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Capitulo 36. Juego de ajedrez

"Pero al fin, Diana descendió hacia occidente
envuelta en nubes tempestuosas; y tú,
espectro entre los árboles sepulcrales, te desvaneciste.
Sólo tus ojos quedaron.
Ellos no quisieron irse
(todavía no se han ido)."

—To Helen, Edgar Allan Poe.

Elizabeth quedó escéptica ante las últimas palabras de Hayley. Podía ver como su hermana no podía relacionar como Hayley pensaba hacer cambios importantes en la isla y sacarlas de allí al mismo tiempo. Lo que era muy inteligente pues ella tampoco estaba segura y el intentar llevar a cabo sus ideas sin pies ni cabeza se sentía como caminar entre vidrios tratando de no cortarse.

—¿Qué?—replicó Elizabeth—. No tienen relación una cosa con la otra.

Hayley hizo un ademán como para quitarle importancia y enseguida volvió a instarle con un gesto que le preste atención.

—Si, si lo tienen. ¿Tienes tu teléfono? —dijo con moderada persuasión.

—Si—respondió su hermana, dudosa ante la mirada a medio camino de convertirse en insana de Hayley.

Hayley resopló con incredulidad. Un trueno sonó a lo lejos, entumecido por el concreto. Si se asomada a la ventana de Elizabeth, podría ver como la naturaleza se rebelaba furiosamente ante el concreto de los edificios. Era la primera vez que Hayley veía llover en meses. Era bonito como era aterrador, así como el océano. O tal vez fuera que la naturaleza era ambas cosas en sí.

—No puedo creer que no te lo quitaron—comentó con un mohín pretendido—. A mi me quitaron el mío.

No podía pararse sin correr el riesgo de que una punzada de dolor le subiera por todo el cuerpo por lo que continuaba sentada en el borde de la cama de Elizabeth, con el pie sano moviéndose ansiosamente debajo de sus manos. Su hermana, en cambio, la miraba parada frente a ella con los brazos cruzados y el rostro tan poco legible como siempre.

—Tienen un poco de miedo de lo que puedes hacer—le confesó con una dosis de culpa ambigua.

Bueno, eso ciertamente era satisfactorio para Hayley, la cual no contuvo su sonrisa sarcástica.

—Tú eres la que habla con monstruos y diosas y barcos.

—Hayley...—advirtió Elizabeth con voz queda.

—Dame tu teléfono—volvió a insistir imperiosamente, estirando la mano para que lo entregara.

Elizabeth le dió una última mirada desconfiada pero finalmente se volteó para buscar su teléfono de un bolso y lo entregó a Hayley.
Hayley tomó el celular, frío al tacto. Lo desbloqueó sin encontrar ningún bloqueo y se sintió como un nivel de intimidad grande.

—¿Tienes guardado número de Asher?—preguntó con algo de miedo a la respuesta.
Elizabeth asintió.

—Bien, porque no lo sé de memoria—prosiguió distraídamente hacia una silenciosa Elizabeth—. En las películas de alguna manera todo el mundo sabe el número de todo el mundo.

Buscó en la pantalla principal el icono de contactos y encontró rápidamente el nombre Asher Daffara guardado. Hayley, sin saber que esperar para nada, presiona el botón y lo llama.

Diga—le responde de imediato una voz en el teléfono. Asher sonaba tan distante y formal, no que fuera tan diferente normalmente pero había algo peculiar en llamar a alguien y que no sepa quién eres en realidad.

—Asher por que diablos contestas tu teléfono así, que, eres un...

—¿Hay? ¿Dónde estás? —preguntó automática al reconocer su voz. Ahora podía percibir sus emociones, su preocupación y su enojo.

Hayley negó con la cabeza de forma brusca para despejarse la cabeza e intentar ordenar sus ideas ante la atenta mirada de Elizabeth, la cual absorbía las palabras como un búho posado en un árbol.

—No hay tiempo para eso, escúchame—le dijo—. Estoy con Elizabeth, estamos encerradas en la organización. Tienen a mi madre. Escúchame—repitió—, se que tu padre salió de prisión y sé que probablemente estés feliz con eso y te juro, te juro que si no estás cómodo haciendo lo que te voy a pedir en el momento que me digas que pare lo haré. Pero quiero que me escuches primero.

Asher soltó un gruñido. Se dio cuenta de su error, y de que lo había perdido en el momento en el que dijo "encerradas".

—¿Cómo que están encerradas? Voy allá ahora mismo.

—¡No!—insistió—. No, por el amor de Dios, Fire, escúchame.

Oyó cómo soltaba aire sonoramente y podía pensar que también él estaba tratando de tranquilizarse a si mismo. Enseguida, con voz más calma, le volvió a hablar.

Lo siento. Dime, corazón

—Asher, fue tu padre el que planeó todo—le dijo Hayley, sin querer volver a contar la historia entera y trató de pasarle las noticias de forma más concreta y concisa posible—. Él quería vengarse de mi madre por lo que hizo. Se asoció con Vinicius para destruir a mi familia y se que tu no me debes nada así como que entiendo totalmente porque llegaste a odiarme a mi o a mi familia pero tengo un plan e incluye a ellos.

Asher no respondió de inmediato. Lo podía imaginar, sea donde estuviera, con su cabello desgreñado por el viento y sus ojos haciendo juego con el cielo grisáceo. Era una sensación abrumadora y emocionante a la vez, pero no podía permitirse aprofundar en eso en ese momento.

No podría ponerme de tu lado en contra de mi padre—admitió luego de un momento—, pero, ¿me estás diciendo que quieres ir en contra tanto de mi padre, tu familia y la organización?

—Exacto—. No le sorprendió el ver que Asher lo iba a compreender más rápido que nadie. La conocía desde siempre, a fin de cuentas.

Hayley, no veo como eso sería posible...

—¿Me estás subestimando?—replicó de imediato. Lo oyó reírse brevemente antes de volver a preguntar.

—¿Qué tienes en mente?

—Primero necesito tiempo. No se donde diablos estás pero tu padre está viniendo hacia Alcyone y según entendí, cuando él venga obligarán a Claire a elegir a mi o a Elizabeth para morir.

Para alguien que estaba al borde de enfrentar una posible muerte, resumir cosas y verdades centradas eran increíblemente fáciles de nacer en sus labios.

—¿Qué? Acabo de salir de casa, deje a Eddy y a mi padre compartiendo cervezas. Estoy volviendo a Naos...

—Necesito... tengo un plan pero necesito tiempo, necesito que digas lo siguiente a Victoria y necesito que retrases lo máximo que puedas a Jacob. ¿Quieres hacerlo?

Confío en ti. ¿Qué hay que hacer?

***

Victoria restregó sus ojos con hastío, estaba sobrepensando las cosas con demasiada rapidez y lo odiaba.
No paraba de recordarse de Italia, como si allí hubiera algo esperando a ser rescatado de entre sus memorias: Los universitarios agolpados en las escaleras de la Piazza IV Novembre, los días calurosos de Perugia, sin muchas posibilidades más que echarte en la cama. Repasaba en su mente su rutina camino hacia donde estudiaba, los árboles zigzagueando en la lluvia de verano y como en algunos de ellos se podían ver iniciales de enamorados. Cuando los solía ver, pensaba en cuanta gente llevaba navajas en sus citas y de cuan inseguro era el amor realmente. Las construcciones amarillentas, el barullo. Todo eso siempre se veía empañado cuánto recordaba los últimos meses de su estadía allí. Cerró los ojos con más fuerza, un persistente dolor de cabeza se estaba comenzado a formar.

Victoria se encontraba recostada en un diván en la casa de la abuela de Ahren, la cual no había sufrido desperfectos por el hecho de que su vecino, el hotel, no fuera más que un esqueleto de hormigón para entonces. Era ya, el comienzo de la tarde y Ahren le había ofrecido que fuera con ella allí y que se quedara para almorzar. De hecho, habían compartido una refección silenciosa entre los Millers de un humor oscuro y ella. Y ahora estaba sola, esperando a que Ahren regresara para despedirse de él. Lo mejor sería que se fuera.

Eventualmente, tras esperar que Ahren apareciera en la sala de estar, lo hizo. Se había cambiado desde la mañana y había corrido a tomarse una ducha rápida, su cabello continuaba mojado. Vestía un abrigo de jeans personalizado con un arte contemporáneo por encima de una remera monocromática y pantalones oscuros. Tenía los ojos rojos y sus manos se movían inquietamente. Había perdido mucho peso.

—Lo siento por hacerte esperar—le dijo el joven—. Si quieres usar el baño o algo, no tengas vergüenza, puedes hacerlo. Te puedo prestar alguna ropa que te quede, también.

Ahren en realidad estaba siendo amable y actuaba con tanta naturalidad. La vida había sido mayormente gentil con él, por lo que no sabía lo cuan raro eran para Victoria esos pequeños retazos de amabilidad.

—No, gracias—respondió demasiado rápido y de forma fría, incluso para ella. No había querido sonar de esa manera, pero se le escapó.

Ahren ladeó la cabeza a un lado y frunció el ceño. Se detuvo a medio camino de sentarse a su lado.

—¿Estás enojada? Pareces enojada—concluyó él—.

—No estoy enojada—y de nuevo apareció el tono de voz.

Debía parar. ¿Estaba molesta? Si. ¿Admitiría por qué razón mundana estaba molesta? Absolutamente no.

—Tu cara está arrugada como si estuvieras enojada—Ahren hizo un ademán abarcando su rostro. Se estaba divirtiendo por tras de su fachada de intriga y miedo fingido.

Victoria encontró su mirada y esta vez trató de ser lo más clara posible.

—Estoy perturbada, no enojada—dijo rotundamente—.

—Sigues pareciendo enojada—insistió Ahren.

—¡NO estoy enojada!—gritó más alto de lo que pretendía—¡Pero lo estaré pronto!

—Enserio, ¿qué te pasa? —. Ahren se inclinó ligeramente hacia ella, nada avalado a su pequeño surto. Su cabello era más oscuro pues estaba mojado y le caía en la frente en un color trigo oscuro. Victoria tomó aliento rápidamente.

—¿Qué te pasa a ti?—preguntó—. Parece que tomaste demasiado café y pareces un gato envenenado.

Ahren frunció el ceño y se sentó a su lado. Era fácil distraerlo, pues ahora se frotaba los ojos con consternación. Una vez que se acomodó en el diván, Ahren ladeó la cabeza hacia ella y su mente ya parecía estar en otra dirección.

—No es nada. Piensas que...

—Pienso muchas cosas—Victoria lo interrumpió—. Soy una buena pensadora, ya sabes.

Él negó con la cabeza.

—Eso no es lo que quería decir. Piensas que-

—Sí—. Victoria aprovecho para dar un vistazo a la sala, pues no estaba segura de poder afrontar su mirada.

Era una mezcla entre moderno y antiguo, con muebles de madera tallados en intrincados espirales y lienzos de pintura con ventanas a jardines, a la vez que tenía aparatos digitales, luces modernas y piso de mármol crema. Era un gusto refinado, clásico y rebuscado. Debía de ser obra de la abuela de Ahren, pues no coincidía con la ligera extravagancia del hotel de Naos o de la modernidad del hotel de Pleaide y si con la antigua decoración remanente del hotel abandonado.

—¿Puedes parar con eso?—le dijo él—. Estoy tratando de preguntarte algo serio

—Claro, pregunta—los cantos de su boca se estaban por arquear en una sonrisa maliciosa de manera involuntaria, pero no podía controlarlos.

—Gracias—replicó él.

—De nada.

—¡Agh!—Ahren tronó los dedos con irritabilidad, atrapado en el juego mental de Victoria—¡Ahora olvide lo que iba decir!

Victoria se encogió de hombros. Vestía un mangas largas negro y un jeans también de ese color, lo cual contrastaba en gran medida con cualquier otra cosa de la sala. Volvió la cabeza hacia Ahren mientras se levantaba de un salto, le dio unas palmaditas en el hombro y se guardó bien el celular en el bolsillo, el cual se había desacomodado mientras estaba sentada.

—Mientras piensas en eso, ya me voy, ¿está bien?

—¿Qué? No—Ahren negó con la cabeza confundido—. ¿Adónde irás?

La luz del sol penetraba la habitación de una manera que se incidía directamente en Ahren, el cual permanecía en el fragmento de sol, sin verse molesto que la cálida luz se posara en sus pestañas tornándolas doradas y calentara su rostro. Le recordó al dios Apolo y se cuestionó lo mucho que se cegaba cuando se trataba de él.

—Decidiré en el camino—respondió para finalizar la conversación y se alejó a pasos largos. El shock de verlo en ese hilo de luz fue la enorme revelación sobre la influencia profunda que Ahren ejercía sobre ella y le acababa de explotar en el rostro.

Era absurdo, la volvía una tonta. Era como conducir sin frenos, como caminar en una azotea de ojos blindados. Era un sentimiento tan abrumador, el cual se apoderaba de ella y la hacía reír cuando no quería o le apretaba el pecho con una cadena de hierro. Desde que conoció a Ahren sintió atracción hacia él y en Italia, ambos cedieron a esa atracción. Pero nunca creyó que fuera algo más que físico, algo más que amistad. Ahora se daba cuenta que no con todas las personas se tenía esa conexión instantánea y difícil de explicar. Finalmente se admitió a sí misma algo impensable y hería enormemente su orgullo.

El viento le dio en el rostro de golpe al salir por la puerta principal. Traía consigo el olor cargado a la promesa de una tormenta y hacía sibilar a los árboles. De forma casi inmediata, escucho como la puerta volvía a abrirse y Ahren alcanzaba su brazo con la punta de sus dedos.

—¿Por qué estás evitándome?—sus ojos eran más verdes que marrones esta vez y absorbían toda su existencia de manera demandante.

Victoria se soltó de un tirón y sintió como un turbulento flujo de sangre le quemaba por dentro, desactivando alguna parte de su cerebro ocupado en mentir.

—¡PORQUE ES MUY DIFÍCIL SI NO LO HAGO!—Ahren se veía pasmado, blanco como un fantasma. Ella se abrazó a si misma y respiró un par de veces, sin poder contener el enojo en su tono de voz—. Ahren, se que estás con Cassey ahora y está bien, no me importa en lo absoluto pero no tengo interés en...

Él alzó ambas manos, su rostro pasó de una sorpresa a uno esculpido en la inexpresión helada de una estatua en Italia. Eso era algo particular en Ahren que había logrado percibir a lo largo de conocerlo. Podía ser todo bromas, risas y comprensión pero cuando el asunto lo molestaba de verdad era otra persona.

—¿Puedes parar? ¡Para de fingir que no te importa nada! Se que lo hace y pierdes tiempo intentado ocultarte, soy yo, Victoria. Después de todo lo que pasamos y aún...

—¡Pero es verdad!—lo interrumpió con exaltación.

El viento removía las hojas y la luz del sol se mostraba tímida ante su presencia. Victoria se sentía tentada a prenderse el cabello, el cual, al ser largo se enredaba en las puntas y volaba por su rostro de forma molesta. Ahren desvió la vista y él, de frente al viento, tenía el rostro descubierto y libre de los mechones rebeldes que solía dejar caer sobre sí mismo. Se veía más adulto.

—No estoy con Cassey—dijo de forma más calma—. Es mi amiga. Pensé que después de Italia podrías entender mejor...

Automáticamente, el rostro de Victoria se endureció por completo. Barreras y barreras se volvieron a acomodar en su sitio.

—No quiero hablar de Italia—le dijo.

—¡Tendremos que hacerlo alguna vez! Victoria, alguien murió por nuestra culpa.

No quería recordar ese día. En lo que a eso respecta, ella había puesto el recuerdo en una caja de metal y arrojado a un mar profundo de su mente.

—¡Cállate!—le gritó y se protegió con los brazos–. Por el amor de Dios, cállate.

Era muy tarde ya. Lo recordaba a flashes por la mente. Era una historia larga, pero podía verse através de sus jóvenes ojos una vez más, su cabello oscuro, más corto en ese entonces, sus botas negras y la sudadera de la Università degli Studi di Perugia donde quería estudiar en unos años. Ella y Ahren eran amigos que se conocieron en el instituto de Perugia mientras él estudiaba Italiano y ella se profesionalizaba en la teconologia y fueron una onda de vibración alta que pedía ser atendida con urgencia. Fue una felicidad absoluta en su vida, ambos se divertían, bailaban, viajan por Italia hasta que cedieron a un beso. Era muy feliz, pero, la felicidad no duraba mucho para ella, nunca lo hacía.

—Estuvimos en el infierno por eso—podía notar como Ahren estaba inquietado, sus manos se abrían y cerraban una y otra vez—. Estaremos allí juntos por eso, cuando quien sea que decida estas cosas no nos quiera más aquí—dijo apuntando al cielo—. Me viste en mi peor estado y yo te vi en el tuyo y después de todo eso, sigues haciéndome esto.

Ahren estaba rojo, las venas en sus párpados y debajo de sus ojos estaban oscuras bajo la luz precoz de las nubes.

«Ese día, el día que su ensoñacion se fue a la mierda fue también el día que Ahren se enteró de quien era ella, realmente.
Victoria Giordano, nacida en la cuna de una familia poderosa, quien perdió a sus padres de niña y desde ese entonces fue enviada a internados y se crió a sí misma prácticamente. Le reveló que eran estrictos con ella y que como una fuga empezó a usar la tecnología. Cuando era obvio que poseía un alto intelecto, a los doce años su familia la quiso devuelta para que pudiera darle sus servicios. Como si les debiera algo por ser de su familia. Querían a Victoria presa, atada a cumplir sus mandados por comida y techo y no venían absolutamente nada malo en eso. La hacían sufrir para que cediera, le quitaron todos sus aparatos electrónicos, sus libros, una vez la mandaron quitar del internado y la dejaron vagando sola  y solo un tiempo después cuando la llevaron a un centro social y le preguntaron por su apellido, cuando ella admitió ser Giordano, solo allí la recogieron y trataron de obligarla a trabajar para ellos. No cedió y cuando fue un poco más grande, huyó a Perugia
La tarde en la que la encontraron, estaba en la cima más alta de las construcciones antiguas con Ahren. Les gustaba estar allí, sentarse y observar como la puesta del sol hacía que el muro y los restos en la piazza se convirtieran en dorado. Cuando el sol ya no iluminaba lo suficiente y la noche ganaba dominio fue cuando su tío, uno de los muchos miembros de su familia subió las escaleras y la amenazó con un arma. Por ese entonces, su familia entera era consciente de sus delitos cibernéticos y de que era bastante capaz de ganar su propio dinero sola. Ellos veían a la familia como algo sagrado, como un todo. Sin importar que pudieran haberle hecho, que ella diera la espalda a su familia cuando se lo pedían era un pecado, un sacrilegio, una falta de honor, una mancha a la memoria de sus padres.
A Victoria no le importaban esas cosas, no quería a nadie controlando cada paso de su vida, renunciar a su libre albedrío y a su voluntad, cada parte de ello era su mayor miedo.
Cuando su tío se acercó para llevarla a la fuerza, en verdad asustó a ambos jóvenes. Él la estiró por el cabello, la llamó de malcriada y le dijo que era hora de pagar sus deudas. Ahren, quien tampoco sabía qué estaba haciendo, atacó a su tío por la espalda y se prendió con su peso por su abdomen, lo que dio suficiente oportunidad para que Victoria tomara el arma y lo apuntara temblando con con ella. Su tío tomó por el cuello a Ahren y lo arrastró hasta la cornisa amenazando con matarlo. Por lo qué Victoria lo disparó esperando matarlo y acertando en el hombro y Ahren, tras intentar separarse de él, lo tomó por el brazo herido y en un movimiento brusco su tío terminó cayendo, hasta encontrarse con la muerte. Después de eso, Victoria y Ahren quedaron asustados y corrieron del lugar.
Por supuesto que no hubo consecuencias para ellos por parte de la justicia, pues los Giordano manejaban la propia allí. Él y ella estaban en su peor estado, escondiéndose, peleando, llorando algunas veces, tratando de encontrar una salida. Tratando de ganar tiempo. Permanecieron escondidos en un hostal hasta que volvieron a encontrarlos. Era Sam, el único miembro de su familia que conocía que no estaba en el negocio. Él los ayudó a primero sacar obligadamente a Ahren del país hasta volver a la isla. Él no quería dejarla y Victoria terminó cruelmente con cualquier esperanza que tuviera, tomó cualquier sentimiento que hubieran desarrollado y lo apretó hasta convertirlo en cenizas y no le dijo nunca que ella también lo sentía. Ahren volvió a Naos y ella nunca le contó que era allí también donde ella se dirigía con Sam. No le contó cuando ya había cumplido un año viviendo allí y no le contó cuando consiguió protección por parte de la organización para ambos y como le gustaba trabajar allí porque le dejaban hacer cualquier cosa que quisiera y todavía le pagaban buen dinero. No le contó lo mucho que extrañaba escuchar su voz, o el sonido de su risa o sus estúpidas bromas que la hacían enojar o como en ocaciones, le gustaba buscar su nombre en las redes sociales y leer sus publicaciones solo para sentirlo más cerca»

—¿QUÉ QUIERES DE MÍ, AHREN?—su voz desgarro sus recuerdos. Un ardor húmedo comenzaba a formarse en sus ojos.

—TE QUIERO A TI—gritó él devuelta, su mirada desarmada en pedazos. Victoria lo miró sin aliento—.¿¿No es obvio?? ¿No es obvio que estoy enamorado de ti? ¿Qué lo estuve desde siempre?

Ella negó ligeramente con la cabeza y se frotó agresivamente los ojos con la curva de sus dedos, como espantando algo del rostro. No quería llorar.

—No puedes decirme esas cosas...

Ahren expresaba tantas cosas en tan solo sus ojos, los cuales estaban inquietos, recorriendo el panorama hasta volver a ella una y otra vez. Sus movimientos denotaban impotencia y frustración, él también tenía los ojos brillantes.

—¡No entiendo porque tienes tanto miedo de sentir! Deja de castigarte, Victoria, lo que le paso a tus padres no fue tu culpa, toda la mierda que viviste no fue tu culpa—le instó con ímpetu—. Se que crees que debes actuar de esta manera para protegerte o–o para esconderte, ¡pero te conozco!—Él dio una pausa para fruncir los labios. Podía notar como se contenía para no acercarse y agarrarle por los hombros para hacerla escuchar—. Sentir es lindo, ser quien eres es un acto de valentía y lo único que te pido es que seas lo suficientemente valiente para hacer lo que tu corazón te manda.

Victoria soltó una carcajada sardónica, la cual fue como una bofetada para el muchacho.

—¿Corazón? Que, como si fuera más que un aparato que bombea sangre.

Ahren no perdió su espíritu. Ahora unas gotas pesadas y frías ya comenzaban a caer al azar.

—Eres peligrosamente inteligente, eres osada, eres madura, te importas con los demás, te importas algo demasiado en tu absurda música y tus libros. Amas a tus amigos y haces cualquier cosa por ellos. Deja de pretender que lo haces por dinero o por favores, deja de alejarte de ellos.

Sentía como si cada palabra se clavara en ella como agujas bajo su piel. Una vez, cuando aún estaba en el internado, una de las institutrices le había clavo una en el dedo, como castigo por ayudar a alguien a intentar escapar. Era como si esa aguja particular hubiera encontrado un nervio sensible en su corazón y lo hubiera perforado por completo con las palabras de Ahren.

—No puedo—dijo con lo que fue más un graznido.

—¿¿Por qué??—cuestionó él, un grito mudo.

—Por que si lo hago, ellos también saldrán heridos. Como mis padres, como tú.

Victoria se encogió en su lugar. Se sentía muy pequeña al confesarle eso, pero también era como retirar una curita demasiado rápido, pero cumpliendo con el propósito.

—Victoria—dijo con lo que solo podía ser descrito como cariño—. Estoy seguro que todos ellos ya experimentaron mucha mierda de primera mano y ninguna de esas veces fue por tu culpa y también hablo por mi mismo. Por favor—suplicó—, por favor.

Un chillido se le escapó de los labios y cedió a arrojarse a los brazos de Ahren, a su presencia motivadora, tranquila y reconfortante. Él la rodeó con los brazos con firmeza y hundió su cabeza en su cabello, mientras que acariciaba de forma serena su espalda.

—Tengo miedo—le confesó con la voz ahogada por su campera y débil por el llanto preso en su garganta, el cual había encontrado su camino hasta sus ojos por segundos.

Ahren soltó una risilla triste y suspiró antes de hablar.

—Eso es lo que sentimos los meros mortales todo el tiempo. Miedo. Pero esta bien, esta bien por que sentir nos prueba que estamos vivos.

Victoria se separó de él lo suficiente para mirarle a los ojos. Los suyos, sabía, eran grises en un buen día o celestes sin mucho contraste en otro. Trato de demostrarle todo allí, una ventana abierta solo para él.

—Te quiero—le dijo ella.

Él le sonrió con dulzura. No utilizó sus palabras como un arma y tampoco lo utilizó para aumentar su arrogancia. Simplemente le dijo:

—También te quiero.

Y la besó. Y eso era más de lo que Victoria había deseado nunca.

***

Asher Daffara no sabía bien qué pensar, pero estaba enfocado, de eso podría estar seguro.
Hayley le había contado su idea, la cual necesitaba pulirse con urgencia pero de hecho tenía algo de posibilidad de funcionar. Y le gustaría ver que pasaría si apostaba a esa posibilidad.
Era verdad que jamás podría unirse a ella en contra de su única familia viva, pero también era verdad que no era algo encontra de su padre sino, contra la corrupción, la impunidad y los pecados de la isla entera. Quería que Deva fuera un lugar mejor.

Llamo a Victoria mientras ponía su teléfono en altavoz mientras conducía.

—Vicky—la saludó.

—No me llames así—respondió ella automáticamente, como ya esperaba.

—Si, si, claro. Victoria, Hayley y Elizabeth están encerradas en la organización, al parecer Vinicius y Jacob Daffara planearon todo esto y ahora están, aparentemente eligiendo a cual de las dos matar como venganza. Larga historia.

Su novia y su amiga antigua podrían salir heridos por un plan desdeñoso de su propio padre. No estaba para nada preocupado.

—¿Qué?—le preguntó ella con escepticismo. No podía culparla, él tampoco lo creería si le hubieron contado de esa manera, pero no tenía tiempo para jugar al narrador.

—Hayley tiene un plan. Necesitamos de todos, y tienes que oírlo, Vic, vas a caer de espaldas. Será interesante si realmente funciona.

—¿Plan? ¿De Hayley?—volvió a cuestionar, con un tono aún más marcado de escepticismo y sarcasmo—. No debe tener lógica o táctica alguna.

—Tiene lo suficiente pero por eso necesito de ti, es urgente. ¿Podrías ayudarnos?

La línea quedó en silencio por un segundo. Victoria no era de las que titubeaban, le gustaba estar al 100% en sus trabajos y si hacía algo, ponía todo de sí para que fuera su mejor.

—¿Qué quieres que haga?—le gustaba que fuera directa. No disfrutaba de dar vueltas a asuntos.

—Lo más urgente es que necesitamos tiempo. Retrasar la decisión de la organización lo suficiente para poner en marcha unas ideas. ¿Puedes entrar a la central de luz de Alcyone y deshabilitar la carga eléctrica para toda la ciudad, también cualquier señal de comunicación?

—No es imposible pero...

—Necesito que un teléfono tenga acceso a internet. Solo uno, que permanezca inmune a cualquier cosa. Es el de Elizabeth, tengo toda la información posible.

Victoria soltó una risa condescendiente al otro lado de la línea.

—Eso complica bastante las cosas. Tendría que configurar todo un sistema, construir bots que desconfiguren sistemas nacionales e internacionales, y aún si lo consigo sería por una hora, máximo. No es solamente clicar unas teclas, en realidad, trabajo hacker es más reescribir comandos una y otra vez sin equivocarte, lleva horas reprogramar cosas.

—Se que es mucho pedir, pero escucha la propuesta primero.

—Eso es absurdo—dijo de una vez, tras escuchar la misma idea que le había contado Hayley unos minutos antes—. Jamás funcionaría.

—Es un salto de fé.

—Está bien. Pero no lo lograré sola, al menos no sin tener todo mi equipamiento y personas que ayuden. Pero se a quien acudir. Estoy con Ahren, iré con él. Tenemos cuentas que saldar.

Fue como si pudiera respirar al escucharla estar de acuerdo. Si ella creía que había alguna chance debía de haberla, confiaba en ella.

—Gracias, Victoria—no podía ser más sincero. Por el bien de Hayley y del suyo propio.

—Me debes un concierto a Taylor Swift—le respondió en broma—. Y Asher, tienes que comprarme tiempo con Daffara y también no olvides de hablar ya con Camille, Nate y Thiago. Yo hablaré con Ahren.

—Bien. Gracias, hermanita.

Antes de que pudiera cortar la llamada, la oyó decir:

—Vamos a ir con los Giordano. Ya es hora que los vuelva a enfrentar.

Y se preguntó si no acababa de cometer un error.

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