El Gato que Sabía Demasiado - Parte V
Cuando cerraron la puerta tras ellos, uno prendió fuego en la palma de su mano y el otro encendió la luz de su aparato. Una cama matrimonial se encontraba por la izquierda muy ordenada y frente tenía un placard. Del lado opuesto a la entrada había una ventana que no dejaba entrar luz alguna por tener la persiana completamente baja y rota. Hacía mucho frío y se sentía una correntada que no tenía procedencia aparente. Otras dos lámparas rotas yacían sobre la mesa de luz, por lo que Adriano descartó pereza de la señora ya que nada allí tenía polvo. La madera de suelo rechinaba a cada paso y una silla hamaca en una esquina se mecía suave pero inquietantemente. Habría jurado que escuchaba muy tenuemente susurros, por lo que se mentalizó para cualquier cosa.
- No puedo evitar preguntarlo, pero... ¿Qué hiciste al final para tu cumple ayer? - Rompió el silencio, el Gordo.
- Nada, vos sabés que me chupa un huevo. Ricky cayó con escabio y morfi robado, como siempre - Explicó, Adriano.
- ¿Comida y escabio de arriba? Me parece que yo también me voy a mudar para ahí.
- Ya es un quilombo, Gordo. No seas malo.
- Bueno, gran samaritano. Le voy a pedir entonces a Ricky que se venga conmigo.
- Me harías un gran favor. Es un bardo, el loco.
- Era chiste, ni en pedo. Lo único que me falta es que me espante a las chicas - Presumió, Matías.
- Para eso no hace falta ningún fantasma, bocón.
- ¡Chupame un huevo! - Se rió, mientras golpeaba en el brazo a su amigo y luego seguía iluminando la habitación.
Mientras conversaban, Adriano creyó ver un movimiento y notó que la hamaca comenzó a moverse con más intensidad. La cama crujió unos microsegundos después y también lo hizo otro mueble. Parecía como si fuese una batería de verdad y ambos amigos se miraron, sorprendidos y aterrados. "¡La puta madre! No era joda. ¿Qué hacemos?", se preocupó, Matías. El periodista estaba asustado porque era su primer enfrentamiento concreto a lo que podría ser una Silueta fuera de los sueños, pero no pensó un segundo en escapar. Tenía un as bajo la manga.
Los movimientos inexplicables se volvieron más y más intensos hasta que repentinamente, se detuvieron. Los amigos volvieron a mirarse, atónitos, dudando de si fue una buena idea encerrarse allí. Sólo podían oír ahora el latido de sus corazones acelerados, mientras nerviosamente miraban a su alrededor. La puerta emitió un chillido mientras se abría lentamente. Una gota de sudor recorrió el rostro y luego el cuello de Adriano.
- Debería haberle insistido a Ricky que viniera - Se lamentó, Matías.
- ¿Rosa? - Quiso saber, el periodista.
- Yo no me pienso fumar esta mierda - Protesto, el Gordo mientras de un estruendo cerraba la puerta de nuevo y se quedaba sosteniéndola.
- ¿Qué hacés? ¿Sos boludo?
- ¡Yo también vi películas de terror, la puta madre! El fantasma amistoso no está para ayudarme así que empezá a hacer tu magia loca desde ahora porque se va a venir la...
Pero no terminó de decir eso que salió volando por lo menos dos metros por el golpe de la entrada. Rosa ahora ingresaba a la habitación moviendo al parecer involuntariamente la cabeza hacia los lados con los ojos perdidos hacia arriba. "¡Yo sabía!", se alegró amargamente, Matías, mientras se reincorporaba. Adriano rápidamente se dio cuenta de la situación, aunque no sabía cómo quitar aquella silueta de la señora, o por lo menos no estaba seguro. La misma se abalanzó con violencia hacia él con la las manos levantadas y con gran velocidad lo tomó por el cuello y lo hizo retroceder. "¡Qué hago, Gordo!", se desesperó. "¡Fajala, qué se yo, boludo!" , le respondió el amigo. Le dió dos ganchos en el lado izquierdo de la cabeza, pero no parecía funcionar. El cuello comenzó a dolerle e intentó quitársela al menos de encima, pero Matías se arrojó contra ella, tumbándola contra el suelo. "¿Nos va a pagar igual después de ésto?", le preguntó socarronamente a su amigo. El chiste le salió caro, porque lo anciana lo tomó del tobillo y lo tiró de rostro al suelo. Debió doler, porque se comenzó a tomar el rostro ensangrentado y se mantuvo desorientado unos segundos. Ya cansado de la situación, Adriano concentró aura en su puño derecho con fuego y cargando sobre ella, le asestó un duro golpe que la lanzó hacia atrás e hizo impactar su nuca contra la pared, dejándola fuera de combate por unos instantes.
- ¡Me hizo mierda, la puta madre! - Se enojó, el Gordo.
- Ricky me mencionó que se puede espantar una silueta que no está hace mucho en un lugar con meditación y expansión del aura. Tal vez debería probar.
- ¿Qué?
- Una silueta no deja de ser "carga negativa", por decirlo de alguna manera, que por motivos que desconocemos cobraron una suerte de autonomía, aunque no es mucho más inteligente que un parásito, supongo. El problema es que no conocemos otra forma de combatirlas que no sea con las habilidades de un Maji.
- Voy a tardar en aprender estas cosas, pero bueno. ¿Yo tengo que hacer algo?
- Nada. Mantené los ojos abiertos por si pasa algo, nomás.
Adriano cruzó sus piernas en el centro de la habitación y cerró los ojos. Colocó sus manos encima de las rodillas y las palmas para arriba. Luego de unos segundos, su cuerpo comenzó a emitir una tenue luz que fue intensificando hasta ser una llama que iluminó todo a su alrededor. El gordo quedó encandilado y se tapó la cara. El fuego no parecía quemar nada a su alrededor, parecía ser sólo la manifestación a través del aura de su alma la que "curaba" aquella casa. El frío se esfumó poco después.
- ¿Funcionó? - Dijo, Adriano, mientras abría los ojos y su llama se disipaba.
- Ni idea, la verdad. A ver... - Admitió, mientras se acercaba a Rosa, el Gordo. Respiraba -. Bueno, está bien. Mi duda realmente es si nos van a pagar
- Menos mal que está viva, aunque nos puede clavar una tremenda denuncia.
- ¿Salimos corriendo?
- ¡Tampoco para tanto, animal! Esperemos a que se recupere y vemos si todo anda bien.
- O si tenemos que pegarle un poco más.
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