guardias que se encargaban de verificar quién entraba en todo momento sentados en su puesto bajo la sombra del edificio, ambos se levantaron de un salto, alarmados a la visión de la hija de sus jefes ensangrentada.

—Déjenme pasar—les dijo en forma de saludo, la voz sometida a una inflexión persuasiva e imperante.

—Señorita Amaral, debe ir al ala médica...—comenzó uno de ellos—.

—DÉJENME PASAR—les gritó sin aliento, ahora más con la cólera propia de la situación. Ambos retrocedieron al escucharla y la dejaron pasar. La culpa que podría llegar a sentir se desvaneció tan rápido como apareció.

Era necesario que llegaran hasta el subsuelo sin que nadie intentara impedírselo, por lo que a pesar de estar "cojeando y sangrando", se dedicó a retratar una cojera decidida y rápida, como si tuviera un objetivo mayor para querer ir abajo a tanta urgencia.
Thiago asintió a un par de guardias que habían salido al escucharla y continuó acompañándola.

Ambos consiguieron pasar el portón hasta la puerta principal que daba entrada al edificio, allí las cosas se complicarían pues había todo tipo de personas entrando y saliendo. Cualquiera de ellos podía ser Vinicius o Joanne y Camille no podría hacer nada contra ellos. Era justamente por esos detalles por los cuales a Thiago no le agradaba el plan: se basaba en confiar en que el universo conspiraría en su favor. Había aprendido que el muchacho prefería el orden y las cosas calculadas, pero no tenían lugar para sobre pensar la situación.

Al abrirse las puertas automáticas, la iluminación amplia del local era más fuerte que el exterior, pues acababa de parar de llover y las nubes continuaban cargadas y nublando el panorama. Camille no se detuvo en ningún momento, a pesar de las miradas alarmadas que le dirigían. Si tan solo fuera tan directa y rápida al lugar donde debía llegar, era difícil que la detuvieran.
El sangrado en su brazo había parado tras un tiempo, y Thiago la obligó a cortar un pedazo de su vestido de sirena para amarrarlo en la herida, argumentando que eso solo traería realismo a la situación. Si era realismo lo que buscaba, Camille era una master en ello. Tenía el rímel embarrado en el rostro, sangre seca, suciedad que había puesto en su rostro a tientas. Incluso había llorado un poco para que las lágrimas dejaran una marca en su rostro. Su vestido había sido descartado en la parte trasera del auto y cuando lo recuperó estaba arrugado. A pesar de eso, permanecía parcialmente limpio por lo que lo tiró en el estacionamiento del café e hizo que Asher pisara encima de él con sus zapatos sucios de gorila. Lo admitiría, sentía orgullo de si misma, pero odiaba su situación física actual. Como brasileña, bañarse tres veces al día y oler a agua de rosas era una necesitad tanto como beber agua.

—Camille, concéntrate, estás caminando bien—le advirtió él con la voz aguda.

Habían decidido evitar el elevador e ir directamente hacia las escaleras, a pesar de que tardarían más. Era demasiado riesgoso ir con tanta gente encerrada.
Soltó un grito de agonia solo para retomar la actuación y se aseguró de gimotear todo el paso de las escaleras y tan solo cuando estaban lo bastante cerca del nivel inferior, gritó hacia un soldado.

—¿QUÉ ESTÁS ESPERANDO? Ve a llamar a mis padres, diles que su hija está herida, es URGENTE. APÚRATE.

Él abandonó su puesto y salió corriendo hasta perderse de vista. Thiago y Camille lograron llegar hasta el final del pasillo y ambos descendieron hasta el búnker. No había prisioneros, por lo que las celdas estaban silenciosas y sin vigilancia además del guardia al que envió. Aquí era en donde Hayley había pasado tres meses. Frío, húmedo, silencioso. Era una tumba.

Thiago la ayudó a sentarse recostada en la primera celda, la más cercana a la salida. Era donde Hayley había estado, y la pared que había derribado fue reconstruida y reforzada.

El lugar consistía de cinco celdas con cama y barrotes, un pequeño baño al fondo y un escritorio con mesas y sillas donde los guardias solían hacer sus vigilias si había alguien encerrado. También tenían un armario de alimentos no perecederos cerca del escritorio, en caso de emergencia.
No era solo una prisión. Era un búnker. En caso de emergencia, podía ser usado como refugio: las camas, el baño, la ducha y el alimento también cumplían con su doble propósito. La puerta solo podía ser abierta por dentro y era antibalas.

Camille se estaba acomodando a los fríos barrotes de hierro cuando unos pasos firmes y rápidos se escucharon desde el corredor. Vinicius se asomo alterado y a penas vislumbró a su hija su tez se convirtió en una aparición blanquecida.

—¿Camille?—preguntó con un hilo de voz. La tétrica iluminación del lugar convertía a Camille en sombras y rubí, bien podría pasar por un ghoul.

Pai—lloriqueó—, pai, uma coisa terrível aconteceu.

Él se acercó al escuchar su voz, ignorando la presencia de Thiago parado al costado de una sombra como un guardia en posición.

Camille agarró los brazos de su padre y trató de que viera las lágrimas resecas en sus mejillas y sus ojos húmedos.

Quem foi minha filha?—le preguntó él en portugués—. Quem te fez isto?

Camille se encogió como un animal lastimado y trató de recordar porque debía hacer esto a medida que enterraba la culpa.

—Asher Daffara—incriminó con la voz convertida en un hilo—. Estábamos en el bar ayer y luego fuimos hasta Naos por qué Ahren Miller fue secuestrado y-y Asher creyó que fue cosa mía, se enojó—una mirada mortal cruzó por los ojos de su padre—, me llevó a rastras del hotel abandonado y me lastimó. Me amenazó, papai—me dijo que me mataría si volvía a planear algo con la organización. Él me dejó tirada y desangrándome y fue Thiago el que me encontró y me trajo hasta aquí.

Vinicius dirigió un asentimiento hacia Thiago y frunció las cejas enseguida, Camille podía notar que el shock inicial había pasado y ahora comenzaría buscar la lógica en la situación. Lo que no era bueno, pues lógica no tenía cabida en la situación.

—Gracias muchacho. Vem cá filha—Su padre se levantó y espero que ella lo siguiera.

Camille, nerviosa negó con la cabeza. Joanne no aparecía y se les estaba desintegrando la oportunidad.

—No puedo levantarme—le confesó con tristeza y levantó un brazo para que la ayudara.

Vinicius se detuvo a medio camino y observó a su alrededor como si por primera vez se diera cuenta que estaba en el oscuro subsuelo, lejos de todo el movimiento de la organización.

—¿Por qué viniste aquí y no fuiste directamente a la enfermería? —le reprochó él.

Camille pretendió ofenderse por su tono acusatorio y comenzó a victimizarse, las lágrimas rápidamente brotando en sus ojos. Era buena en engañar, siempre había sido el tipo de personas que sabe fingir llorar sin ningún esfuerzo.

—Tenía miedo—gimió—. ¡Aquí es más seguro!—bajo la cabeza y se sorbió la nariz—¿Dónde está mamá? —preguntó con la frustración de alguien que solo acepta el consuelo de su madre.

Su padre, al notar su agobio, la ayudó a levantarse por los dos brazos y enseguida la abrazó, deslizando su mano en su cabello para tranquilizarse. Camille se agarro fuerte de la espalda de su padre y comenzó a respirar agitadamente de la forma que alguien que había llorado demasiado lo hacía. Lo sabía y su padre también, pues en varias ocasiones lloró tanto que una cosa llevó a la otra y desencadenó a un ataque de pánico en donde no podía calmar su respiración y el cuerpo le comenzaba a hormiguear por completo. Sin embargo, si quería que funcionara debía tener a Vinicius del lado de la puerta por lo que se tropezó hacia la izquierda y sin soltarse del abrazo volteó rápidamente el cuerpo de su padre hacia el otro lado, al momento en el que Camille lo soltó, Thiago empujó a Vinicius dentro de la celda y se oyó el clic de la puerta al ser cerrada por Camille, Vinicius ni siquiera tuvo tiempo de darles una reacción cuando una voz proveniente de la entrada los sobresaltó .

—Camila, ¿qué haz hecho?

Joanna se detuvo ante la tenue visión que narraba sus más terribles miedos y Camille quedó paralizada por su presencia, su madre era mucho más intimidante que Vinicius.

—Mamá—de repente, Camille había olvidado como respirar.

Volvió la vista atrás solo un instante para ver a su padre en el suelo, había lastimado su cabeza por el metal de la cama y se retorcía en agonia, pero podía notar que no era una herida mortal.

—Es–Está con ellos—gritó él hacia su esposa—Llama a seguridad.

Joanne no se mostró sorprendida en lo absoluto además de su inexpresivo levantamiento de cejas. Su madre bajó las escaleras y se acercó hasta ellos de forma teatral, sus pasos resonando por los tacones en sus zapatos.

—Seguridad el carajo—escupió con desprecio hacia su marido–. Eres un idiota si dejaste que una niña te encerrara, yo sola puedo lidiar con ella.

Antes de terminar de hablar, lo siguiente que Camille sabía era que Joanne sostenía un arma que sacó de su abrigo y estaba apuntando a Thiago con el.

—Las manos arriba, Díaz. Quédate quieto en tu canto. Quiero respuestas ahora—dijo apuntando con la mejilla hacia Camille para que hablara—¿Qué están planeando?

Camille sabía que debía actuar y pensar en una nueva facade para continuar, en algún engaño elaborado. Pero su mente estaba llenándose de pensamientos arremolinados y de una presión que premiaba por salir.

—Es lo correcto y lo sabes—le respondió—. Solo porque estás consumida en tu rencor y odio no quiere decir que el resto del mundo deba sufrir contigo.

Joanne sonrió, sus dientes haciendo contraste perfecto con su labial oscuro. Su madre siempre se había mostrado impecable, y esta no era la excepción.

—¿Y tu que crees, niña? ¿Qué hay algún tipo de redención para ti? ¿Qué podrías jugar a ser la heroina del cuento con tus amiguitos?—Camille se sintió morir un poco por dentro, pero no dejo que sus emociones llegaran a su rostro—. Mi amor, me entristece decirte que eres una tonta. Siempre lo fuiste. Dejas que tus sentimientos se interpongan en tu trabajo y eso te hace débil.

Joanne siempre le echaba en cara eso. Ella no toleraba sentimientos, no podía comprender como alguien tomaba decisiones de acuerdo a su corazón y no a la lógica. Sabía que ni siquiera amaba a su marido por más que conveniencia. Tomaba el sentimentalismo de Camille y lo apretaba con sus uñas intentando agrietarlo. Lo cierto era que Camille no creía que sentir intensamente fuera algo malo, pero aveces, ella lograba hacerle creer que si.

—Es muy tarde, de todas maneras—le respondió como una defensa débil—. Vamos a sacar a Hayley de aquí.

Thiago y ella compartieron una mirada rápida de desespero cuando Joanne, sin mover la mano que sostenía el arma tomó su teléfono celular de su bolsillo trasero y llamó a alguien.

—Holt, ten al personal guardando la entrada de la puerta en donde están las crías Miller y haz que gente busque a Asher Daffara. Podría intentar hacer algo estúpido.

Ella guardó agresivamente el teléfono de vuelta y se acercó hacia la esquina en donde Camille estaba parada. Se sentía muy pequeña y consciente de lo mugrosa que estaba. De un estirón, Joanne tomó el rostro de su hija en una mano y clavó sus uñas en las delicadas mejillas sucias de Camille haciéndola desprender un gimoteo de dolor.

—Me avergüenzas—le escupió—. No eres hija mía.

—Déjela—amenazó Thiago en voz grave.

Pero Joanne era más rápida que él y al momento que intento sacar su arma para defenderse, ella se inclinó hacia él como una serpiente dirigiéndose hacia su próxima víctima.

—¿Te engatusó, Díaz? Te miro con sus ojitos y te hizo sentir como si necesitases protegerla?

Joanne, si sabía de algo y había puesto un ejemplo a su hija era de aprender a tener a un hombre comiendo de la palma de tus manos. Si de algo los consideraba era como títeres a ser manejados a su antojo, usaba sus sentimientos como armas y cuerdas que ahorcaban.

—No importa lo que ella haya hecho—respondió él—. Lo importante es que usted está lastimando a su propia hija queriendo vengar a un otro hijo que perdió. ¿Es para eso que quiere vengar al bebé que perdió? ¿Para humillar al que no? ¿Para ser una mierda de madre?

Joanne entrecerró los ojos y ese fue el único indicio que tuvo para darse cuenta que Thiago había logrado tocar algo en el interior de ella. Su padre había hecho su camino hasta la puerta de los barrotes y observaba el transcurrir en silencio. Sabía mejor que interrumpir Joanne en su teatro.

—Me gustaría recordarte jovencito quien está a qué lado del cañón.

—Su hija es una buena persona que se vio arrastrada a ser como sus padres y elige no serlo—declaró sin verse asustado por la amenaza implicada—. Creo que es valiente.

Camille sintió cómo las lágrimas punzantes se acumulaban en sus ojos. Nadie nunca la había llamado de valiente. Bonita, bella, hermosa, todas esas cosas le habían repetido en el oído tantas veces que no eran más que palabras sin significado. Ya, valiente no podría estar destinado a ser usado en una persona débil y mezquina como ella.

—Entrenaste bien a tu mascota, Camila—pronunció Joanne con ponzoña—¿O es que tú también has caído tanto como él por ti?

Camille no respondió a la pregunta de su madre, apenas notaba la forma firme en la que Thiago se paraba a la defensiva y en cambio, al escuchar lo que la pregunta implicaba sus ojos se desviaron hacia ella esperanzados por lo que podría ser la respuesta. No tuvo el valor de responder, de mentir, de engañar. Si no tenía el valor para eso, no servía para nada.
Su silencio habló por ella y Joanne, mirando a los ojos de su hija y sabiendo ya la verdad hizo lo que menos esperaba, soltó el gatillo.

Un pitido se apoderó de los oídos de Camille y se sintió muy lejos de su propio cuerpo. Vio como la bala aparecía y desaparecía en el tórax de Thiago y como él, en un instante estaba erguido y en el siguiente había caído en el suelo. Alguien estaba gritando. Corrió hasta donde él estaba en el suelo. Le estaba costando respirar y sus ojos estaban borrosos y el sonido no paraba. Era ella se dio cuenta tomando aire abruptamente, silenciando su grito angustiado. Puso delicadamente el cuello de Thiago sobre su rodilla y él luchaba por respirar, la herida se daba en su costado izquierdo por lo que era probable que hubiera perforado un pulmón. Camille presiono sus manos en la herida y enseguida la sangre se coló a través de las grietas. Su visión se estaba ennegreciendo y se sentía mareada pero no se permitió dejar de buscar algún escape a esa situación mientras trataba de parar el sangrado.

—¿Por qué hiciste eso?—le grito a su madre y su voz se desgarró a la mitad por un sollozo—. ¡Llama a alguien ahora!

Si había perforado un pulmón, el aire que respiraba se escapaba y causaba daño permanente si no se extirpaba la parte dañaba enseguida. No sabía si Joanne llamó a alguien, no podía despegar los ojos de él. Nunca pensó que su madre llegaría a este extremo, que sería tan cruel.

—Thiago, respira, está bien, respira—le insistió a medida que calmaba su respiración por él—. Estarás bien, solo quédate conmigo.

Él se había rendido o era que simplemente ya no tenía fuerzas. Thiago inhalaba aire con dificultad y sus ojos se entrecerraban y se abrían una y otra vez.

—No sabes—tosió débilmente—no sabes cuánto me arrepiento por no haberte besado esta mañana.

Camille dejó escapar un sollozo y en un impulso le lleno el rostro de besos, como si así pudiera recuperar algo que nunca tuvieron, él dibujó una sonrisa que se desvaneció tan rápido como apareció. Escuchó desde lejos a su padre decir que Joanne llamara a alguien.

—Por favor quédate, por favor. Tienes que resistir, Thiago, Thiago—dijo cuando vio que sus ojos permanecían demasiado tiempo cerrados—. Me prometiste. Me prometiste que viviríamos la vida con intensidad juntos. No me puedes dejar...

—Está bien, Camille, está bien—decía él entre respiraciones. Que ironía era que estuviera tan tranquilo y la consolara a ella. Camille se detestaba—. Muchos no viven un amor en toda su vida y tú fuiste lo más hermoso y emocionante de la mía. Es más de lo que puedo pedir.

Camille quería gritar, quería despedazar el mundo. NO. Quería decirle que no, que no era justo, que tenía el derecho de pedir mucho mucho más. Que las cosas no podían simplemente cambiar de un instante para otro. Que no podían arrebatarle lo que estuvo anhelando por tanto, tanto tiempo y cuando finalmente lo descubrió lo destinaban a morir en sus brazos. No podía ser ese el final.

—Camila—le dijo con un hilo de voz, el último hilo por el que pendía su conciencia—se valiente por mi.

Y en ese momento algo en el pecho de Thiago dejo de funcionar para siempre, algo en su cabeza se desconectó y se silenció. Y algo en el lugar en donde antes había vida, bromas, promesas y una vida entera de aventuras escritas como un juramento en sus ojos se desvanecía con su último suspiro para no volver jamás. Un dolor atravesó el pecho de Camille, algo tan grande que se sintió empujada había atrás, aplastada por la inmensidad de la pérdida.

—¡MIRA!—grito a su madre seguido de un sonido agonizante—. ¡MIRA LO QUE HAS HECHO! ¡MATASTE A ALGUIEN A QUIEN QUERÍA! ¿¡ESO TE HACE FELIZ!?

—Haz cruzado la raya, Joanne.—oyó musitar a Vinicius.

Su madre dio un repaso rápido a la escena y se recompuso de cualquier sentimiento pretendido rápidamente. No tuvo la decencia de al menos arrepentirse.

—Corta el drama, Camila—sentenció con irritabilidad—. Libera a tu padre y vamos. Tenemos muchas cosas que hacer.

Camille, llorando y sobándose, se limpió las lágrimas como pudo pero continuaban cayéndole por el rostro incontrolablemente.
La energía estaba titileando, ya no podría tener mucho más tiempo. Reposó con delicadeza la cabeza de Thiago en el suelo y el piso se coronó con sus rizos marrones, con su tez blanquecina y sus ojos juguetones ya se habían perdido.

Tomó aire y se obligó a alejarse de él, caminando hasta la puerta del bunker. Por el rabillo del ojo percibió la mirada intrigada de Joanne, la cual la siguió en su recorrido como un halcón pero no la detuvo.
Al estar frente a la entreabierta puerta de metal y sin nadie que la detuviera, en un movimiento rápido Camille sacó el pequeño cuchillo que guardaba en su brazier y al mismo tiempo que sellaba la puerta por dentro, utilizó el cuchillo para inhabilitar el panel de control que permitía abrirlo, cortando todos los cables que lo mantenían en funcionamiento. Joanne notó sus intenciones demasiado tarde y cuando llegó para detenerla, ya había terminado.

—Estaremos los tres encerrados—anunció ella con un sabor amargo en la boca.

Podía notar como Joanne continuaba confundida, parpadeando y mirando a su hija y a la puerta varías veces.

—No seas ridícula, llamaré a algu...—La electricidad titileó una última vez, se apagó y fue. Las luces de emergencia del búnker se encendieron una por una y un reflejo rojizo iluminó el rostro desconcertado de su padre—.

Joanne, la cual observaba todo con una arruga entre las cejas. No dijo ninguna palabra más y trato de comunicarse con alguien del exterior, a pesar de que Camille sabía que para ese punto sería inútil. Estaban presos, los tres.

—No... no tengo señal y el internet está desconectado—por primera vez, su madre la miraba con miedo—¿Qué hiciste Camille?

Cuando miras largo tiempo al abismo, el abismo mira dentro de ti—citó—. No esperes que tenga compasión.

Camille volvió a recorrer su camino hasta el triste cuerpo de Thiago y lo arrulló en sus brazos. Le peino el cabello. Le limpió el rostro de sangre. Le dijo que está agradecida también de haber encontrado al amor de su vida y que no buscaría más. Que lo sentía y que rompería el mundo en trizas por lo que le habían hecho.

***

Asher Daffara no había esperado a que Thiago y Camille hubieran desaparecido tras las puertas de la organización para llevar el auto hacia la carretera que daba al bosque. Se desvió  hacia un camino terrenal lleno de surcos y bifurcaciones hasta que el camino se hizo demasiado estrecho como para pasar con el auto.  Lo dejó estacionado entre unas ramas y malezas, no se molestó en tratar de esconderlo pues sabía que nadie vendría por allí pronto. Era algo molesto sin embargo, pues debería ir el resto del camino a pie. Empezó a caminar asegurándose de tener su arma encajada a su muslo. Era de una de esas pocas veces que le gustaba asegurarse que todo estuviera en su lugar y funcionando como debería.

El ambiente en el bosque era algo caótico, la lluvia había sido más poderosa en Alcyone y había dejado signos de destrozo por todo el bosque. Hacía unos minutos que había empezado a caminar y sus botas militares ya estaban llenas de un lodo pegajoso. En la isla, la arena era tierra roja, por lo que el lodo se adheria y ensuciaba con más fruición. Luego de unos diez minutos, el caminito lo llevó hasta el inicio de la construcción de cemento gigante. El Puente del Suicida.

Pocas personas conocían el camino para hacer un tercio del recorrido en auto, él mismo solo lo conocía porque su padre se lo había mostrado cuando era pequeño.  Si un turista curioso preguntaba como llegar, la respuesta siempre era la trilla de treinta minutos a pie, lo que desalentaba a la mayoría y era una de las razones por las que el bosque continuaba tan conservado.

Lo cierto era, que el Puente no era ningún milagro ni una proeza de la naturaleza. Estaba allí por un motivo.

El edificio de la organización había sido construido por los años 1940, a comienzos de la Segunda Guerra Mundial. Era un fortín de las tropas de Estados Unidos en caso de que alguien intentara tomar de ellos la isla. En la época y hasta ahora, la propiedad de la misma no había sido bien definida y era un riesgo dejarla desprevenida en plena guerra. Deva fue ganada a hurtadillas por Estados Unidos, pero cualquier país podría querer aprovechar la situación para ocupar tierras, siendo tan rica en minerales y su tierra tan fértil.

Asher había hecho su investigación detalladamente. En su primera semana de prueba en la organización decidió tomar toda la información posible, pues no tenía intenciones de volver a confiar en algo sin garantías. Supo todo lo que pudo sobre Vinicius, Joanne, sus compañeros de trabajo, el personal y, claro, el local. No estaba seguro de quienes sabían esta información, pero ciertamente no muchas. Consiguió los planos originales en la alcaldía sin mucha burocracia diciendo que era un joven muy interesado en historia. Nadie se interesaba por esas cosas, por lo que eran infravaloradas con negligencia en la isla. Asher no podía contar cuánta historia, cuantos edificios antiguos o cuántos libros habían sido quemados por la falta de cultura de los isleños, con la falsa noción que lo viejo ya no era importante.

En los planos, pudo ver que el edificio original de dos plantas superiores y dos niveles bajo tierra estaba equipado con una estructura anti bombas, un búnker, y (en el segundo nivel bajo el suelo) una salida de emergencia al bosque que también se podía utilizar como salida de asalto que se conectaba con un Puente para poder escapar hacia el mar.

Con los años, el edificio cambió. Se construyeron más pisos superiores, se modernizó.

Cuando Asher llegó a la organización, le intrigaba saber donde había quedado la entrada hacia el exterior tanto que siguió los planos y no encontró ninguna obviedad, hasta que por casualidad había encontrado la puerta de un armario de muebles viejos donde nadie entraba hacia tiempo y bien atrás, bloqueada con tablas de madera: una puerta.
Sin dudarlo, Asher se encerró en la pequeña habitación apresurándose a romper la madera tanto cuánto pudo y el pasaje de granito y cemento se abrió ante la escasa luz. Continuaba allí, después de tantos años.

Se adentró con la linterna del celular y bajó los escalones que daban comienzo a un largo corredor oscuro. Con tan solo la linterna de su teléfono y el corazón acelerado, caminó todo el trayecto a tientas y de pronto, el suelo comenzó a empinarse hacia arriba hasta llegar a una puerta en el techo por la cual entraba luz solar. La abrió con dificultad, estaba oxidada y trancada por años de desuso y cuando logró hacerlo, se vio en un bosque tupido con olor a madreselva. Levantó los ojos y más adelante se podía ver el Puente. Lo había logrado. Había encontrado la forma de entrar y salir a la organización sin que nadie se enterara.

Y eso era lo que haría ahora. Cruzó el puente con actitud decidida.
En realidad, tenía aprecio al lugar. Cuando quería huir del entrenamiento o de la presión (las pocas veces que podía hacerlo sin que nadie sospechara) solía venir al Puente a ver el agua correr y tratar de despejar la mente. De alguna manera, el silencioso lugar le hacía sentir más cerca de su familia, de algún extraño modo acogedor.

Caminó hasta llegar a la puerta inscrustada en el suelo. Era fácil de pasarla desapercibida si no sabías que estaba allí, se mezclaba con la tierra, las plantas y las hojas marchitas, pero la verdad era que cualquiera podría abrirla. Asher nunca había considerado buscar algún modo de "llavear" la entrada.

Se dejó caer hasta que sus pies tocaron el húmedo suelo y el sonido resonó en el corredor. Volvió a poner la trampilla en su lugar y la oscuridad dominó el ambiente, solo cortada por los retazos de luz que se atrevían a colarse entre las grietas.

Sus pasos eran un martilleo en el pasadizo, sin embargo no estaba asustado. A oscuras y guiándose por el instinto, sintió cuando estaba llegando al final del pasadizo y de a poco pudo vislumbrar la tenue silueta de luz en los costados de la puerta que daba al armario. Asher tomó su arma en mano y cuidando de no hacer ruido, abrió la puerta al el interior del depósito.

Ahora comenzaba la parte complicada y su corazón comenzaba a inquietarse, pero una calma relacionada a la precisión de hacer un trabajo bien lo rodeaba y no dejaría que nada interrumpiera eso. Lentamente, abrió la puerta del armario. Nadie vigilando.

Si tenía suerte, los guardias estarían buscándolo hacia afuera o en los pisos superiores, porque era simplemente improbable que una persona lograra entrar por el subsuelo. Si sus cálculos estaban correctos, su invasión ya era bien sabida por los guardias, pero la luz todavía no se había ido. Asher necesitaba que todo se desconectara para poder entrar, noquear a personas si era necesario, y salir sin que nadie se percatara.

Vamos, Victoria, vamos—pensó—.

Aguardo un minuto. Dos. Nada cambió.
Asher respiró profundamente, puso un dedo en el gatillo y caminó en busca de que el destino eligiera no ser cruel con él.

Había llegado hasta la bifurcación del subsuelo, una escalera iba hacia abajo y una te llevaba a la primera planta. Estaba sin resguardar, pero sabía que arriba no lo estaría. Las luces empezaban a parpadear e irse y volver por cortos periodos de tiempo, lo que era molesto e inútil. Decidió aprovechar el próximo apagón para intentar ingresar al primer piso. Cuando finalmente llegó y se dispuso a intentarlo, oyó el sonido de un arma ser desengatillada atrás de su cabeza.

—¡¿Qué estás haciendo?!—exclamó una sobresaltada y familiar voz masculina.

—Padre—Asher contuvo la respiración.

—Suelta el arma—amenazó y al ver la renuencia en Asher volvió a insistir, presionando el cañón detrás de su cabeza—Suelta el arma maldita sea, no te mataré pero no me importa que pierdas una pierna.

Asher analizó sus opciones dando un repaso general al pasillo sumido en oscuridad y no encontró nada. Se agachó lentamente hasta dejar el arma en el suelo.
No esperaba encontrase a Jacob en ese lugar, es más, no esperaba encontrárselo en lo absoluto. Sentía como las cosas comenzaban a salir mal de a poco, en una bola de nieve formándose.

—Ahora patéala hacia mí—ordenó su padre.

Asher hizo lo que le pidió y enseguida Jacob recogió el arma del suelo al mismo tiempo que la luz volvía a iluminar los corredores. Su padre lo tomó por el cuello y a punta de pistola lo metió a la primera habitación con la puerta abierta que encontró. Era la habitación de registros, con miles de archivos encriptados en sus paredes.

—Me volviste a traicionar—lo acusó él, haciendo que Asher se volteara a verlo de frente. Frunció el ceño. No estaba acostumbrado al rostro de su padre y no le gustaba ver tanto de su mismo allí.

—No te traicione—respondió con la voz de alguien que trataba de mantener la calma—. Salvaré a alguien inocente de morir en vano por tu odio.

Jacob lucia impecable. No parecía recién salido del encierro, Asher podía notar que se había tomado su tiempo para ponerse un traje informal, peinarse el cabello y quitarse la barba. Era como su padre siempre solía verse, pero había olvidado esa parte de su personalidad cuando lo encarcelaron. Lo humanizaba demasiado.

—¿Mi odio?—preguntó sin poder creérselo—¿Y qué hay del tuyo? Pensé que había criado a un hombre respetable. ¿No recuerdas lo que Claire y Paul hicieron?—Jacob golpeó la mesa con un puño al tiempo que se tocaba la frente con la mano libre—. Nos quitaron todo.

Asher negó con la cabeza y cerró los ojos por un instante para hacer desaparecer los recuerdos que amenazaban con aflorar en su mente. En algún momento, la luz se había ido nuevamente y solo la tenue iluminación de la ventana iluminaba el recinto.

—Tal vez—aceptó—. Pero no dejaré que ellas sufran por eso.

—Tu Hayley es una Miller, Asher—resaltó Jacob con algo de tristeza—. Todavía no lo entiendes, te hará pedazos. Yo soy la única familia que te queda.

—No me importa—al momento en que pronuncio esas palabras, se dio cuenta que si se importaba. Y mucho.

Asher desvío la mirada de su padre. Inevitablemente, había desatrancado unos recuerdos que había intentado borrar. La viga desprendiéndose y quemándole la espalda. El silencio arrullador después de gritos agonizantes. Ver a su padre tras las rejas por primera vez. Elizabeth en el auto que se convirtió en fuego.

Ahora no te importa—volvió a insistir—.Te importará cuando tengas que cenar con ella y tengas que mirar a los ojos de Claire y no imaginar a tu madre muriéndose por su culpa. Cuando ella esté feliz con su familia perfecta y tú no tengas a nadie en el mundo. ¿Podrías soportarlo? ¿Podrías vivir con eso?

—¡Fue tu culpa!—explotó hacia él—¡Tú cometiste errores peores!

La mirada en el rostro de Jacob fue una indignación profunda, su semblante convirtiéndose en un monumento de piedra. Asher podía verse a sí mismo en él y lo detestaba.

—No—dijo de forma rotunda—. Nunca obligue a nadie a hacer algo que no querían. Siempre les di opciones. Fueron ellos los que eligieron.

Asher se recordó que no solo era Asher Daffara. Era Fire. Era alguien que se había caído tantas veces que había adquirido alas. Era alguien que vivía en la aspereza de la vida. Era alguien que gruñía devuelta. Su padre no conocía a Fire. Tomó el arma que lo apuntaba sin cuidado y usó una maniobra para hacer que Jacob soltara por reflejo. El arma cayó en el suelo y ambos forcejearon hasta que Asher logró arrojar a su padre al suelo y presionó su pie sobre su garganta para mantenerlo allí.

—Te encerraré aquí hasta que todo esto pase—le advirtió.

—¡No!—dijo él entre una tos y otra. Asher no aflojó la presión de su pierna—. No puedes hacer eso, hijo. Es mi única oportunidad de hacer justicia, por Dahiana y Nick. Yo sé que tú también quieres hacerlo—le dijo con maldad empuñada con placer.

—No es verdad—Asher estaba mintiendo.

Lo que más quería en el mundo era justicia. ¿Pero como podía pedir eso en una ciudad abandonada por sus representantes, por el mismo Dios? Y la luz del santo cielo no desciende a esta ciudad de la noche eterna...
¿Cómo podía encontrar alguna vez una compensación por dos muertes injustas, por un desgarro a la bondad del mundo?

—¡Sí lo es!—exclamó con los dientes afuera—¿Dime que no fue por eso por lo que te uniste a la organización?  ¿Por lo que aguantaste al idiota de Eddy? El mundo te quitó tanto hijo... no puedes simplemente dejar pasar eso.

Asher se odiaba a sí mismo por estar considerando lo que su padre le planteaba. A fin de cuentas, no podía separar la voluntad de Asher con la de Fire o la del niño que admiraba a su padre más que nada.

—¿Qué es lo que quieres hacer? ¿Quieres matar a alguien?

Jacob negó con la cabeza, la indignación cruzando su rostro momentáneamente de nuevo.

—No, no soy un asesino. Nunca he matado a nadie—extrañamente, Asher no creía lo hubiera hecho—. Quiero que Claire sufra. Quiero que este desesperada. Quiero que pierda todo su dinero. Pero no mataré por mano propia.

—¿Prometes no hacerle daño? —preguntó ya odiándose a su mismo. Asher ejerció un poco más de presión sobre el cuello y el mismo llevo sus manos hasta las botas de Asher para tratar de aliviar la fuerza.

—¿A quién? —preguntó Jacob desprevenido por el cuestionamiento de Asher y interrumpido por una tos.

—A ella.

Jacob lo miro a los ojos y asintió levemente.

—Sí, lo prometo.

Asher presionó fuerte más una vez la garganta de su padre y lo liberó. Una última amenaza por parte de Fire.

—Está bien. Ve rápido. Por mamá y Nick.

—Gracias, Asher.

Jacob desapareció al mismo tiempo que la electricidad lo hacía para no volver. Por unos instantes, Asher permaneció impávido en la sala de archivos meditando si acababa de cometer un error del cual no podría arrepentirse.

***

Cuando las luces empezaron a parpadear, Hayley supo que era el comienzo y el final de todo.

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