CAPÍTULO 3
*Capítulo 3*
Me acerco a la mesa y con una sonrisa atiendo al cliente.
—¿Necesitas algo más? — cuestiono y ella levanta la mirada para poder observarme.
—No, gracias. Así Estoy bien— sonríe y asiento.
Vuelvo a mi puesto de trabajo y continúo con el libro que estaba leyendo, estar en una biblioteca es de mucha ayuda. Puedo solicitar cualquier libro de medicina y adelantar algunos de los temas, me gusta leer, pero con los trabajos no me queda mucho tiempo para hacerlo.
Mi jefa me dejó encargada de la caja hoy, pero estar sentada no es lo mío. Suficiente tengo con trabajar en la agencia telefónica.
Hoy solo tuve el turno de las diez de la mañana hasta las tres de la tarde, a las cuatro debo estar en el centro comercial para sustituir a una compañera que tuvo un inconveniente, lo bueno es que, solo serán dos horas.
Mientras camino hacia el centro comercial, veo a una pequeña niña junto con su madre. Sonrío, ojalá mi madre hubieses sido así. Sacudo mi cabeza y alejo todos los pensamientos que puedan arruinarme el día, hoy quiero que todo salga bien.
Una vez en mi puesto de trabajo, me siento en el pequeño taburete detrás del mostrador y comienzo a escribir el inventario que dejó mi compañera. Observo el pequeño moretón que se sitúa en mi muñeca, ya solo es una casi invisible mancha amarilla. Los primeros días dolía pero con un analgésico y una crema para la hinchazón, disminuyó.
Hace dos semanas de lo sucedido y cada que tengo un tiempo libre, mi mente recrea los recuerdos de unos ojos azules que no me dejan pensar en nada más.
Por Dios, Sol. Contrólate.
—Disculpa, necesito una memoria más grande o algo... — mi piel se eriza.
Esa voz.
Levanto la mirada lentamente y me encuentro con él y sus ojos de hielo.
Sus ojos se conectan con los míos y me quedo sin aliento, nunca en mi vida había visto una mirada tan intensa.
—Tú... eres la chica del restaurante, ¿Cierto?— espabilo, no sabe quién soy.
Si lo sabe, eres la chica del restaurante. Lo sé, solo eso. ¿Qué esperabas, Sol?.
—Si, ¿Lo puedo ayudar en algo?— cuestiono bajando la mirada.
—Un memoria o algo, mi teléfono no quiere abrir archivos grandes— explica y asiento.
—¿Me muestra su teléfono?— lo observo de reojo, él me tiende su teléfono y al momento de tomarlo, mi mano roza la suya y un escalofrío me recorre toda la columna vertebral, y mi vena aorta comienza a palpitar.
Trago duro y tomo el teléfono rápidamente, para después alejarme del mostrador. Miro su rostro disimuladamente y veo que tiene el ceño fruncido, vuelvo mi vista al aparato en mis manos y lo encuentro desbloqueado.
Observo rápidamente la memoria y me doy cuenta de que tiene un virus.
—Tiene un virus— digo.
—¿Cómo?— pregunta confundido.
—Que tiene un virus, algún archivo que le enviaron contenía uno— explico— Por eso el sistema no funcionaba correctamente.
—¿Y que deberíamos hacer?— cuestiona mirándome.
Usted y yo haríamos muchas cosas. Controla tus hormonas, Sol.
—Lo normal— tartamudeo— Puedo formatear su memoria e instalarle un sistema nuevo y más confiable, así puede abrir todos los archivos desde su teléfono.
—¿Cuánto tiempo llevaría?.
—El virus no es tan complicado, como unos treinta o cuarenta minutos— lo observo, él observa mis labios.
—No hay problema— dice y asiento.
Me doy la vuelta y busco el computador portátil para luego dejarlo sobre el mostrador. Vuelvo a sentarme y pongo manos a la obra.
Siento su mirada sobre mi, pero la cosa está en que, no se si ponerme nerviosa o saltar internamente de la felicidad. Aspiro profundamente y siento su perfume acariciar mi nariz, hago hasta lo imposible por reprimir un suspiro y delatarme.
Cielos. Este hombre es un crimen. Mi mente máquina miles de situación en las que estamos él y yo.
Pero no estamos hablando, precisamente. Sol, por el amor de Dios.
¡Contrólate!.
—¿Tus amigos no te han vuelto a molestar?— su voz hace que de un pequeño salto y gire mi rostro para poder observarlo.
—No son mis amigos, y no, no me han vuelto a molestar— aclaro, volviendo a concentrarme en el computador.
—No deberías dejar que te digan esa clase de cosas— sugiere, mientras recarga sus brazos sobre el mostrador y se inclina más en mi dirección.
No te acerques tanto.
—No es la primera vez que sucede— murmuro— Pero tampoco es la primera vez que me defiendo, Max y sus amigos no son los únicos cerdos que me dicen esa clase de porquerías cuando me ven pasar.
—Pues no deberían, eres una mujer hermosa— dice haciendo que mi corazón se detenga— Tu belleza debería ser digna de halagos, no de insultos.
Ahora sí que muero de un infarto.
Lo observo y estoy casi segura de que, mi rostro es una mora.
—Pues creo que no todos piensan igual— susurro despacio y con toda la fuerza que tengo, regreso mi vista a la pantalla.
—Es una lastima— murmura y un nudo se instala en mi garganta.
Trato de hacer el trabajo lo más rápido que puedo, cuando estoy a punto de acceder al último paso, la página rebota y me exige un correo electrónico.
Busco en la repisa inferior del mostrador un lapicero y un pedazo de papel, los dejo sobre este y los desplazo hacia él.
—Necesito un correo electrónico— hablo entrecortado y no sé porque.
Lo observo tomar el bolígrafo y escribir en la pequeña hoja. Me lo tiende y con cuidado de no tocarlo, lo tomo. Ingresó el correo y automáticamente el sistema inicia su carga para instalarse. Miro nuevamente la hojita y leo su nombre.
Logan Coleman.
Hasta su nombre me causa escalofrío.
Cuando veo que la carga está completa, termino de instalar todo y verifico que todo esté perfecto para poder desconectarlo.
—Eso es todo— le digo.
Me mira asombrado, supongo que la rapidez en la que hice todo fue sorprendente. Después de cobrarle y entregarle su teléfono, sonríe de lado y yo me derrito.
—Muchas gracias, Sol— se despide y se va.
Frunzo el ceño. ¿Me dijo Sol?.
Luego bajo la mirada a mi camisa y si, efectivamente dice Sol.
Dejo que de mis labios se escape el suspiro que tanto anhelé.
.
.
.
¡MIREN NADA MÁS!.
El tercer encuentro de nuestros protagonistas, ¿Que les parece?.
Y para la sorpresa de hoy...
¡MARATÓN!.
1/3.
NO SE VAYAN, ¡Voten y comenten mucho!
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