CAPÍTULO 24
*Capítulo 24*
Las gotas de lluvia bajan por mi rostro y mi labio inferior tiembla, mi respiración es un desastre y el mareo es insoportable.
Mi vista está empañada por la humedad en mis pestañas y porque el dolor de cabeza no me deja ver bien.
Camino a paso rápido y desde que salí de casa lo único que pasa por mi mente, es la voz de mi madre y la de Sofía.
No creo que estés acta para él.
No crees que está contigo por amor, ¿Oh si?.
Un nudo se aprieta en mi garganta y no me deja respirar normal. Me detengo cuando observo la casa de Logan a unos cuantos metros de mi.
Él es el único que puede aclarar tus dudas.
Camino hacia la puerta y cuando estoy frente a ella, me debato si tocar o devolverme por dónde vine.
Solo toca, Sol.
Levanto mi mano y golpeo la puerta con mis nudillos.
Mis manos tiemblan y no trato de no cerrar los ojos.
Un par de segundos después la puerta se abre y Logan aparece frente a mi, su ceño se frunce y me mira con preocupación.
— ¿Por qué estás...
— ¿Me quieres?— pregunto, él me mira confundido— ¿Me quieres?, ¿Quieres estar conmigo?— me apresuro a aclarar— Dime, Logan. ¿Quieres una relación seria conmigo o solo buscas distraerte?.
— Sol... — murmura y se acerca a mi para tomar mi mano y hacerme entrar a la casa— Estás loca, estás temblando.
— Solo respóndeme, Logan— susurro cerrando los ojos.
— Claro que quiero estar contigo, Sol— sujeta mi rostro entre sus manos y aparta el cabello de él— No tienes porqué dudarlo.
Suspiro.
Siento todo mi cuerpo temblar y el mareo se vuelve más intenso.
— Estoy mareada— susurro mirando sus ojos y la preocupación en ellos es evidente.
Puedo oír su voz, pero no entiendo nada.
Mi mete se nubla y todo a mi alrededor se pierde dejándome en la oscuridad absoluta.
Mis oídos zumban, mi cabeza palpita. Abro los ojos y los cierro de inmediato, mi vista está pesada y el olor del alcohol me raspa la nariz.
Llevo una de mis manos a mi sien, mi otra mano descansa sobre la camilla y está duele a causa de la aguja que se encuentra ahí.
La puerta de la habitación se abre y Logan junto a un doctor entran. El primero me observa y suspira con claro alivio, el doctor se acerca a la camilla.
— ¿Cómo te sientes, Sol?— cuestiona.
— Mareada— susurro con voz ronca.
— Tuviste una descompensación por anemia— Informa— ¿Sufres de algo que la cause?.
— Deficiencia de hierro— murmuro— Me lo diagnosticaron a los dos años, pero mi doctor me dijo que había nacido con ella.
— Bueno, por lo que me indican tus exámenes tienes anemia, pero no es aguda— lee los papeles de su mano— ¿Has estado comiendo bien?.
— No— digo y el doctor asiente. Logan me observa seriamente.
— ¿Te has sometido a mucho estrés?— asiento.
— Trabajo— informo y vuelve asentir.
— Bien— levanta la mirada y me observa— Ahora vendrá una enfermera a aplicarte unas vitaminas y un suministro de hierro...
— No me llevo bien con el tratamiento por intravenosa— interrumpo.
— ¿Te causa algo?.
— Me irritará la mano— digo y él asiente.
— Colocaremos las vitaminas junto con el hierro— dice— Ello evitará que tengas algún efecto secundario— explica— Veremos como pasas la noche y si todo va como queremos, mañana podrás irte a casa a eso del medio día.
Asiento y el doctor sale de la habitación.
— Así que ferropenia— la voz de Logan llega a mis oídos y lo observo acercarse a mi.
Se sienta en la camilla y sujeta mi mano entre las suyas, lleva está a sus labios y besa mi palma.
— ¿Por qué no me lo dijiste?— cuestiona.
— No es algo que se va diciendo— murmuro— Sería raro, ¿Sabes?. Hola, mi nombre es Sol y tengo ferropenia, lo que hace que me dé anemia y me contagie de todos los virus que están en el ambiente.
— Si es raro— ríe y eso me hace sonreír— ¿Vas a contarme por qué llegaste a mi casa de esa forma?.
Miro sus ojos y niego.
— No...
— ¿Por qué no?— frunce el ceño.
— No creo que sea buena idea— digo desviando la mirada— No importa, Logan.
— Si importa, Sol— creo que está molesto— Si desconfías de mi...
— No desconfío de ti— ahora sí miro sus ojos— Desconfío de todos aquellos que creen que no es bueno que estemos juntos.
— ¿Y quienes creen eso?— pregunta.
— Muchas personas— digo sonriendo.
Muy cercanas a ti.
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¡Se acerca el final, panditas!
y adivinen que... ¡MARATÓN!
No se vayan... ¡Voten y comenten mucho!
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