El Gato que Sabía Demasiado - Parte II
Tres golpes consecutivos alertaron a los muchachos de que Ricky había llegado. Adriano se acercó y le permitió acceso al poseído repartidor. Venía con una parrillada para tres y seis cervezas. El jóven, curado de espanto, se acercó a la caja de "ahorros" del fantasma, que estaba compuesta en su totalidad de dinero robado, y le dejó cerca de mil pesos en un bolsillo.
- ¡Eu! Ese dinero me costó mucho conseguirlo. Tuve que poseer a varias personas inocentes - Se quejó.
- ¡Qué lástima! Ya te dije que no me gusta que abuses tanto de eso. Ya no estamos en una fábrica abandonada. Nos van a terminar encontrando. Además, no me cabe nada que robes cuando no lo necesitamos - Opinó, Adriano.
- Y yo no necesito tu bendición para hacer lo que se me dé la gana. Necesito que algo interesante me pase sino mi existencia es muy aburrida y todavía siento que me queda mucho por hacer.
- Estás muerto, Ricky. ¿Cómo te va a quedar mucho por hacer? - Quiso saber, Laura.
- Todavía nunca fui a Europa. No le robé nada a nadie en otro continente. Es mucho peso para mí saber que hay gente por algún lado que nunca ha sentido cerca al Ricky.
- Lo que me decís me pone la piel de gallina - Replicó, el muchacho.
- A todo esto, ¿Para qué semejante cantidad de comida y bebida? - Preguntó, algo extrañada, la chica.
- Es el cumpleaños del detective "Amargo" y me parece que teníamos que festejar acorde.
- ¿En serio? ¿Es tu cumpleaños, Adri?
- ¡Jaja! Te acordaste. Qué grande, Ricky - Se alegró, con sinceridad.
- ¡Pero más vale, papá! Yo soy el más grande. Aunque hoy toca brindar por uno de los que me sigue debajo, o sea vos. ¡Felíz cumpleaños!
- ¡Felíz cumple! - También le deseó, Laura.
Los tres brindaron con vasos llenos de cerveza y se pusieron a tomar. Adriano puso "Undercover" de los Rolling Stones y por momentos tarareaba las canciones. Charlaron mientras comían el asado y se rieron por un rato hasta que una incesante pelea entre gatos fastidió al fantasma, que dejó el cuerpo del repartidor abandonado en la calle y se acercó a ver qué pasaba. Una gata negra evidentemente en celo estaba siendo abrumada por cuatro machos. "No voy a permitir esto mientras yo esté aquí", dijo el espectro, mientras a toda prisa poseía a la felina y repelía con furia a los agresores. Finalmente, la pelea estuvo ganada y la pequeña, ilesa. Unos rasguños muy intensos alertaron a los muchachos, que rápidamente abrieron la puerta.
- ¡Buenas! - Saludó, Ricky, moviendo la cola mientras entraba ronroneando a la casa.
- ¿Qué carajo? - Se alarmó, Laura, al ver un gato hablar.
- ¿Qué carajo, Ricky? - Se sorprendió, Adriano.
- Por unos segundos me quedé pensando en tus palabras y decidí dejar el crimen. Mi destino en la vida es cuidar esta hermosa gatita.
- Eso es muy tierno e insano a la vez - Opinó, el joven, mientras se tapaba la boca con las manos y luego fruncía el seño.
- ¿Vas a quedarte en el cuerpo de una gata? ¿No le vas a hacer mal? - Se preocupó, la chica.
- No se. ¿Vos no le hacés mal a Adriano durmiéndole en la casa?
- No hace falta que lo digas así...
- ¡Bueno, bueno! Ya está, si Ricky cree que eso es lo que tiene que hacer con tal de no afanar, estoy dispuesto a negociar. Cuidá de la gata mientras nosotros terminamos de comer y tomar la cerveza que mañana tenemos un gran día - Calmó las aguas, mirando algo alarmado al fantasma y la muchacha.
Luego de que Laura se acostó a dormir algo mareada, Adriano se quedó hablando un rato más con Ricky, pensando qué nombre ponerle a la gata. Finalmente acordaron en "Carola" y se rieron de lo placentero que son los mimos. Ya era tarde, por lo que el periodista se quedó sólo en remera y boxer con la luz apagada luego de apagar el equipo de audio y se acostó a dormir. El fantasma le siguió y descansó entre sus piernas por un rato y luego se fue por el calor debajo del ventilador.
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