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Olimpia se secó las lágrimas con un pañuelo de papel que Olga le había acercado mientras rememoraba y relataba a Anne todo lo que sucedió a su vuelta a Londres y antes de su matrimonio.

Sorbió por la nariz, y se quedó mirando los dos anillos de su mano izquierda. Durante unos segundos, los observó en silencio. Una alianza enfrentada a la otra, la sencillez de la plata frente al poderío del diamante. Cada una de ellas representaba a un hombre de su vida; y para ambas había cabida en su mano, pero no en su corazón, se lamentó.

─¿Entiendes ahora por qué debe volver a Londres con Nathan?

La voz suave de Olga dirigiéndose a la conmocionada Anne, la sacó de su ensoñación, haciendo que levantara la cabeza y observase a la pelirroja mirar en silencio su regazo. La chica asintió mientras una lágrima rebelde caía por su mejilla.

─Anne... ─Olimpia levantó la mano vendada atrapando entre sus dedos aquella lágrima. Los ojos dela pelirroja se clavaron en los suyos, su ceño estaba fruncido y su boca no era más que una fina línea apretada.

─¿Es por eso que Didi no fue a tu boda? ¿Por eso siempre está distante contigo? ─Olimpia asintió sonriendo triste─. ¿Por qué lo aceptaste?

─Eso fue exactamente lo que me preguntó Diana... ─sonrió triste Olimpia mientras se encendía uno de los cigarrillos que Olga le acercaba─. Trató de convencerme para cancelar la boda.

─¡Las dos lo tratamos, Olimpia! Pero no atendías a razones. Y ahora vuelves a hacer lo mismo.

La pintora dejó caer sus hombros mientras le daba otra calada al cigarrillo y cruzaba las piernas. No respondió al comentario de su amiga; simplemente la miró seria, escrutando y tratando de encontrar las palabras para seguir hablando. Negó en silencio y se levantó.

─Olimpia. ─La voz de Anne la llamaba seria─. ¿Por qué lo aceptaste? ¿Por qué te casaste con un hombre que permitió a su padre hacerte eso?

─No te molestes, Annie ─la interrumpió Olga, mientras bufaba─. Esas preguntas son las mismas que le hemos hecho Didi y yo durante estos años. Y aun no tenemos una explicación.

La pintora se acercó al ventanal y se apoyó en el marco de la puerta de cristal, observando el basto océano que se alzaba ante ella, imponente, frío y hermoso.

─¿Quieres una explicación, Olga? ─Olimpia la miró con los ojos entrecerrados por encima del hombro con una sonrisa torcida. Después de tantos años, en ese momento podía darle respuestas a ella, a su hermana y a sí misma─. Lo acepté porque estaba cegada. Me sentía traicionada. Travis me abandonó, me dijo que me había olvidado. Estaba furiosa y frustrada, lo único que me quedaba y con lo que podía hacerle daño era con Nathan. Creía que, si volvía con él, Travis regresaría a mi lado, suplicándome empezar de nuevo con él... ─Olimpia cerró los ojos y le dio otra calada al cigarro que sujetaba entre sus dedos─. Y si lo hacía, yo volvería a su lado.

─Pero no lo hizo, Oli ─repuso Olga triste a su amiga.

─No. No lo hizo... y aquello me enfureció aún más. No pensé lo que hacía, no medí las consecuencias de mis decisiones porque deseaba enamorarme de Nathan y olvidar a Travis. ─La pintora se giró y apagó el resto del cigarro en un cenicero que había en el tocador─. Lo intenté, lo deseé con todas mis fuerzas, me esforcé por quererlo... y lo logré. Quiero a Nathan, y fui feliz a su lado. Me prometió un sueño cumplido y me regaló más que eso.

─¿De qué hablas? ─preguntó Anne frunciendo el ceño, mientras Olimpia se sentaba mirando a las dos mujeres a los ojos. Con un ademán de su mano invitó a Olga a sentarse en la orilla de la cama, al lado de la pelirroja.

─Pasó un año desde mi boda hasta que sentí que mi vida estaba completa al lado de Nate. ¿Cómo no iba a ser feliz?... Lo tenía todo: era una artista reconocida, mi marido me bajaba la luna todas las noches y yo me sentía feliz y completa a su lado. Me esforcé y conseguí quererlo y necesitarlo... Incluso llegué a entender que aceptara firmar aquel contrato. Nathan quería hacerme feliz, tal vez sea una manera extraña, pero llegué a sentir que esa era la forma que él tenía de demostrarme que me amaba. Se había volcado completamente en mi carrera y en mí para contrarrestar el daño que me había causado aquel dichoso contrato. Todo lo que él hace gira en torno a mí y a mi carrera como artista; él me lanzó a lo más alto y tras dos años de exposiciones, trabajos y muchos esfuerzos, me consiguió la exposición en New York. ─Olimpia hablaba tranquila y serena, era la primera vez en su vida que sacaba a la luz aquellos sentimientos que siempre se había guardado para ella. Sonrió ante los recuerdos─. Estaba pletórico, y yo no podía hacer otra cosa que no fuera enorgullecerme de él. Pero Travis apareció en aquel momento y... ─Olimpia cerró los ojos, recordando el momento en que abofeteó al motero. Su mandíbula se tensó y sus puños se cerraron─. Me pidió que volviera a su lado, que lo abandonara todo por él, otra vez.

─¿Por qué no lo hiciste entonces? ─preguntó Anne con tristeza en la mirada.

─Nathan me amaba, y aquel amor me regaló un sueño cumplido, lo menos que podía hacer yo era mantenerme a su lado. Pero, aquella noche todo cambió. El amor que sentía por Travis y que yo creía muerto, reapareció. Calando de nuevo poco a poco, apagando la llama que Nathan había encendido en mi corazón. ─La pintora sonrió triste─. La felicidad es efímera y caprichosa, como las musas. Y tan rápido como aquella felicidad vino a mi vida, desapareció. Arrastrando mi pasión por pintar.

─¿Por eso volviste?

─Volvió porque yo se lo sugerí ─respondió Olga─. No sabes cuánto lo siento, Olimpia.

─No tienes que sentir nada, Olga ─Olimpia le sonrió─. Hiciste lo que cualquier amiga habría hecho. Y volver es lo mejor que me ha pasado. Amo a Travis... y eso es algo que ya no puedo negar más.

─Pero... lo perderás todo, tesoro. ¿Estás segura?

Olimpia negó con la cabeza.

─No estoy segura, Olga. Por eso necesito tiempo, necesito pensar y estar segura de lo que voy a hacer. Aunque amo a Travis, también quiero a Nathan. Y no lo quiero sólo por mi carrera como artista y todo lo que me ha dado. Sino porque realmente he llegado a quererlo y soy feliz junto a él.

─¿Significa eso que volverás a Londres, a su lado? ─preguntó Anne mientras se miraba las palmas de las manos tratando de dar con la respuesta a sus preguntas allí.

Olimpia se encogió de hombros.

─No lo sé. Ahora mismo, sólo necesito estar con Travis. Necesito comprobar si lo que siento por él es más fuerte que lo que siento por Nathan y la vida que tengo con él, o no. Pero necesito que me apoyéis con vuestro silencio.

Olga se acercó a Olimpia y le puso una mano en el hombro, mientras le sonreía triste.

─Nathan no se enterará de nada de esto, tesoro.

La pintora le acarició en la mano y le sonrió mientras asentía. Tras aquello, desvió los ojos a Anne, que la observaba con la boca torcida en señal de disgusto.

─¿Travis sabe algo de esto?

─No. Y no debe saberlo, Anne. Por favor, si él se enterase, no sé qué podría pasar o qué llegaría a hacer.

Tras unos instantes en los que la pelirroja parecía debatirse con ella misma, asintió.  

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