CAPÍTULO 4
*Capítulo 4*
En definitiva caminar hacia mi casa es lo mejor del mundo, después de un día largo lo único que me tranquiliza es saber que, podré llegar a casa y dormir mis ocho o quizás diez horas.
Lo más tarde que puedo llegar a casa es a eso de las diez de la noche, mas allá no pasa.
Sacudo las manos y las llevo a mi boca, para así poder atraer un poco de calor a mi cuerpo. Está haciendo más frío de lo normal, paso mis manos por mi cabello y lo suelto dejando que me haga una cortina alrededor del rostro. Cuando estoy por cruzar la esquina, observo a Max y a sus amigos sentados en el mismo lugar.
Ruedo los ojos y trato de ignorarlos, camino a paso rápido y esquivo al primero que se interpone en el camino.
— Hola, pudín— escucho la voz de Max pero no me detengo, continúo mi camino.
Sigo avanzando, pero siento unos pasos apresurados caminar y acercarse a mi. Max se sitúa a mi lado y coloca una mano en mi hombro.
— ¿No piensas saludar?— cuestiona y me zafo de su agarre para poder dar la vuelta y encararlo.
— ¿Y tú no piensas en dejar de molestar?— mi ceño se frunce y él ríe.
— Es divertido verte enojada— murmura cerca de mi rostro, el olor característico del cigarrillo entra por mis fosas nasales y hago una mueca.
— Aléjate de mi, Max— le digo— Hablo en serio, puedo dejarte pasar todos tus comentarios asquerosos, pero que me lastimes no.
— Vamos, yo no te hice nada.
— ¿Nada? ¿Y el moretón en la muñeca?— le pregunto ya molesta, pero no ganaré nada discutiendo con un imbécil como él— ¿Sabes que?, Olvídalo y sal de mi camino.
Trato de esquivarlos pero vuelve a situarse frente a mi.
— ¿Sabes, pudín? He pensado en ti toda la semana y lo único que recuerdo es a ti insultándome— dice.
— Es lo mínimo que merecías— digo caminando hacia adelante, sus manos van a mis hombros y me dejan quieta en mi lugar.
— No debiste insultarme— aprieta la mandíbula y sus ojos ahora tiene un toque de enojo— Nadie me insultas y se va ileso.
— ¿Es una amenaza?— arqueo una ceja y lo miro burlesca.
— Tal vez— murmura.
— Pues déjame a mi hacerte una— me acerco a él y observo sus ojos negros— No te metas conmigo. De lo contrario, no dudaré en denunciarte.
— Uy, que miedo me das, pudín— ríe. Yo río con él.
— Que te jodan, Max.
Lo esquivo y sigo mi camino.
Desgraciado. Me arruinó la linda noche que estaba teniendo.
Una vez en mi casa, me deshago de mi abrigo y luego de mis Vans, me sujeto el cabello en un moño desordenado para disponerme hacer un sándwich.
No soy de las que come mucho, con un pequeño sándwich me conformo. Desde pequeña siempre fue así, recuerdo que mamá me reprendía siempre que dejaba la mitad de mi comida.
Por otra parte, papá me dejaba comer lo que quisiera.
Entro a la ducha y dejo que el agua limpie todo el cansancio de mi cuerpo.
No te estreses, el estrés es malo. Me repito diariamente y trato de no hacerlo, pero a veces no es tan sencillo como parece.
Me coloco una camisa blanca que me queda enorme y un short deportivo, me recuesto en el marco de la puerta de mi habitación y observo mi departamento.
No es muy grande, pero es suficiente para mí.
La sala es un poquito espaciosa, tengo un sofá morado con cojines amarillos, la cocina es amplia y muy práctica. Solo tiene una habitación, y un baño. Oh, y un pequeño balcón que me deja observar la ciudad.
Estoy bien aquí, no es como si fuera adicta a los lujos, porque no es así. Doy la vuelta y me acerco a mi cama y me dejo caer en ella para después suspirar, y en menos de dos minutos caer en un profundo sueño.
Termino de organizar los teléfonos nuevos que recibimos está mañana y arreglo los estantes con los accesorios. Bajo la pequeña escalera metálica y me acerco otra vez al mostrador.
— Oye, Sol. Un sujeto vino a buscarte está mañana— dice Meg, mi compañera de trabajo.
— ¿Un sujeto?, ¿Qué sujeto?— cuestiono confundida.
— No lo sé, pero pregunto por ti— se encoje de hombros— Pero no habías llegado.
Hago una mueca, y me encojo de hombros yo también.
¿Quién me estaría buscando?. No importa, tal vez algún cliente.
— ¿Vas al restaurante hoy?— cuestiona y niego.
— No, harán inventario hoy y mañana. Pero suerte mañana es sábado— murmuro.
— Oh, bien por ti— ríe.
Si, mucha suerte. Necesitas un descanso, Sol. No todo es trabajo. Lo sé.
El día pasa tranquilo, hoy trabajé en la biblioteca en la mañana y luego viene al centro comercial.
Por suerte hoy y mañana tengo la tarde libre, lo que es bueno. Me dispondré a dormir las horas perdidas.
El día pasa volando, y cuando menos lo espero ya son las siete de la noche, antes de cerrar busco mi bolso y mi abrigo.
Bajo las escaleras eléctricas y saludo con la mano al vigilante que, desde que llegué ha sido muy amable conmigo. Cuando voy a cruzar la puerta, me estrelló con un cuerpo más grande que el mío.
Sé perfectamente con quién tropecé. Lo sé, reconozco ese perfume a kilómetros. Levanto la mirada y sí, efectivamente es él.
Señor Invierno, con ojos hielo me mira desde arriba.
.
.
.
¡Otra vez!.
¿Por qué se encontraron esta vez?.
No sé muevan porque el maratón sigue.
2/3
¡Voten y comenten mucho!.
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