23
Olimpia se sentó en la enorme cama de matrimonio de su hermana con Garfield entre sus manos, mientras observaba cómo Diana se arreglaba con esmero.
─Estás muy guapa, Didi... ¿dónde iréis?
─No tengo ni idea, la verdad es que ha sido todo improvisado ─Diana se encogió de hombros.
Olimpia se levantó de la cama, le acarició un hombro y bajó a la sala de estar, dejando al perro en el suelo a los pies de su padre que veía el partido de los martes. La mujer le acarició el pelo y siguió su camino hasta la cocina en busca de su cuñado.
Max estaba ya arreglado con una preciosa americana gris perla, una camisa entallada blanca y unos vaqueros azul marino, terminando de darle de cenar a Noha.
─¡Tía Oli! Papá y mamá se van y no me quieren llevar.
Olimpia le sonrió y se sentó al lado del pequeño, mirando de soslayo a su cuñado.
─Bueno, nosotros nos quedaremos en casa, veremos una peli divertida y comeremos helado ¿qué te parece?
Noha asintió sonriendo tratando de tragar la cucharada de verduras que Max le había dado en ese momento.
─Oli, si Diana se entera que vas a darle helado en la noche va a matarte.
─Solamente si se entera, ¿no crees? ─Olimpia le guiño un ojo y volvió a mirar a su sobrino─. Nosotros no vamos a decirle nada a mamá ¿verdad, cucuruchito?
─No, es un secreto ─respondió mientras se llevaba un dedito a la boca indicando que estaría calladito.
─¿Qué es un secreto? ─la voz de Didi hizo que su hijo diera un respingo en la silla y buscara el respaldo de su tía. Olimpia sonrió y le acarició los rizos rubios que le caían por la nuca.
─Nada, Didi. Eso es algo entre mi sobrino y yo.
Noha rio tratando de taparse la boca con sus manitas mientras su tía se levantaba en busca de una cerveza al frigorífico.
Tras abrirla, Olimpia se dejó caer en la encimera, observando mientras Diana le daba dos besos a su sobrino y Max terminaba de recoger los cacharros de la cena.
─Oli, volveremos tarde. Por favor, a las diez Noha debe estar dormido en su cama ¿entendido?
─¿A las diez? Didi, ¡son las nueve! ─respondió mirando su reloj de muñeca.
Diana salió de la cocina con su hijo en los brazos, dejándola sola con Max, quien le sonrió y se acercó a ella.
─Olimpia, a las once en esta casa, todos deben estar durmiendo, son sus normas ─Olimpia suspiró exasperada, pero la mano de Max atrapó suavemente su brazo antes de que el rubio se acercara a su oído ─. Nadie te culpará si bajas al jardín trasero... digamos, a eso de las once y media ¿vale?
Olimpia lo miró extrañada mientras Max se marchaba con una sonrisa misteriosa hacia la entrada. La mujer asintió, más para ella que para él, no sabía qué encontraría cuando bajase a esa hora, pero lo había entendido perfectamente, y un pellizco nervioso se coló en su estómago.
Travis apagó la colilla en el cenicero y entró de nuevo en casa, paseando su mirada por el salón. Rachel se había quedado dormida viendo las noticias. Pensó por un fugaz segundo en taparla con la ligera manta que colgaba del reposabrazos del sofá; pero aquello podría despertarla y seguramente le preguntaría. Lo mejor era salir por la puerta lo antes posible y preocuparse del interrogatorio a su vuelta. Cogió la chupa de cuero, su Smartphone y las llaves de la Harley antes de dirigirse camino al garaje.
Miró su vieja moto, a pesar de tener más de quince años, seguía intacta. La había cuidado y mimado siempre. Sonrió perverso al recordar que su mujer siempre le decía que la quería mucho más que a ella. Y en parte, no se equivocaba. Aquella moto había vivido con él mucho más que ella, y había disfrutado de los mejores y más felices momentos de su vida.
Acarició el manillar suavemente, recordando.
─Siempre digo que quieres más a esa vieja moto que a mí ─la voz somnolienta de su mujer lo sacó de sus pensamientos─. ¿Vas a salir?
Travis asintió mientras pulsaba el botón del mando que accionaba la apertura de la puerta. Miró de reojo a Rachel que lo observaba con el ceño fruncido y abrazándose a sí misma.
─¿Puedo saber a dónde demonios vas a estas horas?
─Voy a dar una vuelta con la moto. Estaré de vuelta en un par de horas ─torció el gesto pensando en lo que iba a hacer, una punzada de dolor se coló en su pecho─. Tal vez antes.
Rachel asintió antes de entrar de nuevo en la casa y dejarlo solo con sus pensamientos. Travis suspiró aliviado, aunque sabía que su mujer lo estaría despierta esperando a su regreso. El ceño del motero se frunció mientras se colocaba el casco negro y se acomodaba la chupa de cuero, su mujer estaba muy extraña desde que Olimpia había llegado, y eso era algo que Travis no había pasado por alto y tenía muy en cuenta. Max tenía razón, se dijo, debía ir con mucho cuidado si quería que todo saliese bien.
Arrancó y salió del garaje cerrándose la puerta automáticamente tras él. En tan sólo diez minutos había llegado a su destino. La calle estaba en silencio, sólo alumbrada por las farolas. Metió la moto en el pequeño callejón que había entre dos casas, ocultándola así de la vista de nadie. Bajó y atravesó el callejón hasta llegar a la vieja verja que había saltado más de una vez en su juventud. Trató de agarrarse a ella con una sonrisa en los labios, pero estaba algo mayor y la agilidad de la veintena ya no lo acompañaba, de forma que calló de bruces en el jardín haciendo un ruido sordo que esperaba no despertara a nadie.
Levantó la vista buscando por todas partes, cruzando sus ojos con los verdes de Olimpia que la miraba entre asombrada y divertida, mientras se acercaba a él con los brazos cruzados en el pecho.
─¿Travis? ¿Qué demonios estás haciendo? ¿Sabes que aún tenemos puertas en esta casa? ─aunque estaba oscuro, el motero pudo ver una sonrisa traviesa en aquellos labios perfectos. La mujer le tendió una mano que él acepto, ayudándole así a incorporarse─. Vamos.
Olimpia lo guió hasta la cocina, dónde le invitó a sentarse mientras le preparaba una taza de café. Travis no pudo evitar mirar todos sus movimientos, sus caderas, sus ojos verdes, y su sonrisa divertida por el lamentable espectáculo que acababa de dar. La mujer le puso una taza de café delante de él, mientras se sentaba a su lado dándole un sorbo a la suya. El motero tomó la suya entre las manos y la miró en silencio.
─Café sólo, sin azúcar. Cómo siempre.
Travis sonrió y de un trago se lo tomó. Aquella mujer lo conocía casi a la perfección y aún, tras tanto tiempo recordaba aquellos pequeños detalles que eran los que alimentaban aquel amor. Un miedo irracional le atravesó el pecho, ahondando en su corazón y anidando en él.
─Olimpia... siento...
─Tranquilo, supuse que serías tú el que vendría esta noche. Max... ─Olimpia hizo un ademán con la mano mientras torcía la boca en una media sonrisa.
─¿Te ha dicho que vendría?
─No exactamente. Pero... ¿quién más iba a ser? ─la nariz de la mujer se arrugó en un gesto propio de ella.
─Necesito hablar contigo ─sentía que tenía poco tiempo, y necesitaba aclarar las cosas esa misma noche. La observó en silencio unos segundos mientras ella asentía y su rostro se tornaba ahora serio. El motero llevó su mano hasta la que ella tenía sobre la mesa, tomándola y acariciándole el dorso con el pulgar. Aunque tenía miedo a que le rechazara, su corazón se relajó en cuanto sintió cómo ella apretaba la suya─. Te quiero, mi vida. Y pienso luchar por ti... por nosotros. Pero para ello, necesito saber que tú también lo harás. Que estás dispuesta a darnos una oportunidad.
Mil agujas se clavaron en su ser, el miedo irracional a ser rechazado por Olimpia de nuevo amenazaba con invadir y controlar todos sus pensamientos. Pero el recuerdo de la noche que pasaron juntos, y sus besos correspondidos le daban una pequeña esperanza que mantenía a raya ese miedo. Tragó saliva, a la espera de una respuesta o una reacción en ella. Pero, los minutos pasaban lentos y aquella espera se le hacía eterna.
─Travis ─Olimpia se removió en su asiento y le tomó las dos manos, besándole en el dorso. Una pequeña descarga eléctrica le recorrió la columna de principio a fin ante aquel leve contacto, acelerando su corazón─. Te quiero, pero... ─allí estaba, la respuesta que lo terminaría destrozando. Tal vez no estaba preparado para aquello, tal vez se había precipitado en el cementerio al proponerle volver con él; seguramente debía haber tratado de volver a enamorarla lentamente sin más, dejar a Rachel y tratar de enfrentarse a Nathan. Aquello sería mucho más sencillo y seguramente habría sufrido menos─. Pero también quiero a mi marido. Sé que ésta no será la respuesta que deseas oír, pero creo que es lo más justo para los tres ─Olimpia tragó saliva y miró al techo unos segundos, mientras Travis sentía cómo se hundía poco a poco en un pozo oscuro y profundo. Olimpia quería a su marido y no pensaba dejarlo─. Sé lo que me hace sentir Nathan, me hace feliz a su manera y... soy lo que soy, estoy donde estoy gracias a él. Y eso no puedo olvidarlo de la noche a la mañana. Tú y yo estuvimos juntos cuatro maravillosos años. Contigo he conocido la felicidad más pura y bella... ─un pequeño rayo de esperanza se colaba de nuevo en el corazón de Travis, que no era capaz de desviar la mirada de aquellos ojos verdes ahora vidriosos y a punto del llanto─. Pero de eso hace demasiado tiempo, y... por mucho que me ames, por mucho que te quiera, aquellos años no van a volver, aunque así lo deseemos. No es justo que engañe a mi marido, pero tampoco puedo volver a su lado sin saber realmente a quien de los dos amo. No vamos a volver a estar juntos, Travis, al menos... no de momento. Pero necesito saber qué siento por ti. Por eso te pido paciencia, en estos meses que esté aquí, quiero que recuperemos nuestra amistad, quiero saber si lo que siento por ti es nostalgia o es amor. Y para ello, necesito ir poco a poco. Empezar de cero. ¿Entiendes lo que te digo?
─No... no estoy seguro.
Olimpia suspiró y le sonrió paciente.
─¿No has pensado que tal vez, no es amor lo que sentimos y que sólo sea miedo a pasar página? ─El ceño del motero se frunció─. Lo que digo es que, quiero que empecemos desde el principio, volvamos a conocernos lentamente, sin engañar a nadie y dejando a un lado los impulsos... Dejemos que el tiempo nos guie. Yo soy feliz con mi matrimonio y no quiero estropearlo por un sentimiento confuso. Si debo dejar a Nathan, lo haré sabiendo que te amo. No en un impulso irracional, él no se merece que le haga daño y Rachel tampoco lo merece.
Un nudo en la garganta impedía que las palabras salieran, la boca seca y el sentimiento de vacío no se iban. Aquella no era la respuesta que Travis esperaba oir. Se mordió el labio inferior y apretó el agarre en las manos de Olimpia, sintiendo su calidez y la suavidad de éstas. No quería despegarse de ella, no quería perderla, y de la misma forma que ocurrió cuando se conocieron, ella estaba poniendo sus normas. Sólo que ésta vez, no se negaba a amarlo. Travis asintió en silencio, sin despegar sus ojos azules de los verdes de Olimpia. La amaba y estaba dispuesto a cualquier cosa por volver a tenerla a su lado. Y si debía ir a la velocidad que ella marcase, lo haría sin rechistar. Se mojó los labios antes de hablar.
─Está bien ─sonrió cansado─. Empezaremos de nuevo, iremos poco a poco, como quieras. Te daré el tiempo que necesites, mi vida. Pero no olvides nunca, que yo sólo te quiero a ti. Tú has sido, eres y serás siempre la mujer de mi vida.
─Lo sé, Travis.
El motero sonrió travieso. Tenía de nuevo una oportunidad de conquistarla y no la desaprovecharía. La sonrisa de Olimpia se borró enseguida.
─Olimpia, ¿qué sucede?
─Nada... sólo pensaba en Rachel.
Travis la abrazó, perdiéndose en su perfume y en el calor de aquel cuerpo menudo que respondía a su abrazo.
─Olvídate de ella. Ahora sólo estamos tú y yo ¿vale? ─La mirada de Travis se endureció, Rachel podría estropearlo todo de cualquier manera. Si él la dejaba, Nathan podría aparecer y llevarse a Olimpia con él de regreso a Londres, y si los descubría, seguramente sería ella misma la que lo llamase. Suspiró, debía tener mucho cuidado de mantener a Rachel al margen de todo sin que sospechara nada, y hasta el momento no lo estaba consiguiendo. Se prometió a sí mismo ser más cuidadoso.
─Travis es muy tarde y seguramente Rachel se estará preguntando donde estás ─Olimpia lo empujó suavemente para deshacerse de su abrazo. Travis asintió a regañadientes y se dirigió de nuevo al jardín─ ¿A dónde demonios vas?
─A por la moto... está en el callejón.
Olimpia suspiró divertida mientras se cruzaba de brazos y dejaba caer su peso en el pie izquierdo. Travis la miró de arriba a abajo, estaba preciosa cuando sonreía.
─Sal por la puerta, antes de que te partas una costilla. Estás mayor para esas tonterías.
Olimpia lo acompañó a la puerta de entrada, dejándolo salir. Travis le sonrió y se dejó caer en el marco de la entrada sobre su hombro izquierdo. Suspiró, como lo haría un niño enamorado que acababa de conseguir salir con la chica de sus sueños.
─Olimpia... ─sintió un pellizco nervioso en el estómago, pues no estaba seguro cómo se tomaría ella aquellas palabras─. Este sábado saldré de ruta con la moto... tal vez sea precipitado, pero... ¿querrías venir?
Olimpia se mordió el labio inferior, provocando en Travis que el miedo a que le rechazara y el deseo de besarla se mezclara y fundieran en su pecho. Tragó saliva.
─No sé...
─Saldremos y volveremos el mismo día. No tenemos que hacer noche fuera si no quieres... ─la observó unos segundos, Olimpia se debatía con ella misma─. Sólo seremos dos amigos dando un paseo en moto.
─¿Y Rachel?
─Rachel se marchará el viernes a Atlanta con sus padres, volverá el domingo por la noche. No tienes que preocuparte por ella ¿entendido?
Olimpia asintió y sonrió.
─Está bien.
Travis sintió como su corazón se elevaba rozando el cielo y las nubes en ese momento. Se sentía como un adolescente, nervioso, eufórico y asustado a la vez, sólo que él ya no tenía quince años. Salió de la casa en busca de su Harley con una sonrisa de oreja a oreja.
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