29
Olimpia se miró de nuevo frente al pequeño espejito de la cómoda de su dormitorio mientras se pintaba las pestañas bajo la atenta mirada de su sobrino.
─¿Por qué te pones guapa, tía Oli?
─Voy a salir con unas amigas y para eso tengo que estar guapa, cucuruchito ─respondió mientras sonreía a su sobrino arrugando la nariz.
─¿Y no puedo ir contigo? ─añadió con cierta tristeza mientras desviaba su mirada verde a la punta de sus zapatitos.
Olimpia se giró y le sonrió abriendo los brazos e invitando al pequeño a acercarse. Éste corrió y se dejó coger para sentarse en el regazo de su tía.
─Hoy no, cariño. Pero te prometo que iremos al parque mañana a dar un paseo con Garfield, ¿qué me dices?
Noha asintió en silencio, pero Olimpia pudo ver en los ojos del niño un brillo de decepción. Lo abrazó y acunó contra su pecho, regalándole un beso en la frente. En ese momento, la cabeza de Diana asomaba por el umbral de la puerta.
─Oli... ¿Estás lista?
Olimpia sonrió y asintió, dejando a Noha en el suelo. Se acercó descalza hasta la cama y se calzó unos stilettos altos. Los ojos azules de Diana la escanearon con una ceja en alto.
─La tía Oli está más guapa que tú, mami ─sonrió Noha mientras se tapaba la boca con sus manitas, haciendo sonrojar a Olimpia.
─Sí, eso parece ─respondió su madre mientras con burla observaba a su hermana─. ¿No crees que te has arreglado demasiado? Sólo vamos a cenar y a tomar unas copas.
Olimpia se rio.
─No conoces a Olga, hermanita ─suspiró exasperada al pensar en toda la tabarra que su amiga le había dado hasta conseguir que accediera a ponerse el vestido burdeos que Nathan le regaló.
─¿Crees que debería cambiarme y ponerme un vestido en vez de estos vaqueros?
Olimpia asintió mientras revisaba los Whatsapps que Olga le enviaba.
─Sí, a menos que quieras escuchar a Olga toda la noche quejarse que ha venido a un pueblo de paletos que no saben vestirse para salir.
Diana torció el gesto y cogió en brazos a su retoño, saliendo lentamente de la habitación.
─En ese caso, avisaré a Rachel para que se arregle un poco más.
Aquel nombre hizo que Olimpia diera un respingo y abriera los ojos de par en par buscando a su hermana.
─¿Has llamado a Rachel?
Diana se giró, pues ya había atravesado medio pasillo y la miró, con lo que Olimpia creyó que era sorpresa por su reacción.
─Claro que la he llamado, es mi amiga. ¿No pensarás que voy a pasar toda la noche sólo con tus amigos?
─¡Anne y Oliver también son tus amigos!
Diana se giró restando importancia a la situación.
─Lo sé... no te preocupes por Rachel y Travis. Seguramente sólo hablarán con Max y conmigo. Tú podrás centrarte en Olga, Anne y Oliver... espero que esos dos no se maten ─añadió en casi un susurro, antes de seguir su camino.
Olimpia se dejó caer sobre el marco de la puerta. Se llevó una mano a la sien e hizo presión sobre el puente de la nariz. Aquello era demasiado, se sentía mareada y sobretodo, traicionada por su hermana. La ira comenzó a recorrerle el cuerpo, sólo deseaba pasar una noche agradable con su hermana y sus viejos amigos, y Diana lo había estropeado llamando a Rachel y Travis. Por supuesto, no le importaba la presencia de Max en la cena, su cuñado era un hombre agradable y amigo de Anne y Oliver; pero no sería capaz de soportar la situación y la tensión que se crearía al estar ella cerca de aquella pareja. Se llevó una mano al pecho, el corazón latía agitado y su respiración era casi un jadeo. No sentía que sus pulmones se llenasen con el aire que trataba de coger, y un nudo enorme se coló en su garganta haciendo que las ganas de gritar y de llorar se fundieran en su cuerpo. Golpeó con el puño cerrado la pared. El dolor que aquel gesto le provocó en los nudillos la relajó. Soltó todo el aire que tenía en los pulmones y trató de relajarse durante unos minutos. En ese momento, Noha volvía a entrar en su dormitorio.
─Tía Oli, mamá quiere que vayas a su cuarto ─Olimpia forzó una sonrisa y tomó de la mano al pequeño que miró sus nudillos con los ojos abiertos─. ¡Tienes pupa en la mano!
Olimpia llevó su mirada hasta donde el pequeño le señalaba asustado. Unas pequeñas heridas se habían abierto y un hilo de sangre caía entre sus dedos, manchando así a Noha. Maldijo en silencio y salió corriendo a tratar de sanar sus heridas.
─¡No entiendo por qué demonios tu hermana ha traído a esa loca!
Olimpia puso los ojos en blanco mientras abría la ventanilla de la parte trasera del todoterreno de Oliver.
─Anne, es su amiga... es normal que...
─¡Tú cállate! Nadie te ha dado vela en este entierro ─interrumpió la pelirroja a Oliver señalándolo con un dedo, y con el rostro congestionado.
En ese momento Olga sonrió y desde el asintió trasero, llevó una mano al hombro desnudo de Anne para acariciarla.
─¡Ja! Eres una fiera Annie. Te adoro, en serio.
Olimpia miró seria por la ventanilla, ignorando todo lo que en el coche se hablaba y se decía. Oliver trataba de defender a Diana, Anne discutía con él porque no estaba de acuerdo y Olga hacía chistes porque Oliver era incapaz de defenderse de los ataques de la pelirroja y del rostro de ésta, encendido como si de una cerilla se tratara. Aunque en otro momento, toda aquella conversación seguramente le habría hecho gracia, y se habría reído de los chistes de Olga tratando de relajar el ambiente, en ese momento sólo deseaba bajarse del coche y salir huyendo.
Tras más de quince minutos de callejear, Oliver aparcó el enorme coche frente a la discoteca de moda que habían abierto en el pueblo vecino. Olga se había empeñado en salir a bailar y el viejo Turqoise ahora sólo era un bar dónde poder beber y jugar al billar. Por suerte para ella, Anne sabía de la existencia de esa discoteca, pues la había frecuentado con unas amigas en los últimos años.
Olimpia salió del coche y miró a su alrededor, un enorme aparcamiento rodeaba el local. Un edificio rectangular negro con luces de neón azules le daban un aire moderno y cosmopolita que la pintora no creía capaz de encontrar en aquel lugar tan escondido en medio de la maleza de Georgia. Miró de reojo cómo Oliver se acercaba a Anne.
─¿Podemos hablar? ─oyó que le decía casi en un susurro.
Olimpia sintió como el corazón se le paraba en los pocos segundos que Anne tardó en asentir y seguir a Oliver hasta un lugar apartado. En ese momento, la mano de Olga se ciñó a su cintura, abrazándola.
─Vamos, cielo... No hay mujer más fuerte que tú. No dejes que esto te estropee la noche ¿de acuerdo?
Las palabras y el tono dulce de Olga le acariciaban el alma, consolándola y sintiendo que ella seguía allí cuidándola. Tragó saliva. Su amiga la conocía, y aunque no se lo dijera abiertamente, sabía que le había mentido. Olimpia le regaló una sonrisa torcida. Olga nunca la había juzgado y tampoco lo hacía en ese momento, aun habiéndose dado cuenta que ella sentía algo por el mecánico.
Travis suspiró. Tenía las manos de Rachel alrededor de su cintura, sus muslos desnudos se apretaban tiritando a los suyos. Puso los ojos en blanco de nuevo. No entendía por qué se había puesto aquel vestido y luego se había empeñado en ir en la Harley, sabiendo que pasaría frio. Había tratado de disuadirla y de ir en su coche, pero ésta se había negado alegando que le apetecía pasear en su moto, ya que era algo que casi nunca hacían.
Al pensar en el vestido de Rachel, no pudo evitar compararla con Olimpia; en la piel la espalda tatuada de la pintora al aire, aquellos tacones que estilizaban sus piernas tatuadas y a la vista gracias a la apertura lateral de su vestido. Sintió la presión del vaquero sobre su miembro que crecía por momentos. Carraspeó y se movió incómodo en el sillín de la moto, esperando que Rachel no se diera cuenta de su erección.
Tras unos minutos, aparcó la moto en la entrada de la discoteca, donde lo esperaban ya el resto de los asistentes. Se bajó de la moto, y miró de nuevo a Rachel, que le sonreía dulce e inocente. Por alguna razón, aquella sonrisa no le terminaba de convencer. Su mujer se había comportado extrañamente amable con Olimpia y el resto del grupo.
Un extraño pellizco se coló en su estómago, sentía que algo iba a suceder esa noche. Suspiró fuerte y guardó el casco que Rachel le tendió mientras ella se alejaba para entrar en el local con Diana y Max.
Olimpia estaba apoyada sobre una pared, sosteniendo un cigarrillo con la mano completamente vendada. Apenas le había dirigido la palabra por miedo a provocar a Rachel, pero ella acababa de entrar en el local, de manera que se sintió aliviado. Se acercó a Olimpia mientras se encendía un cigarro.
─¿Qué te ha pasado, Oli?
Los ojos verdes de Olimpia se clavaron en los suyos, mostrándose desconcertada y casi irritada.
─Nada ─el tono de la pintora era brusco y serio─. Estoy bien, vamos a entrar antes de que alguien se preocupe más de la cuenta.
Travis tragó saliva y observó como la mujer de su vida se adentraba en aquella discoteca dejándolo solo y descolocado. No sabía que le pasaba, pero sabía quién le causaba ese mal estar. Sentía la sangre hervir dentro de sus venas; tiró el cigarro con violencia y la siguió.
La noche avanzaba y Travis seguía pegado a la barra de la discoteca con un vaso de Whisky en la mano, Rachel estaba sentada en un taburete a su lado, mirándolo molesta con los ojos vidriosos del alcohol. Su mujer había tratado de convencerlo para salir a bailar varias veces, pero éste se había negado. Paseó su mirada por la pista de baile, localizando rápidamente a Max y Diana que bailaban pegados, mirándose embobados el uno al otro; seguían tan enamorados como el primer día que se conocieron hacía ya tantos años. Siguió el recorrido y dio con Olga y Anne que hablaban entre ellas apoyadas en una mesa alta sonriéndose y disfrutando de la noche. Y al final, en un rincón de la pista, Olimpia bailaba abrazada a Oliver.
Travis se quedó mirándola embelesado, la pintora tenía la cabeza recostada sobre el pecho de su amigo, los ojos cerrados y su expresión relajada le decían al motero que aquella mujer se sentía tranquila y protegida bajo los brazos de Oliver. En ese momento un pellizco de celos se coló en su pecho, sacándole una sonrisa irónica.
En ese momento, una palmada en la espalda lo sacaba de su ensoñación.
─Travis, tú mujer está aquí mismo... ten cuidado porque no está ciega ─le susurró Max al oído mientras señalaba disimuladamente a Diana y Rachel mientras éstas se alejaban camino del aseo.
Travis asintió dejando escapar un suspiro, y siguió mirando en dirección a Olimpia y Oliver. Tras unos minutos, Diana volvió a aparecer con Rachel a cuestas. Travis la miró y puso los ojos en blanco, había bebido más de la cuenta y casi no se sostenía en pie. Tenía los ojos llorosos y se abrazaba a su amiga.
─¿Qué demonios le pasa? ─preguntó molesto a Didi.
─Está borracha ─respondió mientras ayudaba a sentar a Rachel de nuevo en el taburete. Travis la miró de arriba abajo, su mujer no controlaba nunca la cantidad de alcohol que tomaba.
─No entiendo qué coño te pasa, Travis ─dijo la mujer arrastrando las palabras y dejándose llevar por un llanto desconsolado─. Te quiero, siempre te he querido... y tu...
─Será mejor que te pida un taxi y te marches a casa ─respondió mientras se deshacía de las manos de su mujer, que trataba en vano de aferrarse a su camisa.
─No... Estoy bien... yo sólo necesito... ─Rachel sorbió por la nariz y volvió a romper a llorar─ necesito que me quieras, Travis.
Didi la abrazó, y trató de consolarla.
─Lo que necesitas es irte a la cama, Rachel ─agregó serio Max─. Vamos Didi, la llevaremos a casa. De todas formas, yo estoy cansado y extraño a mi hijo.
Diana miró a Travis, seguramente esperaba que les siguiera, pero el motero simplemente se encogió de hombros, dándole a entender que no pensaba moverse de allí. Observó en silencio cómo el trío se alejaba y salía por la puerta del local, con suerte, su mujer se despertaría sin apenas recordar lo que había sucedido.
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