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30


Olimpia levantó la cabeza y miró a los ojos a Oliver, no sabía el tiempo que llevaba bailando abrazada a aquel hombre. Pero se sentía tranquila y reconfortada bajo el manto protector que su amigo siempre le brindaba. Éste le sonrió dulce, pero en su mirada se podía distinguir aún la tristeza. Olimpia se mordió el labio al recordar que nada más llegar Oliver le había pedido a Anne hablar a solas; no pudo evitar preguntarle.

─Oliver... ¿de qué hablabas con Anne?

Su amigo se mojó los labios y tragó saliva antes de hablar. En sus ojos aún había tristeza acumulada, pero algo le decía a Olimpia que un brillo especial le acompañaba. Tal vez fuera el alcohol que habían bebido, mezclado con la oscuridad de la sala y el cansancio del hombre, tal vez un rayo de esperanza.

─He decidido hacerte caso, voy a darle tiempo... me he disculpado por haberla presionado todo este tiempo, y por el daño que le he causado.

Olimpia le sonrió y asintió con la cabeza.

─Eso está muy bien... ¿qué te ha dicho ella?

─Ha aceptado mis disculpas, ha dicho que me echa de menos y que no quiere seguir así, pero tampoco quiere que volvamos.

─Tranquilo... lo superarás ¿vale? ─Olimpia se abrazó fuerte a su amigo tratando de consolarlo.

─¿Superarlo? ─Oliver se separó de ella, y sus miradas se cruzaron. La mujer vislumbró una sonrisa llena de vida dibujada en aquellos labios rojos y carnosos─. Olimpia, ha dicho que no descarta que volvamos. Aún tengo una oportunidad con ella.

Olimpia tragó saliva, sentía que el corazón se le aceleraba. Había algo que no terminaba de entender, algo que seguramente se le escapaba. Asintió esbozando una sonrisa tímida.

─Está bien... pero no te ilusiones demasiado ¿entendido?

Oliver volvió a abrazarla fuerte, encajando su rostro en el hueco del cuello de su amiga y susurrándole al oído.

─Todo va a salir bien, Oli. Lo presiento.

Olimpia cerró los ojos al sentir el calor del cuerpo de Oliver, y trató de ahogar las preocupaciones y pensamientos que le asaltaban. No sabía qué le había pasado a su amiga; pero esperaba, por el bien de Oliver, que el túnel en el que Anne se había metido hacía tiempo, estuviera llegando a su fin, y que ese final la llevara de nuevo al lado de él.

Tras unos minutos de tranquilidad en la que ambos amigos se reconfortaban mutuamente en silencio, bailando lentamente, la voz suave de Travis los obligó a separarse.

─¿Podría robártela un rato?

Oliver miró a Olimpia, quien le sonrió y asintió suavemente. Se soltó del agarre de su amigo y dejó que este se marchara.

Olimpia contuvo el aliento al sentir una de las manos de Travis acariciarle la piel de la espalda desnuda. Un escalofrío la recorrió como si de una corriente eléctrica se tratase, alojándose en su corazón. Elevó la mirada, y se dejó arrollar por los ojos azules de Travis, que la observaban intensamente. Sentía que su respiración se agitaba hasta acompasarse con el acelerado palpitar de su corazón, el cuerpo le temblaba violentamente. Los nervios la estaban traicionado y no entendía por qué. No era la primera vez que bailaba con él; pero lo sentía como si fuera así. Soltó todo el aire que tenía en los pulmones, Travis siempre la hacía sentir protegida y segura, pero esa noche, se sentía torpe, manejable e indefensa ante él. Miró preocupada hacia los lados, pero los dedos de Travis sobre su barbilla obligándola a mirarlo de nuevo la detuvieron.

─Se ha marchado, relájate ─le susurró el motero apoyando su frente en la de ella. Aquello la tranquilizó, y el nudo de su estómago se destensó, haciendo que cerrara sus ojos y se perdiera en el aroma que Travis desprendía.

En ese momento, una guitarra comenzaba a sonar, seguida de una voz rasgada. If the world leaves us, del desaparecido grupo Lady Luck, sonaba haciendo que Olimpia se recostase sobre Travis. Encajó su rostro en su cuello, y sin poder evitarlo, enredó sus dedos en el pelo de él, acercándose cuanto le era posible. Sentía la mano del motero acariciarle la columna suavemente con sus dedos, haciendo que la tensión y el deseo se fuera agarrando a sus entrañas poco a poco.

Olimpia se mordió el labio inferior al recordar lo que Rachel le había dicho unos días antes, y la frustración y la desolación de saber que el hombre al que abrazaba se había entregado a aquella mujer la invadieron. Deseaba urgentemente separarse de él y poner espacio entre los dos, de manera que se movió un poco, separándose y cruzándose con su mirada de nuevo.

─¿Estás bien? ─Travis la miraba preocupado, y eso la confundió. Tragó saliva, y se humedeció los labios. Deseaba hablar, pero las palabras morían en su garganta.

─Yo...

Travis la abrazó contra su pecho de nuevo, colocando una de sus manos en su nuca y obligándola a recostarse de nuevo contra él. La acunó y le besó en la cabeza. Aquel gesto hizo que todos sus miedos se evaporasen. Olimpia cerró los ojos y se perdió en aquel cuerpo que la consolaba. No había cambiado desde entonces, todo lo que Travis siempre le había hecho sentir parecía seguir allí, con cada gesto, caricia y mirada. Pero el remordimiento por mentirle a Nathan, y el dolor que le producía saber que el mecánico seguía acostándose con Rachel y seguramente consolándola de la misma manera que a ella, aunque sólo lo hiciera para protegerla a ella, la estaban consumiendo.

─Todo saldrá bien, Oli. Te quiero, mi vida.

Aquellas palabras removieron el corazón cansado de Olimpia, haciendo que se abrazara más fuerte al cuello de Travis. Sus labios rozaban la suave piel de su cuello, el calor que desprendía la quemaba. Un pellizco se alojó en su bajo vientre, el deseo de besarlo y fundirse con él amenazaba con hacerla perder el control. De forma que se separó suavemente de él, lo miró a los ojos y con dulzura, enredó sus dedos a los de él, guiándolo hasta la barra del bar.

Travis miró el reloj de su muñeca, no sabía el rato que había estado abrazado a Olimpia, absorbiendo su perfume y disfrutando de la suavidad de su piel y la cercanía de su calor. Pidió un par de cervezas y la miró de reojo. Estaba preciosa, aquel vestido largo dejaba su espalda completamente al aire, mostrando la enorme mandala india que llevaba tatuada; sus brazos y su pierna derecha también estaban expuestos. Su melena negra caía por sus hombros, y su mirada verde estaba perdida en la pantalla de su Smartphone. Travis se mordió el carrillo interno, tratando de aplacar el deseo de poseerla allí mismo. La idea de pasear la yema de sus dedos por debajo de aquel vestido, de morderle los labios y oírle gemir su nombre en su oído lo encendía. Zarandeó la cabeza, desviando la mirada hacia otro lado; aquello no podía ser, no hasta que Olimpia tomara una decisión. Pero el motero no veía el momento de volver a tenerla sólo para él, de fundirse con ella en un solo cuerpo, y volver a ser uno el resto de sus días.

─Las chicas se han marchado, y Oliver también ─la voz de Olimpia lo sacó de su ensoñación. La miró abrumado, y luego se percató que el camarero ya había servido las cervezas y esperaba que le pagasen. Travis entregó un billete de cinco dólares al chico por ambas cervezas y le dijo que se quedara el cambio. Tras terminarse las cervezas, el motero volvió a mirarla.

─¿Salimos fuera? Estoy mayor para estos sitios ─Olimpia asintió con una sonrisa de alivio mientras se adelantaba.

La noche era fresca, y el aire lo despejó un poco. La música y el barullo de la discoteca mermaban su cabeza, y el silencio de la noche y la humedad lo relajaron, haciendo que pensara con más claridad. Sacó un par de cigarros de su paquete, y le tendió uno a Olimpia que aceptó con un sencillo gracias mientras se encogía de hombros. Travis encenció el cigarrillo de ella y, sin demora, se quitó la vieja chupa de cuero, colocándosela. Olimpia cerró los ojos aliviada por el calor que le proporcionaba la prenda, eso lo serenó.

Se encendió su cigarrillo, mientras la observaba de reojo absorber el humo del suyo. Fue entonces cuando volvió a fijarse en la venda de su mano derecha. Sin poder evitarlo, la tomó con sus manos y le dio un beso en la palma de la mano.

─¿Qué te ha pasado, Oli? ─Los ojos verdes de la pintora lo miraron y una chispa de tristeza se anidó en el fondo de su iris. Travis tragó, y el silencio de ella le gritaba que esas heridas tenían algo que ver con él─. Olimpia, por favor, háblame.

─Estoy bien, sólo me he golpeado ─respondió casi en un susurro antes de soltarse de su agarre y regalarle una sonrisa torcida. Algo le sucedía al amor de su vida, y Travis estaba dispuesto a descubrirlo.

─Vamos, iremos a un lugar más tranquilo. Tengo que hablar contigo.

Olimpia asintió y tiró el cigarrillo, siguiéndolo hasta Harley que estaba aparcada a sólo unos metros de ellos. Veinte minutos de paseo en moto los separaban de los caminos que daban al lago de Waycross.

Tras dejar la moto, Olimpia se descalzó. Travis suspiró al verla de nuevo con su chupa de cuero y los zapatos en la mano. Por alguna razón, aquella imagen le trajo el recuerdo de la primera vez que se acostaron juntos la noche del baile de graduación de ella. El motero sonrió nostálgico.

─¿Qué te hace tanta gracia?

Olimpia lo sacó de sus recuerdos, con una mirada curiosa y una sonrisa doblada.

─Nada, me he acordado de algo.

Y sin querer evitarlo, entrelazó sus dedos a los de la mano izquierda de Olimpia, guiándola por el parque hasta sentarse en un banco de piedra que había entre los árboles, oculto.

Los grillos cantaban, y un búho se unía creando una atmósfera relajada, el frufrú de las hojas de los árboles al moverse por la ligera brisa nocturna le daba el toque íntimo que Travis necesitaba para tratar de descubrir que agitaba el corazón de Olimpia.

Se llevó la mano de ella hasta los labios y besó el dorso suavemente, mientras sus miradas se cruzaban. El calor de la mano de ella sobre sus labios, lo comenzó a despertar. Pero aquel no era el momento, se dijo. Le acarició el rostro, y disfrutó al ver cómo ella cerraba los ojos, dejando caer el peso de su cabeza sobre la caricia que él le regalaba.

─Mi vida... ¿qué pasa? ─Una lágrima caía tímida por la mejilla de Olimpia, un ligero espasmo le indicó que rompería a llorar en cualquier momento. Sin poder evitarlo, la tomó entre sus brazos, abrazándola y besándole en la cabeza─. Olimpia, por favor... te lo ruego. Dime qué sucede.

─Estoy bien ─se lamentó. Pero aquel tono sólo hacía que él la abrazara más fuerte, acunándola. Sólo deseaba protegerla, tenerla a su lado todos los días y noches de su vida, ser uno con ella y que aquella pesadilla terminara. Tras unos segundos, Olimpia comenzó a reír entre sollozos, lo que hizo que el mecánico se separase de ella y la mirase extrañado.

─Es sólo que... ─comenzó desviando sus ojos verdes hacia la oscuridad de la noche─. Es una estupidez. Sabía que sucedería... pero una parte de mí no quería creerlo... y ...

─¿De qué estás hablando? ¿Qué es lo que ha sucedido?

Olimpia se levantó de un salto, y rompiendo en llanto lo miró acusadora.

─Ha sucedido lo que debía pasar, Travis. Estás casado... y sé que es normal que te entregues a Rachel, pero...

Travis se levantó acercándose a ella. Se lamió los labios, humedeciéndolos; sentía la boca seca, y un nudo en su garganta le impedía hablar. Olimpia se había enterado que se había acostado con su mujer, seguramente porque ésta se lo había dicho. La ira lo invadía y lo embriagaba, evitando que pudiera pensar con claridad. Deseaba poder ir donde Rachel y acabar con todo; pero aquello no podía ser.

─¿Rachel te lo ha contado? ─Olimpia asintió mientras se abrazaba a sí misma─. Olimpia yo... no quería, por favor... entiende que...

─No tengo nada que entender ─la pintora sorbió por la nariz y se giró, tratando de secarse el rostro con el dorso de las manos, pero lo único que había conseguido era correr toda la pintura─. Es tu mujer. Yo también...

Las dos últimas palabras se le clavaron a Travis en lo más profundo de su corazón. Aunque Nathan estaba lejos, ella también se entregaría a él si lo tuviera cerca; y esa certeza lo enloqueció, comprendiendo así lo que Olimpia sentía en ese momento. Se abalanzó sobre ella, estrechándola contra él. Necesitaba tenerla cerca, aspirar su aroma, su calor; le urgía protegerla, cuidarla, pero, sobre todo, tenía que hacerle ver que sólo la amaba a ella. La miró a los ojos y en un segundo rompió la distancia que los separaba, fundiendo sus labios en los de ellas. Un beso desesperado y cargado de miedo. Miedo a ser rechazado, miedo a no ser el elegido.

─Yo sólo te amo a ti, mi vida. Lo hice para protegerte, para protegernos a los dos. Por favor... sólo tú puedes ponerle fin a esto, Olimpia. Dime que la deje, y lo haré. Te lo juro, mi amor ─susurró a sus labios justo antes de volver a besarla. Pero esta vez, con más calma.

─No... necesito tiempo, Travis. Tengo que aclararme... es sólo que... saber que tú y Rachel... me hierve la sangre.

Y sin avisar, ésta vez fue Olimpia quien rompía la distancia. Sus labios suaves y húmedos, sabían salados por el llanto y las lágrimas que mojaban su rostro. La lengua suave de Olimpia se paseó pidiendo permiso para invadirlo, y Travis no le puso impedimento, dejándola entrar en su boca y en su alma con aquel beso. Las manos de ella subieron hasta enredarse en su cabello, las del mecánico bajaron hasta sus muslos y la elevó sobre su cintura, llevándola hasta el banco. Travis se sentó, manteniéndola a ella a horcajadas sobre él.

El beso que Olimpia le regalaba despertaba en Travis el deseo y la pasión que trataba de contener desde hacía tiempo. Poco a poco, fue subiendo la intensidad y la tensión que los envolvía. Sus lenguas bailaban bajo la música que sólo sus corazones podían escuchar, una música vieja que poco a poco iba sonando más fuerte. Una mano del motero se coló por la abertura lateral de la falda de Olimpia, subiendo por su muslo hasta dar con su nalga, donde Travis clavó sus uñas. Estaba fuera de control, y el mordisco que ella le regaló en el labio inferior lo despertó por completo.

El mecánico sentía el calor del cuerpo de Olimpia sobre su erección, deseaba poseerla allí mismo. Hacerla suya y demostrarle que en su corazón sólo estaba ella, sólo ella era dueña de sus pensamientos.

─Olimpia ─gimió en sus labios, mientras trataba de quitarle el lazo del cuello del vestido─. Soy tuyo, mi vida. Déjame demostrarte que sólo te amo a ti. Que tú eres la única.

De un rápido movimiento, Travis la recostó sobre el banco de piedra, y se tumbó sobre ella, besándola en el cuello.

Olimpia lo besaba, mordía y clavaba las uñas en su espalda pidiendo más. La mano del motero terminó por agarrar y tratar de robarle la ropa interior.

─Travis ─susurró Olimpia en su oído, pero no pudo continuar, pues al oír su nombre, el motero le selló los labios con otro beso. Pero, de un movimiento rápido y cogiéndolo por sorpresa, la mujer se deshizo de su agarre y lo obligó a separarse de ella─. ¡No!... Por favor, aún no. Necesito tiempo, Travis.

El motero se separó de ella, dejando que se incorporarse. Se sentía avergonzado por su comportamiento impulsivo. Pero en el fondo de su corazón se sentía feliz y pletórico; Olimpia le había correspondido, ella lo deseaba tanto como la deseaba él. Y aquello lo animaba a seguir luchando por terminar de pintar aquel cuadro que una vez comenzaron. 

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