Capitulo 25. El puente del suicida
En la remota primavera de mi vida,
Dirigí mi pasó errante a una mágica ribera.
La ribera solitaria, la ribera silenciosa de un perdido lago ignoto que circundan y oscurecen las negras rocas.
La muerte estaba en el fondo de la ola ponzoñosa,
Y una tumba en lo más hondo, pérfidamente adornado
Para quien hubiera dado tregua a su amargura.
Un descanso a los dolores de un espíritu afligido,
Y en un edén transformado.
El perdido lago ignoto, lago triste y escondido.
—The lake, Edgar Allan Poe
Tan inesperadamente como solo una lluvia de otoño podría ser, está apareció no mojando del todo a Hayley por poco. Había llegado a la organización a las nueve y cuarenta lo que fue bastante rápido. De Pleiade a Alcyone eran bastantes kilómetros. Le llevo un montón de tiempo encontrar el edificio y cuando finalmente lo hizo entrar fue un problema. Todo era cerrado al cien por ciento y vigilado con diversos guardias en sus puestos. Sin más opciones, envió un mensaje a Ahren quien apareció con Victoria para que pudiera entrar. Ambos no se hablaban y estaban lo más lejos posible sin ir en direcciones contrarias. Cuando les pregunto si se habían peleado ambos respondieron con un unísono y rotundo: "No". Finalmente entró y dejó la carpeta con informaciónes de los ingresos de Paul y una sospechosa cantidad de dinero surgida de la nada, pero nada demasiado grave.
Vinicius no se encontraba —afortunadamente— así que subió a la habitación de Camille. Estaba en el último piso, así como la habitación de Asher, pero la de ella era mucho más amplia. La puerta se encontraba entreabierta así que simplemente entró. Todo decía a gritos ser la habitación de Camille: una amplia cama con floreados color fucsia, un tocador con millares de maquillajes caros y un ropero gigantesco, las paredes estaban pintadas en blanco y en un rosado que tiraba más del rojo. En la cama se encontraba una chica con el cabello castaño corto por los hombros y los ojos bien abiertos al verla a ella. En su mano acariciaba a un Shih-Tzu peludo que Hayley estaba segura de haber visto antes.
—¿Hola? —dijo la chica en tono de pregunta.
Cuando le habló Hayley sintió un toque de familiaridad. Estaba segura de haberla visto antes a ella también.
—Yo a ti te conozco. ¡Claro! Tú eras Cassey, la no sé que de Ahren. Pero, ¿qué haces en la pieza de Camille?—dijo apuntándola con un dedo acusatorio y las cejas fruncidas por la confusión.
Camille salió de lo que aparentaba ser un baño con un ajustado vestido celeste que caía a los costados de sus hombros delicadamente y dejaba entrever su clavícula marcada.
—Camille es mi hermana. —respondió Cassey resignadamente.
El perro en su regazo bajo de un salto y fue junto a Camille. El hecho de que no se haya acercado a Hayley para saludarla la indignó, siempre había querido un perro.
—Media hermana—corrigió Camille a la vez que acariciaba a su mascota—. Y ella es mi perra Gumercinda.
—¿Gumercinda? ¿Enserio? —preguntó con incredulidad.
Camille se encogió de hombros y dejó que Gumercinda saltara a su alrededor embobada. Los perros falderos solo parecían hacer eso y ladrar agudamente. Debería adoptar un dóberman. O un pitbull. Ah, un golden retriever. —pensó para si misma. Negó levemente con la cabeza y volvió a concentrarse en Camille y Cassey.
—Volviendo al tema, no sabía que tenías una hermana.
Camille hizo un ademán para restarle importancia y se dirigió a su tocador para rizarse las pestañas.
—Cassey prácticamente no es mi familia—dijo sin darle alguna importancia—. Solo está aquí porque no hay otro cuarto en el que pueda quedarse. Casi no nos parecemos, la belleza la heredé de mi madre.
Cassey dio un bufido y giró los ojos antes de salir de la habitación dando un portazo. En realidad, sí tenían cierto parecido. La forma de la mandíbula, la misma nariz respingona y el mismo color de cabello. Además de eso, no había mucha similitud.
—Bien, ya nos libramos de ella. Ahora necesitamos ir a un lugar tranquilo. Enserio lo que tengo que contarte es muy, muy, muy importante. —le dijo a la vez que continuaba enfrente a su tocador.
—No puedo tomarte muy enserio si pones tu boca de esa manera al ponerte el rímel.
—Iré a cambiarme y ya nos vamos. —dijo Camille ignorándola por completo y exhibiendo una exasperante sonrisa altanera.
***
Hayley frunció el ceño y seguidamente negó con la cabeza. Lo que Camille le decía era inconcebible, además, traerla al puente del suicida no fue una buena idea. Estaba considerando seriamente convertirlo en el puente del asesinato.
Para llegar hasta allí Camille se había puesto unas deportivas rosado neón y cambiado su delicado vestido celeste por jeans y un top que no dejaba mucho a la imaginación.
Hayley, en cambio llevaba sus botas con un poco de tacón de siempre y la chaqueta que se había puesto a la mañana.
La caminata era larga y difícil, el bosque era virgen y el camino hecho por hombres no era muy cuidado, tenía ramas, piedras y desniveles peligrosos. Los meses que había pasado sin hacer cualquier ejercicio físico lo dificultaban aún más y cada vez resentía más estar allí, principalmente porque Camille lucia espléndida, sin un jadeo a más.
—Está es mi vida ahora. He escalado esta montaña y ahora moriré en ella. —interrumpió sus jadeos para quejarse.
—Oh, cállate. Solo hemos estado caminando por veinte minutos. —le respondió Camille, volteándose para darle una mirada desde su perfecto nada sudoroso rostro.
Después de eso, a la par que Camille caminaba algunos pasos por delante de ella comenzó a contarle la historia del puente. Mentiría si decía que no le gustaba del todo el lugar, los árboles eran altos, había sufiente claridad y era un clima agradable con el viento cargado del olor a naturaleza. El problema era el largo recorrido y el dolor que empezó a sentir en los talones después de tantos pasos.
—Sabes que en las tres ciudades todos son fans de las leyendas y supersticiones. Bueno, en este puente se suicidó alguien. —le comentó Camille.
—Obviamente. —respondió con sorna a la vez que apartaba una rama de su ropa. Camille la ignoró y continuó su narrativa.
—Asumo que conoces a la diosa Deva. Ella era súper genial en esa época o algo así. Se enamoró de un humano, un príncipe hijo de los conquistadores españoles. No podían estar juntos porque ella era una diosa. Pero por una noche, una sola noche ella tomó forma humana y salió de las profundidades de este río para estar con...
—El amor de su vida. Lo captó. Pero, en serio, ¿amor de su vida sin ningún mensajito lindo en el whatsapp antes? Ridículo.
Camille asintió dándole la razón y continuó caminando como si no hubiera mañana.
—¡Verdad que si! Al menos debían conocerse más. Pero ese no es el punto de las leyendas. Se enamoró del principito este y punto. Tuvieron una noche candente y luego tuvo que volver al agua, el príncipe quedo tan dolido por no verla nunca más que se suicido, arrojándose al agua.
Las palabras dieron paso a un silencio, hasta que Hayley lo interrumpió. No sabía de donde salieron las palabras y ni siquiera supo que estaban ahí hasta que las dijo.
—El amor es el arma más mortífera, incluso contra ti mismo. Si estás enamorado de alguien le estás pasando una pistola y poniéndola sobre tu corazón, esperando que no presione el gatillo y si lo presiona estarías contento porque no había otro lugar mejor en el que estar.
—No sabía que fueras tan poética a estas horas de la mañana. —dijo Camille mirándola sorprendida. Tras un instante continuó:— La diosa recogió el cuerpo de su amado y lo enterró por aquí. Y luego lloro y lloro y —
—Llorooo...—Dijo Hayley prolongando la o y volviendo a interrumpirla. Camille no se molestó de nuevo y eso ya estaba comenzando a exasperarla, quería discutir con ella.
—Y lloro un poco más hasta que se formaron los mares y por eso el agua del mar es salada. Patético. Si preguntas mi opinión la historia de Jesucristo es más buena, él murió por amor y todo ese drama. No se puso a llorar, aunque hubiera preferido una historia de romance con María Magdalena solo para, ya sabes, calentar un poco las cosas.
—¡Camille! —la regaño Hayley.—No hables así que los ofenderás.
—Si, si, sabes que el romance haría las cosas mucho más... Ya, ya paro—dijo al ver su mirada de escepticismo—. ¿Conoces la leyenda de la dama del lago?
Camille se volvió por un segundo con las cejas arqueadas a modo de pregunta, cuando vio como Hayley asentía volvió a andar con paso renovado. La trilla ahora era una pendiente resbaladiza y lodosa por la lluvia reciente.
—¿La que te seduce y te mata ahogado? —dijo ella, afirmando y preguntando a la vez.
—Esa misma. Dicen que es la diosa Deva, también.
—¿Se volvió rencorosa y comenzó a matar a gente? Creí que solo lloraba (literalmente) a mares.
—Que se yo, Hayley. Así cuentan las historias, simplemente. Tal vez ella sea como el mar con sus días calmos y sus días destructores.
—¿Quién te contó todo eso? —inquirió con cierta fascinación.
—Mi padre. Se las escucho a una chica enamorada del tema, aunque no me dijo quién era. —Camille ahora apuraba el paso para no ensuciarse de más sus deportivas.
—Y ahora vamos al encuentro de la misteriosa diosa que da miedo. —dijo mientras destrancava sus botas del lodo y bufó por lo bajo.
La risa de Camille fue como el tintineo de las campanillas.
—No seas tonta. Leyendas son solo eso, leyendas. Pero si planeas suicidarte este es el lugar propicio.
Hayley dio apremio al silencio cuando finalmente ambas chicas llegaron a un puente. Allí el bosque era muy tupido y el musgo fresco cubría todo. La luz solar entraba a duras penas y la temperatura descendió varios grados. Un río caudaloso serpenteaba hasta quedar fuera de vista y era tan puro y virgen que la más leve luz del sol brillaba en sus aguas como diamantes.
Y por supuesto allí estaba el puente que daba la impresión de haber estado varios siglos entre la naturaleza, y está lo había reclamado como suyo. Era bastante alto para un puente ordinario y si tuviera miedo a las alturas y al agua no podría soportar estar en ese lugar. Entendía porque había requerido de un puente ya que ambos lados de tierra eran mucho más elevados que el río, lo que no entendía era para que un puente en un bosque tan salvaje.
Tenía un ambiente temible y a la vez honorable. La hacía sentirse como en el mar, en un mundo más allá de lo conocido y de las garras de los humanos. Era, efectivamente el lugar propicio para suicidarse. Thanatos. Le había dicho Elizabeth una vez, es él quien te hace preguntarte ¿Y si...? Es él el que te hace llegar hasta la punta del abismo y él que te hace querer cortarte con un cuchillo. Es el ¿Y si..? Y el: ¿Que pasaría si...?
Camille y Hayley se acercaron hasta estar paradas en el puente. Hayley tomó la delantera para ver el agua desde arriba y luego dijo:
—Estoy teniendo la leve sospecha de que me arrojaras al agua y dirás que fue un accidente.
La mirada brevísima de Camille ilustró su dolor, antes de que apartara sus ojos café hacia el horizonte.
—¿De verdad crees eso de mi? ¿Tan grande es tu desconfianza?
Hayley se encogió de hombros y se sentó sobre el húmedo suelo de hormigón del puente, cruzandose de piernas. Por suerte había traído su chaqueta, porque entre la naturaleza,
la temperatura descendía incluso más.
—Lo siento, Hayley.—dijo tras un segundo—, En verdad lo siento. Aunque no lo creas eres la mejor amiga que ya tuve y todo lo que pasamos, las risas, el llanto, todo fue muy especial.
—Tráeme una buena dosis de realidad, porque con fantasía ya me emborraché mucho.
El viento estaba cargado de un olor a menta proveniente de la planta que crecía rebelde al otro lado del puente. Era a la vez reconfortante y asustador la calma del bosque, la oscuridad dela naturaleza interrumpida por lazos de sol y el sonido de agua corriente bajo sus pies.
Camille alzó su tono de voz y los ojos se le empañaron, no solo por el dolor, si no por la rabia. Estaba parada enfrente a Hayley, quien la miraba desde su posición relajada en el suelo.
—¡Estoy siendo sincera! ¿Acaso no vez que estoy tratando de redimirme aunque sea un poco? ¿Hay alguna chance de que alguna vez me perdones?
—Para perdonar primero hay que olvidar, Camille. El recuerdo de tu voz diciendo que no te importaba nada y ordenando que mataran a la persona más dulce que conocíamos.La forma en la que me miraste y tu arrogancia no son cosas que sean fáciles de perdonar.—pronunció sin mirarla.
Camille negó con la cabeza y luego suspiro con resignación. El top y el cabello atado le daban pinta de ser una jugadora de tenis profesional, pero hasta donde sabía Camille no era deportista, en todo caso lo que realmente sabía de ella era poco.
—De cualquier manera, te traje aquí para decirte algo importante. Y no es broma. Tengo pruebas. Creo que Elizabeth está viva.
Hayley suspiro y estaba arrepintiéndose levemente de sentarse en el Puente, la humedad era incómoda, pero era tarde para redimirse.
—Te lo volveré a repetir por si no me escuchaste la primera vez: Tráeme una buena dosis de realidad, porque con fantasía ya me dio coma alcoholico. —repitió con la molestia surcando sus palabras.
Camille la miro con hastío y gesticuló en protesta.
—Y por segunda vez ¡no te estoy mintiendo!. Miré los archivos de la organización. Decían que estaba viva, es más, decía que trabajó con la organización.
Hayley no cambió la expresión de su rostro, impasible a sus informaciones.
—Eso es totalmente imposible. —le dijo.
—Saque fotos de la carpeta—insistió ella—. Te la mostraré.
Hayley escudriñó el rostro de Camille en busca de segundas intenciones y no encontró nada. Generalmente cuando Camille mentía —incluso en el balcón en año nuevo— no la miraba directamente a los ojos por mucho tiempo, está vez Camille era la que buscaba su mirada con un ímpetu demandante.
—Puede ser una trampa. Vinicius pudo haber puesto la carpeta allí para desestabilizarme.
Camille asintió considerando esa opción y luego se sentó cruzándose de piernas al lado de Hayley. Dio un respingo.
—¡Hayley! Esto esta helado, mi lindo trasero se va congelar. —Hayley simplemente la miro, pretendiendo que ya no le estaba doliendo la panza. Camille suspiro y no se levantó.—Es posible que sea así. Pero también es posible que sea verdad y que nuestro querido antagonista siempre haya sabido de eso.
—Sería muy estúpido dejar la carpeta a la vista de todos. A no ser que quiera que lo encontremos y, quien sabe y no te dijo a ti para que te inventaras eso.
—¡Ya te dije que estamos en tregua! —dijo elevando una octava más alta la voz.
—Vinicius es tu papá, Camille. Familia es familia. —respondió con una calma alarmante.
—Dice la chica que quiere destruir a su familia. No se trata de familia, Hayley. Vinicius es mi padre, pero él está actuando incorrectamente y debo mostrarle que yo tengo razón. Me perdonará luego. Y creo que tienes razón. Vinicius me dijo que descubriríamos lo que él quisiera que descubriéramos. Tal vez todo fue planeado.
Hayley la miró a los ojos un largo rato. El sonido del rio fluyendo a lugares más apacibles era entumecedor y el canto de los pájaros una oda a la naturaleza, totalmente inconscientes de las dos humanas violando su santuario.
—Hay una cosa que tengo que hacer, Camille, y no quiero hacerlo sola—pronunció, mortalmente sería—. Tenemos que entrar al blog de Leyla y ver que me dejo escrito antes de morir
El blog de Leyla. Que infantil sonaba decirlo ahora y en cambio, hace unos meses atrás era así de simple. Era impresionante volver hacia atrás y fijarte en todo lo que cambio. Como cuando tienes cierta edad y ya no te sientes cómodo diciéndole a la gente que aún tienes esa edad. Simplemente ya no encaja en ti, porque has cambiado y no te sientes igual que hace unos meses atrás.
Camille sacó su móvil y rápidamente busco en la web el sitio de Leyla. Al encontrarlo le pasó a Hayley. Tras un par de búsquedas encontró el arcticulo que aún no se había publicado. En él, habia un anexo de una foto de ella abrazando s Paul en la fiesta de Año Nuevo y un escrito de Leyla:
"Siempre me ha fascinado observar el rostro de las personas y las distintas expresiones que pueden poner cuando no se dan cuenta que las observaban. La risa y la felicidad absoluta en el rostro de alguien es asombrosa. Como todo su rostro cambia y se ilumina como el sol, casi como algo mágico. La tristeza es igual de asombrosa, un rostro crispado por el dolor es increíble de observar con detenimiento. No hablo de mirar simplemente, hablo de mirar las cosas como si fuera la primera vez que las ves, así como un artista ve con un ojo diferente lo que pintará, un fotógrafo tiene que observar con detenimiento lo que desea capturar: como si fuera la primera vez que ve algo, como ya había mencionado. ¿Nunca les ha pasado que de repente ven un objeto que estuvo toda la vida en tu casa? No hablo de verlo y pasar de largo, hablo de ver, ver realmente aquel jarrón encima de la repisa o a aquella pintura que llevas tantos años viendo que no la has visto en realidad, y cuando finalmente lo haces consigues ver todos los detalles que antes pasabas de largo y te sorprendes de algo que estuvo a tu vista todo el tiempo. O tal vez te toque ver un atardecer en la playa y para poder verlo realmente debes olvidar como es un atardecer en la playa, para que puedas fijarte en cada ínfimo detalle maravilloso y para ver con estupefacción renovada las estelas doradas del sol, no sé si me estás siguiendo el hilo pero en todo caso, lo que quiero decir es que para ver las cosas (realmente verlas) debes observarlas como si fuera la primera vez que la ves y obtendrás nuevos detalles. La fotografía y el hecho de ver van de la mano en un largo trayecto y para ser un buen fotógrafo siempre debes ver cómo si fuera la primera vez. Es un arte bien ensamblado. Por eso me gusta la fotografía para poder captar amor, paz interior, o incluso para demostrar en una foto cuánto dolor una persona podría llegar a sentir. El alma deforma los rostros y los somete a su voluntad para que pudieran expresar lo que sentían en el interior. ¿Cuantas veces has visto a alguien llorar? Pero, ¿las has visto realmente? La gente está ciega y la fotografía es un medio de mostrarles la luz "
Era la entrada de Leyla para el día después de año nuevo, el párrafo era maravilloso, claro. Luego, un poco más abajo estaba escrito:
TNES Q VER HAYLEY. VE LAS CSAS. VE DE VRDD.
Leyla debía haber escrito eso con prisa porque no usaba abreviaciones si no fuera absolutamente necesario. ¿Que quería Leyla que viera?
—Camille, ¿de que Leyla se enteró cuando la llevaron arriba?
—No lo sé. Yo estaba en la fiesta y solo subí a la glorieta para cuando tu ya estabas ahí con Fire. —comentó algo ruborizada.
—Creo que su muerte oculta más cosas de la que creíamos.
***
Cuanto regreso con Camille a las instalaciones de la organización, un golpe tomo desprevenidas a ambas, cegándolas en una cortina de manchas rojas.
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