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─¿Por qué el tío Nate se ha marchado? ─La voz triste de Noha le rompía el corazón a Olimpia.

─Cucuruchito, el tío tenía que trabajar.

─¿Y por qué no se ha despedido de mí?

Olimpia se mordió el labio inferior y en ese momento una punzada de dolor le recorrió la hasta colarse en la columna. Respiró fuerte y le dio un beso a su sobrino.

─Será mejor que vayas a desayunar, tienes que ir al cole.

La pintora se quedó observando en silencio como su sobrino salía arrastrando los pies de su dormitorio. Suspiró de nuevo y se levantó de la cama, entrando en el baño. Se miró al espejo y éste le devolvió una mirada vidriosa y ojerosa. Había pasado la noche llorando, aunque no comprendía muy bien porqué. Sabía que lo que había hecho era lo correcto y lo que deseaba hacer, pero eso no disminuía el daño que le producía haberle roto el corazón a Nathan. En ese momento, la mirada fría y dura de su marido aparecía en su mente, rompiéndole en pedazos su corazón.

─Ha sido lo mejor ─susurró a su reflejo antes de darse una ducha y bajar a la cocina donde sentada le esperaba Diana.

Al entrar por la cocina, los ojos azules de su hermana se clavaron en ella. Su rostro serio y sus manos cruzadas sobre su pecho le decían que algo pasaba.

─¿Sucede algo, Didi? ─preguntó mientras se acercaba a la cafetera y se servía una taza caliente. Diana asintió y esperó paciente a que se sentara. Olimpia le dio el primer sorbo a su café y se sentó frente a su hermana, en silencio.

─Debes marcharte a Londres, Olimpia.

La voz de Diana no admitía discusión, estaba seria y a la par preocupada. Pero ambas sabían que Olimpia no se rendiría y accedería a dejar la batalla sin, al menos, plantar cara.

Olimpia dejó caer los hombros cansada de la misma cantinela.

─Ya hemos hablado de esto, Diddi, sabes perfectamente que no voy a volver a Londres. Eso se acabó. Nathan ya lo sabe, no tengo razones para seguir ocultando la verdad.

Didi se rascó la barbilla y se quedó pensando unos segundos.

─¿Has firmado el divorcio?

Olimpia suspiró exasperada.

─Claro, Didi. Nathan viaja a todas partes con los papeles del divorcio a la espera para joderme la vida ─respondió sarcástica mientras se levantaba y buscaba su paquete de cigarrillos en su bolso.

─Joder, Olimpia, ¿has firmado el divorcio sí o no? ─preguntó enfadada Diana.

─¡Claro que no!... ─gritó─. Nathan me ha dado tiempo hasta la exposición para reconsiderar mi decisión. Hasta entonces no lo firmaré.

Olimpia abrió la puerta de la cocina que daba al patio y se quedó en el umbral, encendiendo el cigarro que tenía entre los dedos. Paseó la mirada por el horizonte, unos meses más y todo habría terminado. Un pellizco de felicidad se coló en su estómago, aunque aun lloraba por la pérdida de su matrimonio, estaba deseando poder hablar con Travis y hacer oficial su decisión. Seguramente él sería el primero de los dos en poder hacer efectivo su divorcio, sería un golpe muy duro para él saber lo que sucedería una vez ella aceptase el suyo; estaba segura que aquello le costaría una gran discusión con él. Pero estaba segura que todo saldría bien siempre y cuando mantuviera el detalle de su contrato prematrimonial oculto hasta que llegara el momento. Suspiró exhalando todo el humo del cigarrillo.

─Olimpia, escúchame. No sé cómo decirte esto, pero... debes volver con Nathan, debes reconciliarte con él.

La pintora se llevó una mano al rostro y ejerció presión en el arco de la nariz. Estaba cansada de que su hermana se empeñara en que no debía seguir con aquello.

─Diana... Sé lo que voy a perder y créeme, podré vivir con ello.

─¿Y podrás vivir también sabiendo que has dejado a un hijo sin su padre?

Aquella pregunta la sorprendió y la dejó sin habla. Un nudo se coló en su pecho apretándose cada vez más hasta sentir que se quedaba sin respiración.

─¿Qué estás diciendo? ─preguntó temerosa de que sus sospechas se confirmaran.

Diana desvió la mirada, se mordió el labio inferior y tras respirar profundamente se puso en pie, acercándose a ella. Las dos hermanas se miraron unos segundos, y Olimpia pudo ver la verdad en los ojos de Diana.

─Oli... Rachel me ha contado que está embarazada. ─Olimpia pudo oír perfectamente cómo su corazón estallaba en mil pedazos dentro de su pecho. Tragó saliva con difultad; las piernas le temblaban y lentamente se dejó caer hasta quedar sentada en el suelo, con la espalda apoyada en el marco de la puerta. Se quedó en silencio durante unos minutos. Había perdido a Nathan, su pasión por pintar y todo lo que tenía y era, para nada.

─¿Cómo...? ¿Cuándo...? ─tartamudeó en un hilo de voz apenas audible. Pues sentía poco a poco como toda su vida se oscurecía. Como las fuerzas le abandonaban completamente.

─Se enteró ayer, está embarazada de dos semanas, Oli. ─La voz de Diana se quebró y un reguero de lágrimas comenzó a atravesarle el rostro a la vez que se abalanzaba a abrazarla─. Lo siento...

─¿Travis lo sabe?

Diana negó con la cabeza y se removió buscando una postura más cómoda para poder sentarse a su lado. Cogió el cigarro que Olimpia tenía entre los dedos y le dio una suave calada.

─Creo que no... Pero no tardará en decírselo.

Olimpia entendía entonces el motivo que había llevado a Rachel a tratar de convencer a Nathan para que volviera con ella a Londres, para alejarla de su marido. Rachel tenía miedo que él la dejara con ese niño en sus entrañas. Olimpia rio cínica.

─No lo conoce, Didi ─murmuró mientras negaba.

─¿De qué hablas?

─Rachel vino al estudio y le dijo a Nathan que creía que yo era la mujer con la que Travis la engaña. Seguro que ya sabía que estaba embarazada y creía que Travis la abandonaría de todas maneras... pero no lo conoce.

─¿Estás segura? ─preguntó Diana. Olimpia sabía que no pretendía ser ni sarcástica ni cínica, aquella era una pregunta sincera─. Travis te quiere, Olimpia. No dudo que reconociera a ese niño, y que luchara por criarlo... pero te aseguro que no se quedaría al lado de Rachel.

Olimpia se mojó los labios. Algo en su roto corazón le decía que Diana tenía razón. Cerró los ojos y dejó que el llanto se apoderara de ella. Deseaba gritar, correr, llorar, golpear algo. Había estado tan cerca, y ahora aquel deseo, aquella necesidad, se escapaba entre sus dedos como se escapaba el agua cuando tratas de retenerla en tus manos. La ira y la frustración comenzó a subir lentamente desde sus pies a su cabeza, instalándose en su pecho.

─¿Y si lo hiciera? ¿Qué importa? Travis y yo estaríamos juntos, y él no se desentendería de ese niño, eso lo sabemos todos. Ese crío no se quedaría sin su padre, Didi... y nosotros podríamos ser felices de nuevo, juntos. Formar una familia.

Olimpia sentía la desesperación en su voz, el miedo a perderlo absolutamente todo la embriagaba y la dominaba. Sin Nathan y sin Travis no le quedaba nada en la vida. Ya había perdido al primero, no podía permitirse perder también al segundo, al hombre que amaba y por el que había renunciado a su arte. Las manos de Diana acunaron su rostro, y una sonrisa triste se dibujó en sus preciosos labios. En sus ojos, Olimpia podía ver una lástima impresa que la atravesaba y le quemaba. Odiaba la condescendencia y la lástima, y saber que eso era lo que ella generaba en su hermana mayor, era más dolor del que podía soportar.

─Travis no se desentendería, y sé que tú aceptarías a ese crío, pero... ¿crees que Rachel aceptaría algo así? Seguramente se negaría a dejar que su padre viera a ese niño, simplemente porque Travis seguiría contigo. ¿Vas a obligar a Travis a decidir entre su hijo o tú? ─Diana sonrió─. Ambas sabemos que no eres así, Olimpia. No trates de engañarte.

Olimpia asintió. Su hermana tenía razón. Amaba demasiado a Travis para hacerle escoger de esa manera. Suspiró fuerte y volvió a dejarse llevar por el llanto hasta que sus ojos se secaron.

─Soy tan estúpida, Didi. No debí marcharme la primera vez ─sollozó en el regazo de su hermana─. Si me hubiera quedado, si no me hubiera comportado como una niña caprichosa...

La mano suave de Diana le acariciaba la cabeza, tratando de consolarla.

─Oli, no te martirices. Lo que está hecho no se puede deshacer... Lo que debes hacer ahora, es volver a Londres, trata de recuperar a Nathan. Al fin y al cabo, has sido feliz a su lado, ¿no?

Olimpia se levantó y se secó las lágrimas con el dorso de la mano. Sorbió por la nariz y asintió.

─Sí, fuimos felices. Me costó mucho quererlo, pero me hizo feliz... aunque, ahora no estoy segura de que pueda volver a serlo.

Diana le sonrió dulce.

─Inténtalo. Vuelve a su lado mañana mismo. Trata de recuperarlo. Y... si, después de intentarlo de nuevo, no consigues ser feliz, vuelve a casa.

─Lo pensaré.

Olimpia se levantó torpemente y se dirigió a su dormitorio arrastrando los pies. 

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