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Epílogo:

A partir de ese día, mi vida dio un giro de ciento ochenta grados. Dylan, que según su carnet de identidad era Carlos Alabart, había terminado de contarme cómo había conseguido encontrarme. Al parecer, no había sido nada sencillo, pues cuando despertó apenas recordaba absolutamente nada.

Pensaba... que no iba a encontrarme nunca... ―me dijo―. Sin ti es difícil saber quién soy...

            Pero lo había hecho. Me había encontrado. Y yo me sentía realmente feliz por ello.  

            En septiembre de ese mismo año, como había dicho, empecé mi carrera de letras. Fue una de las mejores experiencias que tuve, e incluso antes de terminarla ya había publicado mi primer libro; Invisible. ¿Adivináis de qué trata?  

            Dylan, pues para mí siempre sería Dylan, finalmente me convenció de irme a vivir con él. Después del tiempo que estuvo intentando salvarme la vida a cada instante, le daba un poco de miedo dejarme sola, y eso que mi destino había cambiado. En realidad, no había vuelto a tener más accidentes. ¡Y mejor que siguiera de ese modo! Así que tuve que aceptar su propuesta...―Menudo esfuerzo...―

            ¡Oh! Supongo que os preguntareis cómo reaccionó mi familia cuando les presenté a Dylan. Lo cierto es que fue una variedad de reacciones que lograron divertirme bastante. Mi madre estaba encantada, por supuesto. Llevaba tanto tiempo diciéndome que me buscara un novio que al ver a Dylan por poco no le da las gracias. Así que, evidentemente, aceptó prácticamente al instante que me fuera a vivir con él. Mi padre se mostró un poco receloso. Y mi hermano... Digamos que un interrogatorio de la policía habría sido mucho menos incómodo. ¡En fin, hermanos! ¡Quién los entiende!

            Por otro lado, Aina terminó siendo una de mis mejores amigas. Empezó a salir con un chico un año más tarde, y me divertí observando las reacciones del pobre Alex cada vez que venía a buscarla. Finalmente, y gracias a Dios, Aina se dio cuenta de que, en realidad, no estaba enamorada de su novio. Pues no pudo evitar ponerse celosa de Ariadna cuando esta empezó a ayudar a Alex a conquistar a su mejor amiga ―imaginad cómo...― ¡Fue todo un espectáculo! Pero finalmente, Alex y Aina terminaron por aceptar sus sentimientos. Cosa que todos agradecimos enormemente.

            Con respecto a mi vida hasta ahora, aunque había cosas que todavía no entendía, terminé por aceptar que todo había terminado y que era mejor no remover el pasado. Yo era feliz, tenía a Dylan conmigo, y eso era lo único que me importaba.

            Durante el tiempo que estuve estudiando, Dylan investigó qué era lo que podía hacer con su nueva vida. Después de mucho pensar ambos coincidimos en que, como llevaba bastantes años en el mundo, una carrera de historia era la opción más acertada. Como era de esperar, la hizo en los años justos y sin apenas esfuerzo. ¡Normal! ¡El muy idiota no tenía que estudiar, se sabía la historia porque la había vivido! Así que ambos terminamos los estudios prácticamente al mismo tiempo.

            Durante esos años, en nuestras vacaciones, fuimos a muchísimos sitios. Algo que siempre había deseado en secreto. Dylan me dijo que había visto mil amaneceres y quería poder compartirlos todos conmigo. Me había salvado la vida siendo una parca porque quería que viviese, y ahora sabía que sin él jamás lo habría conseguido. No realmente. Pues Dylan me había enseñado a vivir. ¡Viví mil vidas a su lado! Y supe el verdadero regalo que esta te ofrece. Que nada es imposible ni complicado si te empeñas en hacerlo.

Un día cualquiera, me sorprendió llevándome al lugar donde nos conocimos, el Green Dog. Seguramente Aina le habría dejado el bar durante unas horas, pues me tenía preparada una cena preciosa y romántica en el centro del bar. Estaba realmente emocionada, y fue una de las noches más mágicas de toda mi vida, y eso que había estado en mil parajes distintos. Al final, el sitio perfecto no consiste en el lugar, sino en la compañía.

― ¿Qué es todo esto? ―le pregunté emocionada. Dylan sonrió y se encogió de hombros.

― Cuando te confesé que te amaba no elegí el mejor momento... así que decidí que lo mejoraría ―me confesó.

― ¿Mejorar? ¿Para qué quieres un momento romántico ahora? ―dije conteniendo una risa. Noté que se ponía nervioso, todavía lo hacía cuando había algo que le costaba decir.

Se puso detrás de mí y me guió hasta la mesa. Me cogió la mano con cuidado y la besó con dulzura. Sin cambiar la posición, depositó algo en mi palma y la cerró con cuidado. Luego la soltó poco a poco hasta que mi mano quedó libre. La abrí con curiosidad. En el centro había un único anillo de oro con unas letras gravadas alrededor. Me lo acerqué todavía más para poder leerlo.

― ¿Cihuatlantli? ―dije en voz alta. Luego alcé el rostro hacia él.

Sus labios formaban una pequeña sonrisa y me miraba algo asustado. Como si temiera mi reacción.

― Significa mujer legítima. Única, compañera... esposa... ―murmuró.

Mis ojos se abrieron de par en par y mi boca siguió su ejemplo. Me quedé plantada con la mano abierta y el anillo justo en medio.

― ¿Estás... pidiéndome... que me case contigo? ―le pregunté no muy segura de mí misma. Él encogió dulcemente los hombros.

― ¿Eso es un sí?

Debo admitir que fue la proposición más extraña y a la vez más tierna que jamás habría imaginado. Así que podéis suponer cuál fue mi respuesta. En realidad, no recuerdo si dije exactamente que sí, pero el levantarme de un brinco, empezar a besarle y olvidarnos por completo de la cena, creo que fue respuesta suficiente.

Así que sí, me casé con Dylan siete años después de conocernos. No fue nada del otro mundo, pero asistieron todos aquellos que deseé que estuvieran presentes. Vinieron todos mis amigos de la Universidad, Aina y Alex, Ariadna con su recién marido y su pequeña de dos años, y mi familia. Tenía muchos tíos que se habían decidido a tener hijos, así que tuvimos que poner una mesa a parte para todos ellos. Recuerdo que también vino un joven acompañado de una chica que no conocía de nada. Dylan estuvo hablando con él un rato, y no me hizo falta preguntarle quién era cuando vi cómo se hablaban. Sin duda, el muchacho era Ayax. Era extraño saberlo estando en un cuerpo tan distinto. Sus ojos se fijaron un instante en mí y me giñó un ojo. Le devolví el gesto, agradeciéndole todo lo que me había ayudado sin proponérselo.

Hicimos un banquete modesto e incluso me tocó ir a buscar servilletas porque los pequeños habían decidido jugar a la guerra de pañuelos. Es divertido siempre y cuando tú no seas el objetivo...

            ― ¡Felicidades! ―me dijo una de las niñas cuando regresaba de coger un montón de servilletas nuevas. Mi vestido de novia empezaba a parecer un pastel...

            Sonreí a la pequeña mientras la veía tenderme las manos para ayudarme. Yo le ofrecí un pequeño fajo.

            ― Muchas gracias.

            ― Esta fiesta es muy bonita. ¿Por qué se hacen estas ceremonias? ―preguntó la pequeña.

            La pregunta me pareció un poco extraña, pero los niños solían hacer preguntas raras.

            ― Bueno, se hacen como un símbolo. Una promesa.

            ― ¿Qué promesa?

            ― De que permanecerás al lado de la persona que quieres para siempre ―dije con una sonrisa.

La pequeña me miró con sus ojos redondos y sonrió. Una sonrisa extraña.

            ― Entonces no estaba equivocada... ―murmuró. Yo fruncí el ceño y mis labios empezaron a formar el principio de un qué―. Debo reconocer que no estaba del todo segura de lo que ocurriría. Edahi siempre ha sido muy idealista a pesar de todo lo que ha tenido que aguantar. Tenía que asegurarme de que mi elección fue la correcta.

            ― Catrina... ―murmuré al reconocerla. Era una niña un poco distinta a la que había visto en la cueva, pero seguía siendo una niña―. ¿Qué haces aquí? ―pregunté sin saber muy bien si temerla o no.

            ― Tranquila, sólo quiero hablar ―afirmó con una sonrisa tierna.

            No obstante, se mantuvo en silencio prácticamente un minuto entero. Así que, al ver que no iba a decir nada más, opté por empezar yo.

― ¿Qué quieres decir con elección?

            La pequeña dejó los pañuelos en el suelo y se sentó de un brinco encima de la mesa de mármol de la cocina. Como si hubiese estado esperando que yo hiciese esa pregunta para proseguir.

            ― Cuando conocí a Edy pensé que sería un alma excelente para mis parcas. Deseaba que se uniera a mí porque era bueno con la tarea que iba a encomendarle. Así que... hice un poco de trampas ―dijo sin avergonzarse ni una pizca. Sus pies empezaron a danzar en el aire mientras hablaba―. Aproveché lo que había hecho en vida para que se sintiera culpable por sus decisiones y así asegurarme de que iba a aceptar mi trato.

            ― Como hiciste conmigo al enumerarme las muertes de las que era responsable... ―murmuré dejando las servilletas en el mismo montón que ella.

            ― En realidad, todas eran muertes circunstanciales. Si hubieses muerto cuando tocaba, evidentemente Rebeca habría muerto de todos modos, y Alex se habría intoxicado igual. Emma... esa chica ya se había vuelto loca antes de que tú terminaras el trabajo ―me aclaró. Yo apreté un poco los puños al entender lo que quería decir. Claro, si yo hubiese muerto, tampoco habría seguido trabajando. Así que no habría podido impedir nada―. Pero la diferencia fue que Edy no soportó su culpa, en cambio tú decidiste que salvar a mi parca era mucho más importante.

            ― Pero... hiciste el trato de todos modos.

            La muerte sonrió mientras cerraba los ojos con pesar.

            ― Aunque haya engañado a Edy para que esté a mi servicio... durante estos seis siglos ha logrado ganarse mi confianza ―murmuró―. Reconozco la redención cuando la veo. Así que... decidí que él la merecía.

            Pensé seriamente mis siguientes palabras. Me había prometido dejar el pasado atrás, pero delante de mí tenía a Catrina. La muerte. La única que tenía la respuesta a mi única pregunta.

            ― ¿Por qué no pudiste matarme? ―dije al fin.

            Catrina abrió los ojos y reveló unos tan azules como el cielo.

            ― Esperaba que me preguntaras eso ―dijo en un tono neutro―. No pude matarte porque no moriste por culpabilidad. Ibas a morir por Edahi. El destino no te buscaba en ese momento, tú lo buscaste a él para salvarle. Y ese es el más honorable de los motivos. Yo únicamente puedo matar a alguien personalmente si dicha víctima lo decide por propia voluntad y se siente culpable por algo que ha hecho en vida, como le pasó a Edahi ―afirmó mirándome directamente a los ojos―. Así creo a mis parcas. Sin embargo, tú te sacrificaste por él. Y mi veneno no pudo matarte.

            Me retorcí un poco las manos mientras la observaba algo confundida. Mis labios farfullaron algo, intentando encontrar las palabras.

            ― ¿Entonces... no morí? ―logré preguntar.

            ― Sí, lo hiciste ―contradijo―. Era el único modo que tenía de cambiar tu destino. Tarde o temprano iba a alcanzarte, pero si morías unos instantes, cambiaría por completo. ―La pequeña hizo un mohín y se encogió de hombros―. Así que te liberé de tu destino. Ahora nadie sabe, excepto yo, cuándo morirás. Considérate oficialmente una humana normal y corriente. ¡Felicidades! ―terminó por exclamar dando un brinco hacia el suelo.

            ― Así que me habías felicitado por eso... ―murmuré con una risa forzada.

            Catrina se volvió con una sonrisa de oreja a oreja.

            ― ¡Claro! ¿Por qué sino? ―dijo feliz recordándome, por su inocencia, al viejo Dylan―. Quería decírtelo en persona. ―Luego se volvió y me saludó de espaldas―. ¡Hasta pronto!

            Yo la miré mientras se marchaba tan campante y me apoyé temblorosa sobre la encimera.

            ― Espero que no... ―murmuré hacia la nada.

            Acababa de descubrir, en pocos minutos, lo tramposa y justa al mismo tiempo que podía llegar a ser Catrina. Había engañado a Dylan al decirle todo lo que había hecho mal, y le ofreció el olvido a cambio de su servicio. Como él no tenía nada que perder, aceptó. Sin embargo, la Muerte le había cogido cariño, así que se había sentido culpable... Creo que empezaba a entender por qué me había puesto a prueba. Quería comprobar si yo era digna de liberar su alma. Si me hubiera bebido ese veneno cuando lo pensé la primera vez, seguramente ni habría liberado a Dylan, ni me habría librado de la culpa y, por consiguiente, de la muerte. Había sido una trampa, y yo me había negado a caer en ella.

            Todavía no podía creerme que la promesa la hubiese hecho a sabiendas de que su veneno no funcionaría. Había querido rectificar, salvar a Edahi a su manera. Había aceptado que su alma había dejado de pertenecerle en cuanto le entregué mi corazón y él me entregó el suyo. Habría sido muy sencillo morir en ese momento, lo difícil fue seguir con vida. Y lo había logrado.

            ― ¿Vas a dejarme allí fuera solo mucho tiempo más?  

            Me sobresalté al escuchar su voz cerca de mi oído. Mi reciente marido me miraba con una sonrisa en los labios y una ceja alzada.

            ― Al parecer, no. Has entrado a buscarme.

            ― Siempre iré a buscarte ―puntualizó mientras me atraía hacia él y depositaba un pequeño beso sobre mis labios.

            Emocionada, lo rodeé con los brazos y lo abracé con fuerza mientras le susurraba lo mucho que le quería cerca de la oreja. Dylan sonrió como respuesta y besó mis labios sin contenerse. Poco después, me cogió de la mano para guiarme de nuevo hacia la fiesta. Sin embargo, me detuve un instante y me volví hacia el lugar por donde Catrina había desaparecido dando saltitos. Dylan se paró al notar que no avanzaba.

            ― ¿Ocurre algo?

            Catrina se había ido. Sólo había venido para estar segura de que Edahi estaba bien, de que había hecho una buena elección. Y con ello me había revelado algo importante. Por mucho que el tiempo pasara, por muchas vidas que viviésemos, siempre encontraría a Dylan. Porque en el fondo, él era mi destino.

            Sonreí.

            ― Nada... Todavía nada...

Y en ese instante estuve totalmente segura de que pasarían años antes de que ese hasta pronto, se hiciese realidad. 



Fin





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Bueno, pues aquí está el final. Me gustaría dar las gracias a los que me habéis apoyado y comentado a lo largo de la historia, y los que la habéis leído. Gracias por darle una oportunidad. :) Me encantaría escuchar vuestras criticas, consejos y la opinión general que tenéis de la historia. Si sigue un curso natural, si os ha parecido aburrida o por el contrario os ha mantenido atentos al texto todo el tiempo, si echáis en falta algo o por el contrario os sobran cosas... :) Cualquier cosa que pueda mejorar la novela me encantaría escucharla (o leerla en este caso xD).

Muchísimas gracias por todo. Ha sido y siempre será un placer leer vuestros comentarios.

¡Un beso y hasta pronto! (Y espero que este "hasta pronto" sí sea pronto ^^)

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