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CAPÍTULO 2

*Capítulo 2*


Me remango la camisa hasta los codos y arreglo los mechones de cabello que caen en mi cara antes de subir al segundo piso.

Si, el restaurante es de comida Tailandesa, es la sucursal más grande de una de las cadenas más importantes de restaurantes a nivel internacional. El local cuenta con dos plantas, la planta baja es para uso diario y de cualquier comensal, mientras que la planta alta solo pueden tener acceso las personas con reservaciones. Lo cuál se me hace muy raro que Claudia, les haya accedido la planta alta a estás personas sin ninguna reservación.

Subo los escalones a paso lento y respirando hondo, no me gusta tratar con personas importantes. Normalmente atiendo en la planta baja, conozco a casi todos los comensales y ellos a mi.

Bueno, no importa. Te ofreciste, te jodes. Me digo a mi misma y pongo una sonrisa en mi rostro cuando llego al piso superior. En la mesa del fondo se encuentran cuatro personas, dos hombres y dos mujeres. No puedo divisarlos muy bien gracias a mi adorada miopía, y porque la mesa está en un ángulo extraño, me acerco y con voz amable me hago notar.

- Buenas noches, bienvenidos Al punto. ¿Desean ordenar?- juego con el bolígrafo entre mis dedos.

- Aún no, pero te avisaremos- habla una castaña ojos negros, la cual me mira extraño.

- Bueno, mi nombre es Sol. Si necesitan algo, no duden llamarme- con una última sonrisa me alejo.

Cuando estoy por volver a la mesa después de un rato esperando, camino hacia adelante y antes de siquiera avanzar a unos dos pasos choco contra algo. Bueno, más bien con alguien.

Mi cuerpo es impulsado hacia atrás, cierro los ojos fuertemente esperando el espantoso impacto que se llevará mi trasero contra el suelo. Pero este nunca llega.

Unas grandes manos se aferran a mis antebrazos y me abstienen de caer.

- Creo que mi deber de hoy es salvarte la vida- esa voz. Yo conozco esa voz, abro los ojos lentamente y me encuentro con él.

El ladrón del ártico, murmuro en mi mente. Sus ojos son tan azules.

Tan azules como ver el agua cristalina del océano.

Me enfoco en sus ojos y me siento estúpida por verlo de la forma en que lo hago, me coloco recta con sus ayuda y bajo la mirada sintiendo el sonrojo subir a mis mejillas. La comisura de su boca se levanta y me reprendo por ser tan blanca.

- Lo siento, no te vi- me disculpo.

- No hay problema. Yo tampoco te vi- sonríe y vaya que sonrisa tiene.

Cualquiera se desmayaría viendo su sonrisa.

- Bueno, gracias por no dejar que aterrizara en el suelo y por todo lo de hoy- río, paso un mechón de mi cabello tras mi oreja- Tengo que trabajar.

- Vamos en la misma dirección, supongo- señala la mesa detrás de él, y allí se encuentran los mismos empresarios.

Ya dije yo, que semejante hombre no era mecánico. Asiento y se hace a un lado para que yo pase primero, sonrío y me encamino hacia la mesa.

- ¿Ya saben que ordenar?- cuestiono amablemente y observo como el dueño de los glaciares toma asiento junto con la castaña que me miró raro hace unos minutos.

- Si, un Ped Dang para todos y una botella de vino Santa Rita- dice el señor con más edad, de forma amable.

- En un momento tendrán su orden, con permiso- sonrío y me alejo del lugar para poder bajar las escaleras y llegar a la cocina.

¡Dios!. Hasta después de darle la orden al chef, es que puedo respirar y es que solo fue un simple roce y toda mi piel se estremeció.

¿Por qué me está pasando esto?.

Cuando les llevé la orden, en todo momento sentí su mirada sobre mi. Y eso me ponía nerviosa, temía que en cualquier momento se me caería algún plato o algo.

Baje rápidamente y me encerré en baño. No puedo seguir subiendo. Creo que mi presión bajo, porque siento un pequeño mareo azotarme. Cielos, no me tomé la pastilla hoy.

- Mierda- me regaño en voz baja y salgo nuevamente para ir a mi taquilla y buscar mi pastilla.

- ¿Estás bien, Sol?- la voz de Claudia me hace levantar la cabeza. Niego.

- Me mareé- digo y ella asiente.

- Vete a casa, duerme y mañana vienes con más energía. ¿Bien?.

- Pero no he terminado de atender.

- Enviaré alguno de los chicos, no te preocupes. Descansa- me sonríe y se da la vuelta.

Me cambio de ropa con calma y luego de despedirme de todos, salgo lentamente del restaurante. Antes de guardar mi teléfono en mi bolsillo trasero, la puerta del restaurante vuelve abrirse y Don hielo ártico la traspasa.

- Deberías ponerle hielo- señala mi brazo e inevitablemente observo la zona. Mi muñeca izquierda tiene los dedos del imbécil de Max grabados alrededor.

El moretón se nota de un color violáceo y rojizo al mismo tiempo. Mañana estará peor, pienso y tengo razón, mi piel es súper sensible. Por el más mínimo golpe se torna roja.


Asiento en dirección al pelinegro.

- Gracias, en serio. Por la ayuda de hoy- digo en voz baja, de pronto veo que está solo. Las personas que estaban con él, no están.

- No hay problema, fuiste mi buena obra del día de hoy- dice burlón y río bajito. Sus ojos se posan en mis labios y por inercia los remojo con mi lengua.

No debí hacer eso, puesto que él ahora me mira fijamente y yo estoy toda roja.

- Que pase buena noche- trato de avanzar pero su voz me detiene.

- ¿Quieres que te lleve?- niego rápido.

- No está bien, vivo cerca- aseguro.

- ¿Segura?, Hace frío- dice.

- Si, gracias de todos modos- lo miro por última vez y me doy la vuelta dando zancadas rápidas en dirección contraria.

¡Cielos!, Nunca me había puesto tan nerviosa delante de alguien. Pero ¡Vamos!, Su sola presencia intimida.

¡Ni siquiera sé cómo se llama!, pero de qué está lindo, está lindo.

Sacudo la cabeza, ¿Que te pasa, Sol?. ¿Cuántos años tendrá? ¿Treinta y cinco?.

Me encojo de hombros y apresuro el paso para llegar a mi casa.

Fue un día demasiado largo.

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¡Capitulillo número 2!.
¿Que les parece?.
El sol ya se encontró con el hielo.
¿Que pasará con estos dos?.
¡Voten y comenten mucho!.




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