Caprichos (Hisui x Aiya)
El reloj del lobby marcó las once y media. Por las puertas de cristal que dan salida a la piscina, entraron varios huéspedes. Con sus toallas azules al hombro, algunos se dirigieron a sus habitaciones, quizás para cambiarse de ropa, y poder llegar secos al comedor del hotel. Otros, que hoy no tenían intenciones de almorzar allí, se sentaron en las sillas del Bar-Cafetería del lobby. Todos hablaban a las vez, y hacían sus pedidos en diferentes idiomas.
– Everyone, calm down, please. – pidió el mesero, tratando de hacer que todos se calmaran.
– Noi vogliamo due birre, e quattro panini. – pidió una italiana acelerada, para ella y un compañero.
El joven entendió con rapidez la orden de cerveza y bocadillos, y se apresuró a prepararlos. Llegó entonces un ruso, reclamando su vodka con mucha insistencia, y luego un español quejándose de un vello en su taza. Estaba siendo mucho que manejar para él sólo, y lo peor era que las propinas no lo compensaban. Trató de mantener su sonrisa como pudo, y se repitió en la mente "El cliente siempre tiene la razón".
El reloj del lobby marcó el mediodía, y le tocó suspirar de alivio, pues sabía que eso sólo podía significar el cambio de turno. Llegó su compañero Riku, colocándose con rapidez el delantal con el letrero "Hotel Yamaoka".
– Llegó mi turno, descansa, Hisui. – le dijo el pelirrojo, y eso lo hizo sentir mejor.
Mientras abandonaba el mostrador, logró visualizar a algunas personas que aún nadaban en la piscina. Las aguas eternamente limpias reflejaban las lozas azules del fondo, y era algo atractivo, pero lo mejor de todo era la hermosa vista de la playa desde la piscina. El cielo azul pulido besaba a las olas del mar. Algunos huéspedes, sentados juntos a un minibar, chocaban copas de cristal rebosantes de espuma blanca ¡Quien fuera un cliente!, disfrutando de la "dolce vida", mientras los demás se parten el lomo para complacerlos.
El teléfono en su bolsillo vibró, y al revisar se encontró con un mensaje de su jefe, indicándole que viniera a la oficina para hablar algo, sin más ni más. El SMS no decía nada aparte, no había un "quiero hablar contigo porque" y eso lo hizo comenzar a imaginar ¿Habría una queja de algún cliente?, recordó el cabello en el café del español, ¿O sería una queja del propio jefe?, podría significar quizás su despido. Trató de apartar los pensamientos de su mente, e ir la oficina cuanto antes, pero en el camino seguía imaginando situaciones cada vez más incómodas y catastróficas.
Atravesó los pasillos, pasó frente a los restaurantes especializados, y finalmente llegó donde su jefe. La puerta estaba abierta, y el mesero se limitó a empujarla con la mano sudorosa. Su primera visión fue un conjunto de muebles grises, con un gran escritorio en el punto de fuga de la imagen. El jefe, a quien los empleados apodaban "El Shogun", se encontraba sentado allí, analizando cuentas tras una computadora. En uno de los asientos, había una chica. Su sedoso cabello café caía sobre su espalda, dándole la elegancia de una princesa. Traía el ceño fruncido, y sus manos blancas apretadas sobre su vestido. Al ver a Hisui, El Shogun se levantó, pero ella permaneció sentada. El jefe lo recibió con algunas palmadas en la espalda.
– Te veo serio, ¡Vamos!, ¡Alégrate!, ya no serás el único en el lobby.
La afirmación le llamó la atención, pero sólo levantó una ceja. Ambos se sentaron en los asientos grises, cerca de la callada chica. Hisui sintió que se hundía en la comodidad del mueble. Su espalda que llevaba erguida toda la mañana, se dejó reposar sobre el cojín. El Shogun se frotó las manos y sonrió.
– Te presento a mi hija Aiya, culminó recientemente sus estudios de idiomas y le ofrecí un trabajo aquí en el hotel. – explicó, apuntando su mano hacia ella. – Es muy hermosa, y sería genial que los clientes al llegar al lobby, lo primero que vieran fuera su rostro.
Hisui frunció el ceño. La hija del jefe no era fea, pero sin dudas no era una Miss Universo. Inspeccionó más el rostro de aquella, notando alguna de sus imperfecciones, como sus pequeñas cejas.
– Los dos trabajarán como compañeros del mismo turno. – agregó El Shogun.
Aiya pareció echar fuego.
– ¿Eso es todo lo que me puedes ofrecer?, ¿Un asqueroso trabajo de mesera en un café?
– No, hija, es más bien como un empleo que involucra el servicio al cliente y la gastronomía en un Bar-Cafetería.
– Es exactamente lo mismo. – respondió aquella, entrecerrando los ojos. – Puedes darme un puesto como gerente de marketing, es mucho mejor, y el salario es más alto.
– El hotel Yamaoka tiene mucho prestigio, y necesita gente profesional. No sabes nada de marketing, y por eso no puedo aceptar eso.
Ella se levantó bruscamente, le dió una patada al mueble y salió por la puerta sin mirar atrás. El Shogun se rió un poco, y volvió a darle palmadas en la espalda a Hisui. Le pidió un favor importante: guiar y enseñar a Aiya en su nuevo trabajo. A Hisui no le gustaba la idea de tener que hacer de mesero y maestro a la vez, pero tampoco quería contradecir a su jefe, no después del shock que le generó imaginarse tantas escenas catastróficas. Asintió con la cabeza, y finalmente se fue a descansar.
Al día siguiente, estarían siendo las siete menos cuarto de la mañana cuando Hisui llegó al trabajo. Habían algunos huéspedes que ya estaban esperando a que abrieran las puertas de salida a la piscina, la cual abría a las ocho, después de un último vistazo de la limpieza. Uno que otro estaba molesto, porque no podía esperar ni un minuto más para nadar, ¡"Dolce vida"!, que la única preocupación en tu mente sea darte un buen chapuzón a las siete de la mañana.
Hisui fue a colocarse el delantal de mesero, mientras esperaba el cambio de turno a las ocho. Miró a su alrededor, y no vió indicios de Aiya, ni un bolso olvidado ni nada. Ella apareció mucho más tarde, casi a las diez, después del horario pico del desayuno. En vez de ayudar a Hisui, se sentó en una silla a revisar sus mensajes.
– Oye, estamos en el trabajo. – dijo el chico, tratando de pedir ayuda sin ser demasiado grosero desde un inicio.
– ¿Crees que eso me importa? – preguntó ella, con el tono más desagradable posible. Daban ganas de arrancarle el teléfono de las manos, pero sabía el joven que debía controlarse.
Pasó el tiempo, y ella siguió ignorando el trabajo en el Bar-Cafetería del lobby. Una vez más, llegó el terrible horario de las once y media. Volvió a llenarse el lugar con huéspedes de diferentes tamaños, colores, y sobre todo, carácteres. Mientras Hisui hacía malabarismos, prácticamente, tratando de complacer a cada cliente al mismo tiempo, la princesa del Shogun sintió hambre.
– Oye, ¿Cómo me dijiste que te llamabas?
– No lo dije, soy Hisui.
– Ah, Hisui, ¡Hazme un emparedado!
"¡No soy su sirviente!", pensó él. Se mantuvo en silencio, pero tampoco le hizo caso a su petición. Sabía que no debía entrar en contradicciones con ella delante de los huéspedes. Luego de unos minutos, la señorita volvió a exigir lo mismo.
– ¡Oye!, ¿Y mi emparedado?
Se quedó callado, y trató de ignorarla. Ella se levantó y le dió un pequeño empujón.
– ¡Deja de tratarme como si fuera una pared!
Algunos clientes incómodos, pensando que la situación se volvería más tensa, abandonaron el Bar-Cafetería. Hisui se aguantó las ganas de reaccionar hasta las doce, cuando ambos se apartaron del área de servicio. En ese momento el chico soltó toda la frustración que llevaba dentro, no le importó que se tratara de la hija del jefe. Le propinó cada insulto se le ocurrió.
– ¡Se lo diré a mi padre! – contestó ella, en tono amenazante.
– ¿Ah?, ¿Sí?, y yo le diré del pésimo trabajo que hiciste. No lograré que te despida, pero al menos vas a saber lo que es avergonzarse, ¡Niña berrinchuda!
– ¡En tus sueños, Hisui!
Antes de que pudieran continuar peleando, Towa, la compañera de turno de Riku, llegó y los separó. Ambos se fueron por caminos diferentes. Cuando el chico estuvo solo, caminando junto a las carreteras de la zona hotelera, pudo pensar con un poco más de claridad. Sabía que tolerar a Aiya sería un problema, pero meterse en contradicciones con ella sería otro. Aquello no los llevaría a ningún lado. Observó los otros hoteles que se alzaban a lo largo del camino, algunos presumían de unas construcciones impresionantes, a las que el hotel Yamaoka no se acercaba. Los pedazos de horizonte que las edificaciones no lograban tapar, mostraban a las hermosas olas ser libres en el mar, ¡Qué paisaje de ensueño!
Al día siguiente, la princesa del Shogun volvió a llegar tarde, a ignorar a los clientes y hacer órdenes como si fuera una huésped y no una mesera. Hisui respiró profundo, tenía un plan de antemano que esperaba que funcionara. Llegaron algunos compañeros de la limpieza del lobby, y colocaron el típico cartel amarillo "¡Atención!, ¡Piso mojado!", por lo que la cantidad de clientes que se acercaban, se redujo a prácticamente. El chico miró a los ojos a su compañera de turno, y le apartó el teléfono.
– Hagamos un trato.
Ella frunció el ceño, pero no respondió. Sólo se cruzó de brazos.
– Si me ayudas en el trabajo, por lo menos una semana, y lo haces bien, hablaré con tu padre para que te deje cambiar de trabajo. – ofreció el mesero.
– ¿Cómo lo harías? – preguntó ella, con interés.
– Podría decirle un montón de cosas buenas de ti: "Aiya es muy profesional en el trabajo", "Siempre ayuda a los clientes a tener una mejor experiencia", "Merece un puesto más alto", y cosas por el estilo.
Los cumplidos falsos la hicieron sonreír.
– No me gusta la idea de trabajar de mesera pero, si cumples con lo que dices, tal vez el sacrificio valga la pena. – aquella se levantó del asiento, y fue a rellenar la máquina del café.
Hisui no pudo evitar sentir satisfacción.
Desde entonces trabajar con Aiya no fue tan difícil. Cuando él le señalaba un error, la señorita lo corregía al instante, todo con tal de cambiar de trabajo.
A la semana, había mejorado bastante, pero aquella colaboración tenía que terminar. Unos pocos minutos antes de comenzar su turno del domingo, Hisui se dirigió a la oficina del jefe, y cumplió con lo arreglado. El Shogun sonrió, satisfecho de escuchar sobre eso. Tuvieron que interrumpir la conversación, pues ya debía el empleado regresar al trabajo.
Al día siguiente vió a Aiya llegar con unos aires diferentes. Su cabello estaba bien arreglado, decorado con algunos broches dorados, y su maquillaje impecable lograba resaltar sus ojos. Fue como verla por primera vez, parecía una persona diferente, una mucha más agradable.
– Puede que sea algo impropio de mí, pero quiero darte las gracias. Mi padre aceptó cambiarme de puesto, pero me pidió que terminara por lo menos el mes de trabajo antes de hacer el cambio. Así que vamos a seguir trabajando juntos por un tiempo, Hisui. – dijo, mientras le guiñaba un ojo.
¿A dónde se fue la Aiya que conoció hace una semana?, quizás en el fondo era la misma, pero estaba manteniendo oculta su personalidad caprichosa tras un buen maquillaje. El chico la felicitó, y enseguida regresaron al trabajo.
Ella parecía muy feliz por el tema de su nuevo puesto, y la sonrisa no desaparecía de su cara. A la hora pico, el Bar-Cafetería se llenó de muchos hombres.
<<Por supuesto, las chicas lindas siempre atraen a la gente>> pensó Hisui, y luego se impresionó por sus propios pensamientos. No era tan linda, no era la Miss Universo, ¿O sí? Se permitió observar por un momento el rostro de Aiya, y dirigir su mirada a sus pequeñas cejas. Ya no le parecían extrañas como antes, incluso se le hacían llamativas.
Transcurrió otra semana, y pudo comprobar que ella era en realidad una mezcla entre la primera chica que conoció, y otra que parecía un ángel incapaz de hacer daño a nadie. Cada vez le parecía más interesante esa dualidad. Aveces era la princesa del Shogun y aveces la princesa del lobby.
Un día, pasado el horario pico, tuvieron una suerte de momento solos en el mostrador.
– Sabes, Hisui, aún no sé cómo agradecerte.
– Con que decidieras ayudarme ya era mucho.
Ella se rió.
– No, hacer el trabajo no es un favor, es una obligación. – contestó. Luego notó la mirada incrédula de Hisui. – Oye, no siempre soy una niña berrinchuda, también puedo ser amable, y dulce.
– Aveces. – se atrevió a responder el empleado, antes de unírsele a las risas.
– No dirás lo mismo después de mañana en la noche, señor. – agregó ella, pasando una mano por su hombro. Aquello se sintió como un pequeño choque de corriente: no dolió, pero hizo que el corazón le latiera más rápido.
El joven mesero se sonrojó por unos instantes.
Esas últimas palabras captaron también su atención, ¿Qué había mañana en la noche?
Ella tomó por un momento su teléfono, pasó algunos mensajes y luego volvió a conversar con Hisui.
– Mañana a las ocho quiero verte con tu mejor vestimenta. Nos vamos al restaurante especializado. – dijo de repente, y aquello dejó al chico totalmente desorientado. – Sólo es mi forma de agradecerte por hablar con mi padre. No digas nada. La reservación ya está hecha.
<< La princesa del Shogun no solo es caprichosa, también rápida. >> pensó el mesero, y como única respuesta, asintió con la cabeza.
A la noche siguiente todo fue según lo acordado. Se encontraron frente al restaurante especializado. El cielo como un universo oscuro se alzaba imponente. La piscina principal reflejaba las luces de las farolas. Las ventanas de las habitaciones despedían luces amarillas.
– Te ves muy bien. – dijo ella, en un tono suave.
Hisui pudo percatarse del rubor en sus mejillas, << ¿Será que le gusto? >> se preguntó para sí mismo, pero apartó la idea de su cabeza con rapidez.
Entraron al lugar, recibidos por otra compañera de trabajo, la cual los guió a la mesa y les presentó la carta. Era un restaurante especializado en comida italiana, por lo que las cortinas y manteles tenían hermosos estampados de lugares conocidos: El coliseo romano, la torre de Pisa, el canal de Venecia y entre otros. Hicieron un pedido de "paste al pomodoro e vino". Mientras comían, la joven tomó apenas un poco de vino, y ya tenía una risa boba.
– Me encanta este ambiente. – dijo, mientras le tomaba de las manos de Hisui. – Esta noche hermosa, y los spaghettis. Parecemos la dama y el vagabundo.
– ¿Me estás llamando pobre? – preguntó él en tono de broma.
– ¡Claro que no!, me refiero más bien a esta "dolce" fragancia de romance.
Hisui se sonrojó.
– Somos compañeros de trabajo, ¿Recuerdas?
– No seas aguafiestas, eso no es divertido, ser novios lo es más.
– ¿Lo dices enserio, o sólo es el vino?
– Ambos, quizás. – respondió, brindándole un poco de su copa. – Pero sé que me gustas.
El empleado tuvo que llegar a una conclusión: la señorita era caprichosa, rápida y algo intensa. Eso lo hizo reír.
– ¿Desde cuándo te gusto?
– No importa eso, ¿Quieres ser mi novio?
Él no supo qué contestar al inicio, pero ¿Por qué no?, no había nada que perder.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro