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13


La taza de café aún humeante calentaba sus manos. Olimpia paseaba la mirada por el estudio de nuevo. Todo estaba ordenado y en su lugar. Había preparado una tumbona de la terraza en el centro del estudio, un taburete con una bandeja portaba las tintas y las agujas aún en sus envases precintados. LA rotativa estaba sobre una de las sillas, ya enchufada y lista para ponerse en marcha. Había estado trabajando en aquel diseño tres días, y ese miércoles, la espalda de Rachel sería el lienzo en el que pintaría. Tragó saliva y cerró los ojos. Había tenido que hablar con aquella muchacha por teléfono unas cuantas veces para poder crear su tatuaje, aunque Rachel había insistido en pasar por el taller y así subir al estudio, Olimpia siempre se excusaba para evitarlo. Pero esa tarde, no podía evitarlo, debía tatuarla tanto si le gustaba como si no.

Buscó a Garfield que jugueteaba mordiendo un pequeño peluche que le había comprado. Se acercó para acariciar sus orejas, pero el animal la ignoró continuando con su tarea de roer la oreja del pequeño osito.

Unos golpecitos tímidos sobre la cristalera la despertaron de sus pensamientos. Rachel le sonreía desde el otro lado del cristal, ajena a todo lo que el corazón de Olimpia sentía por su marido. Unos días antes, le había confesado a Anne que aún quería a Travis, y ahora tenía que tatuarle a su esposa un dibujo que ella misma había creado y que representaba el amor que Rachel sentía por él. Se mordió el carrillo interno tratando de evitar todos esos pensamientos, mientras se acercaba para dejar pasar a Rachel.

─Hola ─saludó la mujer, mientras con poco disimulo repasaba todos los rincones del estudio─. Vaya, has dejado esto genial.

─Gracias, ¿empezamos? ─con un movimiento de su mano, Olimpia la invitó a sentarse en la tumbona.

─Claro, pero... ¿puedo ver el diseño antes?

Olimpia asintió y cogió de la encimera el diseño que había pintado sobre una lámina especial. Los ojos de Rachel se abrieron y una enorme sonrisa apareció en su rostro, iluminando su mirada.

─¡Es precioso! ─Rachel se llevó las manos a la boca, aún asombrada por lo que estaba viendo.

─Me alegra que te guste. ¿Dónde vamos a tatuar?

La mujer torció el gesto, y se dedicó a pensar unos segundos. Olimpia esperó paciente, deseando en silencio que se arrepintiese de la decisión de tatuarse. Aquel tatuaje había sido creado pensando en Travis, y aunque no quería admitirlo, le dolía pensar que lo llevaría otra mujer.

─La verdad es que es algo grande ─dijo aún pensativa. Una pequeña sonrisa se dibujó en los labios de Olimpia; el diseño era más grande de lo esperado porque así ella lo había decidido, con la pequeña esperanza de que Rachel se arrepintiera─. Creo que lo mejor será en la espalda.

─¿En la espalda? ─Olimpia no pudo evitar cierto tono triunfal al preguntar.

─¿Qué le pasa a la espalda? ¿No quedará bien?

─Claro que quedará bien, es sólo que... algunos tatuadores creemos que las personas que se tatúan en lugares que no puede ver, lo hacen porque realmente no desean tatuarse. ¿Estás segura de que deseas tatuarte?

La mirada de Olimpia era intensa y fija, tanto que, por un segundo, casi creyó intimidar a la mujer que tenía delante.

─Estoy segura de que deseo tatuarme. Pero es muy grande y no creo que en la cadera quede bien. Me gusta en la espalda.

Olimpia asintió resignada, no había mucho más que hacer. Rachel estaba dispuesta a tatuarse ese día y por ella. Dejó el papel sobre la encimera de nuevo, y sacó la tumbona a la terraza, para colocar luego dos sillas de madera en el centro del estudio.

Rachel se sentó desnuda de cintura para arriba en una de las sillas, colocando el respaldar entre sus piernas y dejándose de caer en él sobre sus brazos entrelazados.

Tras preparar las agujas y las tintas, y marcar la guía sobre la espalda de Rachel en el lugar que ella le había indicado, comenzó el proceso de tatuar. Esta vez le llevaría un par de horas. Deseó que Rachel no le diera conversación alguna, se sentía muy culpable por amar en silencio al hombre con el que ella estaba casada. Cuanta menos relación tuviera con ella, mucho mejor para todos. Pero para su desgracia, Rachel no deseaba estar en silencio.

─Y dime, Oli. ¿Llevas mucho tiempo casada?

─Pues, casi cinco años, me casé unos meses después de Diana ─Olimpia apretaba la aguja sobre la piel suave de Rachel con más fuerza de lo que era habitual en ella. Estaba enfadada por tener que hacer ese tatuaje. Maldijo en silencio el momento en que se le ocurrió ofrecerse a tatuarla.

─¿Cómo conociste a tu marido?

─Lo conocí en la universidad en Londres, compartíamos piso con otra amiga. Una cosa llevó a la otra y... años más tarde, nos casamos. No es una historia muy interesante.

─¿Tuviste algún novio antes de tu marido? ¿Aquí en Waycross? ─Rachel giró la cabeza para tratar de mirar a Olimpia por encima de su hombro.

─No te muevas ─Olimpia volvió a colocar la cabeza de Rachel en la misma posición con delicadeza y continuó trabajando─. Salía con un chico antes de conocer a mi marido. Pero aquello terminó en cuanto lo conocí.

─¿Sabes? Yo conocí a Travis a través de tu hermana y Max. Bueno, ya te conté que Didi y yo nos conocimos en la facultad de Atlanta, salí durante años con un chico que me engañó ¿sabes? Y... yo estaba destrozada ─Olimpia miraba por el rabillo del ojo la nuca de Rachel, no deseaba oír aquella historia, pero estaba claro que no podía cortarla sin parecer una mal educada, trató de evadirse y concentrarse en lo que estaba haciendo─. Un día tu hermana me invitó a pasar una temporada aquí, que un cambio de aires me vendría bien. Soy de Atlanta.

─No lo sabía, pensaba que eras de aquí.

Rachel sonrió y negó con la cabeza.

─No, no. La cosa es que encontré trabajo aquí, en la escuela de primaria y comencé a salir con los amigos de Didi. Al tiempo de mudarme, fue cuando Max me presentó a Travis. Al principio no me gustó ¿sabes? Era taciturno, y parecía estar muy amargado. Pero Max me contó que estaba así porque su novia lo había dejado por otro tipo hacía ya un tiempo, y no lograba superarlo.

Aquella historia comenzaba a resultarle demasiado familiar a Olimpia. Comenzó a sentir un pellizco enorme en el estómago, y las palmas de las manos comenzaron a sudarle en exceso. Separó la aguja de la piel de Rachel temiendo que con el leve temblor que comenzaba a sentir en todo el cuerpo, pudiera estropear el tatuaje.

─Vaya, debía estar muy enamorado de aquella chica ¿no?

Rachel se encogió de hombros.

─Si, ¿sabes quién era esa chica? ─Olimpia tragó saliva de nuevo. Rachel se giró para mirarla a los ojos─. Era su cuñada ─la sentencia de Rachel dejó a Olimpia sin palabras.

─¿Qué?

─Pues sí, como te lo cuento. Travis me contó que él y Dennis, la mujer de su hermano, estuvieron saliendo un tiempo juntos, luego ella le engañó con su hermano y él se marchó de casa. Con los años volvió, pero seguía enamorado de ella, y la tipa le prometió que dejaría a Luke, su hermano, para estar con él. Travis no supo que hacer, la quería mucho, pero aquel era su hermano; así que decidió alejarse de ella.

─Entonces, lo que te contó Max, ¿sólo era una mentira?

Rachel asintió y volvió a colocarse en la misma posición del principio para que Olimpia pudiera seguir tatuándola. Olimpia suspiró, pero no pudo reprimir una sonrisa malévola ante la disparatada historia que Rachel le había contado. La historia que Travis se había inventado para su esposa apenas se sujetaba en pie.

─Pero, yo no creo que Max me mintiera.

─¿Piensas que tu marido te ha mentido?

El miedo volvía a colarse en el corazón de Olimpia. Tragó saliva y trató de disimular su angustia.

─No estoy segura acerca de qué parte es verdad, y qué parte es mentira. De lo único que estoy segura es de que Travis sigue enamorado de aquella mujer que le partió el corazón. Tal vez sea Dennis, tal vez otra mujer. No me importa quien sea, sólo me importa que el fantasma de esa mujer ha hecho sufrir a mi marido desde antes de que yo lo conociera.

─Pero... Travis está contigo ahora, ¿qué daño puede hacer un fantasma?

Olimpia sintió como un suspiro se escaba del pecho de Rachel, justo antes de encogerse de hombros.

─No creo que pueda hacernos nada ahora. Sé que mi marido me quiere, pero dudé de él antes de casarnos ¿sabes? Ese fantasma hizo que casi cancelara la boda.

─¿Cancelar vuestra boda?

Los sentimientos se arremolinaban en el pecho de Olimpia. Ella había estado sufriendo esos años, pero no creía que Travis hubiera estado sufriendo tanto. Aquel hombre le dijo hacía ya cinco años que había encontrado a otra mujer que le hacía feliz. Sin embargo, no era esa la historia que Rachel le estaba contando. Una sospecha se coló en el corazón de Olimpia.

─Unos días antes de nuestra boda, Travis desapareció. Cogió la moto y se marchó. Volvió una semana después con el tatuaje del pecho y completamente borracho. Le digo a la gente que ese tatuaje se lo hizo por mí, pero sé que no es verdad. Aquel fantasma casi arruina mi boda y mi vida con él.

─¿Cuánto tiempo hace que os conocéis?

Olimpia no pudo evitar preguntarle a Rachel, comenzaba a sospechar y aunque necesitaba saberlo, también tenía miedo de las respuestas que pudiera encontrar.

─Unos tres años más o menos, llevamos dos casados ─Olimpia se separó de Rachel como si aquella mujer desprendiera fuego a borbotones y le quemara la piel. Dejó la aguja sobre el taburete y apagó la rotativa. El rostro se le tornó ceniciento, y su corazón se aceleró junto con su respiración─. Oli, ¿estás bien?

Olimpia sacudió la cabeza de un lado a otro, y sus ojos se cruzaron con los de Rachel, que la miraba preocupada.

─Estoy bien, un poco mareada. ¿Quieres un cigarrillo?

─No, yo no fumo.

─Pues yo necesito uno ─dijo rápidamente mientras buscaba su bolso y en él su paquete de cigarrillos y el encendedor. Olimpia salió del estudio y se paseó por la terraza nerviosa. Tres años hacía que Travis conocía a Rachel. Aquello no podía ser cierto, si eso era así, sólo podía significar que aquel hombre le mintió cuando le dijo que había conocido a alguien. Y que ella, estúpida y llena de miedos, lo había dejado sólo sin luchar por él. Sin tratar de darse una oportunidad. Comenzó a sentirse muy mareada. Todo cuanto creía conocer, todo lo que creía que no podía haber sido, tuvo una oportunidad en el pasado. Una oportunidad que ella había pisoteado por no tratar de luchar por él. Por no haberse quedado a su lado, y haberle demostrado cuánto lo quería. Una oportunidad que voló en dirección opuesta al avión que la llevó de vuelta a los brazos de Nathan sólo por despecho. A un matrimonio basado en una mentira; porque eso era su relación con Nate, una enorme mentira que de tanto repetirla, hasta ella misma se la creía. Trató de relajarse. Respiró profundamente varias veces hasta que sintió que su corazón se acompasaba de nuevo y volvía a latir más tranquilo, haciendo que el temblor de las manos desapareciera.

Olimpia entró de nuevo y miró a Rachel con una sonrisa forzada, a la que aquella mujer respondió con un gesto que Olimpia no supo identificar.

─Perdona, a veces me agobio mucho. Y más cuando no tengo mi equipo para tatuar ─aquella excusa no era la mejor que podía haber dado, pero en cuanto la mujer castaña se giró y volvió a colocarse en posición a la espera de que terminase el trabajo que había empezado, Olimpia vio que había servido. Rachel era más ingenua de lo que esperaba, y eso hizo que una punzada de dolor se colase en su pecho.

Olimpia se sentó de nuevo y continuó el trabajo que había empezado, cambiando la conversación a una menos dolorosa para ella; terminando así su trabajo una hora y media más tarde.

Rachel admiraba en el espejo del baño la preciosa flor de loto rosa y violeta que coronaba una extraña mandala con motivos florales dentro; unas pequeñas aves salían de la flor alzando el vuelo hacia la inmensidad de un firmamento salpicado por estrellas. Olimpia tatuaba todo lo que Travis significaba para Rachel, libertad, sosiego, eternidad y sobre todo amor. Con una sonrisa de oreja a oreja, Rachel salió del baño y se acercó a su anfitriona y tatuadora para abrazarla cariñosamente.

─Es precioso Olimpia, muchas gracias. Mi familia va a alucinar cuando lo vean este fin de semana.

─¿Tu familia viene a verte?

Rachel asintió vistiéndose con cuidado para no dañarse mucho.

─Sí, pasarán el sábado con nosotros, cenaremos y por la mañana del domingo se marcharán de nuevo. Espero que Travis no desaparezca otra vez.

─¿Por qué iba a desaparecer?

Olimpia frunció el ceño. No le gustaba que Rachel cogiera tanta confianza como para contarle los pormenores de su matrimonio. Bastante tenía con aceptar que aún seguía queriendo a Travis, como para encima hacerse amiga de su mujer, aquello era algo que simplemente no deseaba. Pero aun así, no pudo evitar la pregunta.

─Travis no suele estar presente en las cenas familiares. No se lleva muy bien con mis padres ¿sabes?

Olimpia acompaño a Rachel hasta la puerta de cristal que daba a la terraza sin volver a preguntar nada más. Se despidió de ella con una sonrisa forzada, para volver a ahogarse en sus pensamientos.

Unos pensamientos que la llevaron con urgencia a sentarse frente a uno de sus lienzos en blanco, y allí, con el pincel en una mano, y sus sentimientos en la otra, Olimpia volvía a sentirse viva frente a un cuadro. Volvía a dar vida a través de aquellos colores, aunque esta vez fuesen colores tristes los que daban forma a aquellos sentimientos oscuros y contradictorios. 

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