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Capitulo 26. La diosa Deva

Tienes dos ojos negros por amar demasiado
Y un auto negro que combina con tu alma aún más oscura
No te cambiaría. Nunca intentaría hacer que te vayas.

LA Devotee, Panic! At the disco

—Tengo otra para ti —dijo el chico con cabello de oro y los ojos encendidos como el fuego —¿Cuantos animales de cada sexo llevó Moisés a su arca?

Victoria Giordano frunció sus oscuras cejas antes de responder. Estaba frenética sentada en su silla giratoria, tecleo aquí, tecleo allá, un que otro bufido. El muchacho no tenía idea de que era lo que debía estar haciendo pero le gustaba molestarla por diversión, y sobre todo, para aligerar la tensión que se ceñía entre ambos como un cable cargado de voltios.

—¿Moisés? El que hizo el arca fue Noé. —respondió la chica mientras estaba concentrada en mil cosas distintas.

Ahren alzó los brazos y los dejo caer sin entusiasmo, Victoria seguía afirmándose que se parecía a un gato. Perezoso, arrogante y con una inquietante necesidad de atención.

—¿Qué? No es posible, se supone que dices un número. Bueno, de esta no te salvas. Vives solo en tu apartamento y tus padres vienen a verte cuando estás dormido. Tocan la puerta y te traen yogurt, cereal y galletas ¿Que es lo que abres primero?

A la par que hablaba Ahren tamborileaba los dedos en la silla giratoria, su voz era tersa, profunda y peligrosamente lenta. Como un ronroneo. Su generalmente desarreglado cabello estaba oculto bajo una gorra de béisbol azul de alguna marca costosa.

—Los ojos, obviamente. —respondió al instante. Algo no estaba bien, los números que ingresaban en la organización eran cifras demasiado grandes, lo que era bueno para ella, pero desconcertante.

—Si una jirafa tiene dos ojos y un mono tiene dos ojos ¿Cuantos ojos nosotros tenemos?

—Te refieres a los humanos en particular o a la suma de los ojos de nosotros dos.

Ahren lo pensó por un momento antes de responder.

—A la suma.

—Entonces cuatro.

Jaque mate. Logró ingresar a la dirección IP de la cuenta que depositaba el dinero. Cadena de Hoteles Miller Stone. Sucursal Naos. Autorizado por Aissa Miller.

—El hospital se está incendiando y también la escuela, una ambulancia se dirige hacia la escuela ¿Cuál incendio se apaga primero?

—Las ambulancias no apagan incendios. Ssh, estoy en medio de algo importante.

La cifra de transferencia era un absurdo. Dinero exorbitante, no podía ser debido al rescate de Hayley, eso ya fue pagado y la cifra sin duda no podía ser tan alta como las de la pantalla. Era una fortuna juntada en años y años de trabajo. Y ni siquiera habían tratado de enmascararlo. Que imprudentes.

—¿Cómo es que lo haces? El chiste es que no veas las cosas obvias. —podía sentir los ojos de Ahren clavándose en su rostro con insistencia.

Le estaba siendo complicado mantener la cabeza dentro de la computadora y los oídos con una fracción de su mente prestándole atención a Ahren en modo piloto automático. Volteo a verlo y se contuvo de cruzar los dedos para que eso lo mantuviera callado.

—Para resolver un problema no debes concentrarte en la solución sino en el problema para dar con la solución. Es solo cuestión de descartar la respuesta más obvia y volver a repasar la pregunta. Claro que yo hago eso en cinco segundos, tu te tomarías unos veinte minutos y estoy siendo generosa. —dijo volviéndose a concentrar en la pantalla. Ver sin sus gafas para el astigmatismo le estaba dando dolor de cabeza, más la insistente voz de Ahren sería un desastre nacional y alguien acabaría con su cuenta del banco vacía.

—Pero... —insistió él. Volteo a verlo una vez más con un suspiro.

—Te plantearé uno, a ver si aciertas poniendo en práctica mi consejo. Te acabas de bañar y coges la toalla, ¿qué es lo primero que secas?

—La mano, obviamente.

—Pensaste por un segundo la cara, luego dijiste la mano. Te da la sensación de que ya lo resolviste, ya usaste el cerebro, pero no es así. intenta de nuevo.

Victoria balanceaba inquietamente su rodilla y trataba de mantener la paciencia.

—¿La cara...? —dijo él frotándose el cuello.

—¡No! —exclamó —¡Te dije que secas, no que parte de tu cuerpo secas!

Estaba perdiendo los nervios por algo estúpido. Ella no era así, no se dejaba llevar. Debía concentrarse en el reto que suponía ingresar de una url a otra y no en la sonrisa torcida de Ahren Miller y sus ridículos acertijos.

—Ah, seco el agua. —descubrió cómo una serendapia. Su sonrisa fácil era de oreja a oreja.

Victoria asintió, no estaba segura de sí debía felicitarlo por usar el cerebro de vez en cuando o no. Era algo que no se veía todos los días, así como la estrella Algol.

—Exacto, por fin usaste esa cabeza rubia. —se decidió al final.

Él se balanceó en la silla giratoria al igual que lo había hecho su prima. Ambos eran la versión femenina y masculina de la arrogancia, la estupidez y la terquedad. Y repartían sus sonrisas como si fueran regalos para la humanidad.

—Debes admitir que está cabeza es muy atractiva. —dijo tocándosela con la punta del dedo.

—Lo que tiene de atractiva lo tiene de hueca. —respondió levantándose de su ya definido lugar y tomando el gorro de béisbol que llevaba puesto.

Ahren soltó un sonido de sorpresa y se llevó la mano a sus cabellos hechos un revoltijo dorado.

—Dame mi gorro Victoria. —amenazó con la voz grave.

—No. No te lo daré, siempre quise un gorro de...—giro el gorro para ver la marca—Adidas.—estiró la comisura de los labios y se calo la gorra hasta las cejas.

—Pero yo lo necesito... —sus ojos vagaron por el techo tratando de encontrar algún argumento al que aferrarse.

—No me interesa. —respondió sin verlo. Una sonrisita comenzó a formarse en sus labios.

—No, yo tengo que llevarlo al... Instituto.

El cabello de Ahren estaba hecho un lío, sus ojos vibrantes e inquietos. El borde de un precipicio, el amanecer asomando por la colina, el brillo de una sonrisa a medianoche.

—Está prohibido llevar gorros al Instituto. —argumentó en contraataque, que bien se sentía ganar.

—Agh... Voy a llorar si no me lo das. —dijo finalmente como un acto de rendición y fingiendo poner los ojos tristes.

—No te lo daré. —aseguró con firmeza y el apenas notable toque de diversión en su voz.

—Estoy llorando Victoria. ¿Ves el daño que provocas?

—Sí.

Victoria trató de concentrarse en su pantalla de nuevo, no era momento de jugar al adolescente regular con Ahren. Amaba el acertijo que implicaba aventurarse en internet y desentrañar capa por capa lo que debía, en general Victoria amaba usar la parte lógica de su cerebro. La parte contraria a lógica le iba fatal.

—Es mi gorro favorito. —volvió a replicar tras unos breves momentos de glorioso silencio.

—Corrección. Era tu gorro favorito, ahora es mío. —le dijo mientras terminaba de teclear algo.

—Vic...

—No.

—Bueno, por algo debes quererlo tanto, ¿no? Seguro te lo pondrás y pensaras en mí todo el tiempo... —dijo riendo y girándose hacia enfrente. Ahren se levantó listo para marcharse y dejarla con las mejillas encendidas.

—Agh, toma tu estúpida gorra. Eres un maldito bebé llorón Ahren Miller. —su ceño fruncido era un monumento, arrojó la gorra a su pecho.

—Victoria. —dijo bebiéndose su nombre como si fuera un vino añejo. —Lo que muchos desean y pocos logran.

Ahren se acercó a ella, giró su silla giratoria hacia el, dejando ambos brazos a su alrededor, peligrosamente cerca. Victoria podía oler su colonia, ver los ligeros pelos dorados en su rostro y sus ojos pardos. Ahren dio una media sonrisa, bajó la vista hasta sus labios y lo siguiente que supo era que tenía las manos en su rostro y lo estaba besando. Las manos de Ahren apretaban su cuello contra él, más cerca, más cerca e imposiblemente lejos. La alzó y Victoria rodeo sus piernas en sus caderas hasta estar sobre la mesa, un choque de metal, sin dulzura. Pasión.
Su cuerpo entrega lo que la boca esconde, no admite querer hasta que esté tan evidente como un tatuaje en la frente.

Ambos se separaron con los cuerpos agitados y los labios rojos. Victoria bebió del aire como si y los ojos de Ahren, casi dorados por la poca luz la miraban como si pudiera desvelar cada capa tras ella. Quiso llorar. Quiso gritar. Quiso romper algo. Quero estar allí con él y a la vez la intensidad del sentir era demasiado. ¿Era así como debía sentirse, como a punto de saltar al precipicio?

Colocó una mano en el pecho de Ahren para separarlo de ella. Sus uñas pintadas de negro se clavaban en la tela de su remera.

—Esto. Lo que sea que sea esto tiene que acabar. —le dijo sin lograr mirarlo a los ojos, por lo que se concentró en la tela celeste de su remera y en la sensación de su pecho agitado bajo su mano.

Sintió como los ojos brillantes de Ahren la observaron con intensidad.

—¿Porque tienes ese efecto en mi, Victoria?

Ella alzó la barbilla para mirarlo con la tez sería. No tenía idea que podría responder.

—Tú con tu totalmente ridícula obsesión con el negro y el que no me importa que seas más inteligente que yo. Sé que lo eres, pero tienes algo. Quizá sea tu nombre. Victoria. —dijo él. Pronunciando su nombre como el más delicioso de los brebajes.

—No quiero estar contigo. Eso es lo que te molesta. Somos jóvenes, supéralo. —trató de decirse a sí misma que estaba bien. Que no estaba sintiendo absolutamente nada. Solía hacer eso y solía servir para tranquilizar a la maraña de sentimientos que querían asomarse.

—Hubo un tiempo que tal vez quisiste.—le respondió Ahren, a quien había querido desde que lo conoció.

—Si. Y fue un desastre. Me engatusaste con tu sonrisita y aparente extrema amabilidad. Ya no tengo catorce años, Ahren. Ya no eres mi primer amor. Sabes que juntos solo rompemos cosas. No quiero romper más nada, Ahren. Entiende que juntos somos caos. Y todo este tiempo me he estado engañando a mí misma diciéndome que un par de besos no van a hacernos daño y que no vamos a acabar destruyéndonos el uno al otro está vez. Es una mentira.

—Los besos no hacen daño a nadie. —afirmó él, al borde de una sonrisa provocadora.

—Ese es uno de tus problemas, Ahren. No quieres nada serio y si, tampoco quiero algo serio. Pero no puedes tontear conmigo y con Cassey y con quién sabe que otras chicas.

—¿Quieres que te bese solo a ti pero tampoco quieres ser nada mío?

Por un segundo Victoria tartamudeó y la oscuridad en su rostro se asemejó más a la de una chica de dieciséis años.

—¡Si! ¡NO! No quiero nada contigo, Ahren. Punto final. Se acabó está estupidez. ¿Recuerdas la última vez, Ahren? ¿Recuerdas lo que hicimos? ¿Recuerdas lo que mi familia hizo? Todo eso es porque tu eres ácido sulfúrico y yo soy fuego. Una combinación demasiado peligrosa y no quiero nada de eso en mi vida. —trató de transmitir todo en sus palabras. El odio, el desprecio y dejó escondidos los otros sentimientos que se querían entrar. ¿Cómo podían coexistir? Debería ser tan simple como en la computadora y poder borrar el malware.

Ahren hizo unas de sus bien ensayadas muecas de molestia y se apartó de ella. Pero pudo ver el dolor y la decepción escondidos en el peso sin petulancia de sus hombros y el apagado de sus ojos.

—Quédate con la gorra. Te queda bien. —Él levantó la cabeza con aire de reto.

Ahren se retiró con sus anchos hombros balanceándose por su forma de andar y dejándola encima de su propio escritorio. Era lo mejor. Era lo peor. Era lo que debía ser. Victoria aspiró aire con fruición, parecia liberada de alguna situación vergonzosa.

***

Hayley escuchó la música primero. Las notas efervescentes entraban y la hipnotizaban por el magnetismo de sus ondas y suspensiones, seguido de ese instante de placer, llego una horda de dolor en sus temporas.

Comenzó por abrir los ojos lentamente, escrutando el aire, ansiosa de atisbar un indicio que concretara la amenaza suspensa en el ambiente.

Cuando sus ojos se adaptaron a la claridad se vio a si misma largada en lo que parecía ser un depósito lleno de cajas de bebidas y hasta —vislumbró sin un matiz de sorpresa— paquetes de marihuana prensada y coloridos envoltorios de LSD. Camille dormitaba a su lado en completa ingenuidad a su entorno desordenado.

Un soplo audaz baño sus rostros al momento en el que la puerta se abrió. Una chica entró fisgoneando el aire como quien busca problemas, miró hacia el suelo y algo en su rostro brillo como diciendo: ¡Oh, ahí están! ¡Problemas!

Lo que dejo consternada a Hayley en ella fue su vestimenta. Tenía un vestido trenzado a croché que le llegaba hasta los pies, su cabello caía en delicadas ondas celestes hasta un poco más que sus hombros y tenía una especie de máscara hecha de maquillaje: delicadas y relucientes escamas alrededor de sus ojos, mejillas y en la mandíbula hasta que se perdían en su pecho. Y también vislumbró el brillo de una corona hecha de perlas.

—¿Eres alguna especie de sirena regional? ¿Apareces solo por esta época del año? —preguntó frunciendo la nariz y los ojos presentaban un interés tan real como fingido. Al instante se dio cuenta que decir eso fue algo imprudente y que no había calculado demasiado que palabras usar. Pero como no calculaba el 99,9% de lo que decía se encogió de hombros. (Mentalmente, si es que eso era posible)

La chica le sonrió de aquella manera que no toleraba. La que decía: ¡Que chica tonta, no sabe de nada!

—Soy la Diosa Deva. —afirmó aún con la sonrisa perturbadora pintada en los labios.

—¡Camille! ¡Camille, despierta! La diosa nos secuestro porque hablamos mal de su romance con el príncipe. —dijo usando como excusa el humor para despertarla.

Camille parpadeó y se digno a salir de su sueño con hartazgo. Aún ensombrecida por la bruma del sueño bostezó y finalmente despertó por completo cuando Hayley clavó sus uñas en su brazo. Miro alrededor y por último a la muchacha que tenían enfrente. (O a la diosa, nunca se sabe)

—Exijo que nos quites de aquí inmediatamente. ¿Acaso no saben todos en esta ciudad que hará mi padre a los que me hagan daño? —la dulce y suave inflexión de su acento revelaba el arte de dominar mentes.

La chica parpadeó, aburrida.

Dios, como no la soportaba y solo la conocía hace cinco minutos. Seguidamente arrojó una bolsa negra a los pies de ambas.

—Vinicius las manda aquí como castigo por salir sin su permiso. Y porque está irritado con ella.—dijo señalándola con la barbilla. —Cámbiense y les diré que tienen que hacer.

La chica salió dejando un aroma de algún desodorante de ambiente con falso olor a mar y la bolsa seguía en el suelo.

—Camille. —dijo mientras se probaban las ropas.

—¿Si? —respondió, ya medio vestida de sirena.

—Dime que no me secuestraron diez meses y que no estamos en Halloween. —preguntó a la vez que giraba la tela en sus manos para entender su forma.

—No te secuestraron diez meses y no estamos en Halloween. —repitió ella, mecánicamente.

—Si. Está bien. —Tras un momento de silencio añadió:—¿Estás completamente segura...?

—¡Sí! —volvió a afirmarle, ya con un toque de molestia—.Tem uma festinha besta popular por la muerte de Alcíone.

—¿La chica griega que se suicido en esa leyenda o Alcyone la ciudad?

—La suicida. Las ciudades no se suicidan. —aseguró con seriedad.

Hayley alzó las manos hacia arriba en un ademán de hartazgo.

—Dios, esto está plagado de suicidios. Estoy considerando suicidarme para que me hagan una fiesta así. Parece ser la moda de por aquí.

Camille se acomodó el escote en el ajustado top de sirena. Como supuesta cola de sirena traía una polllera de color azul. Le sentaba bien.

—Me aseguraré que en tu homenaje se lleven chocolates a tu tumba.

—Hecho. —respondió Hayley. En estos momentos casi se sentía olvidar el porque nunca podría perdonar a Camille en un apretón doloroso alrededor del corazón.

Se acomodó los detalles en dorado de lo que parecía ser una túnica griega. También había unas sandalias de cuero marrón, pero decidió quedarse con sus botas. Que le den a la diosa.

Observo a Camille y luego volvió a observarse a si misma.

—¿Porqué tú eres una sexy sirena y yo soy una chica griega? Espero no ser Alcione, porque les juro que...

La puerta se abrió con rapidez y una corriente de aire entró súbitamente. La diosa, que parecía haber escuchado su conversación entera desde la puerta dijo:

—De hecho, eres Alcione—le aseguró con simplicidad—. Y pensé que a Camille le quedaría bien lo de sirena por qué puede llegar a ser bien persuasiva. Y tú eres Alcione porque te arrojaste al mar, como ella.

—¿Y bien? ¡Quiero que obliguen a Victoria a vestirse también así!—exigió con énfasis en sus palabras y gestos.

—A ella probablemente le gustaría disfrazarse de Ghoul. —añadió distraídamente Camille. Sus ojos castaños rondaban con nerviosismo por la habitación, no le gustaba no tener conocimiento de las cosas.

—¿Ghoul? —preguntó Hayley con las delicadas cejas arqueadas.

—Un tipo de vampiros.—respondió Camille restándole importancia. La diosa en cambio, se animó.

La diosa Deva movió las manos y sus brazos llenos de perlas y conchas tintinearon alegremente. Su piel, llena de escamas de maquillaje brillaban a la leve luz del armario y contrastaban con su piel pálida, la chica realmente tenía un aspecto mítico o etéreo, si fuera supersticiosa tal vez llegaría a creer que era la antigua diosa encarnada.

—Son de una tradición árabe—comentó la diosa—. Seres necrófagos y escandalosos que vagan por los cementerios en busca de huesos y otras viandas menos honrosas. —ella entrecerró los ojos y sonrió. Se notaba que el tema la fascinaba.

—¿Camille? —llamó Hayley, en un susurro fingido y una gran sonrisa vacilante hacia la diosa.

Oi? —respondió volviendo los ojos hacia ella, notaba que ella tampoco sabía con certeza que estaba pasando.

—¿Estás segura que...? —comenzó a preguntar.

—¡No te secuestramos diez meses! —exclamó Camille interrumpiendola.

La chica diosa les sonrió con maldad en sus rasgos.

—Tienen que ir a servir a las mesas por esta noche. Y si hacen un buen servicio será solo está vez, si no, tendrán que venir más tiempo. Hayley Miller, tú puedes cantar para animar a los clientes y tú... tú solo se tú.

—¡De jeito nenhum! ¡Yo no sirvo a nadie! —dijo abruptamente Camille, sus cejas delicadamente arqueadas.

—No me importa. Ahora vayan y hagan su trabajo. —con su mano blanca señaló hacia afuera

Con un bufido prolongado, ambas chicas salieron del depósito de alcohol y de cosas menos dirigiéndose hacia la música que inundaba el lugar.

***

Victoria permaneció mucho tiempo sentada en su escritorio pensando en que podría significar las palabras de Ahren hasta que en un torbellino entró Fire.

—¿Hayley? ¿Donde está? —preguntó.

Victoria bajo de un salto de la mesa y se cruzó de brazos.

—Bueno, no es como si yo valorara mucho eso de las normas sociales pero se supone que se saluda primero. —le dijo al joven de ojos tormentosos.

Fire la fulminó con la mirada y volvió a salir afuera. Tras un instante, abrió la puerta de nuevo esta vez con menos brusquedad.

—Hola. ¿Hayley? ¿Donde está? —dijo com sarcasmo goteando en cada palabra.

—Hola—le respondió con paciencia, al borde de una sonrisa burlona—. Y la respuesta es no sé, salió con Camille. —dijo encogiéndose de hombros a la vez que tomaba asiento en su sillón de ruedas y volvía a acercarlo a la computadora.

—¿¡Con Camille!?

La expresión en el rostro de Fire casi le causó gracia. Parecía que le hubiera dicho que su gato se escapó y algún auto lo atropello.

—Exacto. Ahora, si me disculpas tengo qponerme a investigar más sobre el dinero de la organización.

Victoria le dio la espalda por completo como clara señal para que se vaya, pero en cambio, escucho los pasos firmes de Fire más cerca.

—Algo malo le paso. No contesta el teléfono, y ya pasó mucho tiempo desde que llegó aquí.

Victoria blanqueo los ojos exageradamente lento. Charla de enamorados, siempre tan dramáticos. Lo detestaba.

—Por lo que conozco de Hayley y Camille probablemente están pintándose las uñas en algún salón de belleza. —dijo volviendo a girar su silla hacia el com hastío.

—Dios, ¿no podías ir tu con ellas? Ahora debo ir a buscarlas y evitar que Camille haga alguna cosa que perturbe el equilibrio del universo. —Fire dio un suspiro y se sentó en la silla en la que anteriormente estaba Ahren. Sus cabellos oscuros como el alquitrán resaltaban en la habitación blanca.

—Por el sétimo círculo del infierno, Fire, es Camille. ¿que va hacer? ¿Cantar músicas en portugués, maquillar a los hombres, hacer pociones de amor?

—Rastrea su ubicación—dijo apuntándola con la barbilla—. Por cierto, me cruce con Ahren mientras venia aquí. Parece recuperado. Hasta tenía los labios rojos, casualmente resulta que tú también tienes los labios rojos. Que coincidencia, ¿no? —la comisura de sus labios se ensancharon. La conocía demasiado bien y eso la llegaba a inquietar aveces. Fire no decía nada al azar.

—Está bien, ya las busco. —dijo con un bufido y odio que supiera exactamente qué decir para que dejara de argumentar.

Lo interesante era que Fire no la trataba con temor o distante respondo aunque bromeara que era asustadora, la trataba como una hermana y la hacía sentir como una. Desde que lo conoció en la organización hace unos años atrás, cuando Fire la ayudó a escaparse de su familia y encontrar algún uso a sus habilidades, su sentido de protección se habilitó hacia ella y eran hermanos de organización desde entonces. Le caía bien, aunque no lo admitiría.
Un instante después de que se dispusiera a buscar a las chicas, el teléfono de Victoria sonó.

—Llámame de Houdini. —anunció hacia Fire luego de mirar el nombre en la pantalla y puso el teléfono en altavoz, enarcando sus cejas en señal de triunfo.

—¡Hola! —respondieron a coro las voces de Camille y Hayley. —Victoria, mueve tu robotizado cuerpo hasta el Bar Algol y sácanos de aquí. Al parecer, somos Alcione y una sirena.

Dime Arabella. Eso suena como nombre de sirena. —dijo Camille. De fondo se podía escuchar una música suave que podría ser jazz.

Ariel es nombre de sirena ¿de donde sacaste Arabella? —le preguntó de vuelta Hayley.

Victoria no podía estar más confundida. Alzó los ojos hacia el cielo como pidiendo piedad y luego preguntó, con enmascarada paciencia:

—¿Qué?

Estamos en Algol—respondió Hayley con algo de sensatez—. Somos camareras o algo así porque Vinicius se molestó con nosotras. Trae al súper escuadrón y haz algo porque estos disfraces pican y no quiero ser la chica suicida.

Fire también la miraba confundido. Victoria le sonrío con malicia y él negó con la cabeza.

—No voy a hacer absolutamente nada por ustedes—les respondió—. Se merecer ser camareras para bajar sus humos. Es más, creo que iré a burlarme de ustedes un rato. Llevaré a Fire y a Thiago.

—Y a Ahren. —añadió Camille.

—Si, claro. —se obligó a decir y las palabras sonaron toscas.

—¿Pasa algo? Enserio estoy torciendo por  ustedes dos, si necesitas algo avísale a tía Camille, querida.

—No jodas, Camille. Nos vemos allí.—dijo cortando el teléfono y dirigiéndole una mirada de odio puro hacia Fire.

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