Capitulo 24. Hayley
Cuando tenía veintiún años oí a un sabio decir:
Regala coronas, libras y guineas,
pero nunca tu corazón.
Cuando tenía veintiún años lo oí decir otra vez:
El corazón fuera del pecho nunca se entrega en vano, se paga con abundantes suspiros, con infinitos lamentos.
Ahora tengo veintidós años,
Y, oh, es verdad, es verdad.
—When I was One-and-Twenty, A.E Housman
Hayley soltó un suspiro teatral y se desplazó con gracia felina mientras traía a su cuarto los papeles que "tomó prestados" de la oficina de su padre.
Asher se regaló el tiempo para admirar su rostro y la manera en la que su cabello le caía desarregladamente por las mejillas y las caderas se balanceaban a su andar. Ella ahogó una maldición en la boca al dejar las carpetas sobre la cama.
—¿Estás segura que no quieres que vaya a traerlas por ti? —dijo, recostado sobre la cabecera de la cama. Sus ojos se paseaban perezosos hacía la habitación y también se regalo el tiempo de explorarla.
El destello dorado del atardecer se había ido y ahora la noche reinaba y las luces de los edificios se iluminaban detrás del ventanal en su cuarto. Hayley respondió con un resoplido por el esfuerzo interrumpiendo el recorrido de sus ojos y haciendo que se fijara nuevamente en ella tan solo con el sonido de su voz. Era sorprendente la familiaridad que compartían, lo a salvo que se sentían el uno con el otro. Nunca se había sentido de esa manera, mucho menos con reencontrarla a tan poco tiempo.
—No. Si me ven puedo inventar una excusa del porque estoy ahí. Pero no puedo inventar una excusa del porque tú estás en mi casa.
Asher frunció los labios en un vano intento de ocultar una sonrisa. Tomó una de las carpetas con los registros contables del hotel y se puso a hojear al igual que Hayley. Ambos esperaban encontrar algo sospechoso antes del amanecer.
El cuarto de Hayley estaba pintado en distintos tonos de azul y todos le recordaban a Fire del mar. Unas letras que formaban el nombre de Hayley colgaban de la pared y relucían en un tono dorado y varios cds de música colgaban en un estante lo que indicaba la gran pasión de Hayley por la música. Además de eso, su cuarto mostraba algunos mapas y fotos de otros lugares enmarcados. Todo allí tenía algo de ella, incluso un ligero olor a chocolate y vainilla.
—¿Sabes que tienes que hacer cuando te estás ahogando en el mar?—dijo ella abruptamente, sus pestañas (oscuras considerando el tono de su cabello) no se levantaron de los papeles a pesar de que Az la miraba ahora con el ceño fruncido.
—¿Nadar? —preguntó y se sintió algo tonto por hacerlo.
—Llorar para desahogarte. —Hayley alzó la mano hasta la boca, lo miró y simplemente empezó a reírse de su chiste absolutamente desagraciado. Asher sintió un vuelco en el pecho al oírla reír y pensó que se veía completamente adorable, quiso atraerla contra si, luego esos pensamientos fluyeron un poco más lejos y tuvo que aclararse la garganta antes de volver a hablar.
—Tus chistes son pésimos. —dijo con una expresión que no llegaba a ser una sonrisa ni el semblante serio.
Ella volvió a sonreírle y le dio un empujón. Se preguntó si así serían ambos si fueran lo que se dice novios exactamente y si ambos llevarían bien sus respectivos egos. Ambos egos bastante distintos, el de él más relacionado con el orgullo y el de ella relacionado con la vanidad.
Luego de un momento, ella añadió:
—Sabes, me recuerdas un poco a Victoria. Físicamente, claro.
—¿Físicamente? —respondió enarcando ambas cejas — Así tiras al suelo mi masculinidad
—¿Cuál masculinidad? —preguntó ella con las cejas alzadas y las comisuras de los labios estiradas hacia un costado. Esa sonrisa era tanto un desafío como una burla.
—Esta—dijo acercándose para mordisquearle el lóbulo de la oreja. Hayley contuvo el aliento por un segundo y luego lo apartó con una carcajada.
—No, pero enserio, ¿no será tu prima o algo así? Ambos tienen ojos grises y cabello oscuro. —dijo desplazando sus ojos hacia una de las carpetas para intentar ocultar el rubor en sus mejillas.
No esperaba que Asher hiciera eso, supuso él y era una de las pocas veces —poquísimas— que había logrado que se sonrojara o que estuviera roja por algo distinto que enojo.
—No compares mis maravillosos ojos con los de Victoria. Esa chica da miedo. —dijo asintiendo en un gesto inconsciente.
Asher volvió a apoyar la espalda en la cabecera y cruzó sus pies uno encima del otro. Hayley estaba apoyada en un brazo mientras que el otro pasaba páginas con pereza.
—Me cae bien. Es más, creo que la admiro —dijo levantando la barbilla con orgullo, como desafiándolo a que se atreviera a contrariarla— Se abrió paso en todo ese mundo con solo dieciséis años y es la maldita dueña de ese lugar. Es muy joven...
—Tu solo tienes diecisiete. —aseguró interrumpiéndola.
Hayley se levantó y cruzó las piernas, tocando los dijes en la pulsera como solía hacerlo cuando estaba prestes a decir algo difícil de pronunciar para ella.
—En julio cumplo 18 así que prácticamente ya soy mayor de edad. Y no es eso... me siento más grande de la edad que tengo. Envejecí. No de cuerpo, de alma.
Asher la entendía. Totalmente, él apenas cumplió los veinte y se sentía mayor, mucho mayor y el papel de adolescente ya no le cabía. Aún no estaba seguro de si eso era algo bueno o malo.
—Hace tiempo que dejamos de ser adolescentes. Desearía que no tuvieras que hacerlo todavía, pero la vida y las decisiones de los demás tomaron esa decisión por tí.
Ella bajó la cabeza y pasaron varios minutos antes de que alguno de los dos volviera a hablar. Dejaron que los sonidos de la ciudad, ahogados por el mar entraran desde la ventana, la cual Hayley había dejado abierta a pesar del viento frío. Asher temia que nunca pudiera volver a sentirse totalmente libre de nuevo. El cuarto de Hayley era acogedor e íntimo, había cierta paz en ambos estar charlando y compartiendo. Se podía quedar en ese momento por siempre.
—Que pensarías si te dijera que Ahren y Victoria podrían ser más que amigos. —interrumpió súbitamente ella.
Los ojos de Hayley destellaron. Az también notaba que a los pocos volvía a ser más ella, con la ropa que le gustaba vestir y el cabello arreglado como le gustaba. La hacía sentirse más en control y se alegró por ello. De que Hayley tuviera una cosa por controlar.
Asher ladeó la cabeza en señal de que podía continuar y se acosto por completo con un brazo bajo la cabeza, ya estaba parpadeando lentamente por el sueño y sus pensamientos comenzaban a verse poco claros, andando a la deriva.
—Es totalmente obvio que son algo más que amigos. ¡Y creo que serian tan tiernos juntos! Pero Ahren tiene muchas conquistas por ahí, así que no estoy segura. —ella hizo una mueca pero enseguida volvió a poner su actitud resuelta—. Alguien como Victoria no dejaría que jugaran con ella, eso le haría bien a Ahren. Maduraría. Un poco.
—Victoria es una buena persona. Cuando entré en la organización hace un par de años ella vino hasta Deva para huir de su familia. Giordano, son poderosos en Italia. Estaba muy asustada y prácticamente sola. La encontramos cuando empezó a desviar fondos de los Giordano a organizaciones beneficientes.
—¿Ella hizo eso? —Hayley parecía sorprendida.
Az le dio una sonrisa perezosa a modo de respuesta y Hayley se acostó en la cama cerca suyo, con los ojos pesados por el sueño. Ella apoyó la cabeza en su hombro y cerró los ojos. Asher pasó el brazo debajo de su cabeza de modo que podía abrazarla con un brazo y ambos se acomodaron el uno contra el otro.
—Sí—le respondió, la voz serena, adormecida a susurros graves—.Vivía escondida con su tío en malas condiciones, a pesar de que podía conseguirse el dinero del mundo si lo quería. Le ofrecimos el trato de que ella se encargara de trazar rutas virtuales de comercio ilícito, así como posibles delitos en la deep web, cosas así. Se hizo de rogar y no acepto.
—¿Como la convencieron? —le preguntó Hayley. Podía sentir su respiración haciéndole agradables cosquillas en el hombro.
—No lo hicimos. Un día simplemente apareció con sangre y suciedad en el cuerpo en la puerta de la organización y dijo que aceptaba el trabajo. —continuó él, su voz era demasiado fuerte en la habitación silenciosa.
—¿Y no saben que le pasó?
El pecho de Asher se expandió por algo a medio camino de una risa y de un suspiro.
—No sabemos prácticamente nada de Victoria—le confesó—. Se que es de Peruggia, Italia, que su familia es peligrosa y que es tremendamente inteligente. Se que es mucho más joven de lo que deja ver, Hay, y que tuvo que ser dura desde temprano lo que no le dejó madurar y crecer y se que a pesar de que vivió momentos terribles de los que no nos cuenta, es una buena persona.
Hayley abrió los ojos para mirarlo, Asher estaba con la vista en el techo, su mano acariciando el pelo de Hayley, dejando que los mechones color caramelo de enredaran y volvieran a deslizarse de sus dedos una y otra vez.
—La aprecias, ¿verdad?
—Sí—afirmó el—.Es mi hermana de la organización. Me alegro de que te caiga bien y de que quieras que esté con Ahren.
Hayley se tensó por un momento. Debía de estar recordando que Asher había tenido un hermano alguna vez. Enseguida se volvió a relajar y su voz era triste cuando volvió a hablar.
—Me gustaría conocer su historia—le dijo, luego de soltar un largo suspiro de cansancio—. Tal vez podría ayudarla.
Sintió sus ojos en él, pero no se atrevió a quitar la vista del techo en penumbra, las luces bailarinas de la ciudad entraban en siluetas particulares y eran la única iluminación de la habitación.
—Si alguien sabe el pasado de Victoria es tu primo, creo que ellos dos comparten una historia peligrosa sobre el tiempo en el que se encontraron en Italia.
—Ahren nunca habla de Italia.—le contó ella.
—Son cosas que escapan de nuestras manos, corazón. Solo podemos ayudarlos cuando ellos quieran ayuda, mientras tanto tienen cosas que arreglar por si solos. —le dijo resignadamente y la sintió concordar con la cabeza.
Hayley permaneció callada en silencioso acuerdo, del tipo de quietud que no puedes interrumpir. Ambos permanecieron por un tiempo absorbiendo el silencio, hasta que cuando ella habló su voz fue menos que un susurro a un amante.
—¿Qué vamos a hacer, Asher? —preguntó.
Sabía a que se refería. Y lo entendía. Asher suspiró y como no podía dar una respuesta dijo:
—Pensemos en eso por la mañana. Estamos cansados, Hay. Duerme.
Se levantó de la cama murmurando algo así como que se colaría en el cuarto de servicio. No estaba seguro, los ojos le pesaban demasiado y sentía el cansancio en los pies. No se dio cuenta de cuán rápido pasó el tiempo.
—Quédate conmigo. —ella le pidió.
Y así que hizo lo que ella pidió.
***
Enero, 2013
Las ventanas del despacho de Vinicius estaban abiertas, pero aún así apenas entraba algo de luz debido al polvo en los vidrios. Le gustaba así, la mayoría de la gente mostraba más temor en la oscuridad.
La niña frente a él se estaba abrazando a si misma y sus amplios ojos azul cristalino eran demasiado grandes para su escuálida figura. Parecía un animal enjaulado. Aún no estaba seguro si "niña" sería el término correcto con el cual llamarla, tenía 14 o 15 años y a pesar de estar muerta de miedo no parecía dispuesta a dejar que nadie se le acercara.
Vinicius sacó unas imágenes de su estante y pasó a mostrarlas con cuidado a no asustarla.
En la primera se veía a una niña de la misma edad que Elizabeth y los mismos rasgos pero a su corta edad ya se podía decir que sería una mujer hermosa cuando creciera. De la niña frente a él apenas se podía decir que era una chica.
—Olha, menina. —dijo Vinicius y luego pasó a concentrarse más en que diría para que las palabras no se le mezclarán.
Portugués, Inglés, Español... tantas palabras hacían que se confundiera. Y aveces había términos que no tenían traducción al otro idioma y no lograba decir exactamente lo que pretendía.
Elizabeth se acercó cuidadosamente a la mesa sin dejar de mirarlo a los ojos temerosa de que hiciera algo. La horrible cicatriz por el fuego comenzaba en la base de su mandíbula y desaparecía debajo de su ropa. Aún no se había curado del todo y mantenía un tono rojizo. Vinicius pensó que debería ser doloroso, pero luego recordó la condición de la chica y dejó de pensar en ello.
—Está serías vos, —negó con la cabeza antes de volver a hablar. Vos no se usaba en Alcyone, Pleaide y Naos. El español variaba según regiones y aquí tendría que usar tú. La palabra le sonó demasiado formal cuando la dijo.—Está serías tú, en otra vida quizás. Pero como eso no se dio, está es tu hermana, Hayley. ¿La recuerdas?
Elizabeth asintió. Y miró a la foto sin decir nada. Hayley sonreía para una revista, "toda una modelo a su corta edad" rezaba grandes letras blancas en la base. Linda, adinerada, famosa todo lo que Elizabeth no llegó a ser.
—Tu decidirás si la crucificarás cuando llegue el momento o la salvarás. ¿Entiendes? —dijo mirándola a los ojos. Vinicius presto atención para no decir "¿Entendés?" Y decirlo correctamente.
Ella no asintió ni negó con la cabeza. Estaba comenzando a preguntarle si no se le había quemado la lengua pero se dio cuenta de lo cruel que sonaría. Elizabeth tomó la foto de su hermana rápidamente y la ocultó en su abrigo.
—Estos son tus padres— dijo mostrándoles otra foto, Paul y Claire posando para alguna revista. —A ellos no podrás decidir si crucificar o no porque ellos mismos se han crucificado, ellos te llevaron a ese lugar y te dejaron allí. Ellos te hicieron esa cicatriz. Tú tendrás que hacerles daño también, cuando llegue el momento. ¿Entiendes?
Esta vez, ella si asintió.
Luego le mostró la última foto donde estaban todos los mencionados anteriormente pero Vinicius solo le señaló las caras nuevas.
—Tu tia Aissa, tu otro tío Cristopher quien se ha quedado viudo hace poco y tus primos Ahren y la pequeña Katherine. Está es tu familia y todos los adultos aquí son malos. Todavía no puedes juzgar a tus primos, pero ya veremos cómo se portan. ¿Entiendes lo que vas a hacer, Elizabeth? Tú decidirás que hacer con los menores, pero con los mayores ellos ya decidieron por ti. ¿Lo entiendes, querida?
—Sí, lo entiendo. —dijo antes de tragar saliva. Y en sus ojos chispeó una actitud determinada. Un pequeño esbozo de Claire en todo lo desconocido.
Vinicius la mando fuera de su oficina y se sirvió un trago de buen vino. Se preguntó qué pasaría si la hermana mimada estuviera en esa habitación y si ella si hubiera llorado. Algún día, pensó. Algún día Hayley Stone Miller también estaría allí y la juzgaría como se lo mereciera. Por ahora, era mejor que viviera en una ilusión.
***
Los párpados de Hayley se acomodaron a la claridad y parpadeó un par de veces para convencerse que de verdad estaba en su cuarto, suyo y no en aquella celda mohosa. Al hacerlo sus ojos se volvieron hacia Asher y una calidez reconfortante recorrió su cuerpo. Sus pestañas eran tan oscuras que parecía una mancha de carbón en su piel y con el rostro relajado Hayley notó unas diminutas pecas en la mejilla, tan pequeñas que serían imposibles de ver si no fuera de otra manera. Era increíble cómo Az había logrado ocupar la mitad de su cama y dormir plácidamente. Consideró empujarlo, pero no quiso despertarlo. Recordó la última vez que habían dormido juntos fue en el hotel abandonado, algo tan lejano en su mente que casi parecía no haber sucedido. Él había despertado más temprano que ella en ese entonces y se preguntó si también sintió esa fascinación de ver a una persona totalmente vulnerable.
Se levantó con un bostezo y miró la hora rápidamente, eran pasadas las ocho. Debían moverse pronto, Claire no tardaría en venir a despertarla para ir a declarar o hablar con la prensa o quién sabe qué trámites legales. Salir antes de que se dieran cuenta sería lo mejor, dejaría una nota o algo así para no se preocuparan tanto. Se dio un baño rápido y agradeció tanto como pudo el hecho de que estuviera en su casa, donde podía usar sus cosas y ser ella misma. Hacía tiempo que no podía llamar a nada de suyo. Su crema de vainilla inundó con su olor el cuarto del baño, luego se puso unos jeans —cómodos, lindos, elegantes y de buena marca— una remera sin mangas y una chaqueta de cuero marrón —en verdad había extrañado la practicidad de las chaquetas. No eran calientes, pero no dejaban que el frío entrara, no eran pesadas y además eran estilosas. Y sí, sabía que no era exactamente la mejor persona del mundo por extrañar sus cosas materiales pero no podía evitarlo. Sabía que no eran lo más importante, Pero tras meses sin nada de esos pequeños lujos los valoraba mucho más.
—Buenos días, reina de la desesperanza, mentirosa de labios dulces.—cerró la puerta tras de sí y un sonriente Asher la miraba mientras tomaba un jugo de un sospechoso color naranja.
—Que poético. Me gusta.—dijo frunciendo el cejo por la sorpresa. —¿Ahora, como hiciste para que te trajeran el desayuno sin que te vean?
Los ojos de Az estaban despejados y el cabello desarreglado. Parecía más joven y esa faceta suya era algo que no conocía, se dio cuenta. O al menos una que no había vuelto a ver desde que eran niños. El Asher que hacía bromas por el puro placer de hacerla reír y no con sarcasmo o vanidad. El Asher que se reía como un adolescente y la miraba de esa manera, con cariño y sensualidad.
—Excelente pregunta. La responderé luego.
—Fire... —dijo en modo de advertencia, robando una galleta del plato y sentándose en uno de los sofás a su lado.
Sus ojos se iluminaron cuando fingió hacer un mohín como un niño de tres años.
—Tengo mis contactos... bueno, chantajee a Sam para que subiera algo. Es tío de Victoria por si no sabías, es así como entre la última vez.
—Interesante.—dijo calculando todo lo que esa información podría o no significar.
Él terminó el jugo naranja de un trago y le invitó el desayuno, cargándole de demasiadas cosas un plato. Comieron a prisas y una vez que terminaron ambos se levantaron dispuestos a irse.
—Debemos irnos ahora. Papá debió ir a trabajar y Claire, no sé, la evitaremos si está por aquí.
—¿Y no te vas a poner ropa de espía de la FBI? Sueles ser selectiva en ropa para cada ocasión.
—¿Tengo cara de querer ponerme ese rompe-vientos azul? —preguntó de forma retórica, aún así él respondió.
—No. Tienes razón, tienes cara de ponerte ropa de gatuvela.
—Solo vamos abajo, Batman. Nuestro Batmovil nos espera. —dijo a la par que ambos bajaban las escaleras.
***
—De ninguna manera me voy a subir atrás de ti en una moto. Sin discusión. —aseguró Asher una vez que estuvieron en el garaje del hotel, tomaron cuidado de que nadie reconociera a Az y a que al menos no la vieran salir a ella.
Hayley estaba tan contenta. Estaba a segundos de ponerse a abrazar a la motocicleta pero se contuvo. Estaba en perfectas condiciones, la pintura negra no tenía ningún rasguño y las partes metálicas estaban relucientes.
—No tiene nada de malo...
—¿Y ofender tan gigantescamente mi ego? No, gracias. —Asher estaba cruzado de brazos frente a ella. Y era obvio que no cedería.
—No seas machista.—respondió automáticamente.
La tenue luz que entraba por los cantos hacía que los demás autos estacionados fueran indistinguibles.
—Tu no seas tan feminista y deja que yo maneje. Solo por esta vez.
—De ninguna manera voy a ir detrás de ti como una película barata de romance. Hace tiempo que quiero manejar mi motocicleta después de tres meses encerrada—Hayley agregó un toque de dramatismo a su voz.
—Espera, ¿me estás chantajeando?
—En una celda mohosa y fría. —continuó.
—¡Me estás chantajeando! —dijo él apuntándola con un dedo acusatorio y las cejas alzadas. Hayley notó como las comisuras de sus labios empezaron a estirarse con simpatía.
—¿No querrás que este triste, verdad?
—De ninguna manera voy a subir detrás de ti.
Hayley suspiró y dibujo una semi sonrisa en sus labios.
—Está bien. Vamos en coche, por esta vez. Además, es probable que llueva. —mintió.
Asher le sonrió con dulzura.
—No, corazón. —dijo el acercándose para darle un beso en la frente—. Adelántate, tengo que pasar por casa y agarrar algunas cosas y ver que nadie haya entrado mientras no estuve. Te llevaré ropa por si te quedas en la organización. Además, tengo que sacar de aquí el auto que "tome prestado" de la organización antes de que alguien lo reconozca.
—Pero... —dijo con los ojos bien abiertos.
—No hay problema, enserio. —él sonrió de manera encantadora—, Pero en la próxima corrida que participemos te ganaré y tendrás que subir a una moto conmigo. No puede faltar la escenita romántica en una motocicleta, ¿no crees?
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