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CAPÍTULO 8


*Capítulo 8*

— Hola, Sol— saluda con una sonrisa ladeada. Ay, santo Cristo.

— Hola, Logan— respondo en un susurro. Él se acerca un paso.

— Me enteré de lo sucedido— asiento— ¿Fueron los sujetos del otro día?.

— Efectivamente— digo, y lo observo dar otro paso en mi dirección.

— ¿Pusiste la denuncia?— cuestiona y niego observando sus ojos.

— No voy a denunciar— susurro— No quiero problemas.

— No deberías dejar pasar esto por alto— dice— Es una injusticia lo que hicieron.

— ¿Qué cosa?— estoy hipnotizada con sus majestuosos ojos azules.

— Esto... — sus dedos trazan la piel de mi cuello y una corriente eléctrica traspasa todo mi torrente sanguíneo, erizándome la piel y estremeciendo mi alma.

Ay, Sol. ¿Qué es esto?.

Abro los ojos, ¿En qué momento los cerré?. Lo miro y unos segundos después su tacto se aparta de mi y carraspea al mismo tiempo que retrocede unos cuantos pasos.

— Deberías denunciar— vuelve hablar— Es violencia física. Tienen muchos cargos y muchos puntos a tu favor.

— Lo sé— trago duro, olvidando— o tratando de olvidar— lo ocurrido minutos atrás— No quiero más problemas. Y creo que la denuncia traerá uno más.

— Pero aún así denunciaremos— la voz de mi padre llena la habitación y nos saca de la burbuja en la que nos habíamos sumergido minutos atrás.

— Arnol— Logan estrecha la mano de mi padre y este le devuelve el gesto con una sonrisa amigable.

— Veo que conociste a mi hija, Logan.

— Así es— me observa y siento mis mejillas arder— Ha sido de mucha ayuda.

— Bueno, así es mi hija— ríe mi padre y me mira— Andy está en el auto, ve con él y come algo en la cafetería.

Frunzo en ceño.

¿Te está ordenando?. Oh, si. Si que lo está haciendo.

Confundida y dándole una última mirada a Logan, salgo de la habitación en dirección de la cafetería. Mi hermano—quién no estaba en el auto— está sentado en una mesa devorando un sándwich.

— Oye, enano— despeino su cabello castaño claro y me siento junto a él— ¿No me vas a dar?.

— No— niega— Y no soy enano, soy más alto que tú por si lo olvidas.

— Lo lamento, señor jirafa— me llevo una mano al pecho con sarcasmo— ¿Ya tienes novia, amor?.

— No, bebé. No tengo novia— dice con los dientes apretados— Cuando tenga serás la primera en saberlo.

— Me alegro de oír eso— sonrío y acepto gustosa la mitad de su sándwich— ¿Y Angélica?.

— Mamá está bien— dice— Diseñando como siempre, estaba preocupada por ti y me llamó hace un rato para preguntar cómo estabas.

— Le enviaste muchos besos de mi parte, ¿Cierto?— asiente.

— Ella te envío muchos más— ríe— Te quiere más que a mí.

— ¿Qué te digo, hermano?— me encojo de hombros con suficiencia— Soy encantadora.



Logan se despidió de mi con un apretón de manos y me dio su número y yo le di el mío, para así poder ponerle una fecha a nuestra cita.

Papá me invitó almorzar en su casa y yo acepté.

Mi muñeca— Angélica me abraza y le devuelvo el abrazo con gusto— Ay, linda. Me enteré de lo ocurrido, ¿Estás bien?.

— Si, no te preocupes. Solo fue un susto— sonrío y ella asiente para después correr a la cocina.

Camino hacia el gran sofá y me dejo caer sobre él, cierro los ojos y suspiro. Un gran peso cae sobre mi y abro los ojos de golpe.

— ¡Andy!— grito y le doy con la palma de mi mano en la cabeza— ¿Estás demente?.

— Ay, relájate— dice y coloca su cabezota sobre mis piernas— ¿Dónde está tu piercing?— señala mi nariz.

— Lo quité hace una semana— digo— El viento enredó mi cabello en él y lo quité. Pero volveré a ponérmelo.

Si, tengo con piercing. Una argolla, pero el viento siempre hace que mi cabello se atore en él y eso me molesta.

— ¡La comida está lista!— grita Angélica desde el comedor y mi hermano y yo no lo pensamos dos veces, antes de ir en dirección de este.



— Estuvo buenísimo, Angélica— le agradezco mientras me limpio las manos con la servilleta, ella sonríe.

— Gracias, cariño— dice— Me alegra que te gustara.

— ¿Estás cansada, Sol?— mi padre me pregunta y me encojo de hombros— El cuarto de arriba está listo para ti.

Frunzo el ceño.

— ¿Qué?— mi entrecejo se frunce.

— Vas a quedarte aquí— aclara seriamente y yo niego.

— No, papá. Iré a mi departamento...

— De ninguna manera— dice para luego levantarse— Acompáñame a la oficina.

— Pero...

— Vamos, Sol— me ordena y no me queda más que seguirlo.

Camino a paso lento, y él entra a la habitación para después hacerse a un lado y dejarme pasar. Cierra la puerta y se encamina a su escritorio.

Ya no es papá, ahora es Arnol Smith. Lo sé.

— Siéntate, Sol— así lo hago— No volverás a tu departamento— abro la boca para protestar pero él levanta la mano y me interrumpe— Vas a quedarte con nosotros, y no quiero un no por respuesta.

— Pero, papá. Sabes que no me gusta vivir con nadie, además, no creo que ocurra nada malo— trato de controlar la situación y la presión de ser tan terca, pero es imposible— No me quedaré, y no quiero una queja de tu parte.

— Oh, claro que la tendrás— dice en tono demandante— Soy tu padre y si te digo que te quedes lo haces, es una orden.

— Dejaste de darme órdenes desde hace mucho tiempo— susurro, pero sé perfectamente que él me escuchó— Papá, soy mayor de edad y decido por mi misma, te agradezco que me ofrezcas tu casa, pero yo ya tengo la mía. Y lo siento, pero no voy a quedarme.

Me levanto y me doy la vuelta para ir hacia la puerta, pero la voz de mi padre me detiene.

— Espera, Sol— suspiro y me giro a obsérvalo. Él rebusca en uno de los cajones del escritorio y luego camina hacia mi con algo entre las manos— Quédate en el departamento del centro— voy a negarme, él solo deja las llaves en mi mano— Es tuyo, cariño. Solo no vuelvas al otro, al menos no por ahora, ¿Está bien?.

Miro las llaves en mi mano y con un nuevo suspiro de resignación, asiento y lo observo. Sonrío.

— Está bien— le doy un beso en la mejilla y él estruja mi mano— Te amo, papá.

Y yo a ti, mi solecito.



Abro la puerta del departamento y cuando entro no me siento cómoda. Observo el gran ventanal que se sitúa en la sala y un suspiro sale de mis labios.

Este no es un hogar.

Este no es nuestro hogar, Sol.




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¡Otro Capítulillo!

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