Capitulo 1. Sombras del océano
¿Olvidaras a los muertos, al pasado?
Todavía no son fantasmas que puedan vengarse,
Recuerdos que hacen del corazón su tumba,
Lamentos que se deslizan sobre la penumbra, susurrando con horribles voces
Que la felicidad sentida se convierte en dolor.
—Percy Bysshe Shelley, The Past
Fragmentos tenues de luz entraban tras las finas cortinas de seda. Las paredes eran tan azules como el mar que daba vista en las ventanas.
Hayley estaba sentaba en el comedor pasando rápidamente las publicaciones antiguas de su celular. Alzó la mirada cuando los pasos de su madre hicieron rechinar la madera; se sentó elegantemente en la silla, dando un suspiro ensayado al ver el color de su cabello, aparentemente aún se arrepentía de haberlo teñido a un pelirrojo ligero. Al finalizar su serie de lamentos que extrañaban su color rubio natural, comenzó a parlotear sin parar sobre cotilleos de los huéspedes del hotel, Hayley dejo de prestar atención a sus palabras luego de eso, los chismes no eran algo que encontrara tan excitante como ella.
Claire tenía los ojos brillantes y el rostro congelado en artificial perfección. Su reciente cambio de tono de cabello traía color a su piel y destacaban su actitud regia.
Se escuchó el abrir de la puerta y automáticamente los labios de Claire se ensancharon con satisfacción.
Su padre entró y las saludo a ambas deteniéndose únicamente cuando Claire le menciono su penosa decisión de cambiarse el color de cabello.
—Paul, prométeme que aún me querrás con este horrible color a zanahoria. –replico ella en un surto de vehemencia.
—Luces perfectamente bien como siempre. —respondió a medida que se quitaba la corbata que llevaba puesta. Sus ojos se notaban cansados luego de estar todo el día en el tribunal.
—Mamá, no exageres. Por supuesto que te queda bien el color—dijo ella, girando imperceptiblemente los ojos y enseguida volviendo a posarlos en la tela de su celular, pasaba las publicaciones tan rápidamente que apenas notaba en cuales daba "me gusta" y en cuáles no.
De entre ambos, Hayley era más parecida a Paul y ambos compartían los mismos ojos azules y la estructura ósea marcada delicadamente. Su padre era un hombre sumamente exigente, difícil de complacer y hacía tiempo que había dejado de intentarlo.
—Cariño, sabes que te amamos. —dijo él repentinamente.
Miró a su madre confundida y notó como distintas emociones pasaban en sus ojos, parecía no decidirse por alguna: reprobación, enojo, cariño y ternura, añoranza.
Su madre siempre era tan insegura que Hayley no podía sacar conclusiones.
Su celular vibró.
Hoy Naos, ¿vendrás? Tienes que venir, o yo misma te arrastre hasta aquí. XOXO.
Era un mensaje de su amiga, Camille. Ella rápidamente contestó con la habilidad de quién tiene práctica constante con el teclado, deslizando los dedos casi inconscientemente por la pantalla y luego volvió a mirar arriba donde sus padres mantenían una conversación.
Prosiguió sonriendo, como Claire le decía que actuará cuando hablaba con sus amigas, por más que no le caigan bien y trató de elegir palabras menos banales. Sus padres amaban eso, era para ellos un símbolo de prestigio, elegancia, algo que los ponía enfrente de otras personas. Hayley no acababa de entender, como si diciendo lo mismo con otras palabras significaría otra cosa.
—Yo también los quiero. Me parece absolutamente relevante que busques nuestra aprobación en semejante decisión, madre, pero según mi criterio que te sientas bien contigo misma es más importante.
Su madre sonrío asintiendo y su padre la miró con aprobación. Los miró y se deleitó por un momento.
—Ah e iré a Naos con Camille, Nate y Leyla. No se preocupen, volveré a la mañana o al día siguiente, pero si pasa algo estaré en el hotel, bye, los quiero.
La respuesta estaba bien escrita en sus rostros, Naos no era uno de los lugares más seguros del mundo, y sabia a ciencia cierta que los lugares que ella frecuentaba lo eran menos.
Dio un beso en la mejilla a ambos y salio rápidamente de la habitación, sabía que era muy difícil que encontraran fuerzas para prohibirle algo.
El eco de sus palabras la siguió, hablaban y reclamaban, llenos de impotencia e indignación.
Empezó a subir las escaleras, sus pasos resonantes en el cristal acendrado, tan pulido que parecía estar flotando en el aire.
Pero no le importó el sonido sordo de sus palabras. Estaría con Nate y sus amigas, y por sobre todo confiaba en ella misma más que en nadie. No le pasaría nada.
—Paul, no puedes dejar que Hayley vaya por esos lugares, imagínate si la fotografían, ¿Qué dirá la gente de
nosotros?
Ella ya estaba muy por encima en las escaleras como para oír la respuesta de su padre, a pesar de que Paul seguía llamándola para que bajara, escucho palabras ahogadas que la acompañaron en su salida, junto con todos los recuerdos que traía Naos todas las veces que le tocaba volver.
***
Hayley tenía planeado ir en su nueva motocicleta. Había insistido mucho a su padre para conseguirla y aún no la pudo estrenar, pero sus ideas fueron desechadas al momento en que Camille decidió ponerse un vestido, junto con toda su ilusión resquebrajada.
Camille tenía su estilo propio de vestir, con ropa sexy y a la vez romántica de una manera que solo ella podía combinar y quedar luciendo bien. Provocativa y dulce.
Sus cabellos color marrón profundo como el café se ondulaban en las puntas y caían estratégicamente por su rostro, los mechones cortos de enfrente llegaban hasta las comisuras de sus labios teñidos en fucsia.
Hayley conducía y Camille exclamaba cada vez que veía a alguien bien vestido y se lo mostraba a Hayley.
Al doblar la esquina Hayley una familiar presión en el diafragma, como un peso que le aseguraba que quedaría más difícil de ignorar.
Camille la miraba teñida por la luz del sol.
— ¿Cuándo le dirás?
Hayley sonrió, mostrando todos sus dientes perlados y a la vez giro en una rotonda poco transitada.
—Definitivamente hoy es el día.
Camille se refería a Nate Russell. Hayley no estaba muy segura de que sentía por él, pero Camille no tenía dudas de que debía ser un flechazo. Durante algunos meses estuvo haciendo de cupido entre ellos hasta que Hayley finalmente accedió a que sí, podría ser algo. Prefería arriesgar a perder, ese era su lema, en la duda, has lo que no harías y si te arrepientes vuelve a hacerlo. Carecía de sentido, pero Hayley sobrellevaba una buena vida arriesgándose.
—Si no se lo dices pronto, se quedará para mí— Ella le guiñó un ojo.
Se contuvo de blanquear los ojos al escucharla. Desde que comenzó a salir con un chico mayor que ella, había comenzado a creer que podría estar con cualquiera con un estallar de dedos. Ella era tan hermosa, pero no le importaba la parte principal, lo que sentía en verdad.
—Aún no me dijiste quién es tu novio, Camille soy tu mejor amiga me puedes decir.
—Por favor Hayley, te lo diré, pero cuando él quiera. ¡Será una sorpresa! Y cuando lo conozcas estarás babando por él.
Hayley no trato de reprimir un bufido.
— ¿Desde cuándo te importa lo que "él" quiera?
—Hayley, él es importante para mí
Hayley dio una carcajada, pero Camille no dijo nada, ninguna burla. Despegó sus ojos de la carretera y solo vio tristeza en su expresión.
— Lo quieres, ¿verdad?
—Absolutamente y estoy huyendo de todo lo que apaga mi sonrisa. — esa frase la hizo volver a sonreír, dejando a Hayley con la intriga.
Hayley estacionó en la casa de Nate e inmediatamente la brisa trajo consigo el dulce olor a jazmines.
La mamá de Nate tenía una extraña obsesión: plantaba jazmines y helechos juntos en la misma maceta.
En su casa podías ver jazmines y helechos por doquier, en los lugares más recónditos e inimaginables. Era frustrante para Hayley porque desde que se había hecho amiga de Nate recibió jazmines y helechos en macetas y era aún más frustrante recibir en tus dieciséis años una maceta con jazmines y helechos más grande de lo usual con un post it diciendo ¡Cuídalas bien, son únicas, igual que tú!.
Como si fuera que una maceta pudiera ser única, siendo que tenía millones por toda su casa.
Nate estaba recostado en un pilar con dos gnomos de jardín bravucones mirándolo atentamente como procurando que no estropee ninguna planta de su madre. Él peinaba sus cabellos por más que estén ordenados. Hayley automáticamente actuó relajada y sonriente y trató de arreglarse el pelo que el viento había enredado.
Nate alzó la mirada al escuchar las pisadas de Hayley y Camille.
—Hola chicas, ¿llegan así de atrasadas? Naos queda a dos horas. Deberían arreglarse cuatro horas antes. Pero están hermosas. —añadió apresuradamente al ver como se fruncía amenazadoramente el ceño de Camille.
La voz de Nate se suavizó a medida que hablaba y luego les sonrío.
— ¿Y Leyla? Creí que estaría contigo ya. —cuestiono Hayley observando tras la puerta buscando por una pelirroja.
—Leyla va en Metro. Nosotros también, hasta el taller para agarrar mi auto. Hayley puedes dejar el tuyo aquí y mañana te lo llevo al hotel. No quiero asustarlas, pero no es el lugar más... agradable del mundo. Ya verán.
El taller —pensó Hayley—era el lugar más pequeño y asqueroso en el cual había estado, aunque competía honestamente con los baños públicos de Naos.
Estaba ubicado a pocos metros de la casa de Nate en la calle Keanie North, lejos de la zona metropolitana y con varios lotes que no tuvieron éxito en las ventas, el lugar le resultó extraño a Hayley ya que estaba acostumbrada a ver los bajos pero cuantiosos edificios modernos de Pleiade y a las casas de ladrillos poco acogedoras, se sorprendió que en una de las cuadras que tuvieron que caminar encontraron casas de estilo victorianas, pequeños palacios abandonados, algunas al borde del derrumbe y uno totalmente incinerado. Solo era una la que se parecía mantenerse en buen estado o tal vez alguien la cuidaba, era majestuosa, la mezcla perfecta entre lo moderno y contemporáneo, altos pilares la erguían, balcones enormes y lapachos blancos recién florecidos hacían una alfombra en la entrada, los sauces lloraban tranquilos rodeados de bancos de madera. Nate caminaba por enfrente de ellas, dejando que sus largas piernas lo llevasen rápido a su destino.
— ¿Ya habías estado por aquí? —preguntó sin voltearse hacia Camille al no poder despegar sus ojos de aquella casa. La arquitectura era bastante parecida a la de un antiguo hotel que conocía, lo detalles en la madera, la estructura de los balcones... casi podía jurar que fueron hechas por las mismas manos.
— Claro que não. —el tono de voz de Camille tenía un que de recelo, Hayley tampoco pudo identificar el motivo por el que ella trataba con tanto ahínco de no mirar las mansiones.
Las demás casas también eran preciosas, pero con mugre y la naturaleza encubría su belleza, a pesar de eso a Hayley le gustó el misterio que transmitían.
¿Cómo nunca se publicaban fotos de esto? Si Pleiade es una ciudad tan pequeña—se preguntó brevemente—.
El local no era mejor por dentro que por fuera, era incluso peor con el hediondo olor que dejaba impregnado la cerveza rancia y cloacas sanitarias. El interior era descuidado y con la pintura en escamas.
El señor que atendía no era mucho mejor que la casa completa, estaba borracho, con la barba sin hacer a ya varios días y un aspecto desfavorablemente patético.
En el momento en el cual entraron Hayley le preguntó a Nate donde su padre encontró aquel lugar, él dio una de sus sonrisas torcidas y se encogió de hombros. Hayley no consiguió imaginar al padre de Nate sentado ahí en el sillón maltrecho y hablando con el mecánico. Él siguió sonriendo y Hayley trató de ignorar el hecho de que estaba mirando su rostro.
Al pasar el señor Eduardo les pidió que lo llamaran Eddy con un toque juguetón que hizo que Camille se encogiera y tomara el brazo de Hayley, las uñas largas de su amiga se le hundían en la piel dolorosamente pero no quería que Eddy se entere o sospeche medianamente, por la parte de su cerebro que aún no estaba alcoholizada que Camille estaba asustada.
—Solo esperen un rato, mi sobrino les está arreglando el auto. Claro las lindas se pueden quedar siempre que quieran.
Su aliento desprendió olor a cerveza y Hayley se sintió desesperadamente cohibida, deseaba salir de ese lugar tan deprisa como habían entrado. Miró de reojo a Camille y vio que palideció bajo la espesa capa de maquillaje, Nate se mostraba impasible sin dar muestra de sentimiento alguno.
—Entonces, ¿Quiénes son ustedes? —Apuntó con la barbilla hacia Camille —, La de vestido rosa es bonita. Tu rubita me suenas de alguna parte...—Reanudó la conversación finalizándola nuevamente con una risa vulgar y estrepitosa.
Hayley sentía como su temperamento vencía y tomaba lugar en ella. Al poco tiempo de conocerlo ya la había irritado más que todos sus profesores de química juntos. Los sentimientos estaban a flor de piel y se complació por unos instantes repasando mentalmente una y otra vez la manera en como agarraría la llave inglesa y le atesaría golpeando diversas veces en su cabeza.
Deleitándose con ese pensamiento momentáneo se obligó a volver a tomar corriente de la conversación de Nate y Eddy.
"¿Porque no podes simplemente agarrar el estúpido auto e irnos?"
Nate mantuvo la calma, y amable respondió a la pregunta que había quedado en el olvido para Hayley.
—Yo soy hijo del señor que suele venir aquí, seguro lo conoce. Mi amiga Camille es nieta de la ex condesa francesa y por su puesto Hayley es hija del Sr y la Sra. Stone Miller dueños de...
Hayley interrumpió a Nate, odiaba ser presentada por méritos de sus padres, quería saber quién era ella pues bien Hayley le diría quien era ella.
—Hayley Stone Miller, integrante del comité organizador de eventos y viajes, dueña de una moto sin usar, amante del mar, por supuesto y tengo bien claro que mi meta actual es irme de este lugar, así que preciado señor Eduardo saltando presentaciones y tonterías, ¿puede apurar a su también preciado sobrino en los siguientes dos instantes?
Hayley dijo todo tan rápido que no notó el drástico cambio en la cara de Eddy que de pronto no parecía borracho, ni bobo, ni patético, estaba furioso y parecía guardar en sí un odio profundo.
— ¿Hija del señor diz que abogado?
—preguntó él, su rostro se ensombreció y su mirada lejos de asustar a Hayley la sorprendió.
No había escuchado nunca ninguna queja de su padre con respecto al trabajo, es más había perdido tan pocos casos en toda su carrera que eso lo hacía el más importante en su firma. El hombre no bajó la guardia en ningún momento y parecía estar calculando que parte de su cuerpo gustaría de cortar en trocitos primero
De pronto Hayley saliendo de su estupor y recordando la rabia que sintió apenas minutos antes, no se pudo contener.
— Mi padre es un excelente abogado, de la clase que manda personas como usted a donde deben estar por acoso sexual. ¿Quién te crees que eres, eh? Además de un inútil borracho pedófilo, no es nadie para decir nada de mi familia. Ni siquiera sabe...
Nate le atajó el brazo que estaba llegando hacia la llave inglesa al menos para asustar, pero jamás lastimaría a alguien si no fuera en defensa propia, ni siquiera a aquel tipo.
—Señor deje a mis amigas en paz, solo queremos el auto. —Nate parecía desesperado, pero trataba de lucir calmado y Camille aún asustada atajaba el brazo de Hayley.
Los esfuerzos de Nate casi siempre resultaban en vano cuando se trataba de tranquilizar a Hayley.
—Deja, rubita, que tu noviecito te defienda apuesto a que tu absurdo coraje se esfumara casi tan rápidamente como pronto se esfumaran tus ganas de respirar.
Eddy se mostró sorprendido consigo mismo y parecía estar regañándose internamente.
— ¿A qué se refiere? Me quiere matar ¿Por qué? ¡Responda!
Luego de eso el señor se calló, pero la siguió mirando de esa manera extraña. Sentía la expansión del miedo en su cuerpo: De pronto sus pies parecían no poder sostenerla, sus manos temblaban y un nudo se formó en su garganta. Ignoró todos sus pensamientos sobre huir y continuó.
—No me lo va decir, está bien, que me haya amenazado de muerte no hará que se me agoten las ganas de insultarlo. Y sabe muy bien que...
Fue interrumpida por el sonido sordo de una puerta abriéndose, por el que debía de ser el sobrino de Eddy. Tenía el cabello negro enredado y en sus manos y a lo largo de su remera gris se notaban manchas de grasa. Lo que más resaltaba en él eran esos ojos cristalinos de un turbado gris.
Hayley tuvo una especie de déjà vu y parecía conocerlo, aunque su físico y sus ojos no fueran fáciles de olvidar, no lograba asociarlo a algún recuerdo, estaba segura que sus rasgos ya los conocía de antes.
Cuando la vio quedo pasmado y entreabrió los labios y pareció musitar algo.
Sus ojos se oscurecieron hasta que ni siquiera tenían el toque grisáceo brillante, eran toscos, fríos y calculadores con algo de sádica diversión mucho peor que los amargados ojos de Eddy.
Los intentos inútiles de Hayley para que no le tiemblen los dedos no dieron resultado, pero sin importar eso erguiría la espalda, la frente en alto e impondría a sus ojos a reflejar una conducta desafiadora, ocultando nuevamente sus verdaderos sentimientos.
Él y el tipo borracho se miraron y de pronto el muchacho se comportó de manera muy extraña, amable y simpático, con una sonrisa que despejaba las sombras alrededor de su rostro, pero sin poder borrar su ensombrecida mirada, explicó a Nate que problema tenía el auto y le ofreció la llave, Hayley mientras fingía que se retocaba el labial con indiferencia.
—E... Eu acho, perdón, creo que ya nos podemos ir. —Camille con la voz temblorosa se pronunció un poco más tranquila.
Eddy observó a Camille con ira en los ojos y una mueca de puro odio, era una mirada desquiciada por los años de rencor.
— ¡Por supuesto que se pueden ir! Pero la rubita se queda, ella y yo vamos a pagar algunas deudas de los más grandecitos.
Hayley se congeló, el lipstick casi se le cae de las manos, pero se recompuso por sus amigos y por su propia dignidad.
—Lo siento, déjame revisar mi agenda, soy muy solicitada para pagar cuentas de mayores con viejos borrachos y sobrinos psicóticos, está en el auge del negocio, pero no te preocupes tal vez encontremos un espacio de tiempo dentro de algunos milenios.
—No estás entendiendo rubita —conteniendo la rabia Eddy habló—los puños apretados y la cara se le volvía cada vez más roja, su sobrino parecía estar divirtiéndose aunque Hayley no podía estar segura, apenas lo conoció hace algunos minutos.
—No ella se va, usted no tiene el derecho a decirle que hacer, así que ya nos vamos.
Camille la defendió, un giro sorpresivo para la historia—pensó Hayley—ella supo en ese instante que si Camille podía superar su miedo por ella, Hayley tendría una deuda impagable con ella.
Ella la tomó de la mano y estiró a Nate de la camisa, arrastrando a ambos hacia afuera.
Salieron al aire libre y fue un alivio salir del constante olor a cerveza, el crepúsculo se ponía majestuoso llevándose todo el crédito.
Nate corrió a encender el auto mientras que Camille ya se encontraba dentro.
—Hayley, ¡venha logo! ¿Qué haces?—le gritó ella haciéndose oír por tras de la cacofonía del motor.
Hayley no quería evadirse a pesar de que tenía miedo de estar dentro con Eddy.
Y si tal vez su padre esté en peligro, tenía que saber más.
Se acercó lo más sigilosamente que pudo a la puerta trasera tratando de escuchar con su oreja derecha. La curiosidad la dominaba y el miedo la seguía, no le importaba la lógica que lo único que sabía era gritar que salga de aquel lugar sombrío. ¿A qué punto llegaría el odio de Eddy?
—Déjalos ir, otro día podemos hacer algo, además ya tengo la información...
—Fire, sabes muy bien que no puedo esperar.
—Cálmate, déjala ir, la conozco muy bien y estoy bastante seguro que tiene gas pimienta en su bolso.
Hayley palideció y toco su bolso.
—Pero tú le podrías hacer frente a un tonto gas pimienta.
—No, no, Eddy, ¡entiéndelo! Ya tenemos los papeles, tenemos la información, espíe a la chica sé cómo piensa y cómo reaccionará. Hayley pronto...
Sintió una mano en su brazo y se sobresaltó pero era Camille quien la arrastró al asiento trasero de Nate dando grandes zancadas y soltando palabrotas en portugués.
Los neumáticos chirriaron alejándolos de la vereda de Eddy.
Hayley llena de dudas, y miedos estaba callada pensando a gritos
¿Cómo alguien que ella nunca haya visto en su vida pueda saber que tiene gas pimienta en su bolso?
¿La estaban espiando hace cuánto tiempo?
¿Porque lo hacen?
Y eso hicieron todos, pensar y reafirmar el silencio que se instaló en el auto.
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