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Risas y locuras


Suena la alarma, me despierto con ánimos y con una sonrisa enorme en mi rostro, aún no puedo creer que sea novia de Evan, se siente bien. Y estos ánimos me servirán mucho para los exámenes que son hoy, espero que todo lo que estudié no se me vaya a olvidar.

Me levanto y me arreglo para ir al colegio, por primera vez no me importa lo que vaya a pasar, solo quiero ver a Evan.

Termino por colocarme un poco de brillo labial y bajo con una gran sonrisa, llego y lo primero que veo es a mi mamá sirviendo el desayuno.

—Buenos días —me siento en una silla, ella me mira frunciendo el ceño.

—¿Qué sucede? —pregunta colocando la jarra de jugo en la mesa.

—¿Qué?

—Tienes labial, lo cual nunca sucede y además te veo muy feliz —sonríe.

—No pasa nada —me sirvo jugo.

—¿Segura?

—Si.

Termino mi jugo y salgo de la casa camino al colegio, no paro de sonreír, mi rostro parece la de una boba.

Llego y lo primero que me encuentro es a Evan sentado en un banco, me acerco por detrás.

—Hola novio —se sentía raro decir novio pero a la vez era muy lindo.

—Hola novia —se da la vuelta, me toma de la mano y me mira a los ojos, pasan unos segundos y suena el timbre, los dos nos despedimos y fuimos a nuestras respectivas clases, hora de exámenes.

***

Creo que voy a salir bien, era fácil y todo lo que estudié se me vino a la mente, gracias cerebro por no fallarme.

Salgo del salón y veo a Evan discutiendo con Miguel, me preocupo por Evan y salgo corriendo hasta ellos.

—Ay que lindo, aquí esta la novia del niño —dice Miguel burlón al verme, lo miro con odio y el me devuelve la mirada.

—¿Qué sucede? —le pregunto a Evan.

—Nada, vayámonos de aquí —me toma de la mano y me hala fuera del pasillo.

Pero antes de salir escuchamos a Miguel gritar.

—¡No se saldrán con la suya! —se notaba molesto, lo ignoramos y salimos.

—¿Estas bien? ¿Te hizo algo? —pregunto preocupada.

—Tranquila, no pasó nada —dice con una sonrisa tranquilizadora—¿Quieres venir a mi casa? —la pregunta de Evan me sorprende, claro que quería ir.

—Claro que si.

Salimos del colegio y nos fuimos caminando a su casa, me sentía un poco nerviosa, no sabia por que, tal ves sea por ser su novia y todo eso, trate de calmarme y tome su mano, su mirada llena de dulzura me hacía temblar, era hermoso.

Llegamos y no había nadie.

—¿Dónde están todos? —pregunte frunciendo el ceño y tratando de encontrar alguien.

—Mi papá debe de estar trabajando y mis hermanos deben haber salido —se dirige a la sala, lo sigo y entramos.

Me senté en el sofá y me percate que había una cajita en una de las mesitas a lado del sofá, esa cajita era igual a la que tenía dentro la primera carta de anónimo.

—Es para ti, ábrela —se sienta a mi lado.

La desenvolví y la abrí, había un lindo dige en forma de corazón, era hermoso, sonreí y mire a Evan a los ojos, tomó el dige y la colocó en mi brazalete.

Me mira con una sonrisa enorme, se acerca y me besa, y en medio del beso sonreí, él es el chico perfecto. Nos separamos y mire la cajita.

—¿Por qué decidiste dármelo en esta cajita?

—Porque así fue como comenzó todo —no pude evitar sonreír de nuevo.

***

—¡No! —dije entre risas—¡Basta! —no podía dejar de reír.

Estábamos riendo y hablando cuando nos llegó la brillante idea de hacer algún postre, Evan saco un libro de recetas de su papá y nos pusimos manos a la obra, pero ahora todo es un bello desastre, Evan y yo estamos echándonos harina y azúcar.

—¡Para! —dije sin parar de reír, tenia todo el cabello blanco y ni hablar de mi ropa.

Se acerco y empezó a hacerme cosquillas, no paraba de reír, me faltaba el aire, me aparte y tome un huevo, lo miré con una sonrisa maliciosa.

—No te atrevas —da un paso atrás.

—¿Me estas retando? —sonrío aún más y le lanzó el huevo, el se mira de abajo hacia arriba y luego fija su mirada en mi.

—Me las pagarás —toma el cartón de huevos, solo pensé en una cosa, corre.

Salí corriendo de la cocina sin mirar atrás, me encerré en el baño de su habitación y me senté en el suelo, mi respiración estaba acelerada, no paraba de reír.

—Abre la puerta, novia —dice con un tono juguetón, sonreí.

—No —me eche a reír de nuevo.

—Ya abre la puerta, deje la munición abajo —confié en el y abrí la puerta lentamente.

—Ves, te dije que no tengo nada —muestra sus manos, reímos los dos, nos miramos de arriba hacia abajo y éramos un desastre.

—Tengo que irme —salí del baño.

—¿Te irás así? —levanta una ceja.

—¿Tengo otra opción? —me dirijo a la puerta.

—Que te bañes aquí —volteo y lo veo con una sonrisa picarona, ruedo los ojos.

—Adiós —digo con una sonrisa y salgo, bajo las escaleras y escucho sus pasos detrás mio, recojo mis cosas, le doy un beso de despedida y me voy a mi casa.

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