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Rosas y Dolor

Desperté y mire el reloj, eran las 6:38am. Me arregle,  baje jugando con el brazalete que me regalo Evan, desde que me la dio no me la he quitado, es hermoso, nunca nadie me había dado uno.

Me senté en una de las sillas de la mesa y ya estaba mi plato con cereales. Termine y me fui al colegio, llegue en menos de cinco minutos y justo entré sonó la campana, salí corriendo al salón y cuando entre fije mi mirada en mi puesto y encima había un ramo con las rosas mas rojas que he visto, me acerque y las agarre para olerlas, su olor entro en mi nariz y se grabo en mi mente, sabia que era él, anónimo.

—Hey, tienes un admirador secreto —dijo alguien detrás mio con tono pícaro, voltee y era un chico de la clase, siempre se sienta detrás mio pero nunca hablo con el.

—Si —sonreí mirando las rosas.

Entra la profesora y de inmediato me senté colocando el bolso detrás de mi silla y las flores en mis piernas, sentí un pinchazo he hice un gesto de dolor, vi que una espina atravesó mi pantalón y entro en mi delicada piel, trate de sacarla pero era muy pequeña, la deje ahí sin más, no es que me iba a matar.

La clase termino y salí del salón mirando las rosas, eran hermosas, sin darme cuenta choque con alguien, era Miguel.

—Niña rara mira por donde caminas —hablo con tono gruñón, yo solo asentí con la cabeza, no quería hacer ningún conflicto pero el lo hace solo—Ay pero miren, a la niña le regalaron flores —hizo un gesto de desagrado—¿Quién te querría a ti? —tomó las flores de mis manos y las arrojó, reaccione rápido y las recogí.

—Por favor no me hagas nada —supliqué mirando el suelo.

—¿Qué? —clavó sus ojos en mi haciendo que empezara a temblar—Nadie me dice que hacer y menos una niña insignificante como tu —me empujó dentro del salón, yo retrocedí y él entró cerrando la puerta con llave.

—Por favor no me hagas nada —repetí, tenia mucho miedo, trate de acercarme a la puerta pero el me empujó contra la pared y choqué bruscamente, mi espalda comenzó a arder, me dolía demasiado, seguía teniendo las rosas en las manos, cada vez las agarraba mas fuerte, haciendo que cada una de las espinas se clavaran es mis pequeñas manos provocando que salgan gotas de sangre. Miguel se acerco y levantó mi cabeza haciendo que lo mirara a los ojos, el separo su mano de mi rostro y sin darme cuenta su palma estaba chocando contra mi cachete, me estremecí al sentir el dolor ardiendo en mi rostro, sentía como sus dedos quedaron marcados en mi pálido rostro,

Se acerco aún más y me empujó hacia el piso y ahí solté las rosas. Él se acerco y las piso con rabia haciendo que cada pétalo se separara y dejando las rosas desmoronadas, no aguante más y empece a llorar, al deslizarse mis lagrimas en mi rostro sentía como ardían.

—Ya déjame en paz —es lo que pude decir con la voz quebrada.

—¿O qué? —se acerco mientras seguía tirada en el suelo, se puso en frente mio y vi como me patio una y otra ves en el estomago sintiendo como me dejaba sin aire.

De pronto escucho alguien tocando la puerta del salon.

—¡Abre la puerta ya! —escucho a Evan gritar del otro lado—¡¡Abrela!!.

Miguel se alejo de mi y abrió la puerta, Evan se acercó hacia mi corriendo, se arrodilló a mi lado, no veía muy bien, me sentía mareada y mi cabeza me dolía demasiado, escuche la puerta cerrarse pero Miguel no estaba, al fin me dejo.

—Angelica ¿me escuchas? —me agarró de los brazos, ya no podía abrir los ojos, me sentía débil, Evan no dejaba de gritar mi nombre y de pronto todo dejo de escucharse, todo estaba negro. Las imágenes de Miguel golpeándome era lo único que se reproducía una y otra vez en mi mente.

***

Intente abrir los ojos pero había una luz blanca que me lo impedía, traté otra vez y los abrí poco a poco, estaba en un cuarto blanco con una ventana enorme en frente mío.

—¿Dónde estoy? —pude pronunciar con la voz ronca.

—¡Angelica! —escuché una voz femenina hablándome, se acercaba cada vez más y pude ver quien era.

—Mamá ¿Dónde estamos? —dije con dificultad para hablar, tenia la garganta seca.

—¡Angelica despertaste!, estamos en un hospital —se le veía alegre.

—¿Qué? pero... — mis recuerdos me interrumpieron.

—¡Angelica! —escuche otra voz entrando a la habitación—¿Estás bien? —Evan se me acerco.

—Evan —estaba feliz de verlo.

—Tranquila no hables, llamare al doctor —dijo mi mamá alejándose de mi y luego salir del cuarto.

—Me preocupaste —pasó delicadamente su mano por mi—voy a matar a ese idiota —apretó su puño.

—Tranquilo estoy bien —trate de sonreír pero no pude.

—Claro que no lo estas, mira tu cara, esta... estas golpeada y... ¡¡Voy a matar a ese infeliz!! —gritó enojado.

—Evan... —me interrumpió.

—No Angelica, no digas nada. Tu sólo descansa —se acercó más a mi, luego sentí sus labios calientes tocar mi frente, en ese momento me sentí protegida, me sentí bien.

Entra mi mamá junto a un doctor de cabello castaño y ojos cafés, era alto y portaba una bata blanca.

—Hola Angelica —habló el doctor—¿Cómo te sientes?

—Bien, creo —traté de sentarme pero un dolor horrible en el estomago me hizo hacer una mueca de dolor, mire mis manos y estaban vendadas por las espinas, así que regrese a mi lugar.

—Tranquila no te muevas —colocó su mano en mi frente—No tienes fiebre, bien.

—Voy a traer unas pastillas para el dolor, ya vengo —dijo y salió.

—Pronto saldrás de aquí —dijo mi mama tomando mi mano, a los minutos el doctor entró, haciendo que mi mamá se alejara de mi.

—Aquí tienes las pastillas —colocó dos pastillas en mi mano y me dio un vaso con agua, me las tomé y no deje ni una gota de agua en el vaso.

—Ya esta, ahora trata de dormir que mañana podrás regresar a casa —dijo el doctor colocando el vaso en una mesita y después salio.

—Bueno te dejaremos Evan y yo para que puedas dormir —dice mi mamá mientras que ella y Evan se alejan saliendo por la puerta y antes de que salga Evan me dedica una linda sonrisa haciendo que me sienta bien.

Me quede sola en la habitación, cerré mis ojos y caí en un profundo sueño.

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