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4


Un salto seguido de una carcajada aguda y chillona despertó a Olimpia sobresaltada. Noha trataba de bucear entre las sábanas para colarse dentro de la cama junto a su tía. Diana entró con las manos por delante en busca de su retoño.

─Noha, vamos es muy temprano, vuelve a la cama.

─¡No! Quiero quedarme con la tía Oli.

Didi trató de coger en brazos al niño, pero este se revolvió golpeando a Olimpia en la nariz.

─¡Au! ─gritó mientras se incorporaba. Noha se movió por la cama dejando a su tía entre él y su madre.

─Mira lo que has hecho Noha, has golpeado a tu tía. ¡Vamos a la cama, ahora!

─¡Ya estoy en la cama! ─respondió mientras se cruzó de brazos.

Olimpia agarró al pequeño y lo atrajo hacia él, mientras miraba a su hermana aún con el rostro adormilado.

─Diana, déjalo. Si quiere dormir aquí, que duerma aquí.

Didi resopló molesta. Conocía bien a su hijo y a su hermana, y sabía perfectamente que tendría que lidiar a partir de ese momento con los caprichos de un niño respaldado por su tía.

─¡Esta bien! ¡Que se quede! ─Diana se dio media vuelta, pero antes de salir de la habitación, miró de nuevo a su hermana; comenzaba a recostarse con Noha a su lado─. Olimpia, tengo que ir a la residencia ¿podrías ocuparte de Noha para que Max no llegue tarde a trabajar?

─Claro, sin problemas. Hoy desayunaremos tortitas y ordenaremos los trastos viejos, ¿qué te parece cucuruchito? ¿Quieres ver lo que hay guardado de tu tía en el garaje?

Noha asintió enérgicamente con una enorme sonrisa en los labios. Diana asintió y cerró la puerta tras de sí.

Olimpia sonrió a su sobrino mientras lo envolvía en las sábanas y lo arropaba para seguir durmiendo. El pequeño no tardó en rendirse al sueño; mientras, su tía miraba por la ventana del dormitorio, dejando volar los pensamientos a recuerdos pasados. Ya podía intuirse los primeros rayos del sol, pero, aun así, Olimpia se durmió abrazada al pequeño de rizos rubios.

***

 Olimpia se apoyó en el marco de la puerta que daba al jardín y echó una ojeada. Estaba precioso, el césped y las flores cuidados y podados, nada tenía que ver con el estado que presentaba cuando ella vivía allí. Sonrió al mirar y recordar que ni Diana ni ella cortaban el césped de la parte izquierda de la vieja casita del jardín, siempre con la idea de poder esconderse y salir a hurtadillas con sus amigos. La única norma de Roger era que debían salir y volver juntas; pero las noches que una de las dos no salía, entraba en la casita del jardín a escondidas saltando la valla lateral que daba a la calle, para cuando la otra hermana volviera, salir de la misma manera de la casita del jardín y así entrar en casa las dos. Cuántas veces había salido Diana para dormir con sus novios o ella misma, mientras la otra esperaba cómplice de sus aventuras en aquella casita. Una punzada de dolor se coló en su corazón, pues aquella casita ya no estaba, una barbacoa de fábrica y algunos mueves de jardín ocupaban aquel espacio. Todo estaba muy cambiado, aquella ya no era su casa. Olimpia suspiró, tratando de alejar aquella necesidad de salir de allí y volver a Londres, junto a su marido y todo lo que conocía.

La puerta del garaje se abrió automáticamente en cuanto Olimpia accionó el botón del mando. Las paredes estaban cubiertas de estanterías enormes, y estas llenas de cajas que contenían sus pinturas y recuerdos, en definitiva, en aquel garaje, Diana había guardado todo el pasado de Olimpia. Un pasado que ahora ella debía desempolvar si quería volver a pintar como antaño.

Olimpia entró y se colocó en el centro mirando a todas partes, pensando en todo lo que allí había dejado. Se abrazó a sí misma, abrumada por el trabajo que tenía por delante, percatándose al rato de que los ojos verdes y curiosos de Noha la observaban desde la entrada con una pelota en las manos.

─¿Jugamos a la pelota, tía Oli? ─el pequeño entraba mirando a todas partes.

─La tía tiene que ponerse a limpiar todo esto, cucuruchito ─Olimpia se agachó para tenerlo a la altura de sus ojos─. Pero si quieres, puedes ayudarme a descubrir las cosas que mamá tiene aquí guardadas.

Noha asintió tirando su pelota lejos, mientras desviaba el rotros iluminado por la curiosidad de saber qué secretos habría allí.Olimpia se levantó y comenzó a mirar con más atención. Sus tres caballetes estaba guardados en un rincón, en las estanterías dela pared izquierda, pudo discernir unas cuantas cajas marcadas a bolígrafos, con el mensaje de pinturas y lienzos. En otra parte, otras cojas con su nombre le indicaban que ahí estaba su ropa, libros y demás recuerdos.

Olimpia suspiró y se remangó la rebeca de hilo que tenía. Cuanto antes empezara, antes terminaría; o eso era lo que quería creer. Comenzó por sacar las cajas que contenía los botes con pinturas al jardín aquello iría directamente a la basura. Retiró algunas cajas que parecían viejos trastos de Diana y Max, apuntes de la universidad de ambos, discos y viejos recuerdos de la pareja que fue clasificando en cajas y marcando con un rotulador para volver a guardar una vez terminara. Sacó fuera también los viejos caballetes para limpiaros y repasarlos. Noha miraba, tocaba y sonreía a Olimpia cada vez que ésta baja una caja.

─ ¡Ala! ¡Qué de cosas! ¿Vamos a pintar?

─En cuanto todo esté ordenado, nos sentaremos a pintar.

Noja le regaló una sonrisa arrugando la nariz, gesto que le recordó a su hermana y a ella misma. Poco a poco y con el paso de las horas Olimpia veía más ordenado y despejado el garaje. De todas sus cosas había tirado muchas a la basura, otras las había guardado y el resto lo había ordenado todo para que Diana no tuviera problemas. Pero aún quedaba el trabajo más duro de todos, sus lienzos y aquella vieja caja donde había enterrado recuerdos hermosos y a la vez amargos que no deseaba volver a desenterrar. Optó por ignorar aquella caja y dejar los lienzos tal y como estaban, envueltos para que no se estropearan. Diana estaría a punto de volver, y Noha estaba poniéndose impertinente debido al aburrimiento que lo asolaba.

Olimpia lo cogió en brazos para salir de la casita del jardín una vez que recolocó todos los tiestos de nuevo.

─ ¿Qué te parece si tú y yo nos vamos a almorzar algo cucuruchito?

Noha asintió con una sonrisa que mostraba sus pequeños y blancos dientecitos antes de abrazarse al cuello de su tía.

***

 Olimpia entró cogida de la mano del pequeño Noha en el viejo restaurante donde tantos veranos había pasado trabajando. Estaba igual que siempre, el olor a café recién hecho, zumo y hamburguesas. Cuantas horas había pasado en aquel restaurante limpiando y sirviendo a los clientes. Su corazón se aceleró y casi por instinto miró por el ventanal a aquel lugar que había tratado de evitar desde que se bajara del autobús calle abajo. Sólo unos segundos bastó para sentirse abordada por un torbellino de sentimientos que le oprimieron el pecho. Cerró los ojos pesadamente, y trató de recomponerse.

─¿Olimpia? ─una voz conocida la sacó de su trance. Ofelia la miraba sujetándose a la escoba con las dos manos. Estaba como siempre, salvo por las canas que ahora comenzaban a cubrir la raíz de su pelo, hacía tiempo que no pasaba por la peluquería. Sus ojos llenos de vida y sorpresa la observaban.

─¡Ofelia! Vamos, que no soy un fantasma.

Olimpia dejó al pequeño en el suelo para acercarse con los brazos extendidos hasta Ofelia. Ésta la miraba aún sin saber cómo reaccionar, hacía cinco años que no la veía. Aquella niña que ayudó a criar junto a su hermana, que tantas horas pasaron en su casa junto a su pequeña Anne, ahora era la mujer que tenía delante. Las lágrimas anegaron sus ojos y prácticamente se dejó caer en el abrazo de la muchacha.

─Mi niña, cuántos años sin verte.

─¿Olimpia?

Anne salió corriendo de detrás de la barra para abrazar a su vieja amiga. Olimpia se separó de Ofelia y recibió a la mujer pelirroja, su aroma a colonia fresca la embriagó. Sonrió ante la certeza de que Anne seguía usando la misma desde que iban al instituto.

─Vamos niña, ven a sentarte, tienes que contarnos muchas cosas.

Olimpia almorzó sentada en la barra junto a su sobrino, hablando con Anne y Ofelia por turnos, ya que tenían que seguir atendiendo el local. Por suerte los días entre semana no se llenaba mucho durante el almuerzo, así que podían hablar tranquilamente.

─¿Cuánto tiempo te quedarás? ─Anne la miraba con felicidad.

─Pues... unos seis o siete meses, supongo. No estoy segura...hasta que me desbloquee y pueda volver a pintar como siempre.

Ofelia le limpió los restos de helado de la cara a Noha, antes de hablar.

─¿Y dónde vas a quedarte? Si mal no recuerdo Diana transformó tu habitación en la de Noha cuando nació.

─ La tía Oli dormirá conmigo, yo quiero que duerma en mi camita, pero mami no quiere ─respondió algo triste al recordarlo.

Las tres mujeres rompieron a reír.

─Diana tiene un cuarto de invitados, pero... todo está muy cambiado, creop que me alquilaré un apartamento, además de un local para instalar mi estudio ─Noha hizo un mohín en su asiento y miró enfadado a su tía. Aquello no era lo que él esperaba. Resopló fuerte buscando la atención de las tres mujeres─. Cariño, es mejor que la tía se marche. Pero te prometo que podrás venir a dormir conmigo cuando quieras.

La respuesta no convenció del todo al niño, pero una trémula sonrisa que trataba de ocultar asomó a su rostro.

─¿Sabes? El viejo Alvin cerró la tienda, tal vez te lo alquile. Eras su mejor clienta.

Olimpia miró con curiosidad a Ofelia.

─¿La tienda de arte? ¿La que estaba detrás del taller de Daniel? ─Olimpia se mordió el labio inferior algo temerosa de la respuesta. Aquel local era amplio y si mal no recordaba, le daba la luz durante todo el día, por lo que seguramente podría convertirse en un estudio perfecto, pero su localización la aterraba.

─Sí, ese dónde siempre comprabas las pinturas y los lienzos. Puedo llamarlo luego y preguntarle. ¿Qué te parece?

Olimpia lo meditó unos segundos. No estaba segura de que fuera una buena idea, pero Waycross era pequeño y dudaba que pudiera encontrar un local mejor para instalar su nuevo estudio. Sobretodo sabiendo que en unos días le llegaría todas sus cosas. Su móvil sonó y se alejó para contestar, acercándose unos minutos después.

─Está bien Ofelia ─respondió cogiendo en brazos a Noha─, llama a Alvin... Anne ¿qué te parece si nos vemos mañana por la noche en el Turqoise? ¿Sigue aquel tugurio en pie?

Anne asintió y le sonrió dulce a su vieja amiga. 

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