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No estoy segura de cuál fue la primera vez que hablamos, en realidad creo que nos presentaron más de una vez. Recuerdo todas, pero no cuál de ellas fue primero. Algo me hace sentir que ninguna de esas veces fue la primera vez, no hubo un inicio en ninguna de ellas.  Agradezco que la juventud de hoy tenga agregadas en redes sociales a personas a quienes apenas le dirige palabra, porque creo que donde realmente comenzó todo fue en ese texto que escribiste. Era tan increíble, tan alarmante al mismo tiempo. En él decías que un chilango promedio piensa en el suicidio todas las mañanas antes de abordar el metro. Entonces pensé, todo escritor pone algo de sí mismo en sus escritos. Decidí preguntarte si estabas bien, si necesitabas ayuda. Esas palabras cobrarían sentido más tarde. Me respondiste que no debía preocuparme, que era sólo un texto. 

Siempre creí que eras raro. Eras tan extraño, tan peculiar. Decías cosas que parecían estar fuera de lugar, pero que si te ponías a pensar, simplemente era lo correcto. Te contradecías tantas veces que en un punto dejé de confiar en tus palabras. Una vez me preguntaste si sabía qué era el amor, me comentaste que lo que más puede parecerse a éste era la cocaína. Obviamente diferí. 

Hablábamos y hablábamos de cualquier cosa. En un momento me percaté de que cuando tus mensajes llegaban, una extraña sensación invadía mi ser, un sentimiento que no había experimentado desde hacía mucho. Me alarmé, eso era malo, era muy malo. Fingía desinterés, pero muy en el fondo de mi ser, yo sabía que hablar contigo era algo que disfrutaba hacer, me gustaba llegar a mi casa y preguntarme qué me enviarías ese día, porque contigo nunca se sabía qué pasaría. Eras, después te diría, como un sombrero de mago. Tenías tantas cosas, tantas ideas dentro de ti, que si pudiera sacarlas todas como pañuelos atados, nunca terminaría. Oí decir que contigo se podía hablar de cualquier cosa, no lo dudo, faltaron tantas cosas de qué hablar. En un instante, me di cuenta de que habías entrado a mi vida, ya eras parte importante de ella, fue tan rápido, te tomé cariño en un abrir y cerrar de ojos. Quizá fue ese el problema. 

Pasó el tiempo, no sé cuánto en realidad, es confuso ahora que me pongo a pensar. Me invitaste a salir. Me sentía tan extraña, no era malo ¿o sí? no había nada de malo, no. Compramos dulces de gomita en forma de llave y fuimos a sentarnos al pasto. Era la primera vez que hablábamos en persona. Me dijiste "¿Alguna vez te ha pasado que te das cuenta de que las cosas pasan sin que tú sepas en qué momento pasan"? Me tomó unos momentos digerir todo eso y entenderlo, aunque, realmente no entendí con exactitud a qué te referías. Me dijiste que el mundo se mueve y se mueve y que hay muchas cosas que pasan desapercibidas a nuestros ojos, y que desde ese momento te propusiste en, al final del día, recopilar tres detalles de lo ocurrido en el día. Tenía sentido para mí, era algo con mucho sentido. He intentado hacerlo ¿sabes?

Caminamos, caminamos, caminamos. ¿A dónde vamos? pregunté, "por ahí", dijiste. Debo admitir que me inspirabas una cierta desconfianza. Eras un chico misterioso, que aunque siempre estaba hablando, nunca expresaría sus mil pensamientos. Tomamos asiento de nuevo en el pasto, en un lugar más lejos de la escuela, pero a un costado de la carretera. Vaya incómodo que fue eso, si hubiera sabido que te encontrabas bajo los efectos de sustancias con alcohol, la cosa hubiese sido totalmente diferente. Y luego:

—¿No te gusta el silencio?

—Realmente no estamos en silencio —respondí

—Pero no estamos hablando, y no es incómodo.

—Pero no hay silencio, se escuchan los carros pasar.

—Escucha

—Exacto, el silencio no se escucha —yo intentaba no mirarte a los ojos, siempre he dicho que el contacto visual entre dos personas, siendo las únicas en el lugar, es lo más incómodo del mundo.

—El silencio no existe.

Sí, definitivamente eres raro, pensé. Hace unos segundos me dijiste que estábamos en silencio y me dices que el silencio no existe. Pero a pesar de saber que algo en ti no estaba del todo bien, mi yo interior sentía un fuerte interés en ti, algo que yo sabía que no debía sentir. Alguien me dijo que tenía que dejarte de hablar, cortar todo de raíz y fingir que nada había pasado, pero no podía, algo me lo impedía. No podía sólo dejarte de hablar y ya. No podía y no puedo.

Sé que escribir esto ya no tiene sentido, pero no puedo hablar con nadie y escribir es lo más cercano que tengo a hablar contigo. 


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