Capitulo 3. Génesis
¿Olvidaras a los muertos, al pasado?
Todavía no son fantasmas que puedan vengarse,
Recuerdos que hacen del corazón su tumba,
Lamentos que se deslizan sobre la penumbra, susurrando con horribles voces
Que la felicidad sentida se convierte en dolor.
—Percy Bysshe Shelley, The Past
A medida que leía sus manos apretaban cada vez con más fuerza el volante y el ceño se fruncía cada vez más. Sus ojos ardían por las frustraciones y los tragos amargos. El nombre en la pantalla hizo que su corazón se detuviera por un instante. No entendía porque insistía en llamarla por ese nombre. Estacionó el auto en una calle vacía y arrojo el celular por el vidrio del coche, golpeó y grito, no sabía si podían oírla y si lo hacían les daría un puñetazo en el estómago.
Minutos, tal vez horas después cayó en la realidad, salió de la negación, asustada miro a su alrededor, no había nadie, las sombras estaban quietas y al parecer no había ningún auto con alguien observando dentro, tendría que ir a esa calle, alguien podría estar en peligro, su padre tal vez, pero ir sería aceptar que ella también corría peligro. Prendió el GPS y vio que la calle mencionada quedaba por cerca de donde se encontraba, partió hacia su derecha y tras observar ambos lados encontró un consultorio odontológico con el número 779. La primera vez que tuvo el valor suficiente de volver a Naos sola, trajo una navaja y la escondió en el asiento trasero del auto, confiaba en que nadie lo había sacado de allí y efectivamente aún se encontraba intacto, lo puso en el bolsillo de su bléiser y encima para no sentir frío el abrigo caliente. Se limpió el rostro y tras hesitar saco el pie del acelerador y quito la llave.
Unas pocas gotas frías caían, pero nada que pudiera ocasionar algún peligro más que entrar al consultorio. Su pulso se aceleró.
En la puerta de cristal se leía:
Cerrado por falta de insumos.
No sorprendió a Hayley, pero aumentó su paranoia. La puerta se encontraba abierta, solo veía estanterías vacías y una silla donde debería estar la secretaria fantasma. Por instantes le ocurrían pensamientos de irse, pensaba que su corazón la abandonaría y saldría corriendo por su boca si ella no tomaba la decisión de salir de allí. El pomo de la primera puerta se encontraba helado. Hayley sacó el cuchillo y al abrirla vio que no había nada más que lo mismo, siguió revisando dos puertas más sin encontrar nada, segura de estar en el sitio incorrecto estaba a punto de irse lejos.
Pero la oyó nuevamente, Indignada y totalmente desesperada sollozo su nombre en vano.
— ¡Katherine! ¡Déjenla ir!
Corrió a su voz pero no la oyó gritar.
— ¡Katherine! ¡Kat! ¿Dónde estás?
— ¡Hayley ayúdame! ¡Hayley!
Ella gritó y la oía patear y gruñir, llegó a su voz y caminó lejos de una sala que decía en letras desteñidas Radiología.
— ¡Hayley!
Dolía escuchar su voz sonando tan desesperada, gritando.
Sus pasos emitían ecos resonantes en el piso de madera, cada vez más veloces, buscando la voz de Katherine.
— ¡Déjenla ir! —Dijo entre sollozos y sentía como dividía en pedazos—Hago cualquier cosa, pero déjenla ir, ¡Es solo una niña pequeña!
Entró en la única puerta donde se oían sus gritos, al abrirla un temblor recorrió sus manos. Cuando ingreso pasó algo extraño, la voz se silenció y después de un segundo se reinició, una pausa muy calculada, muy falsa...
— ¡Hayley ayúdame! Dile a mi mamá que ya tengo edad para maquillarme oscuro como tú. ¡Hayley! Y un paquete de chicles ayudarán a que parezca creíble que no has venido por aquí.
Hayley desconcertada miro en la mesa de otro doctor fantasmal y había una grabadora, rezando para que fuera lo que sospechaba a pesar de lo tonta que la hacía sentir. Sonrío y sorbió la nariz por las lagrimas que no derramo en señal de alivio, Katherine no estaba allí, probablemente solo fue un susto que Eddy le quería dar.
Pero segundos después de superar el alivio vio un brillo tras una cortina de flores, era un vídeo de su padre hablando muy de cerca con otra mujer a las afueras del hotel, se notaba que tenian intimidad y Paul se inclino a darle un beso. Su padre engañando a su madre nuevamente, tal vez Eddy no lo sabía pero Hayley era bastante consciente de sus deslices. Usaron el vídeo de baja calidad para ponerla en contra de sus padres o revelarle alguna " gran noticia" que no les serviría de nada.
Apago el televisor y tras intentos fallidos descubrió el modo de grabar en la antigua grabadora, tan poco parecida a la moderna que tenía en su celular, perdido en alguna calle de Naos. Era llena de botones inservibles y un pequeño parlante, siglas de lo que tal vez era la empresa que fabricaba la grabadora estaban escritas en un oxidado blanco: OIS
—Borracho pedófilo, ¿Qué quieres conmigo? Deja a gente inocente fuera de esto, marca un encuentro conmigo hablemos de que carajos te pasa, no actúes con cobardía y ¡Deja de seguirme! Vamos, págame una pizza, cuéntame tus traumas, te recetaré un psicólogo y me dejas de acechar ¿qué te parece? Y quiero que sepas que no te sirvió de nada tu truco de feria.
Hayley no podía demostrar siquiera un acto más de cobardía por el bien de su orgullo, se repetía terapéuticamente que todo estaría bien. Salió del consultorio abandonado, y un viento fuerte la barrió de nuevo hacia dentro. Era un pandemónium, nieve cayendo a pedazos, hojas marchitas volando y árboles fuertes manteniéndose firmes para no caer.
No pudo imaginar cómo una tormenta se pudo ocasionar en tan pocos instantes, tal vez por eso todas las calles estaban vacías en una noche de sábado, ella no había visto el noticiero en todo el día y nadie se había molestado en alertarle, corrió hacia su auto y encendió el motor. No quería arrancar porque la nieve debió congelar el motor y costaría muchos intentos calentarlo, la nevada también cubría el parachoques trasero dificultando su salida, tras varios intentos en vano, el motor cobró vida.
Llevaba una hora en ese infierno y no tenía idea de dónde estaba, no veía nada y dejo atrás a ya varias calles él consultorio, había tirado el celular, y el GPS no la ayudaba por la intensa tormenta, la única opción era salir afuera a buscar refugio o quedaría cubierta de nieve, era demasiado riesgoso conducir en ese clima.
Ella disminuyó la velocidad, estaba en el barrio más pobre de la ciudad, suciedad cubría las aceras grises y el olor a desagüe no desaparecería ni siquiera con litros del perfume más caro. Ando sin rumbo por unas cuadras y luego de leer el cartel mal puesto, entro a lo que parecía una taberna con poca gente. Luces amarillentas daban un aire intimo y música popular sonaba despacio, Hayley vio cómo se emborrachaban, cantaban y reían. La única persona que parecía sobria era una camarera mayor de edad con el rostro manchado por el despiadado calor infernal y un lunar negro en la mejilla.
Se acercó temblando con frío, apenas ya aguantando con el tejido fino de un pantalón jeans.
—Buenas noches, señora... —buscó la placa con el nombre pero no la encontró y agregó apresuradamente- ¿Me podría decir dónde estoy?
La señora la miro con una cara inmutable, absorta mirándola fijamente.
Hayley estaba segura de que hablaría español, pero tal vez no lo hacía.
—Sorry if you don't understand Spanish, well, I'm lost, can you say me where I am?
—No, si entiendo y es señorita para que te conste.
Tenía la voz muy grave para una mujer y dientes amarillentos, aparto la vista para que la señorita no reparara en que se había fijado demás en sus dientes.
—Mire señora, vengo teniendo un día pésimo acosada por psicópata con graves problemas de inseguridad, así que por favor gaste un tercio de su saliva y dígame dónde estoy. —dijo con voz resignada.
La "señorita" le lanzó una mirada venenosa y respondió.
—First Avenue, cerca del ferrocarril abandonado.
— ¡Genial! Gracias, supongo—dijo Hayley, tratando de disimular su entusiasmo.
La camarera la miro irritada, retirándose a una mesa donde estaba un joven con los cabellos negros e impresionantes ojos grises bebiendo lentamente una casi vacía botella solitaria de whisky, una camarera mas joven se inclinaba hacia el para recoger la botella y parecía reírse de algo que el acabo de decir, a pesar de que el rostro serio del joven no indicaban que gustara de conversar.
Hayley no ocultó su sorpresa cuando cayó en cuenta que conocía al muchacho, Fire. Él levanto la vista como si hubiera escuchado sus pensamientos y sonrío maliciosamente haciendo un ademán con la mano para invitar a Hayley a sentarse junto con él. Hayley pensó en derramarle whisky por todo su rostro, pero tenía miedo de él, y había perdido suficiente coraje para sola una noche.
Ella levanto su mano y fingió rascarse la mejilla hasta que le hizo un gesto obsceno y salió a paso apresurado del lugar luego de oír el tintineo de las campanillas de la puerta.
Hayley no podría regresar al hotel, llevaría horas y el clima no parecía desistir de estropearle la vida. Su auto estaba cubierto de nieve, frío al toque. Entrar al auto le había costado muchísimo y no conseguía siguiera arrancar el motor.
Lo bueno, por supuesto, de saber en donde estaba era que podría ir si a un hotel, por ello su entusiasmo. Había una construcción cerca de allí, hecha luego de la guerra civil por su abuela en compensación del hotel lujoso abandonado durante la guerra.
Tras varios intentos inútiles de dar vida al motor, se dio por vencida y decidió esperar en la calefacción del auto a que la tormenta se calmara para ir a pie hasta el hotel.
Unos pocos minutos después, se sobresaltó al oír un toque en la ventanilla. Lo ignoró pero pronto vinieron otros más y alzó la vista. Vio que eran los fríos ojos grises de nuevo. El chico con nombre absurdo. Fire. Hayley contuvo la respiración, el corazón disparado en el pecho. Intentó encender el motor un par de veces más en ese ínter lapso de tiempo entre sus ojos, pero el autono dio ni siquiera un zumbido. Fire parecía irritado, blanqueo los ojos y abrió la puerta del auto. Pensó que las había bloqueado pero al parecer estaba equivocada. Vaya suerte.
El viento se coló, traspasando cada capa de tela y clavándose como astillas en su piel y causándole escalofríos. Fire tenía la espalda ancha y era alto, bajo su camisa se notaban músculos marcados que se tensaban con sus movimientos. Vestía un pantalón negro y una camisa térmica con estampando militar que lo hacía resaltar más que aquella ocasión en el taller.
En los ojos de Hayley se reflejaba ansiedad, miedo y muy dentro se notaba su inseguridad, ella no tenía idea de que hacer, pero las palabras aun así brotaron naturalmente.
—Lo siento corazón, estoy esperando a alguien. —Dijo ella y él soltó una risa grave y contenida
Él la miraba y se comportaba como si supiera mas que ella, eso principalmente la cohibía quitándola bruscamente de su zona de confort. Nuevamente, le pareció conocerlo de antes. Como aquella vieja fotografía que guardas en el ático, que sabiendo que sucedió no recuerdas a ese rostro, a pesar de que sabes que fue importante en algún momento.
—Bien corazón, ¿tienes idea de cómo cuesta mantenerse abrigado en este clima? Es una lucha constante e injusta. —Algo irónico considerando su apodo— Por otro lado, ¿estás esperando a morir congelada o que te lleve el viento? Porque eso es lo que pasara si no vienes conmigo.
—Sin duda ella sería más placentera. Prefiero morir, pero, ¡Gracias!
Sus cejas se arrugaron y una mueca de lo que parecía ser vestigios de una sonrisa, una que sin dudas no quería regalarle.
— ¡Qué linda! Ven ahora.
Él se bajó del auto medio cubierto de nieve y sin darse cuenta miro efusivamente el rostro de la muchacha. Parecía tranquila, pero se mordía la mejilla, y sus ojos no se posaban en ningún punto, estaba nerviosa probablemente. La perdió de vista un instante por no poder ver tras el vidrio ahumado del coche, pero en un segundo estaba a su lado de nuevo. Claro que estaría nerviosa, un desconocido aparecía a atormentarla en medio de una noche, lo entendía. Su fuerte apretón al respaldo del asiento, su mirada calculadora y algo más que sentido común le decían que ella no se iría con él tan fácilmente. Abrió la puerta del conductor y Hayley lo miró cruzada de brazos y con una ceja alzada, desafiándolo a tocarla. Fire estaba con la mano extendida a lo que parecía horas decidiendo si sería mejor dejarla morir.
— Vamos corazón, no vine hasta aquí para lastimarte—dijo él con impaciencia y burla, como un desafío.
Hayley tenía el cuchillo en la mano, el cuchillo que tenia guardado en el interior del bleiser. Trato de no pensar demasiado en ello y simplemente lo hizo, como arrojarse al agua de un alcantilado.
—No, soy yo la que te lastimare.
Corto la palma de su mano extendida sin precisión alguna y sin ser cuidadosa. Fire atrajo la mano sangrante hacia si mismo instintivamente entre gruñidos y maldiciones. Hayley aprovecho su instante de distracción y corrió lejos de el, hacia la noche profunda.
No tenia idea de a donde se dirigía, ni cuan efectiva resultaría su pequeño truco, pero corrió hasta que le dolieran los pulmones. Hayley entró a un callejón iluminado por una tenue luz amarillenta cuando ya era inevitable no tomar un pequeño descanso, trato de mantenerse entre las sombras y al asustarse con el movimiento de un gato callejero, sintió el filo de la navaja presionando su cuello, ahogo un grito a medida que su respiración volvía a acelerarse.
El cuerpo del Fire estaba increíblemente caliente honorando a su apodo, sentir sus respiraciones agitadas juntas hacía temblar a Hayley.
—Estás siendo estúpida, se que eres mas inteligente que esto, Elizabeth.—pronuncio el nombre como si le causara algún dolor. —De verdad no quiero asustarte.
Hayley considero sus opciones. Manos y pies bloqueados, algo afilado en la garganta y nadie por cerca. Todo acerca del muchacho le parecía misterioso, desde la forma de pronunciar el nombre hasta su calmo actuar con un toque de arrogancia en sus actitudes. La familiaridad que había entre ambos que no tenia el mas mínimo sentido... No lograba comprender nada.
—Bueno deberías de haber pensado eso antes de presionar una navaja en mi cuello.
—Bien. —Sus palabras cortaron el viento nocturno, creando pequeñas nubecitas de vaho alrededor de su cuello.
Con un rápido movimiento, quito la navaja de su cuello y aun así la seguía teniendo atrapada en un apretón firme. No le gustaba esa sensación, el no tener el dominio completo de su cuerpo.
— ¿Hayley, ok? Solo dime Hayley. No me gusta el otro nombre—aborrecida subió de tono y frunció el entrecejo, tratando de hacer un progreso con el.
—Tú has comenzado con los apodos, corazón. —Él remarcó la última palabra solo para molestarla— ¿Sabes algún lugar para dormir que no esté a más de una cuadra de aquí?—Continuó Fire, mirando hacia el horizonte que solo era un fragmento de lo vasto que era Naos.
—Sabes he pensado al respecto y en conclusión he descubierto tres cosas sobre tu existencia.
Él soltó una carcajada contenida y miró a Hayley imitando la sonrisa desafiadora tan común en ella. Hayley se demoró para continuar, analizando su perfil.
— Sobre tu existencia: Innecesaria. Prefiero basura. Un desperdicio.
Le mostró tres de sus dedos temblorosos en forma acusatoria y él sonrió como si supiera algo que ella no.
—Para de alargar esto y dime dónde hay un maldito lugar para pasar la noche. Mis huesos se están congelando. Ya te dije que no te haré daño, solo trato de ayudar.
Hayley no quería decírselo pero el antiguo hotel debería estar a la vuelta de la esquina y no alcanzarían a llegar a la posada si la tormenta seguía así. Sus labios estaban morados y casi no sentía sus manos. No le quedaba opción, se lo diría pero no sería tonta, se mantendría alerta. Además, tenía un plan.
—El hotel, es a la vuelta de la esquina.—farfullo por lo bajo.
— ¿Hotel? —algo parecido a reconocimiento brillo en los ojos de Fire por un momento, al siguiente era una máscara fría y cerrada.
Ella tomó aire pesadamente y la respiración de Fire se movió junto con ella.
—Un antiguo hotel de mi familia. Fue abandonado después de la Segunda Guerra Mundial, comida enlatada, cuartos más lujosos que los actuales, pero llenos de escombros y hay muchas ratas, se está cayendo a pedazos, no hay calefacción y está cubierta de polvo.
Ella le dio una información casi errónea. Pensó que así quizás desistiría y la dejaría en paz aunque sin creérselo del todo. En realidad la mayoría de las partes del hotel estaban en perfectas condiciones, los padres de Hayley lo restauraron a tan solo días dejando el aire vintage para la fiesta de Año Nuevo. Las remodelaciones estaban casi terminadas.
—Bien, eso servirá.
Hayley inmediatamente quedo con la boca abierta, ¿Quién era lo suficientemente loco para pasar la helada en un lugar abandonado?
— ¿Qué? ¿Acaso no deberías ofrecer a tu rehén opciones más dignas? No estás a la altura de pasar más de diez minutos en mi presencia, ni de cualquier otro ser humano, por cierto.
—Lo siento, tendré que estarlo.
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