39
Los últimos días de Olga en Georgia se le antojaron a Olimpia cortos y entretenidos. Su amiga siempre la divertía con sus charlas y la acompañaba en silencio cuando la pintora lo necesitaba; habían disfrutado de la playa en Jacksonville junto a Diana y Noha, habían salido de fiesta con Anne un par de noches más, y Olga le había hecho compañía mientras preparaba algunos cuadros para enviarlos a la exposición de Berlín.
─Tesoro ─comenzó la inglesa mientras miraba a Olimpia con el gesto torcido─ ¿Por qué demonios vas a mandar estos lienzos tan viejos? ¿No es mejor para la exposición que sean nuevecitos?
─Pintaré algunos más, pero... necesito que estos también se expongan. Todos forman parte de una misma historia.
Olimpia sonrió nostálgica al colocar el último cuadro que debía envolver y enviar a Berlín. Olga se acercó por su espalda y le entregó su cigarro encendido.
─Nunca entenderé tu arte, cariño... No te ofendas, pero ¿estabas borracha cuando pintaste este?
Olimpia no respondió y el recuerdo que aquel cuadro le traía le sacó una sonrisa aún más grande. Nunca le diría a su amiga que aquel fue el primer cuadro que pintó tras conocer a Travis. En aquel lienzo ella había dejado impreso los sentimientos que en aquel momento no sabía que tenía hacia él.
Un par de días más tarde, la pintora terminó de meter todos los lienzos envueltos y listos para, una vez dejase a su amiga en el aeropuerto de Atlanta, poder enviarlos por mensajero privado a la galería de Berlín.
Cerró la puerta trasera y le sonrió a su sobrino a través de la ventanilla. Noha la miró con los ojos medio cerrados; estaba muerto de sueño, pero se negaba a dejar a su tía sola ni un momento desde que volviera de California.
─Cucuruchito...─Olimpia se sentó en el asiento del conductor y miró a su sobrino que comenzaba a dormirse en la sillita de seguridad─. ¿Quieres quedarte en casa de la tita Anne? Te estás durmiendo y el viaje es largo.
Noha abrió los ojos de par en par y se agarró a su peluche; negó enérgicamente con la cabeza y sonrió. Pero en el momento en que Olimpia encendió el motor y colocó el espejo retrovisor, pudo ver que el niño se había quedado dormido. Sonrió para ella misma y negó exasperada. Ese niño era tan cabezota como Didi y Max juntos, y seguramente como ella, se dijo burlona.
Tras callejear un rato y dar con un aparcamiento bastante alejado del hotel dónde Olga se hospedaba, salió del coche, cogió a su sobrino en brazos y se encaminó hacia él. Miró la hora en su Smartphone. Apenas eran las siete de la mañana, pero sabía que Olga se quedaba siempre dormida y para colmo, tardaba muchísimo en arreglarse; por lo que, sin avisarle, decidió pasar a recogerla una hora antes. Seguramente terminarían saliendo tarde, pensó mientras ponía los ojos en blanco.
Llegó hasta la puerta de la habitación, recargó a su sobrino que dormía como un tronco sobre su hombro izquierdo y llevó una mano para llamar a la puerta; pero unas risas la frenaron en seco. Había alguien con Olga en su habitación, y aquella risa no parecía ser de un hombre precisamente. Olimpia puso los ojos en blanco y dejó caer los hombros negando exasperada.
Miró de reojo a su sobrino para asegurarse de que estaba completamente dormido, tomó su rebeca que colgaba de su bolso y le cubrió la cabeza.
─Será mejor asegurarnos de que no ves nada, Cucuruchito, o tu madre me matará y con razón ─susurró mientras lo acunaba para evitar que se despertase.
Olimpia tomó aire y llamó a la puerta decidida.
─Ya está aquí la nata que he pedido al servicio de habitaciones. ─La voz de la mujer que acompañaba a Olga se oía amortiguada al otro lado de la puerta. Pero al abrir ésta; Olimpia se quedó de una pieza.
─¡¿Anne?! ─los ojos verdes de Olimpia se encontraron con los de su amiga de la infancia que la miraba con miedo, vergüenza y sorpresa. Su mirada se posó después en Olga, que salía del baño en ropa interior─. ¡¿Olga?! ¡¡Voy a matarte inglesa depravada!!
─Oli... Oli, puedo explicártelo... ─Comenzó a decir Anne echándose a un lado mientras, Olimpia entraba gruñendo y sujetando la cabeza de su sobrino para mantenerla tapada.
─Tesoro, ya sabes que yo... bueno... ─Olga trataba de explicarse mientras con las manos en alto pedía tranquilidad a su amiga. Olimpia suspiró sonoramente.
─¿Tía Oli? No veo nada. ─Olimpia se alarmó, y mirando a sus dos amigas con cara de pocos amigos las apremió para que se metieran en el baño y se vistieran. Colocó la mano más fuerte sobre la cabeza de Noha, impidiendo que pudiera moverse.
─Tranquilo cucuruchito, duérmete.
El niño se revolvió en sus brazos, tratando en vano de quitarse la prenda que le cubría la cabeza. Por suerte para Olimpia, en cuanto el pequeño consiguió quitarse de encima la rebeca, Anne y Olga habían desaparecido en el baño.
Olimpia dejó al pequeño en el suelo que en seguida comenzó a curiosear a su alrededor con su osito de peluche a cuestas.
Olga salió la primera vestida con un albornoz y recogiéndose el pelo en una coleta alta. La mirada verde de Olimpia se cruzó con la soberbia de su amiga, que en un acto de orgullo levantó la cabeza.
─No tengo que darte explicaciones, ni avergonzarme de nada.
Olimpia suspiró exasperada, mientras se cruzaba de brazos y esperaba a que Anne saliera también del aseo.
La pelirroja salió con unos vaqueros y una camiseta que se había puesto al revés por las prisas. Aquello le sacó una sonrisa a Olimpia que trató de disimular desviando la mirada a su sobrino.
El pequeño se sentó en un sofá y miraba a su alrededor con los ojos cansados.
─Tía Oli, ¿no vamos a irnos?
─Claro, tesoro. ─Se adelantó a responder Olga con una sonrisa tierna en los labios─. La tita Olga se va a vestir y nos marcharemos al aeropuerto. Y dicho eso, la mujer cogió un vestido, un par de medias y unos tacones de su maleta, para dirigirse de nuevo al baño.
Anne se sentó en la orilla de la cama y miraba nerviosa a Olimpia. Ésta suspiró, y con gesto decepcionado se sentó a su lado.
─Anne, ¿qué te ha pasado? Ésta no eres tú. ─Comenzó a decir mientras le pasaba una mano por la espalda a su amiga, tratando de tranquilizarla.
─No me juzgues, Oli. Por favor, tu no. Bastante difícil es esto para mí...
Una punzada de dolor se clavó en su corazón.
─Jamás podría juzgarte. Es tu vida y la vives como quieres... ─Una sonrisa socarrona se dibujó en sus labios─. Pero... ¿Olga? ¿No podías haber elegido a otra?
Anne sonrió y se apoyó en su hombro dejando escapar un suspiro.
─¿Qué tengo de malo? ─gritó la aludida desde el baño.
─Que estás casada, ¡so loca! ─respondió la pintora poniendo los ojos en blanco.
Olga salió con los tacones en la mano y el pelo revuelto plantándose delante de las dos mujeres.
─¿Y desde cuándo eso importa? Sabes de sobra que George y yo tenemos una relación especial ─respondió poniendo énfasis en la última palabra─. Además, ¿te conté que ahora mantiene una relación con uno de los nuevos dibujantes? Se llama Tommy y es maravilloso... sabe lo que nos gusta a los dos y...
¡Olga! ─La interrumpió Olimpia mientras le señalaba a su sobrino que trataba de dormirse en el sofá─. Estoy harta de decirte que hay detalles de tu matrimonio que simplemente no necesito conocer.
Anne sonrió y se tapó el rostro con las manos sonrojándose. Olimpia la observó y se relajó, desde que había vuelto de Londres, era la primera vez que volvía a verle hacer aquel gesto que tan suyo era. Sentía que su amiga volvía a relajarse tras mucho tiempo, volviendo a ser la misma de siempre por unos segundos.
─Creo que te debo una explicación, Oli.
La pelirroja le tomó las manos y le sonrió, aunque en sus ojos, la pintora pudo ver un atisbo de tristeza y miedo.
─No tienes que explicarme nada.
─Sí, tengo que hacerlo; porque, por fin entiendo qué me sucede ─agregó Anne.
─Annie ─Olga se sentó a su lado en la cama y le acarició en la rodilla─. Ya te he dicho que no te sucede nada, lo que sientes es normal.
Olimpia las miró a ambas y esperó en silencio a que Anne se explicara.
─Oli, lo primero que quiero contarte es que... soy bisexual. ─Anne suspiró y prosiguió─: Eso... es algo que sé y acepté hace mucho tiempo. Me gustan las mujeres y los hombres en igual medida desde que soy muy joven. Pero...
Olimpia frunció el ceño, en parte estaba desconcertada por la declaración de su amiga. Pero, al vivir en un lugar tan variopinto y con unas costumbres tan abiertas como es Londres, sumado a todo lo que Olga le había enseñado en lo referente a la libertad sexual, no le terminó de sorprender al completo.
─¿Oliver lo sabe? ─Anne negó con la cabeza y dejó caer los brazos.
─Quiero a Oliver, siempre he estado enamorada de él desde que era niña, por eso he estado tan confundida estos últimos años. ─Anne hizo una pausa y miró al techo, tratando de evitar que las lágrimas cayeran por su rostro─. Siempre pensé que era bisexual porque, sabía que me atraían tanto las mujeres como los hombres... no le di importancia porque estaba enamorada de Oliver. Era feliz con él y no podía pensar en otra persona a mi lado que no fuera él... Pero, en el máster de secretariado, conocí a Helena. Nos hicimos muy amigas; siempre estábamos juntas y cuando Oliver no podía volver de Atlanta por sus exámenes, ella siempre estaba para consolarme... ─. Anne suspiró fuerte y paró unos segundos antes de continuar─: Cuando aborté, ella estuvo conmigo todo el tiempo, apoyándome, cuidándome... y yo comencé a sentir algo por ella.
─¿Por qué volviste con Oliver?
─Porque lo quiero, Oli. ─Se apresuró a responder─. Lo quiero con toda mi alma, aún estoy enamorada de él... pero a la vez, sentía muchas cosas por Helena, y todas eran muy parecidas a lo que siento por Oliver.
─Anne, creo que no te entiendo ─dijo Olimpia tratando de parecer paciente y sosegada. Aunque por dentro estaba rabiando, pues no entendía absolutamente nada de lo que su amiga le estaba contando. Las manos de Olga se posaron sobre los hombros de Anne, y ésta le sonrió.
─Vamos, Annie. No te preocupes, aunque esta cabezota no te entienda, no va a juzgarte. Créeme, Olimpia nunca lo hará. ─La voz de Olga, tranquila y serena, relajó a la pintora, que creía comenzar a entender algo.
─Lo que sucede, Oli... es que además soy poliamorosa. Olga me ha dicho que hay personas que son capaces de enamorarse y mantener varias relaciones sentimentales a la vez con varias personas. Y... eso es lo que soy; eso explica mis sentimientos hacia Helena. Me enamoré de ella de la misma forma de la que estoy enamorada de Oliver.
Olimpia se quedó en silencio. Olga le había hablado de ese tipo de relaciones. No las entendía, pero las respetaba. Suspiró un par de veces, tratando de asimilar toda la información que su amiga le estaba dando. Aunque había algo que no podía quitarse de la cabeza.
─¿Esa es la razón por la que dejaste a Oliver?
Anne asintió con tristeza.
─No estaba segura. Me confundí... no sabía de quien de los dos estaba realmente enamorada. Necesitaba aclararme.
─¿Por qué no le explicaste a Oliver todo esto? ─Olimpia sentía que un nudo se le formaba en el estómago. Oliver no se merecía aquel sufrimiento; cuando todo podía resolverse con una simple conversación.
─¿Y qué iba a decirle? ─preguntó con los ojos llorosos y casi en un susurro.
─Pues todo esto que me estás contando... ¿Sabes lo que está sufriendo porque cree que le odias? Ese hombre cree que todo esto es por vuestro hijo. ─Olimpia le cogió las manos a Anne y la miró con desesperación─. Oliver se merece que le des una explicación.
─Oli, Annie acaba de descubrirlo y entenderlo todo hace sólo unos días. Dale tiempo para que se termine de aclarar y asimilarlo todo; estas cosas no son tan sencillas. ─Olga sonrió paciente a su amiga y volvió a arropar a la pelirroja. Olimpia asintió.
─¿Qué pasó con Helena? ─Quiso saber la pintora.
─Hablé con ella, pero se asustó. Al parecer creía que yo era una depravada. ─Las lágrimas de Anne volvieron a cruzar su rostro. Olimpia la abrazó y la acunó en su regazo.
─Tranquila, Anne. No pasa nada.
─Pero, ya lo he superado ─agregó la pelirroja mientras se separaba de Olimpia y se limpiaba las lágrimas en el bajo de la camiseta─. Quiero a Oliver, Oli. Y ahora que entiendo todo, quiero que él lo sepa. Aunque... tengo miedo.
Olimpia le sonrió.
─Oliver te quiere. Entenderá todo lo que has pasado.
─Pero... ¿y si no quiere volver conmigo? ¿Y si le doy asco?
Aquellas preguntas salían con miedo de los labios de Anne, sus ojos anegados de tristeza, desesperación y frustración conmovieron el alma de Olimpia. Pero algo le decía que Oliver la amaba por encima de todo aquello.
─Volverá contigo, Anne. Está enamorado, tú eres su vida.
Olimpia le sonrió dulce, tratando de que su amiga se calmase. Ésta asintió y volvió a refugiarse en los brazos de la pintora.
─Tita Anne... ─Noha se había levantado del sofá y ahora se agarraba a las rodillas de ésta, mirándola con tristeza─. No llores... te traeré helado para que no te duela el corazón. Es lo que mami siempre me da.
Aquellas palabras sacaron una sonrisa a las tres mujeres, y lamieron el corazón roto de Olimpia, reparándolo y llenándolo de calor y luz.
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